• Пожаловаться

Manuel Rivas: Ella, maldita alma

Здесь есть возможность читать онлайн «Manuel Rivas: Ella, maldita alma» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Manuel Rivas Ella, maldita alma

Ella, maldita alma: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ella, maldita alma»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El alma suele ser ese aspecto de la vida que liga la actuación del hombre en ese espacio intermedio que hay entre nuestra conciencia y nuestra sentido. No sabemos si existe, no sabemos qué es, pero tenemos la intuición de que en algún lugar de nuestro ser se encuentra oculta. Esa alma, ese concepto que no sabemos si es o no es, si existe o no existe, es la protagonista de éste libro de Manuel Rivas titulado Ella, Maldita Alma. Un libro de relatos que nos acerca a situaciones cotidianas, vistas desde el punto de vista singular y único que el propio personaje nos transmite en sus vivencias. Desde el punto de vista del lector, puedo asegurar que es una obra dura y tierna a la vez, llena de recuerdos y vivencias de antaño que se rememoran en cada uno de los relatos poniendo de manifiesto un recuerdo, un pensamiento, una imagen o un lugar, en el que el alma, oculta tras alguno de los elementos de los que el autor se sirve para contarnos cada situación, siempre es la protagonista, o si cabe la responsable de según qué situaciones, o qué forma de actuar. Es curioso, pero los relatos intimistas que aquí se nos muestran no difieren en mucho de los que todos podemos llegar a vivir en nuestras vidas. Unas vidas en las que situaciones reflejadas en papel pueden parecer tan lejanas o cercanas como el propio lector quiera. Verse reflejado en cada una de las situaciones no es tan difícil, y sólo hay que saber relacionar. Esa es quizá una cuestión que debemos tener en cuenta tras leer o mientras se lee Ella, Maldita Alma. Creo sinceramente que este libro es un muy buen libro. Que a más de uno lo sorprenderá, como a mi me ha sorprendido, tanto por su contenido como por su forma de expresar lo que ahí aparece. Y sobre todo, reseñar que he descubierto, aunque tarde (nunca es tarde si la dicha en buena, como alega algún antiguo refrán), un escritor como es Manuel Rivas que visto su forma de narrar y contar, va a entrar a formar parte de ese grupo de escritores cuyos libros leeré de hoy en adelante. Recomendable a más no poder.

Manuel Rivas: другие книги автора


Кто написал Ella, maldita alma? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Ella, maldita alma — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ella, maldita alma», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuanto más la mirabas, y yo lo hacía con disimulo cuando Andión estaba presente, aquella mujer marimacho se iba haciendo más fuerte y atractiva a un tiempo. Si me coincidía estar solo, me fijaba en ella hasta que se salía del marco, me agarraba por los pulsos contra la pared y me besaba bocadentro con su lengua de congrio.

Los primeros días la pesca nos había ido muy mal. El mar estaba remolón como un espejo vuelto del revés y se movía en ondas plomizas, pero trabajaba su odio en el fondo. Perdimos un aparejo, y el patrón le plantó cara con un surtido de blasfemias. Y el mar le respondió con un golpe que hizo crujir los huesos del Blue Ángel.

Aquí va otra de mis frases históricas: «El silencio que viene antes del golpe sólo se parece al silencio que viene después».

A partir de los 46° Norte nos seguía un alcatraz. Cuando el mar se embraveció, recogimos el copo lleno, como si escupiese pescado. Entre la pesca, los primeros fletánes, ángeles del mar con sus alas negras. El pez de la suerte. Fue entonces cuando el alcatraz voló hacia Irlanda y regresó heraldo de una gran tribu. Iba a ser una maldita buena marea, la bodega a rebosar en medio de un infierno.

Tras un lance que abarrotó la cubierta, y de destripar y limpiar el pescado sosteniéndonos como peleles entre cascadas de agua, nos dejamos caer desfondados en los bancos del comedor. Yo sentía el mar dentro, con su sangre fría recorriendo mis venas. Bebimos interminables tragos. An-dión estaba pálido, encogido, y se frotaba las manos moteadas de escamas. Bou le puso delante el vaso de cinc y lo llenó de clarete barato. Andión dudó durante largos segundos. Luego se lo bebió de una sentada. El mismo se sirvió de nuevo. Y así hasta vaciar el bote.

Nadie dijo nada. Ni una broma. Las risas incipientes fueron silenciadas por un severo juez colectivo. Ni siquiera Bou celebró en voz alta su triunfo. Hizo gesto de brindar, se bebió un trago, chasqueó la lengua y se fue.

Aquella noche, Andión se sentó en su camastro ante la foto. Tenía una botella de whisky entre las piernas y la fue vaciando a lentos sorbos, ajeno al creciente balanceo del Blue Ángel. El mar burbujeaba por el ojo de buey. Una tos violenta e interminable. Creo que entonces comprendí el hechizo de la mujer del marco. Era como un noray con una estacha al cuello.

La botella de Andión rodó por el suelo. Él se puso en pie, descolgó la foto y la guardó entre la ropa de repuesto. Después cogió una de las cuerdas que había debajo del armario. También llevaba el cuchillo del pescado al cinto.

Deberías amarrarte, chico. Esta noche viene temporal.

Pero él salió del camarote con la cuerda y el rictus fiero de los que cruzan una línea de alambre. Y la botella rodando. Y Bou gimiendo como un cerdo agonizante. Y yo me puse los cascos. No hubo ni hay nada como Jim Morrison y sus jinetes en la tormenta. Jinetes en la tormenta. Jinetes en la tormenta.

Toca, Sirena mía, toca.

La maldición de la Malmaison

Conocí a John Abreu cuando estaba preparando un ensayo sobre la emigración, el retorno y el doble sentido de la saudade. Manejaba un título provisional: El deslugar. Él podía ofrecerme un valioso testimonio. Sus antepasados pertenecían al modesto campesinado que malvivía para pagar las rentas de los señores de la tierra. Su abuelo había emigrado a Cuba y, desde allí, a Estados Unidos. Trabajó de albañil en los rascacielos. John conservaba una fotografía en la que se veía a su abuelo en compañía de otros, sentados sonrientes allá en lo alto, en una viga de hierro, como estorninos sobre una rama.

Fue ese abuelo, cuando se jubiló, el que empezó con la manía de las rosas. Había comprado un pequeño terreno en Nueva Jersey. Ése era su sueño. Tener un pedazo de tierra, una huerta, donde esperar su final con una azada en la mano. Plantó legumbres y también construyó un co-rralillo en el que criaba gallinas y engordaba un pavo para el día de Acción de Gracias. Pero una señora irlandesa, con la que se había amigado tras enviudar, le regaló un día un injerto de rosa Cherokee. Y al verla florecer, el viejo Abreu se quedó asombrado, como si de repente descubriese la noción de belleza. Decidió prescindir de las legumbres y del corral y convirtió la finca en una rosaleda. Recorría viveros e invernaderos, asistía a exposiciones y concursos, compraba e intercambiaba rosales, y luchaba contra el oídio y la roya como si fuesen pestes que asolasen a su propia familia. Por las noches, pedía que le tradujesen y leyesen en voz alta un libro titulado Los misterios de la rosa.

Yo era su lector preferido, recordó sonriente John Abreu. Me daba un centavo por noche. En un capítulo se contaba cómo Cleopatra había recibido a Marco Antonio en un gran lecho de pétalos de rosa. Mucho le gustaba aquella historia. Y también la de otro amor con rosas por el medio, el de la emperatriz Josefina y Napoleón. ¿Usted ha oído hablar de la rosaleda de la Malmaison?

Le dije que sí, por supuesto. En realidad, yo no tenía ni idea de rosas, y menos de su historia. Pero la víspera, mientras le daba vueltas al caso John Abreu, le había echado un vistazo a una enciclopedia.

Uno de los mejores jardineros ingleses, un tal Kenedy, tenía un salvoconducto para atravesar las líneas francesas, y la misión de podar las rosas de la emperatriz.

Así es, asintió John Abreu, sorprendido y satisfecho con mi información. Josefina sobrellevó el repudio y la soledad entre las doscientas cincuenta especies de rosas de los jardines de la Malmaison.

A mí me tiene hechizado la leyenda de Creta, dije con el tono de un iniciado. Una isla de la antigüedad cubierta de rosas y que los navegantes descubrían por el aroma antes que por los ojos.

Yo esperaba una entusiasta aprobación. Era mi último recurso entre el anecdotario que había memorizado. Pero, con un rictus enigmático, John Abreu desvió la mirada hacia el fondo del jardín. En el atardecer de agosto, una perezosa bruma marina atravesaba el seto de tullas y envolvía en gasas los toldos transparentes de los invernaderos. La Malmaison adquirió el inquietante aspecto de un poblado futurista a la deriva.

Esta niebla me pone enfermo, dijo por fin John Abreu. Hiere de tristeza a los rosales. Hizo un gesto señalando la puerta de la vivienda. ¿Qué le parece si tomamos algo?

El salón estaba adornado por todas partes de floreros con rosas. Y también había una mujer. Era más joven que John Abreu, de unos cuarenta años, tez mestiza y con esa melancolía de las mujeres altas, delgadas y de brazos demasiado largos.

Mi mujer, Josefina.

No soy muy dado a impresionarme, desconfío de la belleza evidente, pero tampoco soy de piedra. Era atractiva y silenciosa como una modelo que hubiese dejado atrás la pasarela.

Ella es mi rosa azul.

Me pareció una metáfora apropiada, aunque cursi, pero en aquel momento no entendí todo su sentido. El algo para beber que me había prometido Abreu resultó ser, cómo no, una infusión de pétalos de rosa.

Tiene cuatro veces más vitamina C que la naranja, dijo Abreu, creo que con un poco de ironía.

Sorbí un trago de líquido ámbar. Sabía a orina vegetal. Volví la mirada hacia la dueña, aparentando una simple curiosidad, digamos científica.

La rosa azul, con perdón, no existe, ¿verdad?

Abreu esbozó una sonrisa.

Aún no me ha preguntado por qué he regresado. No creo que le sirva para una tesis sociológica. En realidad, regresé huyendo. Huyendo de una maldición.

Bebió un trago con calma, paladeando, como si fuese un bourbon que le ayudase a recordar.

Ese abuelo del que le he hablado, dijo por fin, se volvió loco con las rosas. Para ser exacto, enloqueció con la rosa azul. La tranquila afición de su vejez se convirtió en una competición contra el tiempo. Como un embrujado, día y noche experimentaba con híbridos imposibles. Se murió delirando. Convencido de que la había obtenido. Le dijo a mi padre: «Llama a la asociación de obtentores, que la registren, que ya la tengo. ¡La rosa azul Abreu!». Mi padre no llamó, claro. Heredó los rosales. Durante un tiempo, se despreocupó de ellas. Hasta que un amigo lo convenció de que las rosas podían ser mejor negocio que la venta de aspiradoras a domicilio. Nueva York estaba cerca y era el mayor mercado del mundo. Y, en efecto, fue un buen negocio. Aún no se ha inventado en este mundo nada mejor para regalar y quedar bien que una simple rosa. Mi padre compró más tierra y amplió las plantaciones. Se limitaba a las variedades más convencionales. Pero un día, como jugando, consiguió un híbrido, una hermosa variedad carmín a la que llamó Gloria Swanson. Ingresó en un club internacional de obtentores e hizo mucho dinero con los derechos de esa flor. Obtuvo varios híbridos más que le dieron una cierta celebridad en el mundo de la rosa. Por cierto, a uno de color cereza lo llamó Rosalía de Castro. Al principio, gozaba con esos éxitos, vivíamos una vida cada vez más confortable. Incluso pensó en invertir parte de aquel floreciente negocio en la producción cinematográfica, algo que le apasionaba. Pero un día llegó a casa, borracho, con el cuento de la rosa azul. Lo había embrujado.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Ella, maldita alma»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ella, maldita alma» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Ella, maldita alma»

Обсуждение, отзывы о книге «Ella, maldita alma» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.