Don Juan dijo enseguida que la maestría del intento y la maestría del acecho eran las dos obras maestras de los nuevos videntes y que marcan el advenimiento de los videntes actuales. Explicó que en sus esfuerzos por sacarle ventaja a sus opresores, los nuevos videntes usaron todas las posibilidades. Sabían que sus predecesores había logrado hazañas extraordinarias manejando una fuerza misteriosa y milagrosa que sólo pudieron describir como el poder. Los nuevos videntes tenían muy poca información acerca de esa fuerza, y por eso se vieron obligados a verla y a examinarla sistemática y minuciosamente. Sus esfuerzos fueron ampliamente recompensados cuando descubrieron que esa fuerza es la energía del alineamiento.
Comenzaron viendo cómo el resplandor de la conciencia aumenta de tamaño e intensidad conforme las emanaciones interiores del capullo se alínean con las emanaciones en grande. Al igual que hicieron con el acecho , usaron esa observación como trampolín, y siguieron adelante, desarrollando una compleja serie de técnicas para manejar ese alineamiento.
Al principio se referían a esas técnicas como la maestría del alineamiento. Luego se dieron cuenta que lo que estaba involucrado era mucho más que el alineamiento, era la energía que surge del alineamiento de emanaciones. A esa energía la llamaron voluntad .
La voluntad se convirtió en la segunda base de su serie de técnicas. Los nuevos videntes la entendieron como un estallido de energía, ciego, impersonal, ininterrumpido, que nos hace comportarnos como lo hacemos. La voluntad es responsable de nuestra percepción del mundo cotidiano, e indirectamente, a través de la fuerza de esa percepción, es responsable de la localización del punto de encaje en su posición acostumbrada.
Don Juan dijo que los nuevos videntes examinaron cómo tiene lugar la percepción del mundo de la vida diaria y vieron los efectos de la voluntad . Vieron que el alineamiento es renovado incesantemente para conferirle así continuidad a la percepción. Para renovar cada vez el alineamiento con el frescor que necesita para crear un mundo vivo, la descarga de energía que procede de esos mismos alineamientos se redirige automáticamente para reforzar algunos alineamientos selectos.
Esta nueva observación les sirvió a los nuevos videntes como otro trampolín que los ayudó a alcanzar la tercera base de sus técnicas. La llamaron intento y la describieron como guiar la voluntad , o guiar intencionalmente la energía del alineamiento.
– El nagual Julián obligó a Silvio Manuel, a Genaro y a Vicente a concentrarse en esos tres aspectos del conocimiento de los videntes -prosiguió-. Genaro es el maestro del manejo de la conciencia, Vicente es el maestro del acecho y Silvio Manuel es el maestro del intento .
Durante un largo rato, don Juan habló con las mujeres aprendices. Lo escucharon con una expresión de seriedad en los rostros. A juzgar por la feroz concentración de las mujeres, yo estaba seguro que les estaba dando instrucciones detalladas acerca de difíciles procedimientos.
Me habían excluido de la reunión, pero yo los había observado mientras hablaban en el cuarto delantero de la casa de Genaro. Yo estaba sentado en la cocina, esperando a que terminaran.
Finalmente las mujeres se pusieron de pie para partir, pero antes de hacerlo, vinieron a la cocina con don Juan. Él se sentó frente a mí mientras las mujeres hablaban con penosa formalidad. Luego me abrazaron: Todas estaban inusitadamente amigables conmigo, incluso comunicativas. Dijeron que partían a reunirse con los otros aprendices que habían salido con Genaro horas antes. Genaro les iba a enseñar a todos ellos su cuerpo de ensueño .
En cuanto se fueron, don Juan reanudó su explicación. Dijo que conforme pasó el tiempo y los nuevos videntes establecieron sus prácticas, se dieron cuenta de que bajo las condiciones prevalecientes de vida, el acecho sólo movía mínimamente los puntos de encaje. Para lograr el máximo efecto, el acecho necesitaba de un medio ambiente ideal; necesitaba pinches tiranos en posiciones de gran autoridad y poder. Se volvió cada vez más difícil para los nuevos videntes encontrar tales situaciones; la tarea de improvisarlas, o de buscarlas adrede, se convirtió en una carga insoportable.
Los nuevos videntes juzgaron que era imperativo ver las emanaciones del Águila, a fin de encontrar una manera más conveniente de mover el punto de encaje. Al tratar de ver las emanaciones se enfrentaron con un serio problema. Se dieron cuenta de que no hay manera de verlas sin correr un riesgo mortal, y sin embargo tenían que verlas . Esa fue la época en la que usaron la técnica de ensueño de los antiguos videntes como un escudo para protegerse del golpe mortal de las emanaciones del Águila. Y, al hacerlo, encontraron que el ensueño en sí era la manera más efectiva de mover el punto de encaje.
– Una de las órdenes más estrictas de los nuevos videntes -prosiguió don Juan-, fue que los guerreros tienen que aprender a ensoñar mientras están en un estado de conciencia normal. Siguiendo esa orden, comencé a enseñarte el ensueño casi desde el primer día en que nos conocimos.
– ¿Por qué ordenan los nuevos videntes que el ensueño tiene que enseñarse en la conciencia normal? -pregunté.
– Porque ensoñar es muy peligroso y los ensoñadores muy vulnerables -dijo-. Es peligroso porque la fuerza del alineamiento es inconcebible; y los ensoñadores son vulnerables porque el ensueño los deja a merced de esa fuerza.
"Los nuevos videntes descubrieron que en nuestro estado de conciencia normal tenemos incontables defensas que pueden protegernos de la fuerza de las emanaciones que nunca son usadas y que repentinamente se alinean en el ensueño .
Don Juan explicó que el ensueño , como el acecho , también comenzó con una simple observación. Los antiguos videntes observaron que en sueños, el punto de encaje se mueve ligeramente al lado izquierdo, de una manera muy natural. Y aunque uno no sueñe, el punto de encaje pierde algo de su fijeza mientras uno duerme, y empieza a hacer resplandecer muchísimas emanaciones que nunca se usan.
Los antiguos videntes inmediatamente tomaron esa observación, y empezaron a trabajar con ese movimiento natural hasta que pudieron controlarlo. Llamaron a ese control ensoñar , o el arte de manejar el cuerpo de ensueño .
Comentó que no hay manera de describir la inmensidad del conocimiento acerca del ensueño que los antiguos videntes tenían. Sin embargo, sólo en muy escasa medida resultó útil a los nuevos videntes. Y así, al llegar el momento de la reconstrucción, ellos sólo utilizaron lo más esencial del ensoñar para ver las emanaciones del Águila y para mover sus puntos de encaje.
Dijo que los videntes, antiguos y nuevos, entendían el ensueño como el control del leve movimiento natural que experimenta el punto de encaje durante el sueno. Subrayó que el controlar ese cambio no implica de ninguna manera dirigirlo, sino mantener al punto de encaje fijo en la posición a la que se mueve durante el sueño; una maniobra extremadamente difícil que los antiguos videntes lograron perfeccionar con enorme esfuerzo y concentración.
Don Juan explicó que los ensoñadores tienen que llegar a un equilibrio muy sutil, porque no pueden interferir en los sueños, ni tampoco pueden imponer sus deseos en ellos, y sin embargo el movimiento del punto de encaje debe obedecer la orden del ensoñador , una contradicción que no puede ser racionalizada pero que debe resolverse en la práctica.
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