– No me extraña. A mí me pasa igual.
Bryson no había terminado.
– Nos manda al Sinclair y malgastamos un día y medio registrando pasillos y habitaciones vacías, ¿para qué? ¿Sólo por la foto de una mujer desaparecida que dejó pegada a una pared?
– Ahora sabemos quién es ella.
– Sí, claro, y precisamente, lo sabemos sólo gracias a que ese hijo de perra nos envió a la madre aquí. ¿Y qué es lo que hacemos? Dejamos inmediatamente lo que estábamos haciendo y ya llevamos medio día malgastado buscando a una mujer que lleva veintiséis años desaparecida. Que sepamos, Fletcher trabajó como asesor en este caso hace años y ahora nos lo está restregando por las narices.
– No te sigo.
– Todo esto no es más que una pantomima. Ese tipo nos toma el pelo.
– No hago más que pensar en la figurilla. Es la misma…
– Darby, ya sé lo de esa maldita figura. -Bryson estaba lívido de ira-. Estaba allí contigo, ¿recuerdas? La vi con mis propios ojos.
Darby no respondió.
Bryson movió la mano a modo de disculpa.
– No era mi intención desahogar en ti mi frustración -dijo-. No paro ni un momento, y apenas duermo cuatro horas.
– Si te sirve de consuelo, yo estoy igual. Fletcher utilizando la figurilla como zanahoria, meneándola delante de nosotros, y cada vez que llama o hace algo, dejamos lo que estamos haciendo y corremos detrás de él.
– A lo mejor eso es lo que quiere.
– Tenemos que averiguar qué está haciendo.
– Es una pérdida de tiempo.
– No tenemos muchas más opciones, Tim. Malcolm Fletcher está aquí y sabe algo. No va a desaparecer así como así.
– Hablemos de tu vigilancia -dijo Bryson.
– Si Fletcher te llama a casa o al laboratorio, podemos localizar la llamada en unos cuarenta y cinco segundos -explicó Bryson-. En cuanto suene tu teléfono, empieza el rastreo. Déjalo sonar tres veces antes de contestar.
– ¿Y si me llama al móvil? -preguntó Darby.
– Ahí la cosa se complica un poco. Las señales de los móviles rebotan en las antenas. -Bryson hurgó en el bolsillo de su pantalón-. Podríamos tardar entre uno y tres minutos en averiguar desde dónde llama. Si te llama al móvil, la clave está en hacer que hable el mayor rato posible. Una vez localicemos su señal, podemos seguir su rastro aunque cuelgue, siempre y cuando mantenga el teléfono encendido. También quiero que lleves esto encima.
Le mostró un pequeño trozo rectangular de plástico negro, muy fino, con un botón gris en el centro. El aparato le recordó a Darby los dispositivos de teleasistencia médica que llevaban las personas mayores por si sufrían una caída y no podían levantarse.
– Es lo que llamamos un botón del pánico -explicó Bryson-. Si pasa algo, si crees estar en peligro, aprieta el botón; tendrás que hacerlo con fuerza suficiente para romper el precinto. Una vez que eso ocurra, acudiremos de inmediato. Va equipado con un transmisor GPS, de modo que sabremos dónde estás en cualquier momento. Tienes que llevarlo siempre encima, incluso cuando te vayas a dormir.
– ¿Crees que Fletcher va a hacerme algo mientras duermo?
– Creo que no deberías correr ningún riesgo. Durante el día, guárdate el dispositivo en el bolsillo del pantalón. ¿A qué hora te irás a casa?
– No lo sé.
– Avísame cuando lo hagas. Tenemos que instalar dispositivos de privacidad en los teléfonos de tu casa. Si recibes una llamada personal y no quieres que nosotros escuchemos la conversación, pulsas el botón del dispositivo de privacidad y la señal se detiene; nadie escuchará nada. Cuando estés lista para irte, llámame y me reuniré contigo en tu casa.
»Una cosa más -añadió Bryson-. Cuando salgas de trabajar, no mires a tu alrededor en la calle para ver si distingues a los equipos de vigilancia. Si Fletcher te está observando, podría sospechar algo y huir. Sigue con tu rutina habitual y actúa con naturalidad. ¿Tienes novio?
– No.
– ¿No sales con nadie?
– Espero que no me lo preguntes para intentar organizarme una cita a ciegas.
– Te lo pregunto porque esperaba que alguien se quedara contigo en tu casa por las noches.
– Coop se queda conmigo.
Una ofuscación repentina ensombreció la mirada de Bryson. ¿Acaso se había llevado una decepción?
– No es mi novio ni nada de eso -le aclaró-, sólo somos muy buenos amigos. Es muy protector.
– El equipo de vigilancia te estará observando hoy cuando salgas del trabajo, cuando salgas de tu apartamento…; te seguirá a todas horas. Una vez más, compórtate con naturalidad. Intenta relajarte. Si hay algún problema, te llamaremos y te daremos instrucciones.
Bryson le dio su tarjeta.
– El número de mi casa está al dorso. Grábalo en tu teléfono móvil. Si necesitas cualquier cosa, llámame.
– ¿Cuál es la dirección de Hannah?
– No se fue a casa; no llegó a subirse al autobús.
– Quiero echar un vistazo a sus cosas.
Bryson anotó la dirección en una hoja de papel, la arrancó y se la dio.
– Yo me voy a ir al centro a ayudar a Watts.
– Te llamaré si descubro algo en casa de Hannah -dijo Darby-. Después de eso, tengo que ir a buscar muestras de maquillaje.
Le contó lo de la mancha de maquillaje en la sudadera de Chen.
– No parece muy prometedor -comentó Bryson.
– Es la única prueba con la que podemos trabajar de momento.
– Antes de que te vayas, tengo un regalo para ti.
Abrió el cajón de su mesa y extrajo una pequeña caja. En su interior había una linterna acoplable para su arma.
Darby sonrió.
– Tú sí que sabes cómo ganarte el corazón de una mujer…
Mientras se dirigía de vuelta su despacho, Darby llamó a Coop y le hizo un rápido resumen de su reunión con Tim Bryson.
Coop regresaba a la ciudad con las huellas que había obtenido del buzón de Tina Sanders. Acordaron verse en casa de Hannah Givens, en Brighton.
Los acontecimientos del día ocupaban por completo sus pensamientos. Darby quería ir al gimnasio -le sentaría bien un rato de ejercicio en la cinta de correr, le despejaría la cabeza-, pero no tenía tiempo. Se puso el abrigo, cogió su equipo de forense y se puso en camino. Cuando salió del edificio, exponiéndose al aire gélido y oscuro, se preguntó dónde estaría el equipo de vigilancia. También se preguntó si Malcolm Fletcher la observaba.
Una vez a salvo tras el volante de su Mustang, volvió a concentrar sus pensamientos en las figuras de la Virgen María. Visualizó la expresión afligida de la Santa Madre, con los brazos abiertos, dispuesta a acoger al prójimo en un abrazo. Aquel rostro se desvaneció y en su lugar aparecieron los extraños ojos de Malcolm Fletcher. A Darby le pareció oírlo reír.
No quería pensar en el ex especialista en perfiles. Centró su atención en el hombre que había disparado a Hale y a Chen. Ese hombre había colocado una estatuilla de la Virgen María en los bolsillos de ambas. Los había cerrado cosiéndolos y había hecho un nudo en el extremo del hilo para que las figuras permaneciesen con ellas. Había hecho la señal de la cruz sobre la frente de Chen y había arrojado su cuerpo al puerto de Boston. ¿Por qué? ¿Cuál era el significado de la estatuilla y por qué era tan importante que permaneciese junto a las dos mujeres después de muertas?
«Esas dos mujeres te importaban, lo sé. Entonces, ¿por qué las mantuviste con vida tanto tiempo para luego acabar matándolas?»
Darby se preguntó si el asesino sería esquizofrénico. La mayor parte de las esquizofrenias se basaban en un delirio concreto: los ovnis, organizaciones gubernamentales secretas que implantaban microchips en el cerebro de la gente para espiar sus pensamientos… Muchos esquizofrénicos creían que Dios, Jesucristo o el diablo les hablaban directamente a ellos.
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