Toni Hill - El verano de los juguetes muertos

Здесь есть возможность читать онлайн «Toni Hill - El verano de los juguetes muertos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El verano de los juguetes muertos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El verano de los juguetes muertos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El inspector Héctor Salgado lleva semanas apartado del servicio cuando le asignan de manera extraoficial un caso delicado. El aparente suicidio de un joven va complicándose a medida que Salgado se adentra en un mundo de privilegios y abusos de poder. Héctor no solamente deberá enfrentarse a ello, sino también a su pasado más turbio que, en el peor momento y de modo inesperado, vuelve para ajustar cuentas.
Los sueños, el trabajo, la familia, la justicio o los ideales tienen un precio muy alto… pero siempre hay gente dispuesta a pagarlo.

El verano de los juguetes muertos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El verano de los juguetes muertos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando las primeras imágenes llenaron la pantalla la embargó una repugnancia instintiva, visceral, y una sospecha que ya no había vuelta atrás. A su pesar, tuvo que ver la grabación dos veces para procesarla del todo. Por suerte no era muy larga, sólo duraba unos minutos, pero en ellos podía apreciarse claramente el rostro magullado de un anciano negro, que sangraba profusamente, a punto de hundirse en la inconsciencia. Sus labios resecos apenas podían emitir un gemido leve y sus ojos no conseguían enfocar a quien por fuerza tenía que estar grabando su agonía. En la borrosa pantalla, el doctor Ornar intentó abrir los ojos por última vez, pero el esfuerzo fue ya demasiado para su maltrecho cuerpo. Martina Andreu oyó con claridad su último suspiro y presenció cómo la muerte se apoderaba de su rostro. La grabación acababa ahí, dando paso a una oscura niebla gris. Y entonces, con la frialdad que dan los años de servicio, la subinspectora supo cuál era el siguiente paso. Las piezas sueltas empezaron a ordenarse formando un conjunto desagradable pero lógico. Las declaraciones de los testigos, la desaparición de Ornar, esa película horrenda… y sí, el hedor que flotaba en la escalera, se organizaron mágicamente para mostrarle el camino a seguir.

Dar el siguiente paso, sin embargo, no le resultaba sencillo. Había que avisar a la central, pero antes quería estar segura. Le costó una eternidad abandonar la casa de Héctor. Descendió hasta el segundo, caminando con la rigidez de una autómata. El llavero de Carmen contenía todas las llaves y tuvo que probar un par antes de dar con la buena. Con sólo empujar la puerta el hedor le golpeó en la cara. Avanzó a tientas, ya que el piso no tenía conectada la luz. Siguió los indicios de su olfato hasta llegar a una habitación pequeña en la que creyó distinguir una diminuta ventana. Cuando subió la persiana, la luz invadió el espacio. Aunque sabía lo que había ido a buscar, la visión del cadáver de Ornar la hizo dar un salto atrás. Y corrió, corrió hacia la puerta principal, la cruzó y la cerró tras de sí. Se apoyó en ella, de espaldas y con los ojos apretados, atrancándola como si alguien la estuviera persiguiendo. Como si el alma de ese cuerpo muerto fuera capaz de abandonar su envoltorio carnal e ir en su busca para poseerla. Tuvieron que pasar unos segundos, minutos tal vez, antes de que se tranquilizara, antes de que se convenciera de que lo que había allí dentro ya no podía hacerle ningún daño. Por fin consiguió abrir los ojos y reprimió un grito de sorpresa y de miedo al ver, ante ella, con el semblante muy serio, a ese amigo al que ahora temía con todas sus fuerzas.

No hay nada más insoportable que esperar una llamada sin nada que hacer. La agente Castro tenía diversas y varias virtudes, pero la paciencia no era una de ellas. Así que, tras cuarenta minutos de charla con María en los que no dejó de mirar de reojo el móvil, decidió, a regañadientes, ser ella quien tomara la iniciativa y se pusiera en contacto con el inspector Salgado. Sólo la atendió el buzón de voz que le ofrecía, como todos, la posibilidad de dejar un mensaje después de la señal. Dudó un momento antes de hacerlo, pero finalmente optó por cubrirse las espaldas e informar de sus planes.

– Inspector, aquí Castro. He estado esperando su llamada y son más de las siete. Con su permiso, sigo adelante con el tema de Rubén Ramos. Si tiene algo que decirme, llámeme.

No tenía muy claro si eso era lo que preferiría Salgado, pero ese día Leire Castro no se sentía muy propensa a tener en cuenta las opiniones de sus congéneres de sexo masculino. Por eso, y aunque sabía que corría cierto riesgo, buscó en sus notas el número de Rubén y lo marcó. Le respondió una voz joven con un «¿diga?» inseguro. Ella apostó por un tono similar, ligeramente nervioso, mientras explicaba a su interlocutor que Aleix le había pasado su número, que esa noche era su cumpleaños y quería celebrarlo a lo grande con su novio. Sí, uno bastaría, aseguró ella, intentando parecer la chica tonta de familia bien que podía ser dienta de Aleix. Fijaron hora y lugar para el encuentro sin mencionar nada más, y ella se despidió con un rápido «hasta luego»

Cuando colgó, Leire se preguntó si lo que acababa de hacer no la pondría en un aprieto delante del inspector, y, por si acaso, volvió a llamarlo. Harta de la sempiterna voz en off, colgó sin dejar mensaje alguno.

Capítulo 33

Martina no se apartó ni un milímetro de la puerta. Observó a Salgado fijamente, intentando penetrar en la mente de su compañero a través de sus ojos. No lo consiguió, pero la mirada de Héctor logró, al menos, fundir el pánico que la había embargado unos minutos antes.

– No te acerques, Héctor -le advirtió, en un tono firme y neutro-. Esto es el escenario de un crimen. No puedes entrar aquí.

El dio un paso atrás en el descansillo, obediente. El hedor procedente del interior del piso se derramaba ya por el rellano sin la menor discreción.

– ¿Qué has encontrado ahí dentro?

– ¿No lo sabes?

– No.

– Ornar está ahí, Héctor. Muerto. Lo han matado a golpes.

Héctor Salgado había aprendido a mantener la calma en situaciones de tensión, a controlar las emociones para que éstas no afloraran a su rostro. Ambos permanecieron unos segundos cara a cara, como dos duelistas expectantes, mientras ella se esforzaba por dilucidar lo que debía hacer a continuación. Tenía ante sí a un sospechoso de asesinato: alguien que había sido visto con la víctima la tarde de su desaparición, alguien que tenía una cuenta pendiente con ese muerto que yacía dentro, alguien en cuya casa había pruebas que lo relacionaban con el caso. Y, sobre todo, alguien que vivía en el piso superior del lugar donde acababa de hallar el cadáver. Supo que sólo tenía una opción. Que, si estuviera en su lugar, el inspector Salgado haría exactamente lo mismo.

– Héctor, tengo que detenerte por el asesinato del doctor Ornar. No me lo pongas más difícil, por favor.

Héctor extendió las manos juntas hacia ella.

– ¿Vas a esposarme?

– Espero que no haga falta.

– ¿Sirve de algo que te diga que no tuve nada que ver?

– En este momento, no.

– Ya. -Bajó la cabeza, como quien acepta lo inevitable, y el gesto hizo que la subinspectora diera un paso hacia él.

– Estoy segura de que todo se aclarará, pero ahora mismo es mejor que me acompañes. Por tu propio bien.

Él asintió despacio; luego levantó la vista, y la subinspectora se extrañó al ver una sonrisa en sus labios.

– ¿Sabés una cosa? Lo único que me importa en este momento es que Carmen se va a poner bien. ¡Esa vieja es más dura que vos y que yo juntos!

– La aprecias mucho, ¿verdad?

Héctor no respondió. No hacía falta. Y ese semblante tranquilo, que expresaba más agradecimiento que temor, hizo que las dos Martinas que luchaban dentro de la subinspectora establecieran de repente algo parecido a una tregua, un pacto de no agresión.

– Héctor, yo soy la única que ha visto el cadáver -Acalló el inicio de una protesta-. ¡Escucha y calla por una vez en tu vida! No se puede hacer nada por Ornar, así que da lo mismo que lo encuentre hoy que mañana.

– ¿Qué quieres decir con eso?

– Que puedo tomarme unas horas para investigar este caso sin presiones de ningún tipo. Ni siquiera tuyas.

El seguía sin entenderla del todo.

– Dame las llaves de tu casa y márchate. Desaparece durante unas horas, hasta que te llame. Y prométeme dos cosas: la primera es que no te acercarás bajo ningún concepto ni aquí ni al piso de Ornar.

– ¿Y la segunda?

– La segunda es que te presentarás en comisaría en cuanto yo te lo diga. Sin preguntas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El verano de los juguetes muertos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El verano de los juguetes muertos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El verano de los juguetes muertos»

Обсуждение, отзывы о книге «El verano de los juguetes muertos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x