La fuerza de ese viento me arrastró con tremenda velocidad. Atravesé un inmenso túnel de intensas luces coloridas. Mi visión se borró completamente. Luego sentí que despertaba, que había vivido un sueño, un sueño hipnótico provocado por Genaro. El próximo instante estaba de vuelta en el cuarto con don Juan y Genaro.
Dormí la mayor parte del día siguiente. Entrada la tarde, don Juan y yo volvimos a reanudar nuestra discusión. Hablé con Genaro más temprano, pero se negó a comentar mi experiencia.
– Anoche, Genaro empujó de nuevo tu punto de encaje -dijo don Juan-. Pero como siempre, el empujón fue demasiado fuerte.
Con ansia, le relaté a don Juan el contenido de mi visión. Sonrió, obviamente aburrido.
– Tu punto de encaje se alejó de su posición normal -dijo-. Y eso te hizo percibir emanaciones que no son percibidas comúnmente. Parece muy fácil, ¿verdad? Y sin embargo es un logro supremo. Los nuevos videntes casi se extinguieron tratando de examinarlo.
Explicó que, por dos razones, nosotros, los seres humanos, ponemos en relieve ciertas emanaciones para percibirlas. La primera y más importante, es porque nos han enseñado que esas emanaciones son perceptibles, y la segunda, porque nuestros puntos de encaje han sido entrenados a seleccionar y preparar esas emanaciones para ser utilizadas.
– Cada ser viviente tiene un punto de encaje -prosiguió-, que selecciona las emanaciones que serán acentuadas. Los videntes pueden saber si los seres conscientes comparten la misma visión del mundo, al ver si son iguales las emanaciones que sus puntos de encaje han seleccionado.
Afirmó que uno de los más importantes adelantos de los nuevos videntes fue descubrir que el sitio donde se encuentra localizado ese punto, en el capullo de todos los seres vivientes, no es una característica permanente. La conducta habitual lo sitúa en ese sitio específico. De ahí la tremenda importancia que le dan los nuevos videntes a las nuevas acciones, a las nuevas posibilidades prácticas. Desesperadamente, quieren llegara nuevos usos, a nuevos hábitos.
– El golpe del nagual es de suprema importancia -continuó-, porque hace que ese punto se mueva. Altera su ubicación. A veces incluso llega a crear una grieta permanente en ese sitio. El punto de encaje queda completamente desalojado, y la percepción cambia de manera dramática. Pero lo que resulta ser aún de mayor importancia, es entender todas las verdades de la conciencia de ser. Sólo así llega uno a darse cuenta de que ese punto debe moverse desde adentro. La triste verdad es que los seres humanos siempre pierden por negligencia. Simplemente desconocen sus posibilidades.
– ¿Cómo puede uno lograr ese movimiento desde adentro? -pregunté.
– Los nuevos videntes dicen que la técnica es la comprensión -dijo. Afirman que, en primer lugar, uno debe saber a ciencia cierta que todo lo perceptible emana del sitio específico donde se localiza nuestro punto de encaje. Una vez entendido esto, podemos desplazar el punto de encaje casi a voluntad, como consecuencia de nuevos hábitos.
Le pedí que aclarara el tema de tener nuevos hábitos. Yo no lo entendía.
– El punto de encaje del hombre aparece, en torno a un área definida, en el capullo, porque así lo decreta el Águila -dijo-. Pero el sitio preciso donde se fija queda determinado por los hábitos, por los actos repetitivos. Primero aprendemos que puede situarse allí y después nosotros mismos le ordenamos que ahí se sitúe. Nuestro comando se convierte en el comando del Águila y el punto queda fijo en ese sitio. Considera esto con cuidado; nuestro comando se convierte en el comando del Águila. Por tal hallazgo, los antiguos videntes pagaron carísimo.
Una vez más aseveró que los antiguos videntes nunca entendieron lo que hacían. Desarrollaron miles de las más complejas técnicas de brujería, y jamás supieron que sus procedimientos, por más intrincados que hubieran sido, sólo servían para romper la estabilidad de sus puntos de encaje y hacerlos desplazarse.
Le pedí que me explicara mejor lo que había dicho.
– Te mencioné una vez que la brujería es algo como entrar en un callejón sin salida -contestó-. Lo que quería decir era que las prácticas de brujería no tienen ningún valor intrínseco. Su valor es indirecto. Su verdadera función es hacer que el punto de encaje se desplace al lograr que la primera atención abandone momentáneamente su control sobre ese punto.
"Los nuevos videntes se dieron cuenta del verdadero papel que jugaban esas prácticas de brujería, y decidieron pasarlas por alto e ir directamente a hacer que sus puntos de encaje se desplazaran, evitando así todas las demás tonterías de rituales y encantamientos. Sin embargo, en cierto momento, los rituales y los encantamientos son realmente necesarios. Yo personalmente, te he iniciado en todo tipo de rituales y encantamiento, pero sólo con objeto de permitir que tu primera atención salga de la absorción en sí misma. Esa absorción es la que crea la fuerza que mantiene el punto de encaje rígidamente fijo.
Agregó que los rituales y los encantamientos, siendo repetitivos, obligan a la primera atención a liberar una porción de la energía empleada en contemplar el inventario humano y el punto de encaje pierde así su rigidez.
– ¿Qué le ocurre a las personas cuyos puntos de encaje pierden rigidez? -pregunté.
– Si no son guerreros, creen que se están volviendo locos -dijo sonriendo-. Cómo te pasó a ti en cierta época, cuando creías que te habías desquiciado. Si son guerreros, saben que ya los agarró la locura, pero esperan con paciencia. Saben a ciencia cierta que el tener cordura y sentido común sólo significa que el punto de encaje está fijo y rígido en su posición habitual. Cuando se mueve, pues no está desquiciado, sin más ni más.
Dijo que se les abren dos opciones a los guerreros cuyos puntos de encaje se han desplazado. Una es reconocer estar enfermos y comportarse como locos, reaccionando emocionalmente ante los extraños mundos que la nueva posición de sus puntos de encaje los obliga a presenciar; la otra es permanecer serenos, inconmovibles, sabiendo que el punto de encaje siempre vuelve a su posición original.
– ¿Qué pasa si el punto de encaje no regresa a su posición original? -pregunté.
– En ese caso esos sujetos están perdidos -dijo-. O están incurablemente locos porque sus puntos de encaje jamás podrían rearmar la percepción del mundo que conocemos, o son incomparables videntes que han comenzado su movimiento hacia lo desconocido.
– ¿Qué determina el que sea una cosa o la otra?
– ¡La energía! ¡La impecabilidad!. Los guerreros impecables no pierden la razón. Permanecen intactos. Te he dicho muchas veces que los guerreros impecables pueden ver mundos horripilantes y sin, embargo, en su trato cotidiano nadie lo notaría. Hablan y ríen con sus amigos o con extraños como si nada hubiera ocurrido.
Me sentí obligado a explicarle una vez más algo que le había contado ya muchas veces; lo que me hizo pensar que había perdido la razón fueron una serie de extrañísimas experiencias sensoriales que tuve como efectos posteriores a la ingestión de plantas alucinógenas. Experimenté alarmantes estados de total discordancia de espacio y tiempo, lapsos de concentración mental y alucinaciones.
– Bajo todos los puntos de vista cotidianos, de hecho estabas perdiendo la razón -dijo-, pero desde el punto de vista de los videntes, si la hubieras perdido no habrías perdido gran cosa. Para un vidente, la razón no es más que la autorreflexión del inventario del hombre. Si uno pierde esa autorreflexión, pero no pierde los cimientos, uno vive de verdad una vida infinitamente más interesante, variada, y fuerte.
Comentó que el defecto estaba en mi reacción emocional. Ella me impidió comprender que la rareza de cada una de mis experiencias sensoriales estaba determinada por la profundidad a la que se había movido mi punto de encaje, dentro de la banda de las emanaciones del hombre. Me quejé de que no podía entender lo que me explicaba, porque la configuración que él llamaba la banda de las emanaciones del hombre me resultaba incomprensible. La había visualizado como una cinta colocada sobre la superficie de una pelota.
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