Unknown - i f495d2cc80b26422
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“A la directora le gustaría verte, Potter,” dijo maliciosamente.
“Yo no lo hice,” dijo estúpidamente Harry, pensando en lo que fuera que Fred y George estuvieran planeando. La mandíbula de Filch tembló con una risa silenciosa.
“¿Conciencia culpable, eh?” dijo jadeando. “Sígueme...”
Harry volteó a ver a Ron y a Hermione, quienes se veían preocupados. Se encogió de hombros y siguió a Filch hacia el atrio de la entrada, en contra de la marea de hambrientos estudiantes.
Filch se veía de muy buen humor; zumbó chirriantemente bajo su respiración mientras subían por la escalera de mármol. Al llegar al primer descansó dijo, “Las cosas están cambiando por aquí, Potter.”
“Ya me di cuenta,” dijo Harry fríamente.
“Sí... he estado diciéndole a Dumbledore durante años y años que él es muy blando con todos ustedes,” dijo Filch, riéndose entre dientes. “Ustedes sucias bestiecillas nunca hubieran tirado bombas pestosas si hubieran sabido que yo tenía en mis manos el poder de azotarlos, ¿o sí? Nadie hubiera pensado en arrojar Frisbbes Colmilludos en los corredores si yo hubiera podido colgarlos por los tobillos en mi oficina, ¿eh? Pero cuando el Decreto Educacional Número Veintinueve entre en vigor, Potter, estaré permitido para hacerles cosas... Y ella le pidió al Ministro 634
que firmara una orden de expulsión para Peeves... Ah, las cosas van a ser muy diferentes por aquí ahora que ella está a cargo...”
Obviamente Umbridge había llegado muy lejos para tener a Filch de su lado, pensó Harry, y lo peor de todo era que probablemente probaría un arma importante; su conocimiento de los pasajes secretos de la escuela y de los lugares para esconderse era muy grande solo después del de los gemelos Weasley.
“Aquí estamos,” dijo, mirando de reojo a Harry mientras golpeaba tres veces la puerta de la oficina de la Profesora Umbridge y después abriéndola. “El chico Potter para verlo, señora.”
La oficina de Umbridge, tan familiar para Harry debido a sus varias detenciones, era la misma de siempre excepto por el largo bloque de madera puesto horizontalmente al frente de su escritorio en que letras doradas leían la palabra DIRECTORA; también su Firebolt y las Barredoras de Fred y George, que vio con angustia estaban ahora encadenadas y con candado a un grueso gancho de fierro en la pared de su escritorio. Umbridge estaba sentada detrás de su escritorio, ocupada escribiendo en su pergamino rosa, pero vio hacia arriba y sonrió ampliamente a su entrada.
“Gracias, Argus,” dijo dulcemente.
“De nada, señora, de nada,” dijo Filch, inclinándose lo más abajo que su reumatismo lo dejaba, y saliendo hacia atrás.
“Siéntese,” dijo Umbridge fríamente, apuntando hacia una silla, y Harry se sentó. Continuó escribiendo por unos momentos.
Observó a algunos de los horribles gatitos que retozaban alrededor de las placas sobre su cabeza, preguntándose que horror le tenía preparado.
“Bueno,” dijo finalmente, dejando su pluma y examinándolo atentamente como un sapo que está a punto de tragarse una muy jugosa mosca. “¿Qué te gustaría beber?”
“¿Qué?” dijo Harry, muy seguro de que había la oído mal.
“De beber, señor Potter,” dijo, sonriendo aún más ampliamente.
“¿Té? ¿Café? ¿Jugo de calabaza?”
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Mientras nombraba cada bebida, agitó un poco su varita, y una taza o un vaso de esta aparecieron sobre su escritorio.
“Nada, gracias,” dijo Harry.
“Quiero que bebas algo conmigo,” dijo, su voz volviéndose más peligrosamente dulce. “Escoge algo.”
“Bueno... té entonces,” dijo Harry, encogiéndose de hombros.
Ella se puso de pie e hizo una ejecución de agregar leche dándole la espalda a Harry. Entonces se apresuró alrededor del escritorio con la taza, sonriendo siniestramente de forma dulce.
“Aquí tienes,” dijo, dándole la taza. “Bébetelo antes de que se enfríe. Bueno, ahora, Sr. Potter... creo que debemos tener una pequeña charla, después de los estresantes eventos de anoche.”
Harry no dijo nada. Ella se acomodó en su asiento y esperó.
Después de un buen rato de silencio, dijo alegremente, “¡No te lo estás bebiendo!”
Harry alzó la taza hacia sus labios y después, de repente, la bajó.
Uno de los gatitos horriblemente pintados detrás de Umbridge tenía grandes y redondos ojos azules como el mágico de Ojo Loco Moody, y entonces se le ocurrió lo que diría Ojo Loco si oyera que Harry había bebido cualquier cosa ofrecida por un enemigo conocido.
“¿Qué pasa?” dijo Umbridge, que lo seguía viendo de cerca.
“¿Quieres azúcar?”
“No,” dijo Harry.
Se llevó la taza a sus labios otra vez y pretendió darle un sorbo, a pesar de mantener sus labios bien cerrados. La sonrisa de Umbridge se amplió.
“Bien,” murmuró. “Muy bien. Entonces ahora...” Se inclinó un poco hacia delante. “¿Dónde está Albus Dumbledore?”
“Ni idea,” dijo Harry rápidamente.
“Bebe más, bebe más,” dijo, aún sonriendo. “Ahora, Sr. Potter, no hay que jugar juegos infantiles. Yo sé que sabe a donde se fue.
Usted y Dumbledore han estado juntos en esto desde el principio.
Considerando su posición, Sr. Potter...”
“No sé dónde está,” repitió Harry.
636
Pretendió beber otra vez. Ella lo estaba viendo muy de cerca.
“Muy bien,” dijo, a pesar de que se veía disgustada. “En ese caso, me podría decir amablemente los quehaceres de Sirius Black.”
El estómago de Harry se retorció y la mano que sostenía su taza de té se agitó de modo que la taza vibró en su platito. Movió la taza hacia su boca con sus labios apretados, de forma que el líquido caliente se deslizó hasta su ropa.
“No sé,” dijo un poco rápido.
“Sr. Potter,” dijo Umbridge, “déjeme recordarle que fui yo la que casi atrapó al criminal Black en la chimenea de Gryffindor en Octubre. Sé perfectamente que era usted con el que él se reunía y si tuviera alguna prueba usted ya se hubiera ido de aquí, se lo juro. Le repito, Sr. Potter... ¿Dónde está Sirius Black?”
“Ni idea,” dijo Harry fuertemente. “No tengo ni una pista.”
Se quedaron viendo durante tanto tiempo que Harry sintió que le lloraban los ojos. Luego ella se puso de pie.
“Muy bien, Potter, esta vez tomaré su palabra, pero esté prevenido: El poder del Ministerio está detrás de mí. Todos los canales de comunicación dentro y fuera de esta escuela están bajo monitoreo. Un Regulador de la Cadena Floo está checando cada chimenea en Hogwarts – excepto la mía, por supuesto. Mí Patrulla Inquisidora está abriendo y leyendo todos los correos que entran y salen de este castillo. Y el Sr. Filch está observando todos los pasajes secretos dentro y fuera del castillo. Si yo encuentro una pizca de evidencia...”
¡BOOM!
El mismísimo piso de la oficina tembló; Umbridge se tambaleó, agarrándose del escritorio para no caerse, viéndose impactada.
“¿Qué fue —?”
Miró la mirada hacia la puerta; Harry tomó la oportunidad para vaciar su casi llena taza de café en la maceta más cercana con flores secas. Se podía oír gente corriendo y gritando varios pisos abajo.
“¡Te acompaño al almuerzo, Potter!” dijo Umbridge, levantando su varita y saliendo rápidamente de la oficina. Harry le dio unos 637
segundos a que se adelantara y después se apresuró tras ella para ver cual era la fuente de todo ese alboroto.
No fue difícil determinarlo. Un piso abajo, reinaba el caos.
Alguien (y Harry tenía la muy perspicaz idea de quien) había prendido lo que parecía ser un enorme vehículo de fuegos artificiales hechizados.
Dragones formados completamente de chispas verdes y rojas volaban por todos los corredores, emitiendo muy fuertes y agresivos estallidos
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