El periodista comentaba que las madres de la mayoría de las víctimas no habían tenido tanta suerte. A continuación emitieron una entrevista con Helena Cruz.
«Llevo toda la vida preguntándome qué ha sido de Melanie -decía Helena Cruz-. He cargado con esas preguntas y ahora, más de veinte años después, descubro que el culpable de su muerte no fue Victor Grady sino un agente federal. El FBI no va a contestar a mis preguntas. Alguien sabe qué le sucedió a mi hija, estoy segura de ello.»
Darby contemplaba el rostro de Helena Cruz cuando sonó el teléfono. Era Banville.
– ¿Has visto las noticias? -preguntó él.
– Estoy viendo la NECN ahora mismo. Están hablando de la relación entre Evan y Boyle.
– Y aún hay más. ¿Has oído hablar de la madre, Cassandra Boyle? Pues resulta que era la hermana de Boyle, además de su madre.
– ¡Joder! -Eso explicaba por qué la familia la había desterrado a un lugar tan remoto como New Hampshire-. ¿Lo sabía Boyle?
– Ni idea. Y en cuanto a lo del viaje de la madre, todo parece confirmarlo, pero ¿quién sabe? También he revisado el caso de las muertes de sus abuelos. No hubo sospechosos ni testigos. Alguien entró, disparó contra ellos mientras dormían y limpió el piso.
– Y fue Manning quien le proporcionó la coartada -dijo Darby.
– Sí. También he echado un vistazo a la BlackBerry de Manning. Aparecían varios mensajes de texto guardados que demuestran que colaboró con Boyle en la organización de los atentados. Y el número al que Boyle llamó antes de que entráramos en su casa se corresponde con el de Manning. Boyle debió de llamar para advertirle.
– ¿Cómo vais con el portátil de Boyle? ¿Habéis conseguido dar con las contraseñas?
– Sí -dijo Banville-. Hacía todos sus movimientos bancarios por internet. No podemos acceder a mucha información, ya que era titular de una cuenta privada en un banco de las islas Caimán, pero encontramos fotografías. Boyle tenía guardadas las fotos de sus víctimas más recientes. También hallamos algunos mapas de los lugares donde las enterró. Se extienden por todo el país.
– ¿Qué hay de Melanie Cruz? ¿Habéis encontrado algo de ella o de las mujeres que desaparecieron en el ochenta y cuatro?
– No hay ningún mapa de Belham. Pero sé que Melanie Cruz está muerta. Encontramos fotos en el archivador de Boyle. Si quieres verlas, pasa por comisaría. Estaré aquí todo el día.
– ¿Qué hay en las fotos?
– Será mejor que tú misma las veas.
Banville estaba hablando por teléfono cuando Darby apareció acompañada de Coop. Banville los vio en el umbral y les hizo señas para que entraran. Tomaron asiento en sendas sillas apoyadas en la pared, junto a las perchas.
Quince minutos después Banville colgó el teléfono. Parecía agotado.
– Hablaba con el antropólogo forense del estado. Esta mañana envié a Carter al bosque, a echar un vistazo por la zona donde los federales encontraron los restos. No hay nadie más enterrado allí.
– Me sorprende que los federales le permitieran acercarse -comentó Coop.
– Oh, no creas, pusieron trabas. Pero el gato ya se ha escapado del saco. Manning está en todas las noticias. Los federales entraron en su apartamento de Back Bay. Ya sé que esto supondrá una auténtica sorpresa para vosotros pero nuestros buenos amigos del FBI no comparten ninguna información sobre Manning, ni sobre aquel gilipollas nazi al que mataron. Esos tíos tienen una verdadera pesadilla entre las manos. -Banville miró a Darby-. Prepárate para lo que viene. La prensa tiene noticia para semanas.
– ¿Carter encontró un cadáver?
– Sin duda -dijo Banville-. Definitivamente se trata de una mujer que lleva enterrada entre diez y quince años, quizá más. Quiere someter los huesos a la prueba del carbono para ajustar más la fecha.
Banville se repantigó en la silla.
– Hablé con Carter sobre las mujeres que desaparecieron en la zona durante el verano del ochenta y cuatro. Los restos podrían pertenecer a una de ellas, pero, dada la altura y algunas características óseas, no se trata de Melanie Cruz.
– Me gustaría ver las fotos.
Banville le pasó un sobre.
Ver a Melanie atada y amordazada en aquel sótano era horrible. La cámara había captado el terror de su cara. Las fotos mostraban a Melanie sola; en todas aparecía llorando.
«Podría haber sido yo.»
– ¿Tenemos alguna idea de cómo murió?
Banville negó con la cabeza.
– Si encontramos sus restos, tal vez descubramos algo. ¿Crees que Manning o Boyle la enterraron en el bosque?
«Pregunta… pregúntaselo a tu madre…»
Darby se removió en la silla.
– Ya no sé qué pensar.
– Carter dijo que a menos que descubramos alguna prueba específica o algún dato que nos indique dónde está enterrada Melanie Cruz, lo más probable es que nunca lleguemos a encontrarla.
Darby volvió a guardar las fotos en el sobre. «Melanie jugueteaba con las cuentas de la pulsera mientras oía a Stacey llorando detrás del contenedor. “¿Por qué no podemos volver a ser amigas?”, le preguntó más tarde, en el colegio.»
«Ojalá hubiera dicho que sí», pensó Darby.
Tardó un instante en recuperar el habla.
– ¿Qué hay de las otras mujeres? ¿Se sabe algo?
– Boyle las llevó al sótano y les hizo cosas… distintas a cada una.
Banville le tendió un sobre más grande. En el interior había montones de fotos sujetas con gomas elásticas.
Darby reconoció al momento algunas caras: Tara Hardy, Samantha Kent, y las mujeres que desaparecieron después. Tambien había fotos de una mujer de rostro enjuto y largo cabello rubio. Como Rachel Swanson, parecía haber pasado hambre.
Darby levantó la foto de Samantha Kent.
– Esta es la mujer que vi en el bosque. ¿Sabemos qué ha sido de ella?
– No tenemos ni idea, ni sabemos dónde están sus restos -respondió Banville-. ¿Manning no te dijo nada?
– Sólo que había desaparecido.
Darby no quería seguir viendo esas fotos. Dejó el sobre en una esquina de la mesa y se secó las manos en los tejanos.
– ¿Quieres oír el resto?
Darby asintió. Respiró hondo y aguantó.
– El sótano donde estuviste estaba plagado de cámaras -dijo Banville-. Boyle guardaba los vídeos en el ordenador. Se remontan a ocho años atrás, al período en que volvió al este. Al principio Boyle y Manning cazaban a una sola víctima. Luego pasaron a dos, a tres… Entonces Boyle construyó más celdas y cambió las reglas del juego. Soltaba a las víctimas en el laberinto, y si conseguían llegar al otro lado, las puertas de la celda se abrían y conseguían comida; se ganaban el derecho a seguir viviendo.
– Por eso Rachel Swanson sobrevivió durante tanto tiempo -dijo Darby-. Había logrado encontrar un camino.
– En mi opinión Boyle se ocupaba de los secuestros mientras que Evan dejaba pruebas falsas en función del caso en que estuviera trabajando: Victor Grady, Miles Hamilton, Earl Slavick. Y estoy seguro de que hay otros de los que no sabemos nada.
– ¿Cuánto tiempo llevaban metidos en esto? ¿Tenemos alguna idea? -preguntó Coop.
Banville se puso de pie.
– Os enseñaré lo que he encontrado.
Darby le siguió a través de los estrechos pasillos en los que se oía una mezcolanza de conversaciones, timbrazos de teléfonos y zumbidos de fax.
Banville los llevó hasta la gran sala de reuniones donde había perfilado los detalles de la trampa que iban a tender al Viajero. Las sillas estaban juntas en un rincón, para dejar espacio a las pizarras montadas sobre ruedas. Había una docena de ellas, llenas de fotografías de varias mujeres.
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