Nadine Gordimer - Un Arma En Casa

Здесь есть возможность читать онлайн «Nadine Gordimer - Un Arma En Casa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un Arma En Casa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un Arma En Casa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La vida de los Lingord, un matrimonio liberal de Suráfrica, sufre un vuelco cuando su hijo Duncan mata a uno de sus compañeros de piso. El joven ha confesado su autoría, pero no el motivo del crimen. Para afrontar el proceso, los Lingord recurren a un abogado negro recién regresado del exilio, una elección arriesgada en un país donde sólo formalmente se ha puesto fin a la discriminación racial.

Un Arma En Casa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un Arma En Casa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Mira, Harald: va a dar lo mismo que se descubran o no huellas dactilares bajo la suciedad del arma. Me lo ha dicho mi cliente.

– Duncan lo ha dicho.

– Sí, Duncan me lo ha dicho.

– Te lo ha dicho. Y te ha dicho que nos lo digas.

– Sí. Ejeee…

Ese sonido procedente del pecho puede ser, es cualquier cosa: un reconocimiento, un lamento. Al oír que aquel hombre lo tuteaba y lo llamaba por su nombre de pila, por primera vez, Harald entendió lo que se expresaba en ese momento en un sonido más antiguo que las palabras, situado más allá de éstas.

– Entonces, esto es el final.

– No, esto no es el final. Aquí empieza nuestro trabajo.

– El tuyo y el del buen amigo, el abogado ayudante.

Un hormigueo le recorre todo el cuerpo, la droga de una emoción desconocida inyectada en esta sala bien arreglada donde se ha anunciado una condena; una sala cuyo significado sustituye ahora el de cualquier otra morada en esta tierra, en esta vida.

– ¿Un abogado está obligado a encargarse del caso de una persona que ha dicho que es culpable? ¿Que ya se ha juzgado a sí misma? ¿Qué puede defender?

– ¡Claro que un abogado puede encargarse de un caso así! El individuo tiene derecho a ser juzgado de acuerdo con muchos factores en relación con el acto confeso. Las circunstancias pueden afectar de manera vital el peso de las pruebas indiciarias. El acusado puede juzgarse, pero no puede sentenciarse. Sólo puede hacerlo el juez. Sólo según el veredicto del tribunal.

»En relación con el tipo de sentencia que es probable que se le imponga, esto sólo es el principio del caso, ¡vamos! El que nos centremos en un aspecto u otro garantizará que la sentencia no sea ni un día más larga, ni un grado más severa de lo que permitan los atenuantes. Se ha abierto, Harald: ahora tu hijo me habla, hay aspectos del caso que la defensa debe seguir, ¡todavía hay defensa!

La visita en la cárcel a un asesino.

Cuando regresó del bufete del abogado y se lo contó a Claudia, el rostro de ésta se fragmentó en parches de color escarlata, como si sufriera una feroz alergia, era raro verlo. Como algo indecoroso. Deseó con angustia que llorara para poder abrazarla.

Repasaron lo que había dicho el abogado sobre su caso, su tarea. Se había desmoronado el principio legal, inocente hasta que se demuestre la culpabilidad, que ellos respaldaban, junto con todos los que creen que sus transgresiones nunca irán más allá de la infracción de tráfico. En la polvareda que levanta, el desconcierto aisla; ambos hablaron en primera persona, sin conseguir llegar al otro.

Seguro que otra mujer habría llorado, habría emitido un lamento fúnebre por su hijo, y él habría sabido qué hacer, la habría abrazado y se habría sumado a ella.

Harald dijo vacilante, hablando de sí mismo: Sabemos menos que antes. Motsamai no le preguntó la única cosa que importa. A mí. A nosotros. No se trata de por qué, eso es lo único que a Motsamai le preocupa, en eso se basa la defensa. También se trata del cómo. Cómo pudo hacerlo. Duncan pudo llegar a hacerlo, coger un arma y matar. El es tú y yo, ¿no es cierto?, y nosotros no podemos saberlo. No porque Duncan no se lo vaya a contar a Motsamai ni a nosotros ni a nadie, sino porque es algo que no se puede «contar». Tiene que estar en uno. En él.

Claudia fue a la cocina a buscar comida porque aquélla debía de ser más o menos la hora en que acostumbraban a comer. Él no prestaba atención a las cosas de la casa. La siguió, movido por una especie de cortesía que, en su situación, era lo único que les quedaba. No había nada más que decir; tal vez había dicho ya demasiado. Lo que Claudia estuvo pensando, lo que estuvo forjándose en el silencio de madriguera de la cocina, apareció al día siguiente cuando caminaban juntos por el sendero en dirección al garaje, de camino a la cárcel. Una de las hojas rígidas y espatuladas del ave del paraíso quedó atrapada en su cabello, ella se echó a un lado, interrumpiendo su avance inevitable, y él se volvió para ver qué era lo que la retenía. Una sonrisa transformó rápidamente el rostro de ella y desapareció con igual rapidez. Aquella noche creíste que podía haberlo hecho. ¿Verdad? Lo decidiste. No necesitabas esperar ninguna confesión hecha a un abogado.

Al principio, al otro lado de la mesa de la sala de visitas de la cárcel, se encontraba el personaje de un preso; aquel día se encontraba el personaje de un asesino, acusado por sí mismo, definido por sí mismo como tal. Duncan. Claudia, su madre, administró la media hora recurriendo al formato de su profesión, una seguridad que ninguna calamidad podía arrebatarle; la confesión de culpa como un diagnóstico.

De nuevo se planteó la cuestión del abogado. ¿El paciente estaba completamente satisfecho con la competencia del encargado de su caso, estaba lo bastante impresionado con Motsamai, ahora que había hablado con él? ¿Desearía pedir otra opinión? Había muchos abogados con experiencia, ¿no merecería la pena? La naturaleza del diagnóstico mismo, esa terrible malignidad declarada, no está en discusión. Su padre confirma:

– Yo también he podido hablar con Motsamai. Creo que es un hombre hábil. Y él sabe que vas a necesitar a un hombre hábil. Creo que deberíamos dejar que él decida si quiere consultar con alguien. Si hay alguien cuya experiencia particular en algún tipo de caso quiera utilizar.

El hijo de ambos -en su nuevo personaje- está ahí, vestido con una de las camisas que su padre cogió de la casita; su hijo, que ha matado a un hombre. Ya no está observándolos atentamente como hizo durante las visitas anteriores, cuando podían representar para él la fantasía que su presencia postulaba de que no había hecho lo que había hecho, encontrarían a alguien que hubiera lanzado el arma a un macizo de helechos.

Está distraído, ojos y manos inquietos. Ella incluso le pregunta si tiene fiebre, es todo lo que sabe, pobre madre abnegada, pobrecilla.

Qué podría recetar para una fiebre como ésa.

– Motsamai es un gilipollas pedante, pero está bien. Me entiendo con él. Así que habéis estado con él. Sabéis lo que hay que saber.

– No. No sabemos lo que hay que saber. Sólo tu decisión. Y que él la acepta. No hay alternativa. Duncan.

Bruscamente, Duncan extiende una mano, la mano de un hombre que se ahoga, haciendo un gesto desde las profundidades, y coge la de su padre a través de la mesa. Su mirada oscila entre Harald y Claudia.

– Si no hubierais vuelto, lo habría entendido.

Eso es lo más cerca que llega Duncan de admitir lo que les ha hecho.

El hombre del sofá no es la única víctima. Ahora, Harald y Claudia albergan, cada uno de ellos, en su interior, un resentimiento maligno contra su hijo que parecería tan imposible en ellos como la capacidad para matar en él. El resentimiento es vergonzoso. Lo que es vergonzoso no puede compartirse. Lo que es vergonzoso separa. Pero la manera de hacer frente al resentimiento llegará, tiene que llegar, de manera individual para ambos. El resentimiento es vergonzoso: porque ¿qué le han hecho ellos a él? ¿Es ahí donde hay que encontrar -¿por qué?, ¿por qué?- la respuesta? Harald se inspira en los jesuitas; Claudia, en Freud.

Es necesario concebir el hijo otra vez, volver a gestarlo.

Se divirtieron mucho haciéndolo, Harald lo sabe bien. Es difícil recordar la emocionante frescura de la transformación de la personalidad en el primer amor sexual: no sólo se rompe el himen, también se abre la crisálida para liberar las alas plegadas de la emoción y la identificación con todas las criaturas vivas. Harald fue el primer amante de Claudia, cuando ella era la estudiante de medicina más joven de su clase, y él se encontraba indeciso sobre si cambiar los estudios de ingeniería por los de económicas. La arrogante confianza de estar enamorado le dio valor para decepcionar a su padre y abandonar la tradición de una línea de ingenieros que se remontaba hasta el bisabuelo que emigró de Noruega.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un Arma En Casa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un Arma En Casa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Nadine Gordimer - The Pickup
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - A Guest of Honour
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - The Late Bourgeois World
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - A World of Strangers
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - The Lying Days
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - No Time Like the Present
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - Jump and Other Stories
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - The Conservationist
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - July's People
Nadine Gordimer
Nadine Gordimer - La Hija De Burger
Nadine Gordimer
Отзывы о книге «Un Arma En Casa»

Обсуждение, отзывы о книге «Un Arma En Casa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x