Pedro Alarcón - El Niño De La Bola

Здесь есть возможность читать онлайн «Pedro Alarcón - El Niño De La Bola» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Niño De La Bola: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Niño De La Bola»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Niño de la bola está considerada entre sus mejores páginas literarias.
Obtuvo un gran éxito editorial y trabajó en ella durante años con la intención de desquitarse del triste destino polémico que le había tocado a El Escándalo. Incluye «un par de crímenes» como ingrediente que, a juicio del autor, no debe faltar en ningún relato romántico. Alarcón sabe captar a la perfección el aliento casi irracional que alimenta esta «tragedia popular», en la que no faltan los elementos costumbristas típicos de sus novelas. El título de su última novela, La pródiga, hace referencia a la protagonista, Julia, en la que encontramos trazos románticos con continuas alusiones a George Sand, cuya vida y el idilio amoroso que mantiene es condenado por el autor y el coro de personajes

El Niño De La Bola — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Niño De La Bola», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Antonio giró un poco sobre la silla, hasta dar la espalda al arrogante joven, como dejando el cuidado de su propia vida a la conciencia pública y a los representantes de la ley.

Manuel, demudado por cuarenta y ocho horas de constante martirio, febril, delirante, enloquecido por la carta de Soledad, miraba a ésta con la terrible audacia de siempre, y también con una especie de amorosa ufanía y declarado triunfo que pregonaban de un modo feroz, por lo ingenuo, la deshonra de Antonio Arregui, llenando de asombro a la concurrencia. ¡Indudablemente, si el esposo hubiera visto aquella mirada, su dignidad le habría hecho abalanzarse al temerario que así le ofendía!… Pero repetimos que Antonio no hacía caso alguno de Venegas, o, por lo menos, no le miraba.

Soledad, por su parte, tenía clavados los ojos en el suelo.

La madre era la única que lo veía todo y que temblaba como la hoja en el árbol.

También temblaban los circunstantes; y no fue uno solo quien murmuró en voz baja:

– ¡Esto es horrible! ¡Se masca la sangre!

Otros decían al mismo tiempo:

– ¿Habéis reparado? ¡Manuel trae dentro de la faja un par de pistolas.

Y, en efecto, todos advertían que su rico ceñidor de seda marcaba en la parte anterior de la cintura dos largos bultos que daban lugar a semejante suposición.

En fin: el caso era de lo más grave y comprometido que pudieron apetecer nunca los aficionados a querellas y desastres. Si Vitriolo hubiese estado allí, se habría bañado en agua de rosas.

Un buen hombre, el buñolero de la plaza, tuvo entonces la feliz idea de llamar hacia otro lado la atención de Manuel y de los espectadores, a fin de conjurar el conflicto.

– ¡Un real -exclamó- por que Manuel baile con la señora marquesa!

Y señalaba a la huéspeda de don Trajano.

El pensamiento fue muy aplaudido y despertó en la gente una deliberada alegría, que más bien era misericordia. La causa del bien acababa de ganar mucho terreno.

Nadie pujó en contra del piadoso anciano, y como la más vulgar cortesía vedaba a Manuel oponerse a bailar con tan noble señora, y, por otra parte, convenía a su propósito que la ley tradicional de la rifa fuese aquel día respetada ciegamente por todo el mundo, cedió al blando impulso con que lo animaban muchas personas y adelantóse hacia la forastera.

Esta no se hizo rogar y ya estaba de pie cuando Manuel llegó a ella sombrero en mano. Dirigió la beldad una amable sonrisa a nuestro héroe por vía de aceptación y saludo; tercióse la mantilla debajo del brazo, como si hubiese nacido en el propio Albaicín, y, tomando puesto entre las demás parejas, que hicieron alto inmediatamente para que la gentil madrileña y el famoso Manuel luciesen mejor su gallardía, rompió ella a bailar un fandango clásico, sobrio de mudanzas, pero voluptuoso como el que más, que arrancó mil aclamaciones.

Manuel apenas se movía. Hubiera podido decirse que únicamente oscilaba, atraído por las alternadas idas y venidas de la bella aristócrata, cuyo traje de seda crujía a cada garbosa contorsión de sus brazos y talle, como las lucientes escamas de elegante culebra que se yergue y enrosca alternativamente, queriendo fascinar a la ansiada víctima.

Pero el infortunado joven, a quien la negra suerte había reservado aquel último escarnio, no levantaba la vista del suelo.

Soledad aprovechaba en tanto la general distracción para devorar a su amante con los ojos… Seguía Antonio casi vuelto de espaldas a su mujer y al público… Y, como si todavía fuese posible que la comedia sustituyese a la tragedia, don Trajano y Pepito sentían unos celos feroces al pensar que no eran ellos idóneos para el personalísimo arte de Terpsícore.

Acabó de bailar la llamada marquesa y quedó, con los brazos medio tendidos, esperando el inexcusable abrazo de ordenanza. Manuel se detuvo cortado…, y ella permaneció también inmóvil, afectando pudor…

– ¡Que la abrace! -gritó el público.

Manuel avanzó tímidamente, y abrazó a la hermosa forastera entre los aplausos del gentío.

Tendió entonces Luisita la mano al joven para que la condujese a su sitio, y díjole a los pocos pasos, deteniéndolo:

– ¿Conque ya no se marcha usted? Vaya usted a visitarme, y hablaremos de América… Yo tengo intereses en Lima.

– Señora… -contestó Manuel lúgubremente-. ¡Lo que tiene usted, o ha tenido, es la crueldad de bailar con un cadáver!

La forastera sintió escalofríos de horror, y, soltando la mano del infeliz, lo saludó ceremoniosamente y corrió a su asiento.

– ¡Es un hombre finísimo!… ¡Un hombre delicioso!… -iba diciendo a izquierda y derecha para ocultar su miedo y su humillación.

En aquel mismo instante sonó una voz terrible, comparable a la trompeta del Juicio Final: la voz de Manuel Venegas, que decía:

– ¡Cien mil reales por que baile conmigo aquella señora!

Y señalaba a Soledad.

Todo el mundo se puso de pie, y Antonio el primero de todos. La gente menuda prorrumpió en vítores y aplausos.

Reinó, pues, una agitación indescriptible.

Manuel Venegas estaba plantado en medio de la explanada, solo, con los brazos cruzados, y fijos los ojos en la Dolorosa .

Esta y su madre contenían a Antonio, mientras que las autoridades, los prebendados, el señor de Mirabel y otras muchas personas de viso le decían que Venegas estaba en su derecho; que la petición era legal; que sólo podía rechazarse haciendo otra oferta mayor, pero que sería temeridad intentarlo, cuando aquel hombre poseía millones y estaba medio loco.

La gente de pelea y toda la chusma de chiquillos y pordioseros gritaban entre tanto:

– ¡Ya está dicho! ¡Cien mil reales! ¡Si el otro no da más, que tenga paciencia! ¡Vamos, señora; salga usted a bailar, que anochece! ¡El Niño Jesús es antes que todo! ¡Señor Arregui, aquí no se lucha más que con dinero! ¡Suelte usted la mosca o la mujer! ¡No hay escapatoria!

Antonio tuvo que desistir de su empeño de ir a concertar con Manuel un desafío a muerte, que era el plan que se deducía de sus medias palabras, y, apremiado por el mayordomo de la Cofradía, que gritaba con voz oficial: ¡Cien mil reales por que baile la señora de Arregui con don Manuel Venegas! , exclamó con irritado acento:

– ¡Todo mi caudal por que no baile!

– ¡Eso no sirve! ¡Esa proposición es nula! ¡Desde lo que pasó aquí hace ocho años, quedó establecido que sólo se admiten pujas de dinero presente! ¡Don Elías no le pagó a la Hermandad aquellos dos mil duros, y los cofrades tuvimos que pechar con las costas del juicio!

Así dijeron a Antonio en varias formas los gritos de la muchedumbre y hasta los discursos de importantes personas.

Manuel seguía impasible, esperando en su puesto.

Soledad había ya dicho a su marido:

– ¡Déjalo! ¡Bailaré! ¿Eso qué importa? ¡También ha bailado la prima del marqués!

– ¡No bailas! -replicó duramente Antonio.

– Dices bien… ¡Que no baile! -exclamó la señá María Josefa-. Vámonos a casa.

– ¡Eso es imposible! -repusieron los hombres graves y la autoridad-. ¡Hay que respetar las costumbres del pueblo! ¡Hay que evitar un motín! El Niño Jesús no puede perder ese dinero…

– ¡Iré a mi casa y a casa de mis amigos por todo el oro que pueda juntar…, y pujaré hasta las nubes!… -contestóles el digno riojano.

– ¡Locura! -arguyeron los otros-. ¡Pronto será de noche! Además, ¿cómo irse usted de aquí sin la señora? Ni ¿cómo llevársela sin baile? ¡Nadie lo consentiría!

En tal situación dejó su asiento la forastera, la dictadora de aquel pueblo, la mujer de todos temida y reverenciada, y, llegándose a Soledad la cogió de la mano, y le dijo políticamente:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Niño De La Bola»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Niño De La Bola» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Niño De La Bola»

Обсуждение, отзывы о книге «El Niño De La Bola» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x