Jorge Bucay - Amarse con los ojos abiertos

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Amarse con los ojos abiertos: краткое содержание, описание и аннотация

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Bajo el título de `Amarse con los Ojos Abiertos` (2000) editorial Del Nuevo Extremo presenta una novela original y atrapante. Jorge Bucay y Silvia Salinas narran la experiencia de un hombre y una mujer que se enredan a través del correo electrónico, dando comienzo al mismo tiempo a una fascinante historia y a un libro de reflexión sobre el sentido de la pareja.

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Fredy Quería contarte de la pareja que me mandaste. El planteamiento de él es que quiere estar solo. Hace mucho que se obliga a ser de una manera para que ella no se enoje. El sistema entre ellos es que ella actúa como una mamá que le dice lo que tiene que hacer y él busca la aprobación de ella todo el tiempo. Llegó un punto en que se sintió muy mal y quiere separarse. Ella no entiende qué pasa. El problema aquí es que él no puede decir: «Éste soy yo, esto es lo que me pasa a mí, esto es lo que quiero». No puede hablar y se retira afectivamente. Ella se vuelve mucho más exigente, se desespera y esto a él lo asusta, entonces se vuelve más introvertido. La base de la terapia de pareja es para ayudarlo a él a expresar todo esto que le pasa. Si para estar con otro, yo tengo que renunciar a ser yo mismo, la cosa no va a funcionar. Esta es una premisa esencial para las parejas. Como a él le cuesta mucho hablar, yo lo ayudo a perderle el miedo a ella y a darse permiso de decir lo que necesita. Está lleno de rabia por haberse sometido tanto tiempo. Con terapia voy a ayudarlo a sacar toda esa bronca, y posiblemente entonces haya de nuevo lugar para el amor. El trabajo de ella es meterse consigo misma. Por eso quiero que venga sola. Ella lo mira con unos ojos que demandan, que esperan una respuesta, y él se inhibe. Ella lo mira todo el tiempo esperando que diga algo y él se siente acorralado y se calla. Si ella aprendiera a centrarse en ella, él se sentiría menos acosado. Lo positivo es que él quiere venir, yo cada sesión le pregunto si quiere venir la próxima para que tome la responsabilidad del encuentro, para que no se sienta presionado. La última sesión hablamos de este sistema que tienen y los dos acordaron que es así y no saben cómo salir de allí. Él le tiene miedo y por eso se somete. Este es el problema de muchos hombres que se someten por miedo a las mujeres y luego se aíslan afectivamente. En estas situaciones, el camino terapéutico es ayudarlos a enfrentar a la mujer en vez de someterse o huir. Welwood dice que muchos hombres no tuvieron un buen modelo para salir de las garras de su madre y repiten la situación con sus parejas. El sentido de la terapia en estos casos es ayudarlos a enfrentarse, a tomar conciencia de que pueden ser ellos mismos y estar con una mujer. El problema es que la disyuntiva queda planteada así: para ser yo mismo tengo que estar solo, si quiero estar en pareja tengo que someterme. ¿Cuál es el camino en el cual yo pueda ser yo y estar con otro al mismo tiempo? Cuando los hombres sienten que no pueden con una mujer, huyen, se retiran, ya sea física o emocionalmente, se desconectan de la mujer. Esto genera en ella mucho dolor, se vuelve más demandante y reclama. Esto produce que el hombre se retire aún más y se arme un círculo vicioso en el cual se van alejando cada vez más. Te doy un ejemplo: El otro día en sesión él contaba que tenía muchas ganas de cenar con ella, de pasarla bien… y cuando la llamó para invitarla ella empezó a hablarle de que la madre de él le había contado a la tía de ella que ella no lo había cuidado, y a ti qué te parece, etc… En ese momento él se sintió obligado a responder de la manera que ella esperaba, es decir, él sentía que no tenía opción, que tenía que darle la razón aun cuando ni siquiera le interesaba el tema. Entonces decidió cortar y no encontrarse con ella. Cuando vienen a sesión él comenta el hecho, y allí yo le dije: qué hubiera pasado si le decías “yo tengo ganas de estar contigo, pero no de hablar de ese tema, dejemos ese tema para otro momento”. Y él dijo: “Yo no me animé a decírselo”. Ahí le pregunté a ella cómo hubiera respondido a ese planteamiento de él. Y entonces ella dijo: “A mí me hubiera encantado que me ayudaras a cortar con ese tema y haber podido pasar una buena noche contigo”. En mi opinión, el trabajo terapéutico de los hombres es aprender a decirle a las mujeres lo que les pasa y especialmente lo que les pasa frente a ellas, y una mujer le agradece mucho a un hombre cuando se abre en vez de huir. Del mismo modo que un hombre le agradece a una mujer cuando realmente se abre en lugar de estar diciéndole a él cómo tiene que actuar, que ser, etc… Me gustaría saber tu punto de vista, ya que tú también los viste. No recibí ningún mail tuyo como dijiste. Vuelve a mandármelo y prometo contestarlo enseguida. Laura

Hola Laura. Aquí estoy, esta vez arriba de un avión y nuevamente volviendo a Buenos Aires. España está cada vez más hermosa, la presentación del trabajo en Granada fue muy emocionante, pero uno de las cosas que me conectó contigo y con Argentina fue que me di el lujo de anunciar en un reportaje la futura publicación de nuestro libro sobre parejas en España. ¿Qué te parece? En algunas cosas estar en Andalucía es como estar en casa, pero en otras parece otro universo, no sólo otro país. Acaso por los 40 años de franquismo en España, o más probablemente por los 40 años de psicologismo en Buenos Aires, ellos y nosotros hemos crecido en rumbos diferentes. Nunca deja de sorprenderme el grado de represión sexual que percibo en los españoles (no hablemos de Madrid, ni de Barcelona, ciudades cosmopolitas si las hay). Hablo del español (y mucho más del español que de la española) del resto de la península. Allí el tabú se enuncia desde lugares que en la Argentina ya no escuchamos. Las fantasiás sexuales por ejemplo son vividas tan culposamente que el autocastigo preferido es la fantasía de condenación (me refiero al infierno, claro). En el diálogo interno la conciencia no me dice “Esto está mal”, me dice: “Te condenarás… a ti y a tu descendencia!” (Y esto es sólo por los malos pensamientos). El caso es que he hablado de nuestro libro con algunos colegas, sobre todo con Julia Atanasópulo (una psicóloga que fundo en Granada el Centro Andaluz de Psicoterapia Gestáltica), nuestras propuestas y posiciones y las de Welwood les sorprendieron primero y los fascinaron después. En cierta medida, personal y profesionalmente ellos siguen creyendo en la pareja ideal, en el placer permanente y en el enamoramiento perpetuo. Cuando se dan cuenta de que no lo tienen lo buscan, lo exigen, lo prescriben o se resignan. Fue bien interesante. A la semana de estar en Granada, Carmen, mi esposa, llegó a la ciudad para pasar unos días con nosotros y volver conmigo a Buenos Aires. Hacía unos tres años que Julia y Quique (su marido) no nos veían juntos. Carmen estaba bárbara, había pasado tres días en Madrid con unos amigos y había viajado después a Granada. La pregunta de Julia fue: -Oye, ¿tú estás bien con Carmen? -Sí -dije- fantástico. -¿Seguro? -preguntó. -Sí -afirmé- ¿por? -Os noto distantes… -¿Distantes? -pregunté. -Sí, fríos, independientes raros. Yo no contesté, pero me quedé pensando. En cierto modo es verdad, Carmen y yo hemos crecido mucho desde la última vez que los vimos y el crecimiento no fue más de lo mismo. En este tiempo, una vez más, Carmen fue la generadora de este desarrollo personal mío. Miro para atrás y me veo a mí mismo hace años, tan dependiente, tan barroco, tan pendiente y por ende ¡tan exigente! Fue en un café en Ramos, Carmen me puso cara de seria y como quien da una noticia fatal me dijo: -Quiero empezar a estudiar una carrera universitaria. Te confieso que me pareció un cambio banal. -Ah, ¿sí? -dije displicente. -Sí -dijo Carmen-, quiero estudiar psicología. -Bueno -dije- y un nudo extremadamente atávico me cerró la garganta. Cien mil acusaciones que empezaban con “Necio, bruto” y terminaban con “fascista, machista y retrógrado” quedaron en silencio mientras mi boca agregaba: -¿Está decidido? -¿Te jode? -preguntó Carmen que sabía la respuesta. -Sí -dije. Durante las siguientes 48 horas no pudimos seguir hablando. Carmen intentaba acercarse y sacar el tema y yo lo rehuía. Yo, terapeuta, supuestamente esclarecido, asesor de parejas, profesional de la salud, no sabía qué iba a ser de mí. Hoy lo escribo y me avergüenzo, pero así fue. Durante años Carmencita se había ocupado de todo, menos de mi trabajo. Ella resolvió en esos veinte años el tema administración, casa, impuestos, niños, mecánicos, vacaciones,vestimenta, invitaciones y familia política. Y ahora yo sabía que ya no iba a ser igual. Siempre yo podía hablar con algún amigo y arreglar una cena, una salida o un viaje que Carmen no tendría problemas, y de pronto eso había terminado. Muy fuerte. Muy irritante. Muy triste. A la semana hablamos. Yo estaba todavía muy conmocionado. Me acordaba todo el tiempo de mi paciente Juan Carlos, cuando su esposa le dijo que quería volver al trabajo y él le dijo: “¿Por qué?, ¿qué te falta?, ¿por qué necesitas salir a trabajar?”. Y en realidad confesaba en el consultorio que no podía creer que a su compañera no tuviera suficiente con su papel de esposa. ¿Sería eso lo que me molestaba? El tiempo demostró que no era eso. El tiempo demostró que, una vez más, Carmen ayudó a desarrollar mis aspectos más negros. El tiempo mostró que se puede armar una relación con quien amas desde cientos de lugares diferentes. “Cada pareja arma su propio circo”, como dices siempre tú. He aprendido a vivir esta diferente relación de pareja. Aprendí a volver a disfrutar de algunos placeres olvidados como viajar solo. Volví a disfrutar del alivio de no cargar con la pareja y dejé de lamentar el reclinar mi peso sobre Carmen. Es cierto, han pasado casi tres años desde entonces y todavía de vez en cuando la extraño. Añoro a esa Carmen que fue… y que, a pesar de todo, ya no elegiría para mí. Gracias por escucharme. Fredy

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