Vicente Blasco - Los Argonautas

Здесь есть возможность читать онлайн «Vicente Blasco - Los Argonautas» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: foreign_antique, foreign_prose, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Argonautas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Argonautas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los Argonautas — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Argonautas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ojeda escuchaba con ojos distraídos la charla de su compañero.

En los largos intermedios que dejaba el servicio, bebía el champán de su copa, sin percatarse de su insistencia. Isidro cuidaba de la botella amorosamente, haciéndola girar en el cubo de hielo para su enfriamiento. Llenaba luego apresuradamente las copas, como si su vacío le infundiese horror, y apenas sentía disminuir el peso de la botella, reclamaba con vigilante previsión el envío de otra. Dirigía equitativamente este gasto extraordinario: las buenas cuentas mantienen las amistades. Una botella la pagaría el doctor Rubau, que apenas había tomado algunas gotas mezcladas con agua mineral; otra, su gran amigo Munster; otra, Ojeda… y él se reservaba modestamente para el banquete siguiente. Sus ojos, cada da vez más animados y saltones, acompañaron la mirada distraída de su amigo hasta la próxima mesa, ocupada por una mujer sola.

– ¡Mire usted a nuestra vecina la yanqui! Una real moza: tal vez la más elegante de todas. No parece la misma que vemos arriba puesta siempre de gran sombrero y gabán largo… ¡Qué escote! ¡Y qué hermosa torre de pelo, entre rubio y ceniciento!… Le advierto camarada, que ella también le ha mirado muchas veces, así como la que no quiere mirar, con el rabillo del ojo… Usted le interesa, amigo Ojeda, me consta. Esta tarde, después del té, he hablado con ella, si es que nuestra conversación puede llamarse hablar. Sabe un poquito de francés y otro poquito de español. Yo no conozco una palabra de inglés; pero al fin nos hemos entendido por adivinación. Y mansamente, como quien no quiere saber nada, me ha preguntado por mi amigo; y yo, ¡figúrese!… le he dicho que era usted un gran poeta, un notable personaje; he hablado de su familia, de su gran fortuna, de que va a América por el solo gusto de pasear, y de las muchas señoras que se deja en Madrid muertas de pena…

Fernando hizo un movimiento de protesta.

– No se enfade, Ojeda; no se queje. Estas cosas no hacen daño y dan prestigio. Déjeme a mí, que conozco la vida… ¿Que no le interesa a usted esa señora? No importa; siempre es bueno adquirir importancia a los ojos de una mujer… Está bien; no se irrite. Beba un poco.

Y llenó la copa de Ojeda, después de una rápida discusión en la que no parecieron fijarse sus compañeros de mesa. Un zumbido de conversaciones cada vez más fuerte diluía los sonidos de la música llegados del antecomedor. El vaho de los platos, las respiraciones humanas, la radiación de las luces, iban densificando el ambiente. Maltrana, para desvanecer la contrariedad de su amigo, siguió hablando:

– Ese matrimonio que come dos mesas más allá, es también norteamericano: los esposos Lowe. Él ha vivido en el Japón, en China, en Australia, en El Cabo; aquí en el buque vive en el gimnasio, y cuando sale de él, se pasea con unas chaquetas a rayas de colores, de lo más extrañas: unas chaquetas de clown, que son, a lo que parece, los uniformes de famosos clubs esportivos. Ella canta romanzas italianas, y sólo espera que la inviten para hacernos oír su voz. Mistress Power (porque le advierto que ése es el nombre de nuestra vecina) sólo se trata en el buque con esta pareja de compatriotas. Se mantiene en un aislamiento sonriente; algunos saludos con las señoras más respetables, y nada más… Y sin embargo, sabe mejor que yo los nombres y la categoría social de casi todos los pasajeros. ¡Mujer más hábil!… Tal vez por esto mantiene a distancia a los otros americanos.

Y designaba con los ojos a los ocupantes de la mesa inmediata.

– Gente buena, pero escandalosa – continuó – ; cow-boys en traje de domingo, que van a estudiar la ganadería de las Pampas; comisionistas de Nueva York, que sacan a puñados los billetes de Banco de los bolsillos del pantalón y necesitan cantar a cada momento para que se fijen en ellos… Ya se han bebido seis botellas y roto dos. Ahora, con el entusiasmo del champán, se llevan a los labios las banderitas que tienen ante los platos y ponen los ojos en blanco gritando: «Americain! Americain!…» En la mesa siguiente está Martorell, aquel muchacho con lentes y bigote rubio: un catalán, del que creo haberle hablado. También es poeta: lleva ganadas no sé cuántas rosas naturales y englantinas de oro en Juegos Florales; pero siempre en catalán, porque este ruiseñor es mudo cuando se sale del jardín de su tierra. En Castilla (cómo él llama a todos los países que hablan español), el poeta se dedica a la banca. Una fiera, amigo mío, para asuntos de dinero. Le aconsejo que no se meta a luchar con este camarada poético en un certamen de tanto por ciento, porque de seguro que le roba hasta la lira. En Madrid nos hablaba mucho de Buenos Aires, donde ha estado dos veces. Parece que hay grandes reformas que hacer en eso de los Bancos, ideas nuevas que implantar para que el dinero se multiplique; y allá va Martorell, como un Mesías del descuento… También se lo presentaré: es buen muchacho. ¡Quién sabe a lo que puede llegar!…

Luego, Maltrana hizo un gesto exagerado de horror, una mueca que fue como la caricatura del miedo.

– Y junto al catalán… el hombre misterioso; ese vecino mío de camarote, del que le he hablado algunas veces. Es el que va con traje de luto, todo afeitado. No habla con sus vecinos y come con una gravedad sacerdotal, lo mismo que si estuviese celebrando un rito. ¿Quién cree usted que puede ser?… Huye de la gente, y cuando yo le hablo en francés, que parece ser su idioma, me contesta con mucha cortesía, con demasiada cortesía, y de repente se aleja muy estirado, como si existiese entre nosotros una diferencia social que no permite la familiaridad… ¡Y vaya usted a adivinar, con esa cara afeitada que lo mismo puede ser de magistrado que de cómico, sacerdote o mayordomo de casa grande!… Yo lo encuentro lúgubre como un doctor de los cuentos de Hoffmann. Además, me preocupa el camarote misterioso, ese camarote entre el suyo y el mío, siempre cerrado, y cuya llave guarda él cuidadosamente. Una vez al día abre la puerta, entra, inspecciona unos minutos, vuelve a salir, y hasta el día siguiente… Ni una palabra, ni un grito, ni el más leve ruido; y eso que yo muchas noches aplico la oreja a la madera del tabique, o miro en el corredor por el ojo de la cerradura. ¡Nada!… ¿Quién cree usted que podrá ser?

Calló Isidro, frunciendo el ceño bajo la preocupación de este misterio.

– Tal vez un diplomático que va en misión secreta, y por eso huye de la gente; algún financiero que viaja para comprar de golpe todas las vías férreas de América y teme que le pillen el secreto; un empleado infiel que se lleva la caja y tiene el camarote abarrotado de sacos de oro. ¡Lástima no saberlo con certeza!… Aquí hay misterio, un misterio gordo, a lo Sherlock Holmes; y lo más extraño es que cuando le pregunto al mayordomo del buque, él, tan amigacho mío, se hace el tonto, como si no me comprendiese… Verá usted, Ojeda, cómo algo ocurre con este hombre antes de que termine el viaje. En cualquier puerto lo reciben con músicas, discursos y banderas, o sube la policía y le asegura las manos con esposas… Parece orgulloso, y al mismo tiempo revela una timidez incompatible con el mucho dinero. ¿Quien será?…

Maltrana llenó su copa y bebió, como si con esto quisiese acelerar sus averiguaciones sobre el «hombre misterioso». Después, el champán y la buena comida parecieron ejercer sobre él una influencia benévola.

– Confieso a usted, Ojeda, que nunca me he sentido mejor, y por mi voluntad podía prolongarse este viaje hasta el fin del mundo. ¡Ojalá fuese el Goethe vagando por el Océano, como el «Holandés errante», siempre que no se agotasen sus repuestos de víveres y bebida!… ¿Qué falta aquí?… Mujerío elegante y hermoso que puede verse de cerca y le dirige a uno la palabra como a un amigo antiguo; buena mesa, fiestas, bailes y ausencia total de moneda. Todo se paga con bonos, o se arreglan cuentas en el despacho del mayordomo al final del viaje. ¡Y este tiempo de primavera! ¡Y este buque que es una isla!… Nunca me he visto en otra: ni en Madrid, cuando me convidaban a comer los políticos de segunda clase para que escribiese bien de ellos; ni en París, cuando hacía traducciones españolas para las casas editoriales y engañaba el hambre en los bodegones del Barrio Latino… ¡Y pensar que doña Margarita mi patrona, con un cariño que data de ocho años, rezará por el pobre don Isidro que va navegando por los mares! ¡Y pensar que a estas horas, en nuestro café de la Puerta del Sol, se preguntarán aquellos chicos melenudos que lo saben todo y no han visto el mundo por un agujero: «¿Qué será del sinvergüenza de Maltrana?». Y el más gracioso contestará seguramente: «Debe estar en la panza de un tiburón…». ¡Pobrecitos!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Argonautas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Argonautas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Vicente Blasco Ibáñez - Los argonautas
Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco Ibáñez - Los cuatro jinetes del apocalipsis
Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco Ibáñez - Los muertos mandan
Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco Ibáñez - La araña negra, t. 9
Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco Ibáñez - La araña negra, t. 6
Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco Ibáñez - Los enemigos de la mujer
Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco Ibáñez - La araña negra, t. 3
Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco - Cuentos Valencianos
Vicente Blasco
Vicente Blasco - La bodega
Vicente Blasco
Vicente Blasco - Sangre Y Arena
Vicente Blasco
Отзывы о книге «Los Argonautas»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Argonautas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x