El comisario fue a la cocina a beber agua, después entró en el dormitorio. La cama estaba hecha, en el suelo los calcetines usados, uno aquí, otro allí, la camisa sucia tirada de cualquier manera sobre una silla, y eso sin hablar del cuarto de baño, esta cuestión de la limpieza la providencial, s.a., seguros amp; reaseguros tendrá que resolverla más pronto o más tarde, si es o no compatible con el natural sigilo que rodea a un servicio secreto colocar a disposición de los agentes que se instalan aquí una asistenta que sea, al mismo tiempo, ecónoma, cocinera y cuerpo de casa. El comisario estiró la sábana y la colcha, dio dos golpes en la almohada, enrolló la camisa y los calcetines y los metió en un cajón, el aspecto desolador del dormitorio mejoró un poco, pero, evidentemente, cualquier mano femenina lo habría hecho mejor. Miró el reloj, la hora era buena, el resultado ya se sabría. Se sentó, encendió la lámpara de la mesa y marcó el número. Al cuarto toque atendieron, Diga, Habla papagayo de mar, Aquí albatros, diga, Quiero dar el parte de las operaciones del día, albatros, Espero que tenga resultados satisfactorios que comunicar, papagayo de mar, Depende de lo que se considere satisfactorio, albatros, No tengo tiempo ni paciencia para matizaciones, papagayo de mar, vaya derecho a lo que importa, Permítame antes que le pregunte, albatros, si el encargo llegó a su destino, Qué encargo, El encargo de las nueve de la mañana, puesto seis-norte, Ah, sí, llegó en perfecto estado, me será muy útil, a su debido tiempo sabrá cuánto, papagayo de mar, ahora cuénteme lo que han hecho hoy, No hay mucho que decir, albatros, unas operaciones de seguimiento y un interrogatorio, Vamos por partes, papagayo de mar, qué resultado tuvieron las vigilancias, Ninguno, prácticamente, albatros, Por qué, Esos a quienes llamábamos sospechosos de segunda línea tuvieron, en todas las ocasiones, un comportamiento del todo normal, albatros, Y el interrogatorio de los sospechosos de primera línea que, según creo recordar, estaba a su cargo, papagayo de mar, En honor a la verdad, Qué me dice, En honor a la verdad, albatros, Y a propósito de qué viene eso ahora, papagayo de mar, Es una manera como otra cualquiera de comenzar la frase, albatros, Entonces haga el favor de dejar de honrar la verdad y dígame, simplemente, si ya está en condiciones de afirmar, sin más rodeos ni circunloquios, que la mujer del médico, cuyo retrato tengo ante mí, es culpable, Se confesó culpable de un asesinato, albatros, Sabe de sobra que, por muchas razones, incluyendo la falta del cuerpo del delito, no es eso lo que nos interesa, Sí, albatros, Entonces vaya directo al asunto y respóndame si puede afirmar que la mujer del médico tiene responsabilidad en el movimiento organizado del voto en blanco, que incluso ella es la cabeza de toda la organización, No, albatros, no lo puedo afirmar, Por qué, papagayo de mar, Porque ningún policía del mundo, y yo me considero el último de todos ellos, albatros, encontraría el menor indicio que le permitiese fundamentar una acusación así, Parece olvidarse de que habíamos acordado que plantearía las pruebas necesarias, papagayo de mar, Y qué prueba tendrían que ser en un caso así, albatros, si se permite la pregunta, Eso no es de mi incumbencia, eso lo dejé a su criterio, papagayo de mar, cuando todavía tenía confianza en que era capaz de llevar su misión a buen término, Llegar a la conclusión de que un sospechoso es inocente del crimen que se le imputa me parece el mejor término para una misión policial, albatros, se lo digo con todo respeto, A partir de este momento doy por terminada la farsa de los nombres en clave, yo soy el ministro del interior y usted es un comisario de policía, Sí señor ministro, Para ver si nos entendemos de una vez, voy a formular de manera diferente la pregunta que le acabo de hacer, Sí señor ministro, Está dispuesto, al margen de su convicción personal, a afirmar que la mujer del médico es culpable, responda sí o no, No señor ministro, Ha medido las consecuencias de lo que acaba de decir, Sí señor ministro, Muy bien, entonces tome nota de las decisiones que acabo de adoptar, Estoy oyendo, señor ministro, Les dirá al inspector y al agente que tienen orden de regresar mañana por la mañana, que a las nueve deberán estar en el puesto seis-norte de la frontera donde les estará esperando la persona que los acompañará hasta aquí, un hombre más o menos de su edad con una corbata azul con pintas blancas, que se traigan el coche que han utilizado para los traslados y que ya no es necesario, Sí señor ministro, En cuanto a usted, En cuanto a mí, señor ministro, Se mantendrá en la capital hasta recibir nuevas órdenes, que ciertamente no tardarán, Y la investigación, Usted mismo ha dicho que no hay nada que investigar, que la persona sospechosa es inocente, Ésa es, de hecho, mi convicción, señor ministro, Entonces su caso está resuelto, no podrá quejarse, Y qué hago mientras esté aquí, Nada, no haga nada, pasee, distráigase, vaya al cine, al teatro, visite museos, si le gusta, invite a cenar a sus nuevas amistades, el ministerio paga, No comprendo, señor ministro, Los cinco días que le di para la investigación todavía no han terminado, quizá desde ahora hasta entonces se le encienda una luz diferente en la cabeza, No creo, señor ministro, Aun así, cinco días son cinco días, y yo soy un hombre de palabra, Sí señor ministro, Buenas noches, duerma bien, comisario, Buenas noches, señor ministro.
El comisario colgó el teléfono. Se levantó de la silla y fue al cuarto de baño. Necesitaba ver la cara del hombre al que acababan de despedir sumariamente. La palabra no había sido dicha, pero se podía destapar, letra por letra, en todas, incluso en aquellas que le deseaban un buen sueño. No estaba sorprendido, conocía de sobra a su ministro del interior y sabía que iba a pagar por no haber acatado las instrucciones recibidas, las expresas, pero sobre todo las sobreentendidas, éstas finalmente tan claras como las otras, pero le sorprendió, eso sí, la serenidad de la cara que veía en el espejo, una cara de donde las arrugas parecían haber desaparecido, una cara donde los ojos se mostraban límpidos y luminosos, la cara de un hombre de cincuenta y siete años, de profesión comisario de policía, que de pasar la prueba de fuego y ha salido de ella como de un baño lustral. Era una buena idea, tomar un baño. Se desnudó y se metió debajo de la ducha. Dejó correr el agua tranquilamente, no tenía por qué preocuparse, el ministerio pagaría la cuenta, después se enjabonó lentamente, y otra vez el agua corrió para llevarse del cuerpo el resto de la suciedad, entonces la memoria puso su espalda para transportarlo hasta cuatro años atrás, cuando todos eran ciegos y vagaban inmundos y hambrientos por la ciudad, dispuestos a todo por un resto de pan duro cubierto de moho, por cualquier cosa que pudiera ser digerida, al menos masticada para engañar el hambre con sus pobres jugos, se imaginó a la mujer del médico guiando por las calles, bajo la lluvia, a su pequeño rebaño de desgraciados, seis ovejas perdidas, seis pájaros caídos del nido, seis gatitos ciegos recién nacidos, tal vez en uno de esos días, en una calle cualquiera, tropezó con ellos, tal vez por miedo lo hubieran repelido, tal vez por miedo los hubiese repelido él, era el tiempo del sálvese quien pueda, roba antes de que te roben a ti, pega antes de que a ti te peguen, tu peor enemigo, según la ley de los ciegos, es siempre aquel que está más cerca de ti, Pero no necesitamos estar ciegos para no saber adónde vamos, pensó. El agua caliente le caía rumorosa sobre la cabeza y los hombros, resbalaba por su cuerpo y, limpia, desaparecía gorgoteando por el sumidero. Salió de la ducha, se secó con la toalla de baño marcada con el blasón de la policía, recogió la ropa que había dejado colgada en la percha y regresó al dormitorio. Se puso ropa interior limpia, la última que le quedaba, el traje tendría que ser el mismo, para una misión de apenas cinco días no necesitaba más. Miró el reloj, eran casi las nueve. Fue a la cocina, calentó agua para el té, introdujo dentro el lúgubre saquito de papel y esperó los minutos que las instrucciones de uso recomiendan. Las pastas parecían hechas de granito con azúcar. Las mordía con fuerza, reduciéndolas a trozos fáciles de masticar, después lentamente los deshacía. Bebía el té a pequeños sorbos, él prefería el verde, pero tenía que contentarse con éste, negro y casi sin sabor de tan viejo y pasado, ya eran demasiados los lujos que la providencial, s.a., seguros amp; reaseguros, condescendía en facultar a sus huéspedes de paso. Las palabras del ministro le resonaban sarcásticas en los oídos, Los cinco días que le di para la investigación todavía no han terminado, hasta entonces pasee, distráigase, vaya al cine, el ministerio paga, y se preguntaba qué sucedería después, lo harían regresar a la central, alegando incapacidad para el servicio activo lo sentarían ante una mesa para ordenar papeles, un comisario rebajado a la condición de chupatintas, ése sería su destino, o lo jubilaban compulsivamente y se olvidaban de él hasta que volvieran a pronunciar su nombre cuando muriera y tuviera que ser tachado del registro de personal. Acabó de comer, tiró el saquito de papel húmedo y frío al cubo de la basura, lavó la taza y, con el cuchillo en la mano, recogió las migas que quedaban en la mesa. Actuaba con concentración para mantener los pensamientos a distancia, para dejarlos pasar sólo de uno en uno, después de haberles preguntado qué llevaban dentro, es que con los pensamientos todo cuidado es poco, algunos se nos presentan con un aire de inocencia hipócrita y luego, pero ya demasiado tarde, manifiestan lo malvados que son. Miró otra vez el reloj, las diez menos cuarto, cómo pasa el tiempo. De la cocina fue a la sala, se sentó en un sofá y esperó. Se despertó con el ruido de la cerradura. El inspector y el agente regresaban, se veía que ambos llegaban bien comidos y bien bebidos, aunque sin ninguna recriminable exageración. Dieron las buenas noches, después el inspector, en nombre de los dos, se disculpó por haber llegado un poco tarde. El comisario miró el reloj, pasaban de las once, No es tarde, dijo, lo que sucede es que mañana se van a tener que levantar más temprano de lo que probablemente pensaban, Tenemos otro servicio, preguntó el inspector, colocando un paquete sobre la mesa, Si así se puede llamar. El comisario hizo una pausa, volvió a mirar el reloj y prosiguió, A las nueve de la mañana tendréis que estar en el puesto militar seis-norte con todos vuestros efectos personales, Para qué, preguntó el agente, Habéis sido apartados del servicio de investigación que nos trajo aquí, Es una decisión suya, comisario, preguntó el inspector con expresión seria, Es una decisión del ministro, Por qué, No me lo ha dicho, pero no os preocupéis, estoy seguro de que no tienen nada contra vosotros, os harán cantidad de preguntas, pero ya sabréis cómo responder, Quiere eso decir que usted no viene con nosotros, preguntó el agente, Sí, yo me quedo, Va a seguir usted solo con la investigación, La investigación está cerrada, Sin resultados concretos, Ni concretos ni abstractos, Entonces no entiendo por qué no nos acompaña, dijo el inspector, Orden del ministro, permaneceré aquí hasta terminar el plazo de cinco días que él marcó, por tanto hasta el jueves, Y después, Quizá os lo diga cuando interrogue, Interrogar sobre qué, Sobre cómo ha transcurrido la investigación, sobre cómo la he conducido, Pero si nos acaba de decir que la investigación ha sido cerrada, Sí, pero también es posible que prosiga por otros caminos, aunque no conmigo, No entiendo nada, dijo el agente. El comisario se levantó, entró en el dormitorio y regresó con un mapa que desplegó sobre la mesa, para lo que tuvo que apartar el paquete a un lado. El puesto seis-norte está aquí, dijo poniendo un dedo encima, no se equivoquen, les estará esperando un hombre que el ministro dice que tiene más o menos mi edad, pero es bastante más joven, lo identificarán por la corbata que lleva, azul con pintas blancas, cuando ayer me encontré con él fue necesario que intercambiáramos santo y seña, esta vez supongo que no es necesario, por lo menos el ministro no me ha dicho nada sobre eso, No comprendo, dijo el inspector, Pues está claro, ayudó el agente, vamos al puesto seis-norte, Lo que no comprendo no es eso, lo que no comprendo es por qué nosotros nos vamos y el comisario se queda, El ministro tendrá sus razones, Los ministros las tienen siempre, Y nunca las explican. El comisario intervino, No os canséis discutiendo, la mejor actitud es la de no pedir explicaciones y, en el improbable caso de que las den, dudar de ellas, casi siempre son mentira. Dobló el mapa cuidadosamente y, como si se le acabara de ocurrir, dijo, Os lleváis el coche, También se va a quedar sin coche, preguntó el inspector, En la ciudad no faltan autobuses y taxis, además caminar es bueno para la salud, Cada vez entiendo menos, No hay nada que entender, querido inspector, recibo órdenes y las cumplo, y vosotros os tenéis que limitar a hacer lo mismo, análisis y consideraciones no alteran ni un milímetro esta realidad. El inspector empujó el paquete hacia delante, Traíamos esto, dijo, Qué hay dentro, Lo que nos dejaron aquí para desayunar es tan malo que decidimos comprar unos bollos diferentes, tiernos, un poco de queso, mantequilla de la buena, fiambre y pan de molde, Pues os lo lleváis, o lo dejáis, dijo el comisario sonriendo, Mañana, si está de acuerdo, desayunaremos juntos y lo que sobre se queda, sonrió también el inspector. Todos habían sonreído, el agente acompañando a los otros, y ahora estaban serios los tres y no sabían qué decir. Por fin el comisario se despidió, Me voy a acostar, dormí mal la noche pasada, el día ha sido agitado, comenzó con eso del puesto seis-norte, Eso qué, comisario, preguntó el inspector, no sabemos nada del puesto seis-norte, Sí, no os informé, no tuve ocasión, por orden del ministro fui a entregarle la fotografía del grupo al hombre de la corbata azul con pintas blancas, el mismo con el que os encontraréis mañana, Y para qué quiere el ministro la fotografía, Usando sus propias palabras, a su tiempo lo sabremos, Me huele a chamusquina. El comisario asintió con la cabeza, como quien concuerda, y siguió, Después quiso la casualidad que me encontrara en la calle a la mujer del médico, almorcé con ellos en su casa y para rematar tuve una conversación con el ministro, A pesar de toda la estima que sentimos por usted, dijo el inspector, hay una cosa que jamás le perdonaremos, hablo en nombre de los dos porque ya lo habíamos comentado antes, De qué se trata, No ha querido nunca que fuésemos a casa de esa mujer, Tú llegaste a entrar, Sí, para ser inmediatamente despachado, Es verdad, reconoció el comisario, Por qué, Porque tuve miedo, Miedo de qué, no somos ningunas fieras, Miedo de que la obsesión de descubrir a un culpable a toda costa os impidiese ver realmente a la persona que teníais delante, Tan poca confianza le merecemos, señor comisario, No se trata de una cuestión de confianza, de tenerla o no tenerla, era más bien como si hubiera descubierto un tesoro y quisiera guardarlo para mí solo, no, qué ocurrencia, no se trata de una cuestión de sentimientos, no es lo que probablemente estáis pensando, es que llegué a tener miedo por la seguridad de la mujer, pensé que cuantas menos personas la interrogásemos, más segura estaría, Con palabras más simples y dando menos vueltas a la lengua, con perdón por el atrevimiento, dijo el agente, no ha tenido. confianza en nosotros, Sí, es cierto, lo confieso, me ha faltado confianza, No necesita pedir que le perdonemos, dijo el inspector, de antemano está disculpado, sobre todo porque es posible que tenga razón en sus temores, es posible que lo hubiéramos estropeado todo, habríamos entrado como un par de elefantes en una cacharrería. El comisario abrió el paquete, sacó dos rebanadas de pan de molde, metió entre ellas dos lonchas de fiambre y sonrió justificándose, Confieso que tengo hambre, sólo he tomado un té y casi me he partido los dientes con esas malditas pastas. El agente fue a la cocina y trajo una lata de cerveza y un vaso, Aquí tiene, señor comisario, así el pan pasará mejor. El comisario se sentó a masticar deleitándose con el sándwich de fiambre, se bebió la cerveza como si se lavara el alma y cuando terminó, dijo, Ahora sí, voy a acostarme, dormid bien, gracias por la cena. Se encaminó hasta la puerta que daba al dormitorio, ahí se detuvo y se volvió, Os voy a echar de menos. Hizo una pausa y añadió, No os olvidéis de lo que os dije antes de cenar, A qué se refiere, comisario, preguntó el inspector, Que tengo el presentimiento de que vais a necesitaros el uno al otro, no os dejéis engañar con hablas mansas ni con promesas de ascenso rápido en la carrera, el responsable del resultado de la investigación soy yo y nadie más, no me traicionaréis cuando digáis la verdad, pero negaros a repetir mentiras en nombre de una verdad que no sea la vuestra, Sí señor comisario, prometió el inspector, Que os ayudéis mutuamente, dijo el comisario, y después, Es todo lo que os puedo desear, y todo cuanto os pido.
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