Athena me interrumpido:
Pero no se puede escribir sobre el baile. Hay que bailar.
Exacto. En el fondo, las anotaciones no decían más que eso: bailar hasta el agotamiento, como si fuésemos alpinistas subiendo esta colina, esta montaña sagrada. Bailar hasta que, debido a la respiración asfixiante, nuestro organismo pueda recibir oxígeno de una manera a la que no está acostumbrado, y eso hace que acabemos perdiendo nuestra identidad, la relación con el espacio y el tiempo. Simplemente bailar al son de la percusión, repetir el proceso todos los días, entender que, en un determinado momento, los ojos se cierran naturalmente y que vemos una luz que viene de dentro de nosotros, que responde a nuestras preguntas, que desarrolla nuestros poderes escondidos.
– ¿Y ya has desarrollado algún poder?
En vez de responder, le sugerí que se uniese a nuestro grupo, ya que el niño parecía estar cómodo, incluso cuando el sonido de los platos y de los instrumentos era muy alto. Al día siguiente, a la hora de empezar la sesión, ella estaba allí. Se a presenté a mis compañeros, contándoles sólo que se trataba de la vecina del apartamento de arriba; nadie dijo nada sobre su vida, ni preguntaron qué hacía. Al llegar la hora señalada, puse la música y empezaron a bailar.
Ella inició sus pasos con el niño en brazos, pero en seguida se quedó dormido y Athena lo puso sobre el sofá. Antes de cerrar los ojos y entrar en trance, vi que ella había entendido exactamente el camino del Vértice.
Todos los días, excepto los domingos, venía con el niño. Solamente intercambiábamos unos saludos, yo ponía la música que un amigo me había conseguido en la estepa rusa, y todos comenzábamos a bailar hasta estar exhaustos. Después de un mes, ella me pidió una copia de la cinta.
Me gustaría hacer esto por la mañana, antes de dejar a Viorel en casa de mamá para ir al trabajo.
Yo no quería.
En primer lugar, pienso que un grupo que está conectado con la misma energía crea una especie de aura que facilita el trance de todo el mundo. Además hacer esto antes de ir a trabajar es prepararse para que te despidan, ya que luego estarás todo el día cansada.
Athena lo pensó un poco, pero en seguida reaccionó:
Tienes razón en eso de la energía colectiva. En tu grupo hay cuatro parejas y tu mujer. Todos, absolutamente todos, han encontrado el amor. Por eso pueden compartir una vibración positiva conmigo.
“Pero yo estoy sola. Mejor dicho, estoy con mi hijo, pero su amor todavía nos e puede manifestar de manera que podamos entenderlo. Así que prefiero aceptar mi soledad: si intento huir de ella en este momento, jamás volveré a encontrar pareja. Si la acepto, en vez de luchar contra ella, tal vez las cosas cambien.
Me he dado cuenta de que la soledad es más fuerte cuando intentamos enfrentarnos a ella, pero se muestra débil cuando simplemente la ignoramos.
¿Te uniste a nuestro grupo en busca de amor?
Creo que ése sería un buen motivo, pero la respuesta es no.
Vine en busca de un sentido para mi vida, cuya única razón es mi hijo, y por eso temo que acabe destruyendo a Viorel, ya sea por una protección exagerada o porque acabe proyectando en él los sueños que no he podido realizar. Uno de estos días, mientras bailaba, sentí que me había curado. Si tuviera algo físico, sé que podríamos llamarlo milagro; pero era algo espiritual, que me molestaba, y que de repente desapareció.
Yo sabía a qué se refería.
Nadie me enseñó a bailar al son de esta música – continuó Athena -. Pero presiento que sé lo que hago.
No hay que aprender. Recuerda nuestro paseo por el parque y lo que vimos: la naturaleza creando el ritmo y adaptándose a cada momento.
Nadie me enseñó a amar. Pero ya he amado a Dios, a mi marido, amo a mi hijo y a mi familia. Y aun así, me falta algo.
Aunque me canso mientras bailo, cuando acabo parece que estoy en estado de gracia, en un éxtasis profundo. Quiero que ese éxtasis se prolongue a lo largo del día. Y que me ayude a encontrar lo que me falta: el amor de un hombre.
“Puedo ver el corazón de ese hombre mientras bailo, aunque no consiga ver su rostro. Siento que él está cerca, y para eso tengo que estar atenta. Necesito bailar por la mañana, para poder pasar el resto del día prestando atención a todo lo que ocurre a mí alrededor.
¿Sabes qué quiere decir la palabra “éxtasis”? Viene del griego y significa salir de uno mismo. Pasar todo el día fuera de uno mismo es pedirle demasiado al cuerpo y al alma.
Lo intentaré.
Me di cuenta de que no merecía la pena discutir y le hice una copia de la cinta. A partir de entonces, me despertaba todos los días con aquel sonido en el piso de arriba, podía oír sus pasos, y me preguntaba cómo era capaz de afrontar su trabajo en un banco después de casi una hora de trance.En uno de nuestros encuentros casuales en el pasillo, resugerí que viniese a tomar café. Athena me contó que había hecho otras copias de la cinta y que ahora en su trabajo mucha gente estaba buscando el Vértice.
– ¿Hay algún problema ¿ ¿Es algo secreto?
Claro que no; al contrario, me estaba ayudando a preservar una tradición casi perdida. En las anotaciones de mi abuelo, una de las mujeres decía que un monje que había ido de visita a la región afirmó que todos nuestros antepasados y todas las generaciones futuras están presentes en nosotros. Cuando nos liberamos, estamos haciendo lo mismo con la humanidad.
Entonces, las mujeres y los hombres de aquella aldeíta de Siberia deben de estar presentes y, contentos. Su trabajo está renaciendo en este mundo, gracias a tu abuelo. Pero tengo una curiosidad: ¿Por qué decidiste bailar, después de leer el texto? Si hubieras leído algo de deporte, ¿habrías decidido ser jugador de fútbol?
Era una pregunta que nadie se había atrevido a hacerme.
Porque estaba enfermo en esa época. Tenía una especie de artritis rara, y los médicos me decían que debía prepararme para estar en una silla de ruedas a los treinta y cinco años. Me di cuenta de que no me quedaba mucho tiempo y decidí dedicarme a todo lo que no iba a poder hacer más adelante. Mi abuelo había escrito, en aquel trozo de papel, que los habitantes de Diedov creían en los poderes curativos del trance.
Por lo visto, tenían razón.
Yo no respondí nada, pero estaba seguro. Tal vez los médicos se hubieran equivocado. Tal vez el hecho de haber emigrado con mi familia¡, sin poder permitirme el lujo de poder estar enfermo, influyera con tal fuerza en mi inconsciente que provocó una reacción natural del organismo. O tal vez fuese un milagro de verdad, lo cual estaría absolutamente en contra de lo que reza mi fe católica: los bailes no curan.
Recuerdo que, en mi adolescencia, como no tenía la música que creía adecuada, solía ponerme una capucha negra en la cabeza e imaginar que la realidad de mi entorno dejaba de existir: mi espíritu viajaba a Diedov, con aquellas mujeres y hombres, con mi abuelo y su actriz tan amada. En el silencio de la habitación, yo les pedía que me enseñasen a bailar, a ir más allá de mis límites, porque al cabo de poco tiempo estaría paralizado para siempre.
Cuanto más se movía mi cuerpo, más luz salía de mi corazón, y más aprendía, tal vez conmigo mismo, tal vez con los fantasmas del pasado. Incluso llegué a imaginar la música que escuchaba en si rituales, y cuando un amigo visitó Siberia, le pedí que me trajera algunos discos; para mi sorpresa, uno de ellos se parecía mucho a lo que yo creía que era el baile de Diedov.
Mejor no decirle nada a Athena; era una persona fácilmente influenciable, y su temperamento me parecía inestable.
Tal vez estés haciendo lo correcto – fue mi único comentario.
Volvimos a hablar una vez más, poco antes de su viaje a Oriente Medio. Parecía contenta, como si hubiese encontrado todo lo que deseaba: el amor.
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