– No me puedo quitar la idea de que simplemente le estaba haciendo jugarretas crueles a todos -dije al fin.
– Los que hacen jugarretas no enseñan nada a nadie -repuso don Juan-. El nagual Julián ponía en escena dramas mágicos que requerían mover el punto de encaje.
– A mí me parece una persona muy egoísta -insistí.
– Te parece ser eso porque lo estás juzgando -contestó-. Actúas como moralista. Yo me sentía al igual que tú. Figúrate ahora, si tú te sientes así solamente oyendo hablar del nagual Julián, imagínate cómo debí sentirme yo viviendo en su casa durante años. Por supuesto que no sólo me cayó mal, también lo envidiaba y le tenía terror.
"Pero también lo quería mucho, sin embargo mi envidia era más grande que mi cariño. Le envidiaba su facilidad, su misteriosa capacidad de ser joven o viejo a voluntad; le envidiaba su estilo, y sobre todo, le envidiaba su manera de influenciar a cualquier persona que estuviera cerca de él. Me mataba oírlo cuando iniciaba las más interesantes conversaciones con la gente. Siempre tenía algo qué decir; yo nunca tenía nada, y sólo sabía sentirme incompetente e ignorado.
Las revelaciones de don Juan me hicieron sentirme incómodo. Deseaba que cambiara de tema, porque no quería oír que era como yo. En mi opinión, él era un nagual sin par. Se dio cuenta de cómo me sentía:
– Lo que estoy tratando de hacer con la historia de mi envidia -prosiguió-, es señalarte algo de gran importancia, que la posición del punto de encaje dicta cómo nos comportamos y cómo nos sentimos.
"En aquel entonces mi gran defecto era que no podía entender este principio. Estaba aún verde. Al igual que tú, vivía a través de la importancia personal, porque ahí era donde estaba emplazado mi punto de encaje. Cómo te darás cuenta, yo aún no había aprendido que la forma de mover ese punto es establecer nuevos hábitos, moverlo con el intento . Cuando al fin se movió, fue como si yo acabara de descubrir que la única manera de tratar con guerreros sin par, como mi benefactor, es no tener importancia personal para así poder celebrarlos sin prejuicios.
Repitió otra vez que todos los entendimientos son de dos tipos. Uno es simplemente exhortaciones que uno se da a sí mismo, grandes arranques de emoción y nada más. El otro es el producto de un movimiento del punto de encaje; no va unido a arranques emocionales sino a la acción. Los entendimientos emocionales vienen años después, cuando los guerreros, mediante el uso, han solidificado la nueva posición de sus puntos de encaje.
– Incansablemente, el nagual Julián nos guió a todos nosotros a ese tipo de movimiento -prosiguió don Juan-. Obtuvo de todos nosotros total cooperación y participación en sus enormes dramas. Por ejemplo, con su drama del hombre joven y su esposa y su captor, atrapó mi absoluta concentración e interés. Para mí, el cuento del hombre viejo que era en realidad joven fue muy consistente. Había visto al hombre monstruoso con mis propios ojos, y eso hacía que el joven tuviera mi imperecedera afiliación.
Don Juan dijo que el nagual Julián era un mago que podía manejar la fuerza del intento a un grado que resultaría incomprensible para el hombre común. Sus dramas incluían personajes mágicos convocados por la fuerza del intento , como el ser inorgánico que podía adoptar una grotesca forma humana.
– El poder del nagual Julián era tan impecable -continuó don Juan-, que podía obligar al punto de encaje de cualquiera a moverse y a alinear emanaciones que le harían ver lo que el nagual quisiera. Por ejemplo, dependiendo de lo que quería lograr, podía verse muy viejo o muy joven para su edad. Y de su edad, lo único que podían decir quienes conocían al nagual era que fluctuaba. Durante los treinta y dos años que lo conocí, a veces se veía muy joven, y en otras ocasiones estaba tan miserablemente anciano que ni siquiera podía caminar.
Don Juan dijo que, bajo la dirección de su benefactor, su punto de encaje se movió de una manera imperceptible pero profunda. Por ejemplo, un día, sin saber cómo, le vino un temor que por una parte no tenía sentido alguno para él y que por otra parte tenía todo el sentido del mundo.
– Mi temor era que debido a la estupidez perdería mi oportunidad de ser libre y que repetiría la vida de mi padre.
"Y toma en cuenta que la vida de mi padre no tuvo nada de malo. Vivió y murió ni mejor ni peor que la mayoría de los hombres; lo importante era que mi punto de encaje se movió y que un día me di cuenta de que la vida y la muerte de mi padre no tuvieron ningún significado, ni para otros ni para él mismo.
"Mi benefactor me dijo que mi padre y mi madre vivieron y murieron sólo para tenerme a mí, y que sus propios padres hicieron lo mismo por ellos. Dijo que los guerreros son diferentes porque mueven a sus puntos de encaje lo suficiente para darse cuenta del tremendo precio que se ha pagado por sus vidas. Este movimiento les da el respeto y el terror reverente que sus padres jamás sintieron por la vida en general, o por el estar vivo en particular.
Don Juan dijo que el nagual Julián no sólo hizo que sus aprendices movieran sus puntos de encaje, sino que se divirtió tremendamente mientras lo hacían.
– Por lo menos se divirtió inmensamente conmigo -dijo-. Años después, cuando los demás de mis compañeros videntes empezaron a llegar, incluso yo esperaba ansiosamente las disparatadas situaciones que creaba y desarrollaba con cada uno de ellos.
"Cuando el nagual Julián abandonó el mundo, el deleite se fue con él, y jamás volvió. A veces, Genaro nos deleita, pero nadie puede ocupar el lugar del nagual Julián. Sus dramas siempre eran enormes, sin medida. Te aseguro que no sabíamos lo que era divertirse hasta que vimos lo que hacía cuando se le aguaban algunos de esos dramas."
Don Juan se incorporó de su banca favorita. Se volvió hacia mí. Sus ojos estaban brillantes, en paz.
– Yo no soy buen acechador porque quiero a mis semejantes -dijo-. Por ejemplo, si resultara que eres tan estúpido como para fracasar en tu tarea, tienes que tener por lo menos suficiente energía para mover tu punto de encaje y venir a esta banca. Siéntate aquí durante un momento, libre de pensamientos y deseos; yo trataré de venir a recogerte de dondequiera que esté. Te prometo que procuraré hacerlo.
Explotó en una gran carcajada, como si su promesa fuera demasiado ridícula para ser creída.
– Esas palabras deberían decirse ya entrada la tarde -dijo aún riendo-. Nunca en la mañana. La mañana lo hace a uno sentirse optimista y palabras como esas pierden su significado.
XIII. EL LEVANTÓN DE LA TIERRA
– Hoy vamos a dar una vuelta a pie por la carretera a Oaxaca -me dijo don Juan-. Genaro nos está esperando por ahí.
Su petición me sorprendió. Yo no esperaba ir a ningún sitio. Durante todo el día había aguardado a que continuara su explicación. Salimos de la casa, y en silencio atravesamos el pueblo hasta alcanzar el camino de terracería. Durante largo tiempo caminamos pausadamente. De pronto, don Juan comenzó a hablar.
– Te he contado acerca de muchos de los grandes hallazgos hechos por los antiguos videntes -dijo-. Así como el descubrimiento de que la conciencia orgánica no es la única conciencia presente en la tierra, también descubrieron que la tierra misma es un ser viviente.
Esperó un momento antes de proseguir. Me sonrió, como invitándome a hacer algún comentario. No se me ocurría nada que decir.
– Los antiguos videntes vieron que la Tierra tiene un capullo -prosiguió-. Vieron que hay una pelota que contiene a la tierra, un capullo luminoso que encierra a las emanaciones del Águila. La tierra es un gigantesco ser consciente sujeto a las mismas fuerzas que nosotros.
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