• Пожаловаться

P. James: Sabor a muerte

Здесь есть возможность читать онлайн «P. James: Sabor a muerte» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Детектив / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

P. James Sabor a muerte

Sabor a muerte: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sabor a muerte»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Adam Dalgliesh tendrá que desvelar en esta ocasión el misterio que rodea el asesinato de dos hombres a los que la muerte ha unido pero que en vida raramente habrían coincidido: un barón y un vagabundo alcohólico. Antes de alcanzar su objetivo, no obstante, deberá enfrentarse a un crimen que conmueve la opinión pública e introducirse en las mansiones de la enigmática clase alta londinense.

P. James: другие книги автора


Кто написал Sabor a muerte? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Sabor a muerte — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sabor a muerte», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Desde Bramshill, Dalgliesh había reclamado ya los informes sobre las investigaciones efectuadas sobre la muerte de Theresa Nolan y Diana Travers. A la vista de los documentos, no había motivo de preocupación. Theresa Nolan, después de pasar por un confinamiento médico por motivos psiquiátricos, había dejado una nota para sus abuelos, que éstos habían confirmado como escrita sin duda por ella y en la que dejaba bien clara su intención de poner fin a sus días. Y Diana Travers, después de beber y comer con exceso, al parecer se había zambullido en el Támesis para nadar hasta la barcaza donde sus compañeros se estaban divirtiendo. A Dalgliesh le había quedado una sensación de duda en el sentido de que ninguno de los dos casos era tan claro como los informes pretendían demostrar, pero, por otra parte, tampoco había pruebas prima facie de juego sucio en ninguna de las dos muertes. No tenía la menor certeza acerca de qué profundidad había de dar a sus investigaciones, o de si, dada la dimisión de Berowne, había alguna motivación para ellas. Había decidido no hacer nada más de momento y dejar que Berowne diera el primer paso al respecto.

Y ahora Berowne, presunto portador de la muerte, había muerto a su vez, por su propia mano o por la de alguna otra persona. Cualquiera que fuera el secreto que quería confiarle en aquel breve paseo hasta la Cámara, quedaría ignorado para siempre. Pero, si de hecho había sido asesinado, entonces los secretos saldrían a relucir: a través de su cadáver, a través de los íntimos detritos de su vida, a través de las bocas, sinceras, traicioneras, balbuceantes o titubeantes, de su familia, sus enemigos y sus amigos. El asesinato era el principal destructor de la intimidad, como lo era de tantas otras cosas. Y a Dalgliesh el hecho de que debiera ser él, el hombre ante el cual Berowne había mostrado cierta disposición a la confianza, quien ahora se pusiera en marcha para iniciar ese proceso inexorable de violación, le parecía un giro irónico del destino.

IV

Casi habían llegado a la iglesia cuando por fin pudo volver sus pensamientos al momento presente. Massingham había observado, en atención a él, un silencio inusual, como si percibiera que su jefe le agradecía este breve intervalo entre el conocimiento y el descubrimiento. Y no le fue necesario preguntar el camino. Como siempre, había trazado el mapa de su ruta antes de partir. Avanzaban por la carretera de Harrow y acababan de pasar ante el complejo del Hospital Saint Mary, cuando de pronto apareció ante ellos, a su izquierda, el campanario de Saint Matthew. Con sus pétreos motivos cruzados, sus altos ventanales arqueados y su cúpula de cobre, recordó a Dalgliesh las torres que, en su infancia, había erigido laboriosamente con su juego de construcciones, colocando precariamente una pieza sobre otra, hasta que finalmente se derrumbaban todas, en ruidoso desorden, en el suelo del cuarto de jugar. Éste le ofrecía ahora la misma fragilidad y, mientras lo miraba, casi esperaba ver cómo se inclinaba y se derrumbaba.

Sin decir palabra, Massingham enfiló el siguiente desvío a la izquierda y una estrecha carretera flanqueada en ambos lados por una serie de casitas. Eran todas ellas idénticas, con sus ventanucos de la planta superior, sus porches estrechos y su cuadrada ventana principal, pero era evidente que aquella carretera se adentraba en un mundo. Algunas de las casas todavía mostraban los signos indicativos de una ocupación múltiple; césped cuidado, pintura que se caía y cortinas corridas para mantener los secretos del interior. Pero a estas casas las sucedían otras con mayor colorido, de cierta aspiración social, con puertas recién pintadas, farolillos, alguna que otra maceta colgante con flores, y el jardín delantero pavimentado para permitir el aparcamiento del coche. Al finalizar el camino, la enorme mole de la iglesia, con sus paredes majestuosas de ladrillo ennegrecido por el humo, parecía tan extraña al lugar como distante de la escala que observaba toda aquella serie de pequeñas viviendas unifamiliares.

El gran pórtico del norte, de un tamaño propio para una catedral, estaba cerrado. Junto a él, un mugriento tablero indicaba el nombre y la dirección del párroco y el horario de las misas, pero nada más sugería que aquella puerta se abriera en alguna ocasión. Avanzaron lentamente por un estrecho camino asfaltado, entre el muro sur de la iglesia y la barandilla que bordeaba el canal, pero sin observar ningún signo de vida. Era evidente que la noticia del asesinato todavía no había circulado. Había tan sólo dos coches aparcados ante el porche sur. Uno de ellos, supuso, pertenecía al sargento de detectives Robins, y el Metro rojo a Kate Miskin. No le sorprendió que ésta hubiera llegado antes que ellos. Ella misma abrió la puerta antes de que Massingham pudiera llamar, con su ovalado y atractivo rostro bien maquillado bajo la aureola de cabellos de color castaño claro, y ofreciendo, con su camisa, sus pantalones y su chaqueta de cuero, un aspecto tan elegante como si acabara de llegar de un paseo por la campiña. Dijo:

– Respetuosos saludos del inspector de distrito, señor, pero ha tenido que regresar a la comisaría. Ha habido un homicidio en Royal Oak. Se marchó apenas llegamos el sargento Robins y yo. Si le necesita, estará disponible a partir del mediodía. Los cadáveres están aquí, señor. En lo que llaman la sacristía pequeña.

Era típico de Glynn Morgan no haber alterado en absoluto el escenario. Dalgliesh respetaba a Morgan como hombre y como detective, pero se alegró de que el deber, el tacto o una mezcla de ambas cosas, le hubieran obligado a retirarse. Constituía un alivio no verse obligado a halagar a un detective experto que difícilmente podía acoger con alegría al jefe de la nueva brigada CI que se entrometía en su trabajo.

Kate Miskin abrió de par en par la primera puerta a la izquierda y se apartó para que entrasen Dalgliesh y Massingham. La sacristía pequeña estaba tan profusamente iluminada como un plató de estudio cinematográfico. Bajo el resplandor de la luz fluorescente que bañaba todo aquel extraño escenario, el cuerpo inerte de Berowne, con la garganta cortada, la sangre coagulada, el vagabundo apoyado en la pared como una marioneta sin cuerdas, parecieron por un momento una cosa irreal, un cuadro de Grand Guignol demasiado exagerado y elaborado para resultar convincente. Dirigiendo apenas una mirada al cadáver de Berowne, Dalgliesh avanzó pisando la alfombra hasta llegar a Harry Mack, y se puso en cuclillas junto a él. Sin volver la cabeza, preguntó:

– ¿Estaban encendidas las luces cuando la señorita Wharton encontró los cadáveres?

– En el pasillo no, señor, pero ella dice que esta luz sí estaba encendida. El niño lo confirma.

– ¿Dónde están ahora?

– En la iglesia, señor. El padre Barnes está con ellos.

– Hable un poco con ellos, ¿quiere, John? Dígales que yo también lo haré apenas pueda. Y procure ponerse en contacto con la madre del chico. Debemos sacarlo de aquí tan pronto como sea posible. Después, quiero que vuelva usted aquí.

Muerto, Harry tenía un aspecto tan desaliñado como debió de tenerlo en vida. De no haber sido por aquel babero de sangre, hubiera podido estar dormido, con las piernas estiradas, la cabeza inclinada hacia adelante, y su gorro de lana tapándole el ojo derecho. Dalgliesh puso la mano bajo su barbilla y levantó suavemente aquella cabeza. Tuvo la sensación de que iba a desprenderse del cuerpo y rodar entre sus manos. Vio lo que esperaba encontrar: un solo corte a través de la garganta, al parecer de izquierda a derecha, que había seccionado la tráquea hasta las vértebras. El rigor mortis se había apoderado ya totalmente de él, y la piel estaba fría como el hielo, al tiempo que aparecía carne de gallina al haberse contraído los músculos erectores de los pelos cuando se impuso la rigidez mortal. Cualquiera que fuese la concatenación de azar o deseo que hubiera llevado a Harry Mack hasta aquel lugar, la causa de la muerte no presentaba ningún misterio.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Sabor a muerte»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sabor a muerte» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Sabor a muerte»

Обсуждение, отзывы о книге «Sabor a muerte» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.