Pedro Orce fue el primero en despertarse, por una rendija estrecha de la ventana tocó su boca cansada el dedo ceniciento del alba, soñó entonces que una mujer lo besaba, ah cómo luchó para que el sueño se mantuviera y durara, pero los ojos se le abrieron, y los labios estaban secos, ninguna boca dejó en su boca la verdad de la saliva, la fértil humedad. El perro levantó la cabeza, se lamió las patas, y miró fijamente a Pedro Orce en la penumbra espesa del cuarto, era imposible descubrir de dónde podría venir la luz que en sus pupilas se reflejaba. Pedro Orce acarició al animal, y éste, una sola vez, lamió su mano delgada. Con los movimientos se despertó Joaquim Sassa, al principio sin norte del sitio donde estaba, aunque fuese su propia casa, sería por extrañar la cama donde raramente dormía, y la compañía. Tumbado, con la cabeza del perro posada en el pecho, Pedro Orce dijo, Empieza otro día, qué nos traerá, y Joaquim Sassa, Quizá el perro haya cambiado de idea, a ver si ha perdido el sentido después de dormir, ocurre muchas veces, uno se duerme y eso hace cambiar las cosas, somos los mismos y no nos reconocemos. En este caso no parecía que hubiesen cambiado. El perro se levantó, grande, corpulento, y caminó hasta la puerta cerrada. Se veía su contorno impreciso, la silueta, el centelleo de la mirada, Nos está esperando, dijo Joaquim Sassa, es mejor llamarlo, aún es pronto para levantamos. Acudió el perro a la voz de Pedro Orce, se tumbó sin resistencia, los hombres ahora hablaban muy bajo, decía Joaquim Sassa, Voy a sacar el dinero que tengo en el banco, no es mucho, y pediré algo prestado, y cuando se acabe, Puede ser que acabe la aventura antes de que se acabe el dinero, Sabe Dios lo que nos espera, Encontraremos la manera de vivir, si es necesario, se roba, esto lo dijo Joaquim Sassa sonriendo. Pero quizá no sea necesario llegar a tales extremos de ilegalidad, aquí en Porto irá también José Anaiço a la sucursal del banco donde guarda sus economías, Pedro Orce trajo todas sus pesetas, de Joana Carda nada sabemos en lo que se refiere a sus recursos, por lo menos ya vimos que no parece mujer para vivir de caridades o a expensas del macho. Lo que se duda es que puedan encontrar trabajo los cuatro, si trabajo exige permanencia, estabilidad, residencia habitual, cuando su destino inmediato es andar tras un perro que de su propio destino esperamos que algo sepa, pero éste no es el tiempo en que los animales, por hablar, podían decir adónde querían ir, si no les faltasen las cuerdas vocales.
En el cuarto de al lado dormían cansados los amantes, uno en los brazos del otro, maravilla que desgraciadamente no puede durar siempre, y es natural, un cuerpo es este cuerpo y no aquél, un cuerpo tiene un principio y un fin, empieza en la piel y acaba en ella, lo que está dentro le pertenece, pero precisa sosiego, independencia, autonomía de funcionamiento, dormir abrazados exige una armonía de encajes que el sueño de cada uno desajusta, se despierta con el brazo dormido, un codo metido en las costillas, y entonces decimos en voz baja, reuniendo toda la ternura posible, Amor mío, échate un poco para allá. Duermen cansados Joana Carda y J osé Anaiço, que mediada la noche una tercera vez se unieron, están en el principio, por eso cumplen la buena regla de no negar al cuerpo lo que el cuerpo, por sus propias razones, reclama. Andando con todo cuidado, Joaquim Sassa y Pedro Orce salieron con el perro, fueron a comprar lo necesario para la primera comida del día, Joaquim Sassa le llama a la francesa pequeño-almuerzo, Pedro Orce desayuno, pero el apetito común resolverá la diferencia lingüística. Cuando regresen, ya Joana Carda y José Anaiço se habrán levantado, los oímos en el cuarto de baño, corre el agua de la ducha, felices estos dos, y grandes caminantes, que en tan poco tiempo fueron capaces de andar tanto.
A la hora de la marcha, todavía en casa, se pusieron los cuatro a mirar al perro con el aire perplejo de quien, esperando órdenes, duda tanto de quien las da como de la sensatez de obedecerlas. Esperemos que para salir de Porto él se confíe a nosotros como se confió al entrar, dijo Joaquim Sassa, y los otros comprendieron el motivo de la observación, imagínense si el perro Fiel, fiel a su manía de seguir hacia el norte, le da, aquí en la ciudad, por meterse en calles de sentido único en que fuese precisamente el norte la dirección prohibida, no faltarían los conflictos con la policía, los accidentes, los atascos de tráfico, con todo el pueblo de Porto reunido riéndose del espectáculo. Pero este perro no es un chucho cualquiera, de paternidad sospechosa o clandestina, su árbol genealógico tiene raíces en el infierno, que, como sabemos, es el lugar adonde va toda la sabiduría, la antigua, que ya está allí, la moderna y la futura que han de seguir por el mismo camino. Por eso, y tal vez también porque Pedro Orce ha repetido el ardid de murmurarle al oído palabras que hasta ahora no hemos conseguido averiguar, el perro entra en el coche con el aire más natural del mundo, el aire de quien durante toda la vida ha viajado así. Pero, atención, ahora no posa la cabeza en el antebrazo de Joana Carda, ahora va vigilante mientras Joaquim Sassa conduce a Dos Caballos por las curvas y recodos de las calles, en todos los sentidos, alguien dado a estas observaciones dirá al verlos, Van hacia el sur, y corregiría de inmediato, Van hacia occidente, Van hacia oriente, y éstas son las direcciones principales o cardinales, si mencionásemos la rosa de los vientos completa no llegaríamos a salir de Porto y de la confusión.
Hay un acuerdo entre este perro y estas personas, cuatro seres racionales consienten en dejarse conducir por el instinto animal, salvo si están todos ellos siendo atraídos por un imán colocado en el norte o arrastrados por la punta de un hilo azul gemelo de éste que el perro no suelta. Salieron de la ciudad, se sabe que la carretera, pese a las curvas, sigue en la dirección justa, el perro da señales de querer salir, le abren la puerta y ahí va él, revigorizado por el descanso de la noche y por la pitanza suculenta que en casa le sirvieron. El trote es rapidísimo, Dos Caballos lo acompaña alegremente, no precisa morder la brida de impaciencia. Ahora la carretera no sigue junto al mar, va por tierras interiores, sólo por eso no veremos la playa donde Joaquim Sassa tuvo más fuerza que Sansón en una hora de su vida. Él mismo lo dijo, Qué pena que el perro no haya querido ir por la costa, os hubiera mostrado el sitio donde me ocurrió lo de la piedra, ni el mismo Sansón de la Biblia hubiera sido capaz de hacer lo que yo hice, pero por modestia debería callar, mayor prodigio fue y sigue siendo el de Joana Carda allá en los campos de Ereira, más enigmático es el temblor que Pedro Orce siente, y si aquí es nuestro guía terrestre un can del más allá, qué diremos de los miles de estorninos que acompañaron durante tanto tiempo a José Anaiço, abandonándolo únicamente en el momento de iniciar otro vuelo.
La carretera sube, baja y luego sube otra vez, y va subiendo siempre, y cuando baja es sólo para descansar un poco, no son muy altas estas sierras, pero fatigan el corazón de Dos Caballos que jadea en las subidas, el perro va delante, altivo. Se pararon para almorzar en una pequeña fonda al borde de la carretera, otra vez el perro desapareció para ir a buscar su propia vianda y cuando volvió traía sangre en la boca, pero la razón ya la sabemos, no hay misterio alguno, si no tienes quien te llene el pesebre, arréglatelas como puedas. De nuevo en camino, siempre hacia el norte, hubo un momento en que José Anaiço dijo, era a Pedro Orce a quien se dirigía, Si seguimos así vamos a entrar en España, volvemos a tu tierra, Mi tierra es Andalucía, Tierra y país, todo es lo mismo, Qué va, podemos no conocer nuestro país, pero conocemos nuestra tierra, Has estado alguna vez en Galicia, Nunca fui a Galicia, Galicia es la tierra de otros.
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