Ruth Rendell - Carretera De Odios
Здесь есть возможность читать онлайн «Ruth Rendell - Carretera De Odios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Carretera De Odios
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Carretera De Odios: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Carretera De Odios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Carretera De Odios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Carretera De Odios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Supongo que podré fotocopiarla -dijo.
– Que su ayudante personal la copie a mano -replicó Burden-. Pero sin tocarla.
– No están acostumbrados a copiar a mano.
– Pues hágalo usted.
Era la primera vez que Wexford veía al redactor jefe del Kingsmarkham Courier, y no le gustó lo que tenía delante.
– ¿En qué periódico de ámbito nacional había pensado para publicar esto?
– En todos -repuso St. George, temiendo de repente lo peor.
– De acuerdo, pero con la condición de que no aparezca nada hasta que demos luz verde. Eso también va por el Courier, por supuesto.
– Sí, pero… Oiga, lo mejor en estos casos es la publicidad. Necesitan la publicidad. Tendrán muchas más probabilidades de encontrar a esa gente si todo el mundo sabe lo que pasa.
– No publicará nada hasta que le demos luz verde, ¿entendido? Se trata de un asunto muy grave, el más grave en que se verá implicado en toda su vida, probablemente. El señor Vine se quedará aquí para asegurarse de que mis instrucciones se obedecen.
– Es su mujer, ¿verdad?
Wexford no contestó. Había leído la carta. «… Ryan Barker, Roxane Masood, Kitty Struther, Owen Struther…, y entonces, al llegar al nombre de su mujer, las cuatro sílabas le habían asestado un fuerte golpe, letras negras y duras que le asaltaron desde el papel. En aquel momento cerró los ojos sin querer. Esperaba no haber retrocedido un paso por el susto, pero sospechaba que así era. La sangre se le escapó del rostro como un torrente que se abalanzara hacia el centro de su cuerpo, y tuvo que sentarse de inmediato.
– ¿Quién ha visto la carta además de usted, señor St. George? -preguntó en cuanto recuperó el habla.
– Llámeme Brian; todo el mundo me llama así. Sólo la ha visto mi ayudante personal. Verónica.
– Pues no se la enseñe a nadie más. El señor Vine hablará con Verónica. De momento, la consigna es silencio absoluto. Hable con los periódicos que quiera; nos reuniremos con sus redactores jefe dentro de unas horas.
– Si eso es lo que quiere… Me parece un grave error, pero no me queda más remedio que plegarme ante lo inevitable.
– Pediremos a la compañía telefónica que intervenga sus teléfonos -terció Burden al tiempo que levantaba la carta con la mano enguantada y la guardaba en una bolsa de plástico-. ¿Cuántas líneas tiene?
– Sólo dos -repuso St. George en el tono de quien desearía poder decir que tenía veinticinco.
– Esa gente de Planeta Sagrado ha expresado su intención de ponerse en contacto con nosotros hoy mismo. Hay que grabar todas las conversaciones telefónicas que reciba el periódico. A su debido tiempo le enviaré un agente para sustituir al señor Vine.
– Se toman las cosas muy en serio -comentó St. George con una sonrisa.
– Sabrá que la obstrucción de la justicia es un delito -dijo Wexford al tiempo que se levantaba.
– A mí no me mire. Siempre he obedecido la ley, pero supongo que soy libre de expresar mi opinión, y en mi opinión cometen ustedes un grave error.
– Eso lo decidiré yo.
A Wexford se le ocurrieron varias cosas muy desagradables que decir, pero no estaba de humor para enzarzarse en una disputa. Al bajar la escalera se cruzaron con una joven. Tenía una melena de cabello negro y rizado que le llegaba hasta la cintura, y vestía una falda color escarlata de unos veinte centímetros de longitud. La ayudante personal, a buen seguro.
– Me voy directamente a la oficina del jefe de Policía -anunció Wexford-. Necesitamos que nos intervengan todos los teléfonos.
– Sí… No sé cuántos puede intervenir la compañía telefónica, pero seguro que hay un límite. ¿Quiénes son los Struther, Reg? Kitty y Owen Struther. ¿Por qué nadie ha denunciado su desaparición?
Donaldson les abrió la portezuela del coche, y ambos policías se acomodaron en el asiento trasero. Wexford marcó uno de los números de la sede central de la policía de Mid-Sussex, situada en Myringham y pidió que le pasaran con la extensión del jefe de policía. Casi nunca veía al jefe, pues por lo general trataba con Freeborn, el adjunto. Montague Ryder era una figura altiva y distante que de repente se tornó accesible al ponerse al teléfono y acceder a reunirse con Wexford lo antes posible.
– Iré ahora mismo o en cuanto te hayamos dejado. No me parece raro que no hayan denunciado su desaparición, Mike. Probablemente se trata de un matrimonio que vive solo. Supongo que se iban de vacaciones. He estado pensando en el intervalo que transcurrió desde la llamada de Dora a las diez y media, y la de Roxane a las once menos cinco, pero esto lo explica todo. Seguro que llamaron a Contemporary Cars para coger uno de los trenes que sale entre el de las once diecinueve y el de las doce y tres…
– O para ir a Gatwick. Si se iban de vacaciones, puede que fueran en avión.
– Cierto. En cualquier caso, si se marcharon y dejaron atrás una casa vacía, ¿quién iba a saber que habían desaparecido? Y aunque quedara algún familiar, no habría esperado recibir noticias suyas tan pronto. Más raro sería que alguien hubiera denunciado su desaparición. Lo curioso es que eran dos y que uno de ellos tal vez era un hombre en la flor de la vida.
– ¿Quieres decir que es más difícil secuestrar a una persona así que… -Burden se interrumpió para no meter la pata, pero fracasó estrepitosamente-. Bueno, que a una persona… esto… sola.
– Sí.
– Puede que sea un anciano. Tal vez los dos tienen setenta y pico años. Averiguaré quiénes son. A lo mejor basta con echar un vistazo a la guía telefónica. Struther no es un nombre demasiado corriente en estos parajes. ¿Quieres hablar con la familia del muchacho y la madre de la chica?
– Aún no.
– ¿Qué quiere esa gente, Reg? ¿Qué rescate buscan?
– Creo que lo sé.
Wexford apartó la mirada, y Burden no dijo nada más, sino que se apeó del coche y entró en la comisaría. Aunque podría habérselo encargado a otra persona, decidió buscar personalmente el nombre Struther en la guía telefónica. Había dos Struth y quince Strutt, pero tan sólo un Struther. Se trataba de O. L. Struther, Savesbury House, Markinch Lane, Framhurst.
Marcó el número. Cuatro timbrazos y luego, por supuesto, uno de esos malditos contestadores. Burden odiaba profundamente los contestadores. Al menos, el mensaje del de los Struther no era de los graciosillos, no decía algo así como «Vuelve a llamar si se trata de dinero» o «Si es para invitarme a cenar, acepto». Burden oyó una voz de hombre de mediana edad o incluso anciano. Hablaba un inglés en extremo correcto, incluso pedante, y tenía la delicadeza de mencionar a la mujer en primer lugar.
– Ni Kitty ni Owen Struther pueden atender su llamada en estos instantes. Si quiere dejar algún mensaje, hágalo después de la señal, indicando su nombre, la fecha y la hora de la llamada. Muchas gracias.
Burden pensó que merecía la pena intentarlo. Dejó un mensaje en el que pedía a quien pudiera estar allí, lo que era una posibilidad remota, pero no inexistente, que se pusiera en contacto con la policía de Kingsmarkham por un asunto urgente. Después de colgar llamó a la compañía telefónica.
La Unidad Criminal Regional, que se componía de un inspector jefe, un inspector, seis sargentos y seis agentes, todos ellos formados especialmente, tenía su sede en un edificio anodino de Myringham. Antaño había sido un conjunto de salas de subastas; era una edificación de ladrillo marrón con ventanas de estilo vagamente gótico y una puerta lateral. Por las ventanas se vislumbraban por lo general pantallas de ordenador y personas sentadas ante ellas.
Wexford había pasado por allí de camino a la jefatura de policía, un lugar mucho más impresionante que había sido erigido en los ochenta, cuando la arquitectura empezaba a salir de la lamentable situación en que se había hallado sumida los diez años anteriores. La jefatura, situada en la carretera de Sewingsbury, contaba con un tejado muy sofisticado, una suerte de montaje abuhardillado a distintos niveles, con un gran torreón cuadrado en el centro, aleros curvos y pórtico de columnas. En el jardín que se extendía ante el edificio se veía una estatua de sir Robert Peel, quien, además de fundar la policía, había habitado supuestamente una casa en Myfleet durante diez meses, desde el otoño de 1833 hasta el verano de 1834.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Carretera De Odios»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Carretera De Odios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Carretera De Odios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.