Unknown - i f495d2cc80b26422
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"Estoy castigado", le gritó Harry mientras ella se alejaba.
"Piensas que prefiriría estar varado en un cuarto con esa vieja rana a jugar quidditch?"
281
"Al menos es sólo copiar renglones," dijo Hermione en tono consolador, mientras Harry volvía a sentarse en el banco y miraba su bistec y pastel de riñón, que ya no se le antojaban tanto.
"No es un castigo tan espantoso, en verdad..."
Harry abrió la boca para responder, pero la cerró nuevamente e hizo un gesto afirmativo. No estaba seguro de porqué no les decía a Ron y Hermione lo realmente acontecía en el despacho de Umbridge: lo único que sabía era que no quería ver sus gestos de horror, lo que haría que todo el asunto se viera peor y por lo tanto aún más difícil de enfrentar. También percibía difusamente que esto era entre él y Umbridge, una batalla personal de voluntades y no le iba a dar la satisfacción de oír que se lamentaba de ello.
"No puedo creer todo el trabajo que tenemos", dijo Ron lastimeramente.
"Bueno, porqué no hiciste algo la última noche?" inquirió Hermione. "¿Dónde estabas?"
"Estaba... se me antojó una caminata", dijo Ron, cambiando de opinión sobre la marcha.
Harry tuvo la inequívoca impresión de que no era el único que ocultaba cosas en ese momento.
El segundo período de castigo fue tan malo como el primero. La piel del dorso de la mano de Harry se irritó esta vez más rápidamente y pronto estuvo roja e inflamada. Harry pensó que la herida no se mantendría cerrándose tan efectivamente por mucho tiempo más. Pronto quedaría marcada en su mano y Umbridge quizás estaría entonces satisfecha. El no dejaba escapar quejido; sin embargo desde el momento en el que entraba a la oficina hasta que era despedido, siempre después de medianoche, no decía otra cosa que fuera "Buenas tardes" y
"Buenas noches".
El estado de sus tareas pendientes, sin embargo, ahora era desesperante, y cuando regresó a la sala común de Gryffindor, aunque exhausto, en lugar de irse a la cama abrió los libros para comenzar el ensayo sobre la roca lunática de Snape. Eran 282
pasadas las dos y media cuando lo terminó. Sabía que había hecho un trabajo mediocre, pero no tenía alternativa: a menos que tuviera algo que entregar, su próximo castigo lo tendría con Snape. Harry continuó entonces con las preguntas que la profesora McGonagall les había asignado, logró hilvanar algo acerca de la correcta manipulación de los Bowtruckles para la profesora Grubbly Plank, y se tambaleó en dirección a la cama, en la cual se tendió vestido sobre el cobertor y cayó inmediatamente dormido.
El jueves pasó envuelto en un halo de cansancio. Ron parecía bastante soñoliento también, aún cuando Harry no podía ver porqué. El tercer período de castigo de Harry transcurrió de la misma manera que los anteriores dos, con la excepción de que después de dos horas la frase 'no debo contar mentiras' no se desvaneció de la mano de Harry, sino que permaneció allí, rezumando gotas de sangre. La pausa en el rasqueteo de la pluma llamó la atención de la profesora Umbridge.
“Ah,” dijo con suavidad, rodeando el escritorio para observar la mano por sí misma. “Bien. Eso ha de servirte como recordatorio,
¿no? Puedes retirarte.”
“¿Tengo que venir mañana?” levantando su mochila con la mano izquierda en lugar de la escociente derecha.
“Oh sí,” dijo la profesora Umbridge, sonriendo tan ampliamente como la anterior ocasión. “Sí, creo que podemos grabar el mensaje un poco más profundo con otra tarde de trabajo”
Harry nunca consideró la posibilidad de que pudiera haber en el mundo otro profesor que pudiera odiar más que a Snape, pero a medida que caminaba hacia la Torre Gryffindor tuvo que admitir que había hallado un fuerte contrincante. ‘Es una perversa’, pensó mientras subía la escalera hasta el séptimo piso, ‘una perversa, retorcida y vieja....’
“¿Ron?”
Había alcanzado el tope de las escaleras, girado a la derecha y casi tropezado de bruces con Ron, que merodeaba detrás de la estatua de Lachan el Larguirucho, empuñando su escoba. Dio un 283
gran salto de sorpresa cuando vió a Harry e intentó esconder su nueva Barredora 11 detrás de la espalda.
“¿Qué haces?”
“Estee... nada. ¿Qué haces tú?”
Harry frunció el entrecejo.
“¡Vamos, puedes decírmelo! ¿Por qué te escondes?”
“M... Me oculto de Fred y George, si te es necesario saber,” dijo Ron. “Acaban de pasar con un grupo de los de primer año, apuesto a que están probando cosas en ellos de nuevo. Quiero decir, no pueden hacerlo en la sala común ahora, con Hermione por ahí.”
Ron hablaba con rapidez, afiebradamente.
“Pero por qué tienes tu escoba, no habrás estado volando, ¿o si?”
inquirió Harry.
“Yo, bien.... bueno voy a decírtelo, pero no te rías, ¿de acuerdo?”
dijo Ron a la defensiva, ruborizándose a cada momento. “Pensé, pensé que debería postularme para Guardián de Gryffindor, ahora que tengo una escoba decente. Ahí lo tienes, ríete.”
“No me estoy riendo,” dijo Harry. Ron pestañó. “¡Es una idea brillante! ¡Estaría muy bien si logras entrar en el equipo! Nunca te he visto jugando como Guardián, ¿eres bueno?”
“No soy malo,” dijo Ron, que parecía inmensamente aliviado ante la reacción de Harry. “Charlie, Fred y George siempre me dejaba de guardián cuando entrenaban en vacaciones.”
“¿Entonces, has estado practicando esta noche?”
“Todas las tardes desde el martes... aunque en solitario. He estado tratando de encantar Quaffles para que vuelen hacia mí, pero no ha sido fácil y no sé que tan útil pueda ser” Ron parecía nervioso. “Fred y George van a reírse hasta la locura cuando me presente a las pruebas. No han dejado de fastidiarme desde que me nombraron prefecto”.
“Desearía estar allí”, dijo Harry agriamente mientras se dirigían a la sala común.
“Sí, pero… ¿Harry, qué es eso en el dorso de tu mano?”
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Harry, que sin darse cuenta se había rascado la nariz con la mano que tenía libre, la derecha, intentó esconderla con el mismo resultado de Ron con su Barredora 11.
“Es sólo un corte, no es nada, es…”
Pero Ron tomó el brazo de Harry, obligándole a levantar la mano a la altura de sus ojos. Observó durante unos instantes las palabras marcadas en la piel y luego, asqueado, lo soltó.
“¡Pensé que habías dicho que sólo te hacía copiar renglones!”
Harry dudó un segundo, pero después de todo Ron había sido honesto con él, así que le contó toda la verdad acerca de las horas pasadas en el despacho de Umbridge.
“Esa vieja alimaña” susurró Ron con repulsión cuando llegaron frente al retrato de la señora gorda, que dormitaba plácidamente, la cabeza contra el marco de su pintura. “¡Está enferma de la cabeza! Ve con McGonagall, ¡dí algo!
“No,” le interrumpió Harry. “No voy a darle la satisfacción de hacerle saber que me tiene en sus manos”
“¿Te tiene…? ¡No puedes dejar que continúe con esto!”
“No sé cuánta influencia tenga McGonagall sobre ella,” dijo Harry.
“¡Dumbledore entonces, dile a Dumbledore!”
“No,” respondió tajantemente Harry.
“¿Por qué no?”
“El tiene demasiado en que ocuparse,” dijo Harry, pero esa no era la verdadera razón. No iba a pedirle ayuda a Dumbledore, cuando este ni siquiera le había hablado una vez desde junio.
“Bueno, me parece que deberías…” comenzó Ron, pero fue interrumpido por la señora gorda, que había estado oyéndoles soñolienta y ahora gritó “¿Van a darme la contraseña o voy a tener que permanecer despierta toda la noche hasta que terminen su charla?”
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