Erica Jong - Miedo A Los Cincuenta

Здесь есть возможность читать онлайн «Erica Jong - Miedo A Los Cincuenta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Miedo A Los Cincuenta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Miedo A Los Cincuenta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Este libro de memorias está escrito a los cincuneta años, punto de inflexión de la existencia. Y es también el testimonio de varias décadas fundamentales en la historia de las mujeres. El sentido del humor y el ingenio con que Erica Jong levanta acta de los logros obtenidos por las mujeres desde la eclosión del feminismo a finales de los sesenta y principios de los setenta han convertido esta inusitada autobiografía en un verdadero éxito mundial. Miedo a los cincuenta encierra la vida de una generación de mujeres educadas para ser como Doris Day cuando fueran mayores y que ahora tienen que educar a sus hijas en los tiempos de Madonna y las Spice Girls.

Miedo A Los Cincuenta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Miedo A Los Cincuenta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Entonces, ¿por qué te resistías a conocerme?

– Probablemente por miedo. Creía que eras una comehombres. Está claro que no lo eres.

¿Era un cumplido o un insulto? ¿Quién lo sabe? Comprendí inmediatamente que era sincero y estaba muy nervioso. No podía estarse quieto. Como Tigger, parecía más grande debido a lo que se agitaba.

Aparqué el coche en un garaje de la parte baja de la Quinta avenida y nos dirigimos a un horrendo restaurante carísimo del centro, que sería una de las bajas de la quiebra de fines de los años ochenta.

Rechazó la primera mesa, y la segunda. Nos sentamos en la tercera. Un típico neoyorquino, imaginé.

– No… de Great Neck -dijo-, sino del oeste de Central Park cuando era pequeño. Recuerdo que tiraba cupones de racionamiento por la ventana… o me lo recordaban ellos. Yo nací durante la guerra.

También yo, pensé. ¿Debería decirlo? ¿O se esperaba que mintiera sobre mi edad? Con cuarenta y pico años todavía no me había hecho a la idea. Mi psicoanalista creía que no lo debía decir. Yo no estaba de acuerdo. ¿Quién soy sino una persona nacida en plena II Guerra Mundial? Mi edad forma parte de lo que soy. Pero las mujeres, incluso las mujeres deseables, siempre tienen miedo a parecer poco deseables. La sinceridad requiere mucho tiempo. Sin decidir lo sincera que debía de ser, le dejé hablar. No solté uno de mis incontrolables discursos. Nuestra primera cita no tuvo trazas del típico duelo verbal de Nueva York de ¿Puedes mejorar esto?

Ken me contó la historia de su vida, desde los cupones de racionamiento en adelante. Se refirió a sus padres, los colegios a los que fue, sus primeros trabajos -periodismo, cine-, antes de convertirse en abogado. Me habló de dos ex esposas, de una larga relación que acababa de terminar, de una hijastra que adoraba, de su amor por los aviones y de que coleccionaba libros raros. Todo salía de su boca sin demasiado desprecio de sí mismo. Y con muchas bravatas. No muy distinto a mí, desde luego.

No se estaba escondiendo de mí. Muchos de los hombres que conozco se ocultaban y ni siquiera se daban cuenta.

Me dejó perpleja que fuera piloto. La novela que acababa de entregar a un editor aquella misma tarde (y había pasado los últimos tres años luchando con ella) terminaba con Isadora Wing casándose con un piloto aficionado, su cuarto marido. Era todo inventado. Yo nunca había salido con un piloto aficionado. Isadora necesitaba sencillamente casarse con un piloto y recibir lecciones de vuelo para superar de una vez por todas su miedo a volar.

Any Woman's Blues empezaba con la muerte de ella. Había dejado un manuscrito final para que se publicase póstumamente. El ejemplar caía en manos de una feminista sin el menor sentido del humor que tomaba literalmente todas las bromas de Isadora y les ponía objeciones políticas. Pero Isadora no estaba muerta de verdad. Simplemente había desaparecido en el Pacífico Sur como Amelia Earhart. Pero a diferencia de Amelia, se salvaba. Regresaba a Connecticut para volver a ser poeta; desaparecía para el mundo, esto es, no para sí misma.

Mi inconsciente había ideado este mito de renacimiento aéreo/poético porque yo tiendo a hacer metáforas de los conflictos que vivo. Cuando empecé Any Woman's Blues me notaba muerta. Disgustada con mi personaje público, no quería tener que volver a escribir otro libro sobre Isadora, de modo que me deshice de mi heroína más famosa. Pero según escribía, Isadora volvía a la vida, lo mismo que hacía yo. Nos salvamos por nuestras creaciones.

Y aquí estaba yo, con un piloto aficionado, el mismo día en que había entregado el libro.

Todos los autores saben que un libro es como lanzar las runas, como leer los naipes, como un plano de la palma de la mano y el corazón. Creamos un océano; luego caemos en él. Pero también escribimos la balsa salvavidas. Y podemos insuflar un aliento de vida en la boca de nuestras criaturas.

A pesar de todos mis intentos de matar a mi álter ego, Isadora, ésta seguía obstinadamente viva. Lo mismo me pasaba a mí. Ahora todo lo que tenía que hacer era aprender a volar.

Puedo hacerme amiga de este hombre, pensé, mientras él hablaba de por qué le gustaba tanto volar.

– Supone libertad -dijo-, un desafío a los límites.

– ¿Cómo conseguiste ser tan sincero? -pregunté yo.

– ¿Qué otra alternativa hay? -preguntó Ken-. Ahora o nunca.

La primera cita fue un miércoles por la noche. Lo dejé en su apartamento de una de las calles 60 Este y me dirigí a mi casa de Connecticut, donde Molly, Margaret y Poochini estaban pasando las vacaciones de primavera.

Ken llamó a las diez de la mañana siguiente. No jugaba.

– Lo pasé muy bien contigo.

– Yo también -dije.

Luego, me entró el pánico por haber revelado tanto, y cerré la boca. Había aprendido de varios pretendientes reservados a no hablar en exceso. Era peligrosamente poco adecuado.

– ¿Qué te parece el sábado que viene? -preguntó.

– ¿Qué me parece de qué?

– De salir conmigo.

– Yo nunca salgo los sábados por la noche -dije yo, impasible-. Paso los fines de semana en el campo… Escribo…

– Entonces iré al campo.

– No te atrevas -dije yo.

– ¿Y por qué no?

– No invito a casa a hombres que acabo de conocer… Va en contra de mi religión.

– Bueno, pues peca.

– No tan deprisa -dije.

Hubo un pausa violenta mientras los dos considerábamos nuestro primer enfrentamiento.

– Me veré contigo en Nueva York -dije finalmente.

– ¡Estupendo! Toma el tren y te recogeré en Gran Central. Luego te llevaré a casa en coche.

– No -dije yo decididamente (nunca quería estar sin coche con un hombre nuevo)-. Iré en coche y me reuniré contigo.

– No hagas eso. ¿Dónde vas a aparcar?

– Aparcaré en mi garaje; o conseguiré un chófer. Eso es… Conseguiré un chófer para poder volver y ver a mi hija por la mañana.

– Te llevaré en coche yo de vuelta… Me encanta conducir.

– No, no me llevarás -dije.

Muy bien… Como quieras. Siempre que aparezcas.

– ¿Por qué no iba a aparecer?

– Podría entrarte pánico -dijo-. A la gente le pasa.

¿Pensé mucho en él después de esa llamada? No. Sabía que era mucho mejor no pensar en ningún hombre en ese momento.

Los días pasaron imaginando cuál era el mejor momento de llamar a Venecia, cuáles eran los fines de semana en que estaba fuera la mujer de mi amante actual, y revisando interminablemente Any Woman's Blues, aunque ya lo había entregado. (Soy de las escritoras a las que los editores tienen que arrebatarles el manuscrito de las manos.) También trabajaba en la versión musical de Fanny Hackabout-Jones, hacía investigaciones para un libro sobre Henry Miller y tomaba notas para una nueva novela. En mitad de todo esto apareció uno de los pretendientes más reticentes, después de una ausencia de cuatro meses.

Me mandó un regalo de cumpleaños -una miniatura hindú de una diosa bailando- y llamó después por teléfono. Quería saber lo que iba a hacer por mi cumpleaños. Era como si intuyera que yo no estaba disponible. En caso contrario no lo habría preguntado.

Le dije que Ken y Barbara Follett iban a venir a Connecticut para mi cumpleaños (que aquel año también caía en el día de Pascua). Me preguntó si se nos podía unir. Le dije que les llamaría para ver lo que les parecía.

– ¿Quién es ese tipo? -quiso saber Follett, que me había visto seis meses antes en Venecia con Piero. Y luego se echó a reír-. Por supuesto, invítale también. Me gustará compararle con el otro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Miedo A Los Cincuenta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Miedo A Los Cincuenta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Miedo A Los Cincuenta»

Обсуждение, отзывы о книге «Miedo A Los Cincuenta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x