Mario Llosa - ¿Quien Mató A Palomino Molero?

Здесь есть возможность читать онлайн «Mario Llosa - ¿Quien Mató A Palomino Molero?» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

¿Quien Mató A Palomino Molero?: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «¿Quien Mató A Palomino Molero?»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Bajo el ardiente sol piurano, cuelga de un árbol el cadáver cruelmente torturado de un joven avionero. El teniente Silva y el guardia Lituma emprenden la búsqueda del asesino. Con gran destreza, Mario Vargas Llosa crea una intensa novela policial cuyo atractivo no se agota en la solución del crimen. Aunque las pistas pronto apuntan en una dirección precisa, el interés en la obra, en vez de disminuir, se acrecienta. Y es que una particular tensión recorre la historia, creando una atmósfera irreal que deslumbra y atrapa al alector. Como en un espejismo, los personajes irán emergiendo con vida propia de la mano del narrador.
¿Quién mató a Palomino Molero? es un fiel reflejo de la sociedad peruana de los años cincuenta. La novela nos interna en los vericuetos del ser peruano a medida que la investigación va sacando a la luz la urdimbre de prejuicios, desigualdades, abusos e incomprensiones que conforman el tejido social de un país que, medio siglo después, sigue siendo esencialmente el mismo. Más allá de la alta calidad literaria desplegada por su autor, ¿Quién mató a Palomino Molero? nos ofrece una metáfora de lo ardua que puede resultar la búsqueda de la verdad y la justicia en el Perú.
Mario Vargas Llosa es reconocido universalmente como uno de los mayores novelistas contemporáneos. Su pluma ha incursinoado en diversos temas y géneros narrativos, renovándolos y confiriéndoles un nuevo impulso. ¿Quién mató a Palomino Molero? reafirma la maestría de este apasionado narrador de ficciones.

¿Quien Mató A Palomino Molero? — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «¿Quien Mató A Palomino Molero?», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Y cómo sabes que iba a dar serenatas en la Base de Piura? -preguntó el aviador, de pronto. A ratos parecía con miedo, a ratos con ira, y ahora con las dos cosas a la vez-. ¿Quién carajo te contó eso?

En ese momento, Lituma se dio cuenta que se acercaban unas sombras. Segundos después, las tenían junto a ellos, abiertas en medio círculo. Eran seis. Llevaban fusiles y varas, y en el resplandor de la luna, Lituma reconoció los brazaletes. La Policía Aeronáutica. En las noches, recorrían las cantinas, las fiestas y el bulín en busca de gente de la Base que estuviera haciendo escándalos.

– Soy el Teniente Silva, de la Guardia Civil. ¿Qué pasa?

– Venimos a llevarnos al Teniente Dufó -repuso uno de ellos. No se le veían los galones, debía ser un Suboficial.

– Para decir mi nombre, primero lávese la boca -rugió el aviador. Consiguió incorporarse y tenerse de pie, aunque se balanceaba como si fuese a perder el equilibrio en cualquier momento-. A mí nadie me lleva a ninguna parte, carajo.

– Órdenes del Coronel, mi Teniente -replicó el jefe de la patrulla-. Con su perdón, pero tenemos que llevarlo.

El aviador carraspeó algo y se deslizó al suelo, en cámara lenta. El que mandaba la patrulla dio una orden y las siluetas se acercaron. Cogieron al Teniente Dufó de brazos y piernas y se lo llevaron en peso. Él los dejó hacer, rezongando algo incomprensible.

Lituma y el Teniente Silva los vieron desaparecer en la oscuridad. Poco después, a lo lejos, arrancó un jeep. La patrulla había estacionado sin duda junto al bulín. Terminaron de fumar sus cigarrillos, absortos en sus pensamientos. El Teniente fue el primero en levantarse, para emprender el regreso. Al pasar cerca del bulín oyeron música, voces y risas. Parecía lleno.

– Usted es una fiera para hacer hablar a la gente -dijo Lituma-. Qué bien lo fue llevando, llevando, hasta sonsacarle algunas cositas.

– No le saqué todas las que sabe -afirmó el Teniente-. Si hubiéramos tenido más tiempo, quizá hubiera desembuchado todo. -Escupió y respiró con apetito, como para llenarse los pulmones de aire marino Te voy a decir algo, Lituma. ¿Sabes qué me huelo?

– ¿Qué, mi Teniente?

– Que en la Base Aérea todo el mundo sabe lo que pasó. Desde el portero hasta Mindreau.

– No me extrañaría -asintió Lituma.

– Por lo menos, ésa fue la impresión que me dio el Teniente Dufó. Que él sí sabía muy bien quién mató al flaquito.

Caminaron un buen rato en silencio, por una Talara dormida. La mayoría de las casitas de madera estaban a oscuras; sólo en una que otra se veía chispear un candil. Allá arriba, detrás de las rejas, en la zona reservada, también era noche total.

De pronto, el Teniente habló con una voz distinta:

– Es una gauchada, Lituma. Date una vuelta por la playa de los pescadores. Mira si El León de Talara ya zarpó. Si ha salido, te vas a dormir nomás. Pero, si estuviera en la playa, anda a avisarme a la fonda.

– Cómo, mi Teniente -se asombró Lituma-. Quiere decir que…

– Quiere decir que voy a tratar -asintió el Teniente, con una semirrisita nerviosa-. No sé si ocurrirá el milagro esta noche. Puede que no. Pero nada se pierde intentando. Ha resultado mucho más difícil de lo que creía. Algún día será. Porque, ¿sabes una cosa?, este cristiano no se morirá sin tirarse a esa gorda y sin saber quiénes mataron a Palomino Molero. Son mis dos metas en la vida, Lituma. Más todavía que el ascenso, aunque no me lo creas. Anda, anda de una vez.

«Cómo puede tener ánimos en este momento para eso», reflexionó Lituma. Pensó en Doña Adriana, encogida en su camita, soñando, inconsciente de la visita que iba a recibir. Ah, caracho, vaya pinga loca que había resultado el Teniente Silva. ¿Se lo aflojaría esta noche? No, Lituma estaba seguro que Doña Adriana jamás le daría gusto. De entre las cabañas a oscuras salió un perro a ladrarle. Lo ahuyentó de un puntapié. Siempre olía a pescado en Talara, pero ciertas noches, como ésta, el olor aumentaba hasta volverse insoportable. Lituma sintió una especie de vértigo. Caminó un rato tapándose la nariz con el pañuelo. Muchas barcas habían salido ya a pescar. Apenas quedaban media docena en la playita y ninguna de ellas era El León de Talara. Las examinó una por una, para estar seguro. Cuando se disponía a irse, advirtió un bulto, recostado en uno de los botecitos de la arena.

– Buenas noches -murmuró.

– Buenas -dijo la mujer, como molesta por haber sido interrumpida.

– Pero, vaya, qué hace usted aquí a estas horas, Doña Adriana. -La dueña de la fondita llevaba una chompa negra sobre el vestido y andaba descalza, como siempre.

– Vine a traerle su fiambre a Matías. Y, después que partió, me quedé a tomar un poco de aire. No tengo sueño. ¿Y tú, Lituma? ¿Qué se te ha perdido por aquí? ¿Una cita de amor?

El guardia se echó a reír. Se puso en cuclillas, frente a Doña Adriana, y mientras se reía, en la escasa luz -una nube envolvía a la luna- examinaba esas formas abundantes, generosas, que tanto codiciaba el Teniente Silva.

– ¿De qué te ríes? -le preguntó Doña Adriana-. ¿Te has vuelto loco o estás un poco tomadito? Ah, ya sé, has estado donde el Chino Liau.

– Nada de eso, Doña Adriana -siguió riéndose Lituma-. Si se lo cuento, se va usted a morir de risa, también.

– Cuéntamelo, entonces. Y no te rías solo que pareces un cacaseno.

La dueña de la pensión estaba siempre de buen humor y animosa, pero Lituma la notó esta noche algo tristona. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y uno de sus pies escarbaba la arena.

– ¿Está usted molesta por algo, Doña Adriana? -preguntó, ya serio.

– Molesta, no. Preocupada, Lituma. Matías no quiere ir a la Asistencia. Es muy porfiado y no puedo convencerlo.

Hizo una pausa y suspiró. Contó que, desde hacía por lo menos un mes, a su marido no se le quitaba la ronquera, y que, cuando tenía accesos fuertes de tos, escupía sangre. Ella había comprado unas medicinas en la farmacia y se las había hecho tomar casi a la fuerza, pero no le habían hecho nada. A lo mejor tenía algo grave y no se podía curar con esos remedios de farmacia. De repente necesitaba radiografías o una operación. El terco no quería saber nada de la Asistencia y decía que se le iba a pasar, que ir a ver un médico por una tos era cosa de rosquetes. Pero a ella no le metía el dedo a la boca: se sentía peor de lo que aparentaba porque cada noche se le hacía cuesta arriba salir a pescar. Le había prohibido que les hablara a sus hijos de los escupitajos con sangre. Pero ella se los contaría el domingo, cuando vinieran a verla. A ver si ellos lo arrastraban al médico.

– Usted lo quiere mucho a Don Matías ¿no, Doña Adriana?

– He estado con él casi veinticinco años -sonrió la dueña de la pensión-. Parece mentira cómo se pasa, Lituma. A mí Matías me agarró tiernita, de quince añitos apenas. Yo le tenía miedo, por lo que era tan mayor. Pero me persiguió tanto que acabó por darse gusto. Mis padres no querían que me casara con él. Decían que era muy viejo, que el matrimonio no duraría. Se equivocaron, ya ves. Ha durado y, con todo, nos hemos llevado bastante bien. ¿Por qué me preguntas si lo quiero?

– Porque ahora ya me da un poco de vergüenza decirle lo que vine a hacer aquí, Doña Adriana.

El pie que jugaba en la arena se inmovilizó, a milímetros de donde estaba acuclillado el guardia.

– Déjate de misterios, Lituma ¿Estás haciéndome una adivinanza?

– El Teniente me mandó a ver si Don Matías había salido ya a pescar -susurró, bajando la voz y con tonito malicioso. Se quedó esperando y como ella no, hizo ninguna pregunta, añadió-: Porque se fue a hacerle una visita, Doña Adriana, y no quería que su marido lo fuera a pescar. Ahora mismo debe estar tocándole la puerta.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «¿Quien Mató A Palomino Molero?»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «¿Quien Mató A Palomino Molero?» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «¿Quien Mató A Palomino Molero?»

Обсуждение, отзывы о книге «¿Quien Mató A Palomino Molero?» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x