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Jack Kerouac: Los Vagabundos Del Dharma

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Situada en California, esta novela expone el descubrimiento del budismo y de la vida del sufrimiento. Está escrita en la época en la que el autor se sentía un fracasado por no encontrar editor para sus libros. Presenta la forma de encarar el fracaso desde un punto de vista filosófico, así como la búsqueda del auténtico significado del Dharma por parte de jóvenes desarrapados y febriles. Expresa la comunión con la naturalesza en la cumbre de las montañas, la fraternidad y la poesía, todo ello entre orgías, marihuana y alcohol, donde Kerouac aparece como Ray Smith, aunque el auténtico protagonista de la obra sea el poeta y budista Gary Snyner, que figura bajo el nombre de Japhy Ryder. En la novela también se puede identificar facilmente a Allen Ginsberg y a Laurence Ferlinghetti, entre otros participantes en el movimiento literario llamado Renacimiento de San Francisco narrado en este libro. Esta obra elevó a Kerouac a la categoría de representante esencial del resurgir de una espiritualidad que también era un nuevo modo de relacionarse entre los seres humanos y que hoy, que se imponen las realidades virtuales y las rutas cebernéticas, supone un soplo de aire puro y un impulso hacia otros mundos igual de poco sustanciales, pero donde los sentimientos adquieren proporciones insólitas.

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JAPHY. Bueno, Coughlin, viejo asqueroso, ¿qué has estado haciendo últimamente?

COUGHLN. Nada.

ALVAH. ¿Qué son todos esos libros de ahí? ¡Hombre, Pound! ¿Te gusta Pound?

JAPHY. Si no fuera porque confundió el nombre de Li Po y le llamó por su nombre japonés y armó todo aquel lío, está muy bien… de hecho, es mi poeta favorito.

RAY. ¿Pound? ¿Quién puede tener como poeta favorito a ese loco pretencioso?

JAPHY. Bebe un poco más de vino, Smith, estás diciendo tonterías. ¿Cuál es tu poeta favorito, Alvah?

RAY. ¿Por qué no me pregunta nadie a mí cuál es mi poeta favorito? Sé más poesía que todos vosotros juntos. JAPHY. ¿De verdad?

ALVAH. Posiblemente. ¿No habéis leído el nuevo libro de poemas de Ray que acaba de escribir en México: "la rueda de la temblorosa idea carnal gira en el vacío despidiendo contracciones, puercoespines, elefantes, personas, polvo de estrellas, locos, insensatez…".

RAY. ¡No es así!

JAPHY. Hablando de carne, ¿habéis leído el nuevo poema de…?

Etc., etc. Luego, todo terminó desintegrándose en un follón de conversaciones y gritos y con nosotros revolcándonos de risa por el suelo y finalmente con Alvah y Coughlin y yo subiendo por la silenciosa calle de la facultad cogidos del brazo cantando "Eli Eli" a voz en grito y dejando caer el garrafón vacío que se hizo añicos a nuestros pies. Pero le habíamos hecho perder su noche de estudio y me sentí molesto por ello hasta la noche siguiente, cuando Japhy apareció en nuestra casa con una chica bastante guapa y entró y le dijo que se desvistiera; cosa que ella hizo de inmediato.

5

Era algo que estaba de acuerdo con las teorías de Japhy acerca de las mujeres y el joder. Se me olvidó mencionar que el día en que el artista de las piedras le había visitado a última hora de la tarde, apareció por allí poco después una rubia con botas de goma y una túnica tibetana con botones de madera, y durante la conversación general preguntó cosas de nuestro plan de escalar el monte Matterhorn y dijo:

– ¿No podría ir con vosotros? -Pues a ella también le gustaba la montaña.

– Pues claro -respondió Japhy, con aquella voz tan divertida que usaba para bromear; una voz enérgica y profunda, imitación de la de un maderero del Noroeste que conocía, de hecho un guardabosques, el viejo Burnie Byers-; pues claro, ven con nosotros y te la meteremos todos a tres mil metros de altura. -Y lo dijo de un modo tan divertido e informal y, de hecho, serio, que la chica no se molestó, más bien pareció complacida. Y con ese mismo espíritu traía ahora a esa chica, Princess, a nuestra casa. Era alrededor de las ocho de la tarde y había oscurecido. Alvah y yo estábamos tomando tranquilamente el té y leyendo poemas o pasándolos a máquina, y dos bicicletas se detuvieron a la entrada: Japhy en la suya, Princess en otra. Princess tenía los ojos grises y el pelo muy rubio y era muy guapa y sólo tenía veinte años. Debo decir una cosa acerca de ella: Princess estaba loca por el sexo y loca por los hombres, así que no hubo demasiados problemas para convencerla de que jugara al yabyum.

– ¿No sabes lo que es el yabyum, Smith? -dijo Japhy, con su potente vozarrón, moviéndose agitado mientras cogía a Princess de la mano-. Princess y yo te vamos a enseñar lo que es.

– Me parece bien -dije-, sea lo que sea.

Yo también conocía a Princess de antes y había estado loco por ella, en la ciudad, aproximadamente un año atrás. Era otra extraña coincidencia que Princess hubiera conocido a Japhy y se enamorara de él, también locamente; y hacía lo que él le mandase. Siempre que venía gente a visitarnos yo ponía un pañuelo rojo sobre la lamparita de la pared y apagaba la luz del techo para que el ambiente fuera fresco y rojizo y adecuado para sentarse y beber vino y charlar. Hice eso, y cuando volví de la cocina con una botella en la mano no podía creer lo que decían mis ojos al ver a Japhy y a Alvah que se estaban desnudando y tirando la ropa en cualquier lado y a Princess que ya estaba completamente desnuda, con su piel, blanca como la nieve cuando es alcanzada por el rojo sol del atardecer, a la luz roja de la pared.

– ¿Qué coño pasa? -dije.

– Aquí tienes el yabyum, Smith -dijo Japhy, y se sentó con las piernas cruzadas en un almohadón del suelo e hizo un gesto a Princess que se sentó encima de él, dándole la cara, con los brazos alrededor del cuello, y se quedaron sentados así sin decir nada durante un rato. Japhy no estaba nada nervioso y seguía sentado allí de la forma adecuada, pues así tenía que ser. -Esto es lo que hacen en los templos del Tibet. Es una ceremonia sagrada y se lleva a cabo delante de monjes que cantan. La gente reza y recita Om Mani Pahdme Hum, que significa Así Sea el Rayo en el Oscuro Vacío. Yo soy el rayo y Princess el oscuro vacío, ¿entiendes?

– Pero ¿qué piensa ella de esto? -grité casi desesperado. ¡Había pensado tantas cosas idealistas de aquella chica el año anterior! Y había dado muchísimas vueltas al asunto de si estaba bien que me la tirara, porque era tan joven y todo lo demás.

– ¡Oh, es delicioso! -dijo Princess-. Ven y haz la prueba.

– Pero yo no puedo sentarme así. -Japhy estaba sentado en la posición del loto, que es como se llama, con los tobillos encima de los muslos. Alvah estaba sentado sobre el colchón y trataba de hacer lo mismo. Finalmente, las piernas de Japhy empezaron a dolerle y se extendió sobre el colchón donde ambos, él y Alvah, empezaron a explorar el territorio. Todavía no podía creerlo.

– Quítate la ropa y ven aquí con nosotros, Smith.

Pero aparte de todos mis sentimientos hacia Princess, estaba el año de celibato que había pasado creyendo que la lujuria era la causa directa del nacimiento, que era la causa directa del sufrimiento y la muerte y no miento si digo que había llegado a un punto en el que consideraba los impulsos sexuales ofensivos y hasta crueles.

"Las mujeres guapas cavan las sepulturas", me decía siempre que volvía la cabeza involuntariamente para observar a las incomparables bellezas indias de México. Y la ausencia de impulsos sexuales activos también me había proporcionado una nueva vida pacífica con la que disfrutaba muchísimo. Pero aquello era demasiado. Todavía me asustaba tener que desnudarme; además, nunca me había gustado hacerlo ante más de una persona, especialmente con hombres alrededor. Pero a Japhy todo esto se la traía floja y en seguida estaba haciéndoselo pasar a Princess a base de bien y pronto. Le llegó el turno a Alvah (con sus enormes ojos fijos en la luz roja, y tan serio leyendo poemas un minuto antes). Así que dije:

– ¿Qué os parece si me dedico a trabajarle el brazo?

– ¡Adelante, muy bien! -Y lo hice, tumbándome en el suelo completamente vestido y besándole la mano, luego la muñeca, luego seguí subiendo por el brazo, y ella se reía y casi lloraba de gusto con todas las partes de su cuerpo trabajadas a fondo. Todo el pacífico celibato de mi budismo se estaba yendo por el desagüe.

– Smith, desconfío de cualquier tipo de budismo o de cualquier filosofía o sistema social que rechace el sexo -dijo Japhy, muy serio y consciente ahora que estaba satisfecho y se sentaba desnudo y con las piernas cruzadas en el colchón y se liaba un pitillo de Bull Durham (lo cual constituía parte de su vida "sencilla"). La cosa terminó con todos desnudos y haciendo alegremente café en la cocina y Princess sentada en el suelo con las rodillas cogidas con los brazos sin ningún motivo, sólo por hacerlo; después terminamos por bañarnos los dos juntos y oíamos a Alvah y a Japhy en la otra habitación discutiendo de orgías lunáticas de amor libre zen.

– Oye, Princess, deberíamos hacerlo todos los jueves por la noche -gritó Japhy-. Será una función regular.

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