– Espero que esto sea sólo un pequeño contratiempo en su carrera.
– Gracias -dije-, le agradezco la seriedad de su entrevista.
– Ha sido un gran entrevistado.
Metí la mano en el bolsillo y saqué un cuaderno de notas; escribí los teléfonos de mi casa y del móvil en una página, la arranqué y se la di.
– Si necesita preguntarme algo más, llámeme a cualquiera de estos dos números. Y cuando se hayan calmado las cosas, quizá podríamos tomar una cerveza.
– Sería estupendo -dijo, guardándose el papel-. Sobre todo porque…, bueno, he escrito un par de guiones para la televisión…
– Ya hablaremos.
Me estrechó la mano otra vez.
– Nos veremos -dijo.
Tracy le abrió la puerta y dijo:
– Te acompañaré al coche. -Él asintió y salieron. Al cerrar la puerta Tracy me dijo, en voz baja-: Lo has hecho muy bien. Mejor que bien. Creo que le caes simpático.
– Recemos por ello. Parece una buena persona.
La expresión de Tracy se tensó.
– No, no lo es -dijo, y se fue.
En cuanto se marchó, Alison entró en el despacho.
– Tracy me ha dado el visto bueno con el pulgar levantado. ¿Estás contento de como ha ido?
Me encogí de hombros.
– Ahora mismo, me siento atontado.
– Vas a sentirte aún más atontado. Mientras te esperaba en tu despacho, Jennifer ha recibido una llamada de Sally. Ha dicho que era urgente.
Oh, estupendo. Se ha enterado, antes de que yo pudiera decírselo personalmente.
Fui a mi despacho y llamé a Sally. Su secretaria me la pasó inmediatamente. Las primeras palabras de Sally fueron:
– Estoy estupefacta.
– Cariño, puedo…
– … y lo que me ha dolido más ha sido enterarme por otros.
– Es que yo me he enterado poco antes de las siete.
– Deberías haberme llamado inmediatamente.
– Sabía que estabas desayunando con Stu…
– Habría contestado a tu llamada.
– El caso es que tenía que venir rápidamente al despacho, y he estado reunido desde entonces, por no hablar de una entrevista con un periodista de Variety.
– ¿Variety ya lo sabe? -dijo, en tono angustiado.
– Sí, pero Tracy Weiss, la jefa de relaciones públicas…
– Sé perfectamente quién es Tracy Weiss.
– Lo siento, lo siento, en fin, el periodista de Variety llamó a Tracy anoche y ella decidió…
– De modo que ella lo sabía anoche.
– Sí, pero yo no, me lo dijeron esta mañana. Y para hacer pública nuestra versión, ella decidió ofrecer una exclusiva a ese periodista…
– ¿Saldrá en el Daily Variety de mañana?
– Sin duda.
– ¿Y la FRT ha hecho un comunicado?
– Sí, con una declaración contrita personal mía.
– ¿Les pedirás que me la manden por fax?
– Claro, cariño. Pero, por favor, no te pongas fría y profesional conmigo. Ahora te necesito.
– Si me necesitabas, deberías haberme llamado inmediatamente. Se supone que soy el amor de tu vida.
– Sabes que lo eres. Es sólo… Dios, Sally, esta historia es alucinante.
– ¿Puedes imaginar cómo me he sentido yo? Cuando me ha enseñado la columna de Hollywood Legit un don nadie de nuestra oficina de prensa, y me ha dicho: «Qué pena lo de tu novio, debes de estar preocupadísima», y yo sin saber nada…
– Lo siento, lo siento, estoy…
Me callé de golpe, con la sensación de que me estaba aplastando una apisonadora.
– ¿David?
– Sí.
– ¿Estás bien?
– No. Evidentemente no estoy bien.
– Ahora me siento fatal.
– Sabes cuánto te quiero… -dije.
– Y tú sabes cuánto te quiero yo. Es sólo que…
– Tienes razón, tienes razón. Debería haberte llamado. Pero todo ha sido un caos. Y…
– No tienes que darme explicaciones. He reaccionado de una manera exagerada. Pero estaba increíblemente angustiada. Y el asunto tiene muy mala pinta.
– Dímelo a mí.
– Fue involuntario, ¿verdad?
– Desde luego no fue premeditado.
– Bueno, algo es algo. ¿Estás seguro de…?
Otra vez la pregunta: la que todos necesitaban hacerme.
– Te lo aseguro, es la única ocasión en que un diálogo de otro ha acabado en un guión mío.
– Te creo, por supuesto que te creo, créelo. Y eso es una buena noticia. Porque si sólo es un incidente aislado…
– Es un incidente aislado.
– Claro, por supuesto -dijo ella-. Y como ha sido un incidente aislado, se perdonará y olvidará rápidamente.
– No he plagiado intencionadamente -dije, en tono vehemente.
– Ya lo sé. Y sé que dentro de una semana estará todo olvidado.
– Espero fervientemente que tengas razón.
– Siempre tengo razón -dijo ella con tono alegre, y yo me reí por primera vez desde que me había despertado.
– ¿Sabes lo que sería estupendo? -pregunté-. Un largo almuerzo alcohólico contigo. Creo que necesito un martini anestésico ya.
– Cariño, sabes que tengo que volver a Seattle esta tarde.
– Lo había olvidado… -Es aquella serie nueva…
– Vale, vale.
– Pero volveré el sábado a primera hora. Y te llamaré a todas horas.
– Estupendo.
– Todo se arreglará, David.
– Espero que tengas razón.
Después de colgar, saqué la cabeza del despacho y vi a Alison sentada detrás de la mesa de Jennifer, llamando por teléfono. Le hice una señal con la cabeza para que viniera. Cuando terminó la llamada, entró y cerró la puerta.
– ¿Cómo ha ido? -preguntó.
– Al final se ha mostrado comprensiva.
– Algo es algo -dijo, en tono neutral.
– No lo digas.
– ¿Decir qué?
– Lo que piensas de Sally.
– No estoy pensando en Sally.
– Mentirosa.
– Me confieso culpable. Pero al menos ha entrado en razón, supongo que después de decidir que el asunto podía perjudicarla a ella también.
– Eso es una canallada -dije.
– Pero totalmente cierta.
– ¿Cambiamos de tema?
– Encantada. Porque tengo buenas noticias: acabo de hablar con Larry Latouche de la Asociación de Autores de Cine y Televisión -dijo-. Ya sabía lo del artículo de MacAnna.
– ¿Ah, sí?
– Qué puedo decirte…, es una semana mala para los cotilleos en el mundo del espectáculo. Tal vez si tenemos suerte, en las próximas cuarenta y ocho horas pillarán a algún actor famoso con una mexicana clandestina menor de edad, y nos robará un poco de atención. Sin embargo, por ahora, estás a punto de convertirte en el tema de las habladurías de la ciudad. Y el rumor está corriendo deprisa.
– Qué maravilla.
– Pero la buena noticia es que Latouche está indignado con las acusaciones de MacAnna, sobre todo porque él mismo puede citar al menos un par de docenas de ejemplos de unas pocas líneas del guión de otro que han acabado inocentemente utilizadas en alguna parte. En fin, quería que supieras que la asociación te apoya plenamente, y que piensa dar un comunicado de prensa mañana por la mañana, confirmándolo y también condenando a MacAnna por convertir una tontería en una noticia infamante.
– Más tarde llamaré a Latouche para darle las gracias.
– Buena idea. Ahora mismo necesitamos a buenos tiradores de tu parte.
Llamaron a la puerta y entró Tracy, con una copia del comunicado de prensa.
– Ya está. Los peces gordos de la central de Nueva York le han dado el visto bueno.
– ¿Cómo se lo han tomado? -preguntó Alison.
– No están muy contentos, a nadie le gustan los escándalos. Pero le dan todo su apoyo a David, y quieren que este asunto concluya cuanto antes mejor.
Alison le contó lo de la declaración de Latouche y a Tracy no le hizo gracia.
– Está bien tener su apoyo, Alison -dijo-, y te agradezco que te preocuparas por esto, pero ojalá me lo hubieras consultado primero.
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