• Пожаловаться

Martha Grimes: Las Posadas Malditas

Здесь есть возможность читать онлайн «Martha Grimes: Las Posadas Malditas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Детектив / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Martha Grimes Las Posadas Malditas

Las Posadas Malditas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Posadas Malditas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novelista norteamericana Martha Grimes es una verdadera revelación. Ha sido aclamada por la crítica por su habilidad para recrear en sus novelas el clima inglés con que supieron deleitar a sus lectores Agatha Christie, Margery Allingham o Ngaio Marsh. En las típicas posadas de un lejano pueblo ocurren dos crímenes difíciles de entender, con autor o autores más difíciles de descubrir. Los sospechosos abundan, sin embargo. El vicario, un conde y su ridícula tía americana, un funcionario retirado o su aburrida esposa, un escritor de misterio de dudosa reputación, y su sensual "secretaria", el pulcro propietario de una de las posadas, un anticuario, una encantadora poetisa… El inspector Richard Jury, afable y pragmático, logra develar el misterio de las dos muertes pero no puede evitar una tercera. Las posadas malditas es una verdadera obra maestra de ingenio y de suspenso.

Martha Grimes: другие книги автора


Кто написал Las Posadas Malditas? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Las Posadas Malditas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Posadas Malditas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Jury continuó.

– Una camarera de la posada, Daphne Murch, fue la primera en encontrar el cuerpo de William Small, y llamó al propietario, Simon Matchett. Había algunas personas en el bar y todas declararon no conocer al muerto. Según el propietario, Small había llegado ese mismo días pidiendo alojamiento. Ese fue el primer asesinato. El segundo tuvo lugar veinticuatro horas después. El cuerpo de Ainsley fue colocado en una viga en lugar de la figura tallada en madera… – la voz de Jury se apagó. La idea de un asesino que se comportaba como un bromista el día de Guy Fawkes le helaba la sangre.

– Sigue.

– Al parecer sacaron el cuerpo de Ainsley por la ventana de un depósito que hay justo encima de la viga. La altura de la viga y la nieve explican que nadie lo haya visto por horas. – se preguntó si estaría soñando. – Ambas víctimas eran forasteros en Long Piddleton, y llegaron con una diferencia de un día o dos.

– ¿Un día o dos? ¿Qué es esto, muchacho? ¿Qué te parece que estás haciendo, Jury? ¿Adivinando? ¿Jugando en los charquitos? ¡Un policía tiene la obligación de ser preciso! – Y volvió a enchufarse el grueso cigarro en la boca, mirando fijamente a Jury mientras sonaba el intercomunicador. Racer oprimió el botón. – ¿Sí?

Era una de las chicas que trabajaba en C-4. Traía el expediente de los asesinatos de Northamptonshire.

– Que lo traiga, que lo traiga – dijo Racer irritado.

Fiona Clingmore entró con total conciencia de prioridades y le sonrió con calidez a Jury antes de entregarle el sobre de papel madera a Racer. Llevaba uno de esos conjuntos estilo 1940 que parecían gustarle tanto: zapatos negros de taco alto con presilla y botón sobre el empeine, pollera negra apretada, blusa negra con mangas largas que parecían de un camisón. Como siempre, el escote era muy pronunciado y la pollera muy corta. Fiona parecía siempre usar la ropa a media asta: quizás el luto se debiera a la muerte de su castidad, pensó Jury.

Jury observó los ojos del superintendente quitándole la ropa a la joven como quien pela una cebolla, capa por capa.

– Eso es todo – dijo Racer, despidiéndola con una palmada.

Con otra sonrisa y una guiñada a Jury, ella salió. Racer dijo con sarcasmo:

– Eres el preferido de las mujeres, ¿no, Jury? – y luego, con otro tono -: ¿Te parece que podamos seguir trabajando? – Extendió algunas fotos del expediente y señaló la primera con el dedo. – Small, William. Asesinado entre las nueve y las once de la noche del jueves 17 de diciembre, según la opinión de los muchachos de Northampton. Ninguna identificación. Sólo conocemos el nombre porque firmó el registro. Small se bajó de un tren en Sidbury, pero no sabemos dónde lo tomó. No hay modo de relacionarlo con nadie del pueblo. Eso es todo. Algún loco suelto, sin duda. – Racer comenzó a limpiarse las uñas con una navaja.

– Ojalá nos hubieran llamado de inmediato, ahora las huellas están frías.

– Pero no lo hicieron, ¿no, muchacho? Así que irás allí y retomarás esas huellas frías. ¿Esperas que las cosas te sean fáciles, Jury? La vida de un policía está llena de pesares. Es hora de que lo sepas. – Cerró la navaja y empezó a limpiarse el oído con el meñique. A Jury le habría gustado que terminara su arreglo personal en su casa.

Jury sabía que a Racer lo ponía furioso adjudicarle un caso. Todos en la división crían que Jury debía ser el superintendente. Por su parte, a Jury no le importaba demasiado. No quería estar a cargo de una división, y Dios sabía que no quería perder el tiempo investigando quejas contra otros policías. Al no tener ni esposa ni hijos que dependieran de él, podía permitirse un sueldo inferior, que era holgado para sus modestas necesidades. ¿Qué importaba todo, además? Jury había conocido hombres invalorables por su pericia y sabiduría incluso en las alturas olímpicas del comisionado.

– ¿Cuándo quiere que salga, señor?

– Ayer – gruñó Racer.

– Todavía tengo el asesinato del Soho…

– ¿El asunto ése del restaurante chino?

El teléfono los interrumpió y Racer lo levantó de un manotazo.

– Sí. – Escuchó un momento, dirigiéndole miradas a Jury -. Sí, está aquí. – Escuchó un poco más, con una sonrisa desagradable sobre los labios finos. – ¿Más de un metro ochenta, pelo castaño, ojos gris oscuro, lindos dientes y una sonrisa arrebatadora? – dijo en tono aflautado -. Claro que es nuestro Jury. – La sonrisa desapareció. – Dígale que luego la llamará. Ahora estamos ocupados. – Racer colgó el teléfono con brusquedad, haciendo saltar varias lapiceras. – De no ser por lo de “sonrisa arrebatadora” esa descripción podría valer para un caballo.

Jury preguntó paciente:

– ¿Puedo preguntar quién era?

– Una de las camareras del restaurante del Soho. – Racer miró el reloj. La llamada pareció recordarle su propia cita. – Tengo una cita para cenar. – Arrojó el expediente a Jury encima del escritorio. – Vete a ese pueblo dejado de la mano de Dios. Llévate a Wiggins. No tiene nada que hacer más que sonarse la nariz.

Jury suspiró. Como siempre, Racer ni siquiera le había ofrecido que eligiera a su propio sargento. Wiggins era un muchacho joven avejentado por la hipocondría. Era agradable y eficiente, pero siempre parecía estar a punto de desplomarse.

– Me pondré en contacto con Wiggins y saldremos mañana temprano – dijo Jury.

Racer ya se había levantado de la silla y estaba poniéndose su sobretodo, de corte perfecto. Jury se preguntó de dónde sacaría tanto dinero. ¿Aceptaría sobornos? A Jury no le importaba.

– Muy bien, llámalo, entonces. – El superintendente miró su delicado reloj de oro. – Debo ir al Savoy. Me espera una chica. – Sonrió con lascivia mientras dibujaba una figura en el aire. En la puerta se volvió y dijo: – Y por el amor de Dios, Jury, no te olvides de que trabajas aquí, ¿eh? Cuando llegues a ese pueblito, mantenme informado, para variar.

Jury caminó por el corredor: esos corredores le parecían grises comparados con la elegancia victoriana del viejo edificio. No había ni mármol ni caoba, por supuesto. A pesar de lo atestado y estrecho del viejo edificio de Scotland Yard, él lo prefería. Al llegar a la puerta de su oficina, encontró a Fiona Clingmore revoloteando, como si hubiera llegado allí por puro accidente. Se estaba abotonando un tapado negro.

– ¿Por fin libre de servicio, inspector Jury? – la voz sonó esperanzada.

Jury sonrió, extendió la mano y descolgó su tapado del perchero. Sus compañeros ya se habían ido, así que apagó la luz y cerró la puerta. Mirándola a la cara, la chica era menos joven de lo que parecía a la distancia y atraía menos el cabello rubio recogido sobre el que se encaramaba un sombrero redondo. Jury le dijo:

– Fiona, ¿sabes en qué me haces pensar? – Ella negó con la cabeza, pero lo miró con expectativa: – En esas viejas películas de guerra donde los yanquis llegan en bandadas a Londres y se enamoran de las chicas.

Fiona rió.

– Fue antes que naciera, creo.

Era cierto. Pero ella parecía de otra era. No había pisado aún los cuarenta, pero estaba lo bastante cerca como para rozarlos.

– Y no creo que a mi novio le agrade que me hable así, inspector Jury – dijo afectadamente.

Ella hablaba siempre de su novio. Nadie lo había visto. Jury comprendió que no había tal novio. Miró a Fiona, le sonrió, y sintió un súbito impulso de cercanía.

– Escúchame – dijo Jury, mirando el reloj -. Tengo que ir al Soho por trabajo. A un restaurante. Como todavía no cené… ¿qué te parece? ¿Me acompañas? Yo me merezco una tregua.

La cara de ella se iluminó. Luego bajó las pestañas maquilladas y dijo:

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las Posadas Malditas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Posadas Malditas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Martha Grimes: The Black Cat
The Black Cat
Martha Grimes
Martha Grimes: The Lamorna Wink
The Lamorna Wink
Martha Grimes
Martha Grimes: The Old Silent
The Old Silent
Martha Grimes
Martha Grimes: The Blue Last
The Blue Last
Martha Grimes
Отзывы о книге «Las Posadas Malditas»

Обсуждение, отзывы о книге «Las Posadas Malditas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.