…Con San Bautista se encuentra
y de esta manera le habla:
¿qué no has visto tú pasar
al hijo de mis entrañas?
– Por aquí pasó Señora
tres horas antes del alba,
cinco mil azotes lleva
en sus sagradas espaldas,
una túnica morada
y una soga en su garganta.
La Virgen oyendo esto
cayó en tierra desmayada,
San Juan como buen sobrino
luego acudió a levantarla.
– Levántate Señora tía
que ya es hora de tardanza.
Caminemos, caminemos
hasta llegar al Calvario…
Suben los cohetes y estallan sobre el cielo campestre. Todos gritan vivas al patrón para alentar su esplendidez, y como en este caso el patrón era yo, decidí aumentar hasta donde fuera necesario los alcances de la fiesta… Como mi compadre Sabás me prestó su casa de campo para el convite, nos vinimos a ella todos a pie, entre los dichos y chanzas de los mozos, alentados por la música y las canciones.
Ven mujer junto a la pila
a cantar una canción,
unas copas de tequila
han hecho mi inspiración…
– Chíngale ora mas que mañana no vengas.
– Te callas pulque o te doy un trago.
– Mi padre era hombre, vendía tamales.
– Todavía ni te horcan y tu ya te estás encuerando.
– ¡Sacudió el pico y siguió cantando…!
En la casa de campo ya nos esperaban los amigos y las familias de los mozos. Al ver el gentío hice de tripas corazón y mandé a la plaza para que los vendedores se vinieran con sus cajones de birria y sus bateas de chicharrones, porque todo lo que yo tenía previsto no ajustaba ni para empezar. Si a esto agrego los chiquihuites de tortillas, las dos barricas de ponche, los paquetes de cigarros y todo el día de mariachi, resulta que los asistentes tienen razón: hacía mucho que no se veía en Zapotlán un acabo como el mío.
También estuvieron como invitados los mozos de Tiachepa, que todavía no acaban ni la escarda. Les hicieron muchas bromas, como si ellos tuvieran la culpa, pero al fin y al cabo comieron y se emborracharon a más y mejor, como que presienten que en aquella labor no habrá fiestas, acabos ni convites…
Se me quedó grabado un dicho que le oí decir a uno de los mozos, a propósito de mí. Sin ver que yo estaba cerca, dijo que el patrón "era como el gallo de tía Petoraca, sin cola, pero cantador…"
***
– Dicen que Dios no les da alas a los alacranes, pero mire, allí va uno de flor en flor, volando como una chuparrosa…
– Ellas tienen la culpa. Yo la mera verdad no entiendo a las mujeres: en vez de darles miedo, les gusta que se les pare por enfrente. No hay como tener fama.
– Deje usted lo de la fama. Lo que tiene son centavos, es joven y bien plantado. Yo creo que ni siquiera les dice mayor cosa, ya ve, no es muy decidor que digamos. Lo que sabe es agarrarlas a sus horas, para no perder el tiempo. Ya ve usted lo que les hizo a los Hurtado, después de un día de campo. Muy acomedido, se ofreció a llevarlos a su casa, y cuando todos se habían bajado, menos la hija mayor, arrancó la camioneta y se la quitó en sus meras narices. Dicen que ella estaba de acuerdo y que por eso no se bajó, vaya usted a saber…
***
Allí está otra vez don Salva caído en el insomnio, como sapo en lo profundo de un pozo, golpeándose la cabeza en su almohada de piedra, casándose y descasándose, enviudando y volviéndose a casar con todas las muchachas de Zapotlán, con las de ahora y con las que conoció hace mucho, poniéndoles miles de defectos a unas y a otras, quedándose definitivamente solo en su noche de soltero empedernido, deshojando la inmensa margarita de los enamorados infieles, con ésta sí, con ésta no, con ésta tampoco, con aquélla Dios me libre, como si las tuviera a su entera disposición, porque saben que es rico y bien parecido… Todas se le entregan y se le desvanecen, pero Chayo se le resiste a las tres de la mañana, y el sultán solitario se duerme pensando en ella, allí en su cama angosta con perillas de latón: "Mañana mismo le voy a decir que se case conmigo…"
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– Ese noviazgo no me gusta, la mera verdad, cada oveja con su pareja. Odilón tiene que casarse con una rica, y eso de que ande con una pobre me da muy mala espina. Chayo es muy guapa, de buen semblante y muy acuerpadita, nadie lo niega, pero yo también fui guapa ¿y de qué me sirvió? Traje de cabeza a don Abigail, allá cuando éramos jóvenes. Pero a la hora de la hora, me dijo que antes de casarnos le diera una prueba de amor, en un día de campo.
– ¿Y tú se la diste?
– ¿Pues qué no estás viendo en lo que vine parar? Mi vida estuvo como el tamal de tía Cleta, que se acabó a probadas…
Bien recuerdo el paraje
donde me burló el infame,
a la orilla de un aguaje
y al pie de un verde lépame…
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Muy buena idea la de don Alfonso: nuestro Ateneo, que tan grato pasatiempo nos proporciona la noche del jueves de cada semana, es un islote incomunicado en este archipiélago del sur de Jalisco. No sabemos nada de aquellos que tan cerca de nosotros cultivan las letras en sus rincones de provincia. Apenas si de vez en cuando algún periódico local nos da muestras de esos ingenios escondidos.
Pues bien, de ahora en adelante, ya que la idea de don Alfonso fue aprobada por unanimidad, recibiremos la visita, por lo menos cada quince días, de algún poeta o escritor de la región. Cada uno de nosotros se turnará para dar alojamiento por una noche a tan distinguidos huéspedes, y los gastos de viaje, que no montan gran cosa, los pagaremos entre todos.
Este intercambio cultural será indudablemente valioso y promoverá amistades fructíferas. Siempre recordamos con afecto la visita de un notable poeta de Tamazula, recientemente fallecido, que por mera casualidad asistió a una de nuestras sesiones. Yo le pedí copia de un soneto, que conservo autógrafo como preciado recuerdo: "Al pie de una escarpada azul montaña, yace Tlamazolán, la hermosa villa…"
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Julio 10
Me la encontré en una ventana. Tuve sus ojos tan cerca de los míos que sentí su mirada como un golpe.
Tiene los ojos grandes, claros, y el color de su cara es trigueño.
Los cabellos le cubren los hombros. Es esbelta. Alta y delgada. Tendrá quince años cuando mucho.
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Julio 11
La casa sólo tiene una ventana. Creo que da a la sala. Allí no hay luz. La puerta de la sala da al patio y coincide con la ventana a través de la cual observo. Estoy en la acera de enfrente, y miro al fondo de la casa. Detrás de la sala oscura, hay luz en el patio. Allí está ella leyendo. Sólo veo sus cabellos. La línea de su frente se recorta sobre la página blanca. La calle es sombría. El cuadrito luminoso que veo a través de la ventana me llena de felicidad. Me gusta verla leyendo. También quisiera que volteara. No sabe que estoy allí, enfrente de su casa. ¿Por qué no voltea? Sus cabellos le cubren la espalda. La luz los enciende, matizándolos. De pronto, el cuadro desaparece. Es la madre que se ha dado cuenta cíe mi asedio y cierra la ventana.
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Julio 12
Como todos los enamorados, vivo en la incertidumbre. Sé de ella muy pocas cosas, y sin embargo ya me he hecho muchas ilusiones. A la hora que compare la realidad con lo que sueño puede ocurrirme un desastre.
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Julio 13
Lo que más parece ella es una flor. Una flor clara y alta sobre su tallo. Parece que no durará mucho tiempo, como los lirios de la laguna. Me asombro de verla al día siguiente lo mismo de hermosa.
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