Array Array - Atlas de geografía humana

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Mira, Marisa, yo quería hacerte un regalo, ¿sabes?, llevaba un montón de tiempo pensándolo, buah, no veas, y no sabía muy bien qué te gustaría más, un bolso, unos zapatos, unos pendientes, y a te digo… Yo querría haberte comprado alguna joya, algo de oro, pero como no quería que pensaras cosas raras, pues al final decidí comprarte una caja de música, porque el otro día me dijiste que te gustaban mucho, ¿no?, y que nunca habías tenido una, y al salir del curro, me he ido derecho a la tienda esa de las muñecas de la Gran Vía que te gusta tanto, y he estado a punto de entrar, pero a punto, ya te digo, y de repente no me he atrevido. Me ha dado miedo comprarte un regalo, a ver si me entiendes, y no sólo porque tú eres mucho más fina que yo y seguro que esto de San Valentín te parece una horterada, que seguro que te lo parece, porque, buah, no veas cómo eres tú de señorita para según qué cosas, sino porque yo… Yo no sé lo que estoy haciendo aquí ahora mismo, Marisa, no sé qué pinto en tu vida, ni siquiera sé si pinto algo, ya te digo, y entonces he pensado… ¡yo qué sé! La verdad es que estoy empezando a llevar todo esto muy mal. Si somos novios, deberíamos comportarnos como novios, ¿no?, y si no… No sé. Yo ya comprendo que no soy ningún buen partido, eso lo comprendo, aunque haya dejado casi de beber y eso, ya te digo, comprendo que no te tires a mis pies, que también sería una tontería, porque, buah, no veas, con lo tarras que somos ya… Y no sé, es que no sé qué piensas de mí, qué piensas hacer conmigo, pero no me apetece seguir así y tener miedo de hacerte regalos, porque es que me siento fatal, esta tarde me he sentido fatal, pero gilipollas perdido, ya te digo. Y está claro que yo tengo más que perder que tú, y tampoco te pido que te cases conmigo, porque no es eso, pero, a ver si me entiendes, tengo que contarte lo que me pasa, y tienes que decirme algo, decirme si estoy dentro o fuera, si puedo contar contigo o no, si vamos a estar juntos mañana por la mañana o si esto se va a acabar antes, ya te digo…

Entonces levantó la vista y me miró, preguntándome con los ojos, y yo, la espalda rígida contra

el respaldo del sofá, las piernas juntas y quietas, los puños cerrados, como clavados a los cojines, no fui capaz ni de pestañear siquiera.

—Bueno… —dijo él después de un rato que pareció durar eternamente—. Si no tienes ganas de hablar, me voy.

Le vi levantarse, frotarse la cara con las dos manos, meterlas luego en los bolsillos y mover un pie, pero antes de que llegara a dar un solo paso, algo estalló dentro de mi cabeza, y sentí un eco de cristales rotos, y después una paz inmensa.

—Sí, quiero decirte algo —chillé casi mientras las lágrimas se agolpaban en la frontera de mis ojos, y no tuve tiempo para calcular cuántos años habían pasado desde que lloré por última vez—. No te vayas, Foro, por favor…

Sólo después se me ocurrió aquella estupidez, mucho después, él dormía como un niño pequeño, igual que la primera noche, y yo trataba de acostumbrarme a la idea de que siempre sería así, trataba de acostumbrarme al futuro que yo misma me acababa de asignar sin atreverme a decirlo siquiera, enunciando con cuidado todas las cosas buenas que me esperaban, sin olvidar ninguna, encerrando mis dudas en un cofre remoto cuya llave era imprescindible perder lo antes posible, entonces se me ocurrió, y me pareció una estupidez, seguramente lo era, pero todo parecía a mi favor, yo tenía por delante una semana de vacaciones y una coartada perfecta, Foro estaría trabajando en Madrid, los clubs como aquel de Hammamet funcionan todo el año, y no iba a hacer nada malo, sólo lanzar una moneda al aire, ésa era una manera como cualquier otra de decidir, de forzar al destino a elegir por mí, de devolver al azar un guante que llevaba demasiado tiempo en mi poder, y sería la última vez o sería para siempre, Alejandra Escobar me abandonaría definitivamente o yo me encarnaría para siempre en Alejandra Escobar, cara o cruz, par o impar, negro o rojo, habría otro hombre en mi vida o no habría ningún otro nunca más, sonaba bien, parecía astuto, emocionante, justo. Por la mañana, estaba decidida.

—Dame un poco de tiempo, Foro —le dije cuando se despertó, antes de levantarnos—. Seguramente no me lo merezco, ya has esperado bastante, pero los próximos quince días van a ser horrorosos, tú lo sabes, estamos acabando el Atlas y tengo que rematar un montón de cosas, voy a tener que ir a trabajar hasta los sábados. Luego me gustaría aprovechar la semana de vacaciones que nos va a dar Fran para irme al pueblo de mi madre, a Jaén, a arreglar lo de las tierras esas de mi abuela que te conté, porque mis primos me han llamado ya veinte veces y no pueden hacer nada sin mi firma… A la vuelta, si tú quieres, podemos empezar a vivir juntos.

Ningún traidor ha sido pagado jamás con un beso más dulce que el que recibí yo, aquella mañana.

Descubrí de repente que la tierra mojada huele a pecado.

Mientras aspiraba el sutilísimo aroma de la culpa emboscado en el prestigio de un olor tan poético, me resigné a vincular aquel hachazo de melancolía con el hueco del sofá donde ya no me sentaba a contemplar con mis hijos las sucesivas entregas de la epopeya imitante, el enigma de confuso principio y desenlace imposible que antes me había permitido regresar a mi propia niñez para gritar y aplaudir igual que ellos. Antes ya quería decir años antes. Aquella precisión cronológica desató un escalofrío de horror a lo largo de mi espalda, y me pasé el paraguas a la mano izquierda para cruzar las solapas de mi abrigo con la derecha pero, aunque hacía un día de perros, ningún gesto podría protegerme del frío que nacía del núcleo de mis propias vértebras.

Sin perder jamás de vista aquella verja pintada de negro, ni la placa de bronce que fijaba en el muro, a la derecha de la puerta, el número 48 y ningún nombre, ni el ciprés joven, pero robusto, que asomaba apenas por encima del seto de tuya verde impecablemente recortado, en el ángulo izquierdo de aquel jardín desconocido para mí, me obligué seriamente a pensar en mis hijos, Ignacio, 10 años, varón, moreno, desobediente pero muy cariñoso, un estudiante vago con intuiciones brillantísimas que debería aprender a explotar de una vez, y Clara, 7 años, mujer, castaña clara, obediente y disciplinada, buena estudiante, responsable pero bastante gruñona y hasta hosca a ratos, que creía aún en los Reyes Magos. Últimamente me imponía esta especie de gimnasia mental con mucha frecuencia y procuraba empezar por el principio, repitiendo los datos que jamás podría olvidar para protegerme de mi propia desmemoria, porque me aterraba la posibilidad de que los niños, con esa inteligencia simple y directa que los adultos han perdido ya, fueran los primeros en descubrir que su madre les había abandonado, que la mujer que les seguía despertando por las mañanas, les hacía el desayuno, les ayudaba a vestirse y los llevaba corriendo a la parada del autobús, esa misma mujer que se ocupaba luego de ellos por las tardes —cuando estaba en casa por las tardes— y los bañaba, les daba de cenar y los metía en la cama, no era la misma de antes, sino una impostora hábil, una copia idéntica que apenas les dedicaba ya una hebra de su pensamiento. Tenía que pensar en los niños porque la Navidad se me echaba encima, pero no tenía ni idea de qué regalos les gustarían más, no tenía cabeza para sentarme con ellos delante del televisor y anotar mentalmente los anuncios de juguetes que les hacían chillar, no les prestaba atención cuando me hablaban, y sin embargo sabía que antes o después tendría que llevarlos a la Plaza Mayor a comprar serrín, y corcho, un cielo de papel y alguna figura nueva para poner el belén y, naturalmente, habría que poner también el árbol, el año pasado se fundieron la mitad de las luces, tenía que contar también con eso, y con que haría falta reponer alguna bola de cristal, de las que se cargaron jugando al fútbol, y Clara se empeñaría en pedirme una zambomba, como todos los años, y luego, como todos los años también, sería incapaz de arrancarle el menor sonido, y lloraría desconsoladamente por su torpeza, como lloraba yo por la mía cuando ella no podía verme.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Atlas de geografía humana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Atlas de geografía humana»

Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x