Carlos Fuentes - Cambio De Piel

Здесь есть возможность читать онлайн «Carlos Fuentes - Cambio De Piel» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Cambio De Piel: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cambio De Piel»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Domingo de Ramos de 1965 cuatro personajes inician un viaje hacia Veracruz y se detienen en Cholula, ciudad de las pirámides aztecas. En el laberinto de sus galerías se internarán las dos parejas, como en un descenso a los infiernos, que concluirá con una tragedia ritual inesperada. `Ficción total` en palabras del propio autor, `Cambio de piel` indaga en el mito del México prehispánico y en el holocausto europeo a través de la memoria de sus protagonistas para decirnos que, en definitiva, todas las violencias son la misma violencia. Un retrato del hombre de nuestro siglo, atormentado por las dudas sobre el presente, la carga del pasado y el miedo del porvenir.

Cambio De Piel — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cambio De Piel», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El mesero se acercó de nuevo con un gesto de disgusto. Espantó las moscas posadas sobre los rollos de canela tiesos y suspiró mientras movía lentamente la cabeza de un lado a otro. Tú apretaste las manos contra el asiento. El mesero arrancó la nota y la tiró con violencia sobre la mesa. Gerson la contempló un instante; bajó la mirada y buscó la cartera en el forro interno del saco. Estornudó y el mesero miró hacia el cielo raso y tú cerraste los ojos y husmeaste el café aguado, sin cuerpo, y la grasa de los panecillos fritos y el pegoste de las tiras de goma donde las moscas capturadas se hinchaban, cuerpos verdes y cráteres blancos, en el calor y dejaban escapar un olor mínimo de corrupción. El aroma empalagoso de los refrescos de coca y zarzamora y rootbeer. Todo el café olía a dulces viejos, a azúcar fermentada, corrupta. Gerson empujó el billete con dos dedos hasta unirlo con la nota. Tú abriste los ojos y dijiste para que el mesero escuchara:

– Un dólar es un dólar. No importa quién…

Gerson, debajo de la mesa, oprimió tu rodilla con la mano y tú te callaste y el mesero te miró con compasión y les dio la espalda sin recoger la nota o el billete. Murmuró algo que tú y tu padre no pudieron comprender. Y tú fijaste la mirada en el paso de la gente hacia los andenes de la estación de Pennsylvania.

– ¿No quieres nada más, Lizzie? ¿Otro refresco? ¿Una soda de vainilla?

– No, papá. Gracias.

Un marinero pelirrojo miraba hacia todas partes, perdido, pecoso, con la bolsa de lona entre las manos y el anciano con el sombrero desteñido hundido hasta las orejas era llevado por una mujer más joven, parecida a él -los ojos húmedos y los pómulos altos, la nariz puntiaguda y temblorosa- que le arreglaba la banda negra del sombrero y revelaba, al hacerlo, la parte limpia del fieltro y el viejo no se daba cuenta mientras los dos caminaban hacia los andenes de las salidas a Baltimore y dos muchachas estaban apoyadas contra un soporte de fierro y jugueteaban con las manos unidas, sin mirarse, y a veces miraban hacia sus pies y no podría decirse si su combinación de tobilleras rojas y zapatos de charol y tacones altos les apenaba o les daba risa, una risa nerviosa creciente que al cabo les sacudió en silencio: una de ellas se mordió la mano, la otra se tapó el rostro con ambas manos y luego se calmaron y volvieron a unir los brazos y a guardar silencio sin mirarse. Y los muchachos con camisetas blancas unas con mangas cortas y la insignia impresa de alguna escuela, otras sin mangas, agujereadas, se abrazaban junto al kiosko de periódicos y hojeaban las novelas de vaqueros y las revistas de hombres musculosos cubiertos por taparrabos de piel de leopardo y los muchachos mostraban los bíceps y competían y se abrazaban sin reír, y unos a otros se enriscaban y acariciaban la pelambre del pecho y las axilas sin reír, y volvió a pasar la pareja del viejo con la mujer que lo conducía; parecían perdidos, igual que el marinero pelirrojo, aunque éste ya no regresó, seguramente había encontrado el tren; la mujer con el viejo no; lo detuvo de los codos cuando el viejo se derrumbó; lo detuvo y miró a través del vidrio de la cafetería: te miró a ti y tú volviste a cerrar los ojos y a oler la fermentación del azúcar en los globos de fierro pintado de rojo y afuera la grasa y el humo de las vías y más lejos las aceras calcinadas y la ropa empapada y los cuellos renegridos del mes de julio. La mujer te miró con terror.

Y tú te abrazaste a su cintura y sentiste las manos temblorosas y calientes y las dos cerraron los ojos y se escondieron un poco más; caminaron hacia atrás, hacia el último rincón de esa habitación sepia, de luces ordenadas desde otra parte, desde afuera, desde los pilotes de gas y los arbotantes de la calle y las vitrinas de las tiendas, para iluminarlas, a ti y a Rebecca, teatralmente: abriste los ojos y viste la luz que moldeaba el perfil de Becky, levantaba una ligerísima aura a la cabellera de común -aún ahora- tan bien peinada, tan restirada y sólo a contraluz tan crispada por esos cabellos sueltos, eléctricos, de un cobre mate y excitado en la oscuridad de la sala sepia a la cual llegaban esas luces sabias y ajenas para destacar el contorno de un florero, del trabajo de crochet fijado con alfileres al respaldo del sillón de terciopelo, de la circunferencia de las cuentas que forman una cortina entre la sala y el comedor.

– Es sólo el gato, mamá.

– ¿El gato o un gato? ¿No te das cuenta?

– El gato de la casa de junto, el gato de Joseph…

– Abrázame, Beth, abrázame…

– Es sólo el gato…

– ¡Ya lo dijiste! ¡Pero no eres precisa! ¡No dices la verdad! ¡Aquí no hay el gato, no es nuestro! ¡Hay gatos o un gato, pero no el gato!

– Mamá, no sé…

– Abrázame; no te das cuenta…

– Prende la luz, por favor.

– Ven, abrázame; dime…

– Sí, tengo miedo; tengo mucho miedo y doy gracias de estar contigo, juntas las dos…

– ¿Tienes miedo?

– Sí, mucho miedo…

– ¿Será un gato?

– Sí. Óyelo hacer miau.

– Y huele, también huele, ¿verdad? Abrázame, Beth. Ese olor a meados. No lo niegues. Tú lo hueles también.

– Sí, mamá.

– Van a descubrirnos.

– Por favor, prende la luz y ya no tengas miedo.

– Son las once de la noche. Tu padre no ha regresado. ¿Por qué he de prender la luz? ¿Quién prende la luz a las once de la noche si hay un padre en casa? ¿Quién tendría miedo a las once de la noche si…?

– Sí, mira, es el gato de al lado, míralo, el gato de Joseph…

– ¡Descaro! ¡Chutzpah! ¡Fuera, fuera, oh, fuera de aquí, fuera de mi casa!

Gerson, a veces, te llevaba a la calle sin pedir permiso. Te tomaba de la mano para bajar la escalera y en la calle te levantaba con una sonrisa y tú te acomodabas sobre su hombro y primero veías siempre el laberinto de escaleras negras, de fierro, posadas como arañas contra el ladrillo negro, casi carbonizado como si el incendio ya hubiese pasado y las escaleras no hubiesen servido para nada.

– Superstitio et perfidia.

Metían un centavo de cobre y salía un dulce duro y redondo como una canica y tú lo chupabas.

Mitzvah. Una buena acción todos los días.

– Gerson, sal y compra arenque para la cena.

Tú mascabas la bola cubierta de azúcar y te colgabas al hombro de tu padre y dejaban atrás las escaleras. Olías los quesos y el ajo. Luego, mejor, las naranjas y las manzanas. Los perros ladraban y los canarios chirreaban. Tiendas de abarrotes, sombrererías, tabaquerías, salchichonerías, peleterías, todavía tiendas de capas, sederías, zaraza de colores, el pecho alborotado de las palomas; y perros, perros que ladraban mucho.

– Destruyeron los bosques más hermosos de Nueva York y levantaron las vecindades más feas del mundo. Gracias.

La luz, Elizabeth. Como en la sala oscura donde sólo era posible imaginar las cuentas, los respaldos tejidos, los floreros, gracias a las lámparas de la calle que, de noche, los recortaba a contraluz y los llenaba de falsas aureolas, la luz de la calle, a cualquier hora, venía de otra parte y tú, cuando salías del barrio, la buscabas, o buscabas, más bien, su origen, con una actitud inconsciente de gratitud, como si la luz la fabricaran y te la regalaran en un espacio plateado del Hudson, en una mancha brumosa y verde de los Palisades, en una ráfaga amarilla y contaminada de esa zona intermedia del cielo donde el color es un encuentro en la franja de oro gastado, gaseoso, de la parte baja de Manhattan. A veces bajaban, con un aire de aventura, hasta las pescaderías de Peck Slip, South Street, Fulton Market, cerca del Barrio Chino, donde el río se llena de sonidos y pasan las barcazas con vagones de ferrocarril y los remolcadores desocupados pitan sin sentido, liberados, y los automóviles, al pasar sobre los puentes, inventan una música veloz, la música del paso silencioso y el elevado también, tan repetitivo, tan ordenado, tan diferente. Ves, también es mi ciudad del sol y de la niebla.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cambio De Piel»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cambio De Piel» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Carlos Fuentes - Chac Mool
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - En Esto Creo
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Vlad
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Hydra Head
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Christopher Unborn
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Instynkt pięknej Inez
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - La cabeza de la hidra
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Inquieta Compañia
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - La Frontera De Cristal
Carlos Fuentes
Отзывы о книге «Cambio De Piel»

Обсуждение, отзывы о книге «Cambio De Piel» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x