Don Juan dijo además que un cambio hacia abajo implicaba una visión, no de otro mundo propiamente dicho, sino de nuestro mismo mundo de la vida cotidiana visto desde una perspectiva diferente. Agregó que para que yo pudiera ver otro mundo tenía que percibir otra gran banda de las emanaciones del Águila.
Agregó que no tenía tiempo para hablar en detalle sobre el tema de las grandes bandas de emanaciones, porque teníamos que emprender el viaje de regreso. Yo quería quedarme un poco más y seguir hablando, pero alegó que para explicar ese tema él necesitaba mucho más tiempo y yo necesitaba mucha más concentración.
X. LAS GRANDES BANDAS DE EMANACIONES
Días después, ya en la casa de Silvio Manuel, don Juan reanudó su explicación. Me llevó al cuarto grande. Anochecía. El cuarto estaba a oscuras. Yo quería encender las lámparas de gasolina pero don Juan no me lo permitió. Me dijo que tenía que dejar que el sonido de su voz moviera mi punto de encaje para que resplandeciera con las emanaciones de la concentración total y la rememoración total.
Me dijo que íbamos a hablar de las grandes bandas de emanaciones. Lo llamó otro descubrimiento clave hecho por los antiguos videntes, pero dijo que, en su extravío, lo relegaron al olvido hasta que fue rescatado por los nuevos videntes.
– Las emanaciones del Águila se agrupan siempre en racimos -prosiguió-. Los antiguos videntes llamaron a esos racimos las grandes bandas de emanaciones. No son realmente bandas, pero el nombre se les quedó.
"Por ejemplo, existe un racimo inmensurable que produce seres orgánicos. Las emanaciones de esa banda orgánica son de una calidad casi esponjosa. Son transparentes y tienen una luz propia única, una energía peculiar. Están conscientes, se mueven. Esa es la razón por la cual todos los seres orgánicos están llenos de una energía devoradora. Las otras bandas son más oscuras, menos esponjosas. Algunas de ellas no tienen luz en absoluto, sino una especie de opacidad.
– ¿Quiere usted decir, don Juan, que todos los seres orgánicos tienen el mismo tipo de emanaciones dentro de sus capullos? -pregunté.
– No. No es eso lo que quiero decir. Realmente no es tan sencillo, aunque los seres orgánicos pertenecen a la misma gran banda. Imagínatelo como una banda enormemente ancha de filamentos luminosos, hilos luminosos sin fin. Los seres orgánicos son burbujas que crecen alrededor de un grupo de filamentos luminosos. Imagina que en esta banda de vida orgánica algunas burbujas se forman alrededor de los filamentos luminosos del centro de la banda, mientras que otros se forman cerca de los bordes; la banda es lo suficientemente ancha para acomodar a todo tipo de ser orgánico, y con espacio de sobra. En un arreglo así, las burbujas que están cerca de los bordes de la banda no tienen nada que ver con las emanaciones que están en el centro de la banda, que son compartidas sólo por burbujas que se alinean con el centro. De igual manera, las burbujas del centro no tienen nada que ver con las emanaciones de los bordes.
"Como podrás entender, los seres orgánicos se forman con las emanaciones de una sola banda; pero los videntes ven que dentro de esa banda orgánica hay diferencias descomunales entre esos seres.
– ¿Hay muchas de esas grandes bandas? -pregunté.
– Hay tantas como el infinito mismo -contestó-. Sin embargo, los videntes descubrieron que en la tierra sólo hay cuarenta y ocho de esas bandas.
– ¿Qué significa eso, don Juan?
– Para los videntes significa que hay cuarenta y ocho tipos de organizaciones en la tierra, cuarenta y ocho tipos de racimos o estructuras. La vida orgánica es uno de ellos.
– ¿Significa eso que hay cuarenta y siete tipos de vida inorgánica?
– No, de ninguna manera. Los antiguos videntes contaron siete bandas que producían burbujas de conciencia inorgánica. En otras palabras, hay cuarenta bandas que producen burbujas sin conciencia alguna; esas son bandas que sólo generan organización.
"Piensa que las grandes bandas son como árboles. Todos dan fruto; producen recipientes llenos de emanaciones; pero sólo ocho de esos árboles dan frutos comestibles, esto es, burbujas con conciencia. Siete tienen fruto amargo, pero aún así, comestible; y uno produce las frutas más jugosas y sabrosas que existen.
Se rió y dijo que en su analogía había tomado el punto de vista del Águila, para quien los más deliciosos bocados son las burbujas con conciencia orgánica.
– ¿Qué hace que esas ocho bandas produzcan conciencia? -pregunté.
– El Águila confiere la conciencia a través de sus emanaciones -contestó.
Su respuesta me hizo discutir con él. Afirmé que era una aseveración sin significado, porque decir que el Águila confiere la conciencia a través de sus emanaciones es parecido a lo que diría un hombre religioso acerca de Dios, que Dios concede la vida a través de su amor.
– Las dos aseveraciones no tienen el mismo punto de vista -dijo con paciencia-. Y sin embargo creo que significan la misma cosa. La diferencia es que los videntes ven cómo el Águila confiere la conciencia a través de sus emanaciones y los hombres religiosos no ven cómo Dios confiere la vida a través de su amor.
Dijo que la manera en que el Águila confiere la conciencia es mediante tres gigantescos haces de emanaciones que recorren las ocho grandes bandas. Estos haces son bastante peculiares, porque hacen que los videntes sientan un color. Un haz da la sensación de ser rosa amarillento; otro da la sensación de ser de color durazno; y el tercer haz da la sensación de ser ambarino, como la miel clara.
– De modo que es asunto de ver un color cuando los videntes ven que el Águila confiere la conciencia a través de sus emanaciones -prosiguió-. Los hombres religiosos no ven el amor de Dios, pero si pudieran verlo , sabrían que es o rosa, o color durazno, o ambarino.
– El hombre, por ejemplo, está ligado al haz ambarino, pero hay otros seres que también lo están.
Quise saber que otros seres compartían esas emanaciones con el hombre.
– Tú mismo tendrás que descubrir detalles como ése, viéndolos -dijo-. No tiene caso que te diga cuáles seres son; sólo te dará ocasión para hacer otro inventario. Basta con decir que descubrir eso por tu cuenta será una de las cosas más emocionantes que puedas hacer.
– ¿Los haces de color rosado y color durazno también se ven en el hombre? -pregunté.
– Nunca. Esos haces pertenecen a otros seres vivientes -contestó.
Estaba a punto de hacerle otra pregunta, pero me ordenó detenerme con un vigoroso movimiento de la mano. Se perdió en sus pensamientos. Durante largo tiempo estuvimos envueltos en silencio total.
– Te he dicho que en el hombre el resplandor de la conciencia tiene diferentes colores -dijo finalmente-. Lo que no te dije entonces, porque aún no llegábamos a ese punto, era que no son colores sino tintes de ámbar.
Dijo que el haz de conciencia ambarino tiene una infinidad de variantes sutiles que siempre denotan diferencias en la calidad de la conciencia. Los tintes más comunes son el ámbar rosado y el verde pálido. El ámbar azul es más inusitado, pero el ámbar puro es el más raro de todos.
– ¿Qué determina los tintes particulares de ámbar?
– Los videntes dicen que la cantidad de energía que uno ahorra y almacena determina el tinte. Incontables cantidades de guerreros han comenzado con un tinte ordinario, color rosa, y han terminado con el más puro de todos los ámbares. Genaro y Silvio Manuel son ejemplos de ello.
– ¿Qué formas de vida pertenecen a los haces de conciencia color rosa y color durazno? -pregunté.
– Los tres haces, con todos sus tintes, entrecruzan las ocho bandas -contestó-. En la banda orgánica, el haz color rosa pertenece sobre todo a las plantas, la banda color durazno pertenece a los insectos, y la banda ambarina pertenece al hombre y a otros seres orgánicos y no necesariamente animales.
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