Julia Quinn - Treinta y seis Tarjetas de San Valentín

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Treinta y seis Tarjetas de San Valentín: краткое содержание, описание и аннотация

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Susannah Ballister había sido una de las más populares debutantes de la temporada anterior, hasta que el hombre que todos creían que le propondría matrimonio se casó con otra. De la noche a la mañana, ella se convirtió en alguien a quien compadecer y sobre quien cuchichear, de modo que se marchó al campo para recuperarse.
De vuelta en Londres de nuevo, a Susannah se le hace difícil sonreír siendo objeto de los rumores y debiendo conformarse con su nuevo papel de desdeñada. David Mann-Formsby, conde de Renminster es el hermano del hombre que la despreció. Socialmente influyente, realiza un acto de amabilidad que sirve para que Susannah recupere su lugar en la sociedad. Pero entonces David descubre que lo que le impulsa a hacerlo es más que amabilidad… él desea a Susannah. Aunque pensaba que no era la mujer apropiada para su hermano, se da cuenta de que es completamente apropiada para él mismo, pero ahora debe convencer a Susannah de ello. Por su parte, Susannah está confundida por la ayuda de David, de quien sabe que no la aprobaba, y llega a la conclusión de que debe ser piedad, o al menos simpatía lo que le motiva. Ahora David debe dar un gran paso para mostrarle que no es la piedad lo que le impulsa, sino el amor.

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"He soñado con esto," susurró él, alzándose lo justo para ver su rostro. Sus ojos la quemaban, y aunque la débil luz no le permitía ver su color, los sintió ardiendo de un feroz y brillante verde mientras viajaban a través de ella.

"Yo he estado soñando contigo," dijo ella tímidamente.

Los labios de David se curvaron en una sonrisa peligrosamente masculina. "Cuéntame," le ordenó gentilmente.

Ella se sonrojó, sintiendo que el rubor se extendía a través de todo su cuerpo, pero de todos modos susurró, "Soñé que me besabas. "

"¿Así? " murmuró él, besándola en la nariz.

Sonriendo, ella negó con la cabeza.

"¿Así? " preguntó él, rozando sus labios contra los de ella.

"Un poco de esta manera," confesó ella.

"O tal vez," reflexionó él, con un destello diabólico en sus ojos, "así. " Sus labios se arrastraron a lo largo de su garganta, moviéndose a través de sus inflamados pechos hasta que se cerraron sobre un pezón.

Susannah soltó un pequeño grito de sorpresa… que rápidamente se convirtió en un ronco gemido de placer. Nunca había soñado que tales cosas fueran posibles, o que tales sensaciones existieran. David tenía una boca perversa y una lengua traviesa, y la hacía sentir como una mujer caída y depravada.

Y a ella le gustó cada instante de ello.

"¿Era así? " le preguntó él, sin cesar en su tortura, mientras murmuraba las palabras.

"No," dijo ella, con voz entrecortada, "yo jamás había soñado con esto. "

Él levantó la cabeza para mirarla ávidamente a la cara. "Hay mucho más, mi amor. "

Se separó de ella y rápidamente se deshizo de sus pantalones, quedándose extraordinaria y alarmantemente desnudo.

Susannah jadeó al mirarlo, haciéndolo reír entre dientes.

"¿No es lo que esperabas? " preguntó David, cuando volvió a tenderse junto a ella.

"No sé lo que esperaba," confesó ella.

Sus ojos se pusieron serios cuando acarició su pelo. "No hay nada que temer, te lo prometo."

Ella alzó la mirada a su cara, incapaz de contener su amor por ese hombre. Era tan bueno, tan honesto, tan autentico. Y la quería- no como una posesión o una conveniencia, sino por ella misma, por la persona que era. Había alternado el suficiente tiempo en sociedad como para haber oído susurros sobre lo que sucedía durante la noche de bodas, y sabía que no todos los hombres se comportaban con tanta consideración.

"Te amo," susurró él. "Nunca lo olvides. "

"Nunca," prometió ella.

Y entonces las palabras cesaron. Sus manos y sus labios la condujeron a una febril excitación, al borde de algo audaz y desconocido. Él le besó y le acarició todo el cuerpo y la amó hasta que ella estuvo tensa y temblorosa de necesidad. Entonces, cuando ella estaba segura de que no podía aguantar ni un momento más, su rostro estuvo otra vez frente al suyo, y su virilidad se apretaba contra ella, urgiéndola a separar sus piernas.

"Estás lista para mí," le dijo él, con los rasgos tensos por la contención.

Ella asintió. No sabía que más hacer. No tenía ni idea de si estaba lista para él, ni siquiera sabía para que se suponía que estaba lista. Pero quería algo más, de eso estaba segura.

Él avanzó entre sus muslos, solamente un centímetro, pero suficiente para que ella jadeara ante la sorpresa de su entrada.

"¡David! " jadeó, agarrandose a sus hombros.

El tenía los dientes apretados, y expresión casi de dolor.

"¿David? "

Él empujó de nuevo, introduciéndose lentamente, dándole tiempo a acomodarse a él.

Susannah contuvo otra vez la respiración, pero tuvo que preguntar, "¿Estás bien? "

Él soltó una áspera risa. "Bien", dijo él, rozándole la cara. "Solamente un poco… Te amo tanto que es difícil contenerse. "

"No lo hagas," dijo ella suavemente.

Él cerró los ojos un momento, luego la besó una vez, suavemente, en los labios. "No lo entiendes," susurró.

"Hazme entender. "

Él empujó penetrando más profundamente.

Susannah soltó un sorprendido "oh".

"Si voy demasiado rápido, te haré daño," le explicó él, "y no podría soportar eso. " Siguió introduciéndose poco a poco, gimiendo mientras lo hacía. "Pero si voy despacio… "

Susannah pensó que no parecía disfrutar particularmente yendo despacio, y, la verdad sea dicha, ella tampoco. No había nada malo en ello , y la plenitud de sensaciones la tenían más bien intrigada, pero había perdido la sensación de urgencia que había sentido solamente momentos antes.

"Esto puede doler," dijo él, empujando sus caderas hacia delante y penetrándola un poco más, ", pero sólo durante un momento, te lo prometo. "

Ella alzó la vista, tomando su cara en sus manos. "No estoy preocupada," dijo suavemente.

Y no lo estaba. Eso era lo más asombroso. Confiaba completamente en este hombre. Con su cuerpo, con su mente y con su corazón. Estaba preparada para unirse a él de cada modo posible, preparada para unir su vida a la de él hasta la eternidad.

Pensar en ello le produjo tanta alegría que temió explotar.

Y de repente él estaba totalmente dentro de ella, y no hubo ningún dolor, solamente una leve punzada de incomodidad. Él se mantuvo inmóvil durante un momento, expulsando el aliento en cortas y ásperas bocanadas, y luego, después de susurrar su nombre, comenzó a moverse.

Al principio Susannah no se percató de lo que pasaba. Él se movió despacio, con un ritmo estable que la hipnotizó. Y el urgente entusiasmo que había estado sintiendo, aquella desesperada necesidad de realización, comenzó a crecer otra vez. Comenzó como una diminuta semilla de deseo, y creció hasta poseerla por completo y abarcar cada recoveco de su cuerpo.

A esas alturas David había perdido el ritmo pausado, y sus movimientos se habían vuelto frenéticos. Ella se movió para salirle al encuentro en cada embestida, incapaz de contener su necesidad de moverse, de retorcerse bajo él, de tocarlo dondequiera que sus manos pudieran alcanzar. Y solamente cuando pensó que no podría aguantar más tiempo, que moriría si continuaban así, su mundo explotó de placer.

Todo el cuerpo de David se tensó en ese instante, como si de repente hubiese perdido hasta la última hebra de su control, y soltó un triunfante grito antes de sufrir un colapso encima de ella, incapaz de hacer nada más que respirar entrecortadamente.

El peso de él era aturdidor, pero había algo… reconfortante en tenerlo así. Susana no quiso que se moviera jamás.

"Te amo," dijo él, una vez que fue capaz de hablar. "Te amo muchísimo. "

Ella lo besó. "Yo también te amo. "

"¿Te casarás conmigo? "

"Ya te dije que sí. "

Él sonrió amplia y malvadamente. "Lo sé, ¿pero te casarás conmigo mañana? "

"¿Mañana? " ella jadeó, retorciéndose bajo él.

"Muy bien," gruñó él, "la próxima semana. Probablemente me llevará al menos unos días conseguir una licencia especial. "

"¿Estás seguro? " preguntó ella. Aún cuando quiso gritar de placer ante su urgencia por hacerla suya, sabía que su posición en la sociedad era importante para él. Los Mann-Formsby no se casaban en ceremonias apresuradas. "Dará que hablar," añadió ella.

Él se encogió de hombros como un chiquillo. "No me importa. ¿Y a ti? "

Ella sacudió la cabeza, con una sonrisa extendiéndose a través de su cara.

"Bien," gruñó él, volviendo a rodearla con los brazos. "Pero quizás deberíamos sellar el trato más firmemente. "

"¿Más firmemente? " chilló ella. Él parecía bastante firme, en efecto.

"Por supuesto," murmuró él, capturando el lóbulo de su oreja entre los dientes y mordisqueándolo hasta que ella tembló de placer. "Por si acaso no has quedado suficientemente convencida de que me perteneces. "

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