– Señor Scudder…
– Podría decirme por qué asesinó a Wendy Hanniford. Y por qué permitió que Richie muriera en su lugar.
– No sé de qué está hablando.
– Creo que sí lo sabe, señor.
– Mi hijo cometió un horrible asesinato. Estoy seguro de que no sabía lo que estaba haciendo en el momento de su acto. Lo perdono por lo que hizo, y ruego a Dios que lo perdone…
– Yo no soy uno de sus feligreses, señor. Soy un hombre que sabe todo lo que usted pensaba que nadie llegaría a descubrir. Su hijo no había matado a nadie hasta que se mató a sí mismo.
Se quedó sentado durante largo rato, asimilándolo todo. Inclinó un poco la cabeza. Por su postura parecía estar rezando, pero no creo que estuviera haciéndolo. Cuando habló, su tono no fue tanto de defensa como de curiosidad, con palabras que estaban muy cerca de una admisión de culpabilidad.
– ¿Qué le hace… pensar eso, señor Scudder?
– Me he enterado de muchas cosas. Y al final han cuadrado todas.
– Cuénteme.
Asentí. Quería hacerlo porque había estado sintiendo la necesidad de contárselo todo a alguien. No lo hice con Cale Hanniford. Me había faltado poco para contárselo a Trina, e incluso había empezado a insinuárselo, pero al final tampoco pude.
Vanderpoel era la única persona a la que podía decírselo.
Dije:
– El caso era evidente. Así es como la policía lo vio, y era la única manera de verlo. Pero yo no empecé buscando al asesino. Empecé intentando averiguar cosas sobre Wendy y su hijo, y a medida que me iba enterando de cosas me iba resultando más difícil aceptar la idea de que él la hubiera matado.
»Lo que lo delató fue su aparición en la acera, cubierto de sangre y actuando de manera histérica. Pero si consigues quitarte eso de la mente, toda la idea de que él sea el asesino se viene abajo. Se fue de repente del trabajo en mitad de la tarde. No había planeado hacerlo. Eso podía haber sido fingido. Pero en cambio llegó con un problema de indigestión y su jefe finalmente logró convencerlo de que se fuera.
»Después llegó a casa con el tiempo justo de violarla, matarla y salir corriendo a la calle. No había estado actuando de manera extraña durante el día. Lo único raro que tuvo fue su dolor de estómago. Teóricamente irrumpió donde estaba ella y algo le hizo perder completamente la cabeza.
»¿Pero qué fue? ¿Un repentino deseo sexual? Él vivía con la chica, y podía suponerse que podía hacerle el amor cuando quisiera. Y a medida que me he ido enterando de más cosas sobre él, más me he ido convenciendo de que nunca hizo el amor con ella. Vivían juntos, pero no dormían juntos.
– ¿Qué le lleva a decir eso?
– Su hijo era homosexual.
– Eso no es cierto.
– Me temo que sí.
– Las relaciones entre hombres son una abominación a los ojos de Dios.
– Eso puede ser. Yo no soy ninguna autoridad. Richie era homosexual. Él no se sentía a gusto con ello. Tengo entendido que le resultaba imposible sentirse bien con cualquier tipo de sexualidad. Tenía muchos sentimientos confusos sobre usted, sobre su madre, y eso le imposibilitaba mantener una relación sexual real.
Pasé junto al falso fuego. Me pregunté si la chimenea sería falsa también. Me volví y miré a Martin Vanderpoel. No había cambiado de posición. Continuaba sentado en su silla, con las manos sobre las rodillas, y la vista puesta sobre el trozo de tapete que quedaba entre sus pies.
Dije:
– Parece que Richie había alcanzado una estabilidad con su relación con Wendy. Había logrado controlar su vida, y me imagino que era relativamente feliz. Pero una tarde llegó a casa y algo le hizo desmoronarse. ¿Qué fue eso?
El no dijo nada.
– Puede que entrara y la encontrara con otro hombre. Pero eso no tendría sentido, pues, ¿por qué iba a ofenderlo eso tanto? Él debía de saber cómo se ganaba la vida, saber que veía a otros hombres por las tardes mientras él estaba en el trabajo. Además, se habrían encontrado huellas de ese otro hombre. No se habría escapado tan rápidamente cuando Richie empezó a dar cuchilladas.
»¿Y dónde tenía Richie la navaja? Él usaba una maquinilla eléctrica. Ya ningún chaval de 20 años se afeita con navaja. Algunos llevan navajas, de la misma manera que otros llevan cuchillos, pero Richie no era de esos.
»¿Y qué hizo con la navaja después? Los polis resolvieron que la tiró por la ventana o que la lanzó en alguna parte y que alguien la cogió y se fue con ella.
– ¿Eso no es plausible, señor Scudder?
– Ajá. Si hubiera tenido una navaja, para empezar. Y también era posible que hubiera utilizado un cuchillo en lugar de una navaja. La cocina estaba llena de cuchillos. Pero estuve en esa cocina, y todos los armarios y cajones estaban perfectamente cerrados, y uno no coge un cuchillo para matar brutalmente a alguien en un arranque de pasión y luego se acuerda de cerrar el cajón. No, solo había una manera de que cobrara sentido para mí. Richie llegó a casa y se encontró a Wendy muerta o agonizante, y eso lo dejó sin sentido. No pudo controlarse.
Mi dolor de cabeza estaba volviendo a aparecer. Me froté la frente con el nudillo. No me hizo mucho bien.
– Me dijo usted que la madre de Richie había muerto cuando él era bastante pequeño.
– Sí.
– No me dijo que se suicidó.
– ¿Cómo se ha enterado de eso?
– Cuando algo ha quedado registrado, señor, cualquiera puede encontrarlo si se toma la molestia de buscarlo. No tuve que indagar mucho para obtener esa información. Todo lo que tuve que hacer fue pensar en buscarla. Su mujer se suicidó en la bañera cortándose las venas. ¿Utilizó una navaja de afeitar?
Me miró.
– ¿Su navaja, señor?
– No veo qué importancia puede tener eso.
– ¿De veras? -Me encogí de hombros-. Richie entró y se encontró a su madre muerta en un charco de sangre. Después, catorce años más tarde, entra en un apartamento de la calle Bethune y se encuentra a la mujer con la que estaba viviendo muerta en su cama. También a navajazos, y también sobre un charco de sangre.
»Me imagino que, en cierto sentido, Wendy era como una madre para él. Debieron de desempeñar un montón de diferentes papeles sustitutos en las vidas del otro. Pero de repente Wendy se convirtió en su madre muerta, y Richie no fue capaz de controlarlo, y terminó haciendo algo que estoy seguro de que no hubiera sido capaz de hacer antes.
– ¿El qué?
– Tuvo relaciones sexuales con ella. Fue una simple reacción incontrolable. Ni siquiera se tomó el tiempo de quitarse la ropa. Cayó sobre ella y tuvo relaciones sexuales con ella, y cuando acabó salió corriendo por las calles y empezó a gritar a pleno pulmón, porque su cabeza estaba atormentada por el hecho de haber mantenido relaciones sexuales con su madre y ahora estaba muerta. Puede entender lo que pensaba, señor. Pensaba que se la había follado hasta matarla.
– Dios -dijo.
Me pregunto si alguna vez lo había pronunciado de esa manera anteriormente.
Mi dolor de cabeza seguía empeorando. Le pregunté si podía darme alguna aspirina. Me dijo cómo podía encontrar el baño del primer piso. Había aspirinas en el botiquín. Cogí dos y bebí la mitad de un vaso de agua.
Cuando volví a entrar en la habitación él seguía sin cambiar de posición. Me senté en la silla y lo miré. Había mucho más y lo iríamos sacando, pero quería esperar a que lo asimilara.
Dijo:
– Esto es increíble, señor Scudder.
– Sí.
– Nunca había considerado la posibilidad de que Richard fuera inocente. Simplemente asumí que lo había hecho. Si lo que usted piensa es cierto…
– Lo es.
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