Gabriel Márquez - Vivir para contarla

Здесь есть возможность читать онлайн «Gabriel Márquez - Vivir para contarla» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Vivir para contarla: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Vivir para contarla»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Vivir para contarla es, probablemente, el libro más esperado de la década, compendio y recreación de un tiempo crucial en la vida de Gabriel García Márquez. En este apasionante relato, el premio Nobel colombiano ofrece la memoria de sus años de infancia y juventud, aquellos en los que se fundaría el imaginario que, con el tiempo, daría lugar a algunos de los relatos y novelas fundamentales de la literatura en lengua española del siglo XX.
Estamos ante la novela de una vida, a través de cuyas páginas García Márquez va descubriendo ecos de personajes e historias que han poblado obras como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada, y que convierten Vivir para contarla en una guía de lectura para toda su obra, en acompañante imprescindible para iluminar pasajes inolvidables que, tras la lectura de estas memorias, adquieren una nueva perspectiva.
«A los que un día le dirán: "Esto fuiste", "esto hiciste" o "esto imaginaste", Gabo se les adelanta y dice simplemente: soy, seré, imaginé. Esto recuerdo. Gracias por la memoria.»
CARLOS FUENTES

Vivir para contarla — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Vivir para contarla», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Almorzamos?

– No hay hambre, maestro -le dije. La réplica era directa en el código de la tribu: si decía que sí era porque estaba en un apuro urgente, tal vez con dos días de pan y agua, y en ese caso me iba con él sin más comentarios y quedaba claro que se las arreglaba para invitarme. La respuesta no hay hambre- podía significar cualquier cosa, pero era mi modo de decirle que no tenía problemas con el almuerzo. Quedamos en vernos en la tarde, como siempre, en la librería Mundo.

Poco después del mediodía llegó un hombre joven que parecía un artista de cine. Muy rubio, de piel cuarteada por la intemperie, los ojos de un azul misterioso y una cálida voz de armonio. Mientras hablábamos sobre la revista de aparición inminente, trazó en la cubierta del escritorio el perfil de un toro bravo con seis trazos magistrales, y lo firmó con un mensaje para Fuenmayor. Luego tiró el lápiz en la mesa y se despidió con un portazo. Yo estaba tan embebido en la escritura, que no miré siquiera el nombre en el dibujo. Así que escribí el resto del día sin comer ni beber, y cuando se acabó la luz de la tarde tuve que salir a tientas con los primeros esbozos de la nueva novela, feliz con la certidumbre de haber encontrado por fin un camino distinto de algo que escribía sin esperanzas desde hacía más de un año.

Sólo esa noche supe que el visitante de la tarde era el pintor Alejandro Obregón, recién llegado de otro de sus muchos viajes a Europa. No sólo era desde entonces uno de los grandes pintores de Colombia, sino uno de los hombres más queridos por sus amigos, y había anticipado su regreso para participar en el lanzamiento de Crónica. Lo encontré con sus íntimos en una cantina sin nombre en el callejón de la Luz, en pleno Barrio Abajo, que Alfonso Fuenmayor había bautizado con el título de un libro reciente de Graham Greene: El tercer hombre. Sus regresos eran siempre históricos, y el de aquella noche culminó con el espectáculo de un grillo amaestrado que obedecía como un ser humano las órdenes de su dueño. Se paraba en dos patas, extendía las alas, cantaba con silbos rítmicos y agradecía los aplausos con reverencias teatrales. Al final, ante el domador embriagado con la salva de aplausos, Obregón agarró el grillo por las alas con la punta de los dedos, y ante el asombro de todos se lo metió en la boca y lo masticó vivo con un deleite sensual. No fue fácil reparar con toda clase de mimos y dádivas al domador inconsolable, más tarde me enteré de que no era el primer grillo que Obregón se comía vivo en espectáculo público, ni sería el último.

Nunca como en aquellos días me sentí tan integrado a aquella ciudad y a la media docena de amigos que empezaban a ser conocidos en los medios periodísticos e intelectuales del país como el grupo de Barranquilla. Eran escritores y artistas jóvenes que ejercían un cierto liderazgo en la vida cultural de la ciudad, de la mano del maestro catalán don Ramón Vinyes, dramaturgo y librero legendario, consagrado en la Enciclopedia Espasa desde 1924.

Los había conocido en septiembre del año anterior cuando fui desde Cartagena -donde vivía entonces- por recomendación urgente de Clemente Manuel Zabala. jefe de redacción del diario El Universal, donde escribía mis primeras notas editoriales. Pasamos una noche hablando de todo y quedamos en una comunicación tan entusiasta y constante, de intercambio de libros y guiños literarios, que terminé trabajando con ellos. Tres del grupo original se distinguían por su independencia y el poder de sus vocaciones: Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor y Álvaro Cepeda Samudio. Teníamos tantas cosas en común que se decía de mala leche que éramos hijos de un mismo padre, pero estábamos señalados y nos querían poco en ciertos medios por nuestra independencia, nuestras vocaciones irresistibles, una determinación creativa que se abría paso a codazos y una timidez que cada uno resolvía a su manera y no siempre con fortuna.

Alfonso Fuenmayor era un excelente escritor y periodista de veintiocho años que mantuvo por largo tiempo en El Heraldo una columna de actualidad -«Aire del día»- con el seudónimo shakespeareano de Puck. Cuanto más conocíamos su informalidad y su sentido del humor, menos entendíamos que hubiera leído tantos libros en cuatro idiomas de cuantos temas era posible imaginar. Su última experiencia vital, a los casi cincuenta años, fue la de un automóvil enorme y maltrecho que conducía con todo riesgo a veinte kilómetros por hora. Los taxistas, sus grandes amigos y lectores más sabios, lo reconocían a distancia y se apartaban para dejarle la calle libre.

Germán Vargas Cantillo era columnista del vespertino El Nacional, crítico literario certero y mordaz, con una prosa tan servicial que podía convencer al lector de que las cosas sucedían sólo porque él las contaba. Fue uno de los mejores locutores de radio y sin duda el más culto en aquellos buenos tiempos de oficios nuevos, y un ejemplo difícil del reportero natural que me habría gustado ser. Rubio y de huesos duros, y ojos de un azul peligroso, nunca fue posible entender en qué tiempo estaba al minuto en todo lo que era digno de ser leído. No cejó un instante en su obsesión temprana de descubrir valores literarios ocultos en rincones remotos de la Provincia olvidada para exponerlos a la luz pública. Fue una suerte que nunca aprendiera a conducir en aquella cofradía de distraídos, pues teníamos el temor de que no resistiera la tentación de leer manejando.

Álvaro Cepeda Samudio, en cambio, era antes que nada un chofer alucinado -tanto de automóviles como de las letras-; cuentista de los buenos cuando bien tenía la voluntad de sentarse a escribirlos; crítico magistral de cine, y sin duda el más culto, y promotor de polémicas atrevidas. Parecía un gitano de la Ciénaga Grande, de piel curtida y con una hermosa cabeza de bucles negros y alborotados y unos ojos de loco que no ocultaban su corazón fácil. Su calzado favorito eran unas sandalias de trapo de las más baratas, y llevaba apretado entre los dientes un puro enorme y casi siempre apagado. Había hecho en El Nacional sus primeras letras de periodista y publicado sus primeros cuentos. Aquel año estaba en Nueva York terminando un curso superior de periodismo en la Universidad de Columbia.

Un miembro itinerante del grupo, y el más distinguido junto con don Ramón, era José Félix Fuenmayor, el papá de Alfonso. Periodista histórico y narrador de los más grandes, había publicado un libro de versos, Musas del trópico, en 1910, y dos novelas: Cosme, en 1927, y Una triste aventura de catorce sabios, en 1928. Ninguno fue éxito de librería, pero la crítica especializada tuvo siempre a José Félix como uno de los mejores cuentistas, sofocado por las frondas de la Provincia.

Nunca había oído hablar de él cuando lo conocí, un mediodía en que coincidimos solos en el Japy, y de inmediato me deslumbró por la sabiduría y la sencillez de su conversación. Era veterano y sobreviviente de una mala cárcel en la guerra de los Mil Días. No tenía la formación de Vinyes, pero era más cercano a mí por su modo de ser y su cultura caribe. Sin embargo, lo que más me gustaba de él era su extraña virtud de transmitir su sabiduría como si fueran asuntos de coser y cantar. Era un conversador invencible y un maestro de la vida, y su modo de pensar era distinto de todo cuanto había conocido hasta entonces. Álvaro Cepeda y yo pasábamos horas escuchándolo, sobre todo por su principio básico de que las diferencias de fondo entre la vida y la literatura eran simples errores de forma. Más tarde, no recuerdo dónde, Álvaro escribió una ráfaga certera: «Todos venimos de José Félix».

El grupo se había formado de un modo espontáneo, casi por la fuerza de gravedad, en virtud de una afinidad imdestructible pero difícil de entender a primera vista. Muchas veces nos preguntaron cómo siendo tan distintos estábamos siempre de acuerdo, y teníamos que improvisar cualquier respuesta para no contestar la verdad: no siempre lo estábamos, pero entendíamos las razones. Éramos conscientes de que fuera de nuestro ámbito teníamos una imagen de prepotentes, narcisistas y anárquicos. Sobre todo por nuestras definiciones políticas. Alfonso era visto como un liberal ortodoxo, Germán como un librepensador a regañadientes, Álvaro como un anarquista arbitrario y yo como un comunista incrédulo y un suicida en potencia. Sin embargo, creo sin la menor duda que nuestra fortuna mayor fue que aun en los apuros más extremos podíamos perder la paciencia pero nunca el sentido del humor.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Vivir para contarla»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Vivir para contarla» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Gabriel Márquez - Los Beatles
Gabriel Márquez
Gabriel Márquez - Del Amor Y Otros Demonios
Gabriel Márquez
Gabriel Márquez - El otoño del patriarca
Gabriel Márquez
Gabriel Márquez - La Hojarasca
Gabriel Márquez
Gabriel Márquez - Noticia de un Secuestro
Gabriel Márquez
libcat.ru: книга без обложки
Gabriel Márquez
Jorge Fernández - Vivir para contarlo
Jorge Fernández
Отзывы о книге «Vivir para contarla»

Обсуждение, отзывы о книге «Vivir para contarla» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x