– -Lo lamento. No podía. Era confidencial. --Tragó saliva, y la nuez de su cuello delgado se desplazó visiblemente--. Además, pensé que Mark te lo diría. Era cosa suya.
– -Pero ¿por qué redactaste tú el testamento de Mark?
– Me lo pidió él. -Sam se reclinó en la silla-. Cuando R amp; B creció, Mark empezó a pensar en el futuro. Inmediatamente después de la muerte de sus padres, me dijo que necesitaba un testamento. Me habló del monto de los bienes y me preguntó si conocía buenos civilistas, en Grun. Naturalmente, le dije que yo mismo me podía: ocupar de todo.
– No sabía que hicieras sucesiones, sobre todo con unos bienes de esa envergadura.
– Por supuesto que sí. Herencias, impuestos, incluso algunos empresariales. Me gusta mantener alta la facturación. Y herencias de esta magnitud no son demasiado habituales.
Recordé las sospechas de Grady.
– -Pero ¿realmente necesitabas este asunto, Sam? Yo creía que tenías muchos clientes.
– Y los tengo, pero siempre puedo tener más, puesto en marcha mi propio grupo de prácticas. Una firma dentro de otra firma, un pequeño negocio. Los cojo desde sus comienzos hasta la bancarrota, y hago trabajo! testamentario para los principales.
– ¿Es rentable?
– Ya lo creo. «Soy el más duro, el más macho que hay cruzado el río Grande y no soy ningún idiota.» De Bugs Bunny cabalga de nuevo, 1948.
– ¿Sabías que Mark te había nombrado albacea?
Se le borró la sonrisa.
– No te pases, Bennie. Somos amigos y por eso voy mantener los buenos modales y preguntarte qué estás sugiriendo. ¿Estamos cazando conejos o qué?
– -No sugiero nada. Solo pregunto.
– ¿Me estás acusando de asesinato pese a que hemos sido inseparables durante tanto tiempo?
Sentí un ramalazo de culpa.
– Por supuesto que no te acuso de nada, Sam. Pero tenemos que hablarlo.
– ¿Conmigo? ¿Por qué?
– Grady sospecha de ti. Iba a llamarte, pero quise hablar yo misma contigo.
A Sam se le subieron los colores e hizo una mueca de amargura con la boca.
– -¿Grady piensa que he matado a uno de mis más viejos y queridos amigos? ¿Qué?, ¿ahora aceptan a cualquiera en el Supremo? ¿Para quién carajo fue letrado? ¿Para Clarence Thomas?
– Es inteligente, Sam. Quiere ayudar.
– No es tan inteligente. ¿Por qué iba a matar yo a Mark, por todos los santos?
– ¿Por la comisión de albacea? ¿Las minutas? -Me sentí una imbécil incluso por sugerirlo. A Sam se le agotó la paciencia.
– ¡Vamos, nena! Necesito facturar como cualquier abogado, pero no mataría a Mark por eso. No mataría a nadie por eso.
– -Grady dice que también había una comisión por el fideicomiso. Asciende a un millón de dólares.
– -¡Oh, un millón de dólares! Eso es un cuento, Bennie. Es fantasía, no realidad. ¿Me lo preguntas de verdad? -Entornó los ojos, pero me dije que debía seguir insistiendo.
– Acabemos con esto, Sam. Si somos amigos, podemos hablar con entera libertad de cualquier cosa.
– Lo somos, ¿pero para que me insultes? Bennie, escucha, no necesito ese dinero. Estoy forrado. «¡Soy rico! ¡Soy millonario! ¡Soy un buen partido!», como diría Daffy. No necesito matar a un amigo por una comisión.
– Yo pensé lo mismo -dije a la defensiva, pero él se me acercó enfurecido.
– Quieres detalles. Te doy los detalles. Soy propietario de mi piso en Manchester. Mi primer hijo, el Porsche Carrera, cumplirá un año la semana que viene y lo compré al contado. Solo me tomo dos semanas de vacaciones al año, en South Beach, y nadie depende de mí, salvo el camarero cubano de The Harvest. Estaba con él la noche en cuestión, dicho sea de paso. Es una coartada muy firme. Si quieres verificarla, te doy su número de teléfono.
– No, Sam, no quería que fuera algo personal.
– En cuanto a mis activos, que Ramón afirma que son mi mejor virtud, este año ganaré unos trescientos mil, sin incluir los bonos de la bancarrota del First Federal. Están invertidos en once fondos y en algunas acciones en empresas de nuevas tecnologías.
– -De acuerdo, Sam. Ya es suficiente.
– -Sin embargo, tengo que hacer una confesión. --Levantó una mano--. Confieso que estoy metido hasta el cuello con Microsoft, pero Bill Gates me pone a cien.: No sé si me entiendes.
– Sam…
– Me encantaría penetrarlo en un gran acto de amor si no fuera por su cabello. Si se lo lavara de vez en cuando, me presentaba en Redmond en un abrir y cerrar de ojos.
– Mira, lo siento. De verdad. Ya es suficiente. Queréllate contra mí. Pégame un tiro.
– -Disculpas aceptadas --dijo tajante. Se echó hacia atrás en la silla, pero no volvió a ser el mismo. O quizá no ni miraba como siempre lo había hecho.
Me pregunté si lo volvería a hacer alguna vez.
Grady había levantado auténticas barricadas en torno a mi despacho, donde me esperaba con una taza de café sorprendentemente bueno y una pizarra limpia que usábamos para enumerar las pruebas que podíamos presentar. La pizarra se sostenía sobre un caballete y contenía todos los nombres de los asociados de R amp; B escritos con un rotulador a la izquierda. Le eché una mirada y comprendí lo que había encontrado, pero me lo quiso explicar de todos modos.
– ¿Estás escuchando, Bennie? -preguntó. Blandiendo un largo puntero con la punta de goma y con la camisa blanca y una pajarita violeta, Grady se parecía más a un maestro de primaria que a un abogado.
– Por supuesto que te escucho -contesté, pero no era así, porque ya tenía la lista en la cabeza. Lo necesitaba para fines jurídicos, no para esto. Era yo quien debía descubrir al asesino de Mark.
– -No parece que me estés escuchando --me dijo.
– -No, es cierto. Seré una buena acusada, lo prometo. --Sonreí de una manera que esperaba que fuera convincente y tomé otro sorbo de café. Me sentía más fuerte desde mi reconciliación con Hattie y la eliminación de Sam como sospechoso de homicidio. Y el café me sabía mucho mejor--. ¿Quién lo ha hecho? Está muy bien.
– Yo mismo los interrogué a todos por teléfono. La última llamada la hice a la una y media, a Renee Butler. A Wingate fui a verlo. Está muy trastornado.
– -¿Por qué? Mark ni siquiera le caía bien. Pero me refería al café. ¿Quién lo ha preparado?
– -Yo. Mira esto. --Señaló el nombre de Jennifer Rowland-. Jennie dice que la noche de la muerte de Mark estaba trabajando en casa, corrigiendo una sección del informe sobre el caso Latorno. Dijo que era para ti y que debía presentártelo en dos semanas. ¿Es así?
– Sí. ¿Usaste el café Maxwell?
– Lo que quedaba. -Escribió «verificar» con un rotulador en el espacio titulado COARTADAS-. Quiero ver las horas de trabajo declaradas por Jennifer, aunque también; puede haber mentido.
– -No sería la primera abogada que escribe ficción. -Quería preguntarle cuánta agua había puesto, pero sabía que sería inútil. La cafetera del despacho era una Bunn, pero en casa teníamos una Krups; jamás se podría traducir del inglés al alemán. Ni aunque hablase el idioma.
– Amy está aquí -dijo señalando la línea donde decía AMY FLETCHER-. Estaba con Jacobs esa noche. Lo verifique con él. Con lo cual los dos quedan libres de cargos. Salen juntos, ¿lo sabías?
– -Sí.
Puso una marca al lado de FLETCHER y JACOBS.
– -Los dos pueden haberme mentido, pero no lo creo. Wingate dice que estaba conectado a Internet en la tertulia sobre los Grateful Dead. ¿Sabes que se mete en esos espacios de adolescentes y les dice que es Bon Jovi?
– -Vaya, vaya.
Grady meneó la cabeza.
– -Dice que desconectó a las dos de la mañana. gustaría confirmarlo en los archivos de AOL, pero vive con otros dos y pueden haber desconectado en su nombre. -Escribió un signo de interrogación en el espacio de WINGATE, al lado del de Renee Butler.
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