Array Array - Atlas de geografía humana

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

sencillo, directamente inspirado en la ropa que llevan las mujeres chinas en los decorados de Hollywood, abotonado por la izquierda desde el cuello hasta la mitad del muslo, ceñido y sin mangas. También había ido a la peluquería, pretextando ante mí misma que me vendría muy bien cortarme las puntas. Había rescatado unas sandalias con mucho tacón, que no me ponía desde los tiempos de París, del fondo del último armario y había tardado casi una hora en pintarme con la paciencia precisa para que se notara lo menos posible que me había pintado. Pero, por muy cuidadosamente que hubiera escogido cada detalle entre los únicos que me favorecían, quien estaba segura de terminar resultando irresistible mientras se vestía, mientras se peinaba, mientras se pintaba, era una mujer afortunada que se había enamorado a contratiempo, cuando ya no lo esperaba, cuando ni siquiera lo buscaba, cuando sólo se atrevía a imaginarlo para conjurar al demonio de las pesadillas en ciertas noches de insomnio, una mujer que lo esperaba todo de un hombre que la esperaba solamente a ella, y que era yo justo antes de descubrir que me había dejado engatusar por un penoso acceso de entusiasmo, un tardío rebrote de mi adolescencia maldita, una trampa de la edad que no tenía, de la fe que los años compasivos me habían arrebatado justamente, de la experiencia que no había querido recordarme a tiempo que los sueños, como todos los objetos frágiles, están abocados a caerse al suelo y romperse en mil pedazos, y de mi repentino amor, esa pasión egoísta, súbita e inconveniente que se había instalado sin permiso a vivir en mi garganta. Por eso, antes de salir de casa me había costado trabajo dejar de mirarme, pero un par de horas después me sentía tan ridicula como la figurante peor pagada en una película de Fumanchú.

—Tú estás estupenda, no digas tonterías… —Rosa intentó tirar de mí hacia delante, pero mis pies no se movieron—. Bueno, ¿qué quieres que hagamos? ¿Vamos a estar toda la noche en esta esquina, o podemos tomarnos una copa, por lo menos?

Me dejé llevar a la barra sin protestar y hasta me apoyé en un tramo libre con un pasable aire de indolencia antes de empezar a beber. Entonces le vi. Estaba relativamente cerca de mí, charlando en un corro integrado por su mujer, un amigo suyo, también geógrafo, que nos estaba haciendo los gráficos del Atlas, y dos personas más, un hombre y una mujer, a quienes no conocía. La víscera alojada en la zona izquierda de mi pecho y denominada corazón, se comportó entonces de una forma muy extraña, latiendo primero desbocadamente, como si pretendiera imprimir su vaivén en relieve contra la superficie de mi paladar, y quedándose luego repentinamente quieta, como si los dos, mi corazón y yo, nos hubiéramos muerto sin llegar a enterarnos siquiera. Indiferentes a nuestra agitación, mis ojos le miraron como si ningún otro objeto de este mundo pudiera jamás llegar a saciarlos. Mientras tanto, mis oídos recogían por puro oficio los amables comentarios de mis amigas.

—Pues n–no va–ale un pimiento, no me digas… —en otras circunstancias el desdén de Marisa, tan implacable siempre con la belleza ajena, me habría divertido, pero en aquel momento no estaba para hacer chistes—. Como m–mucho del montón…

—Eso con el wonderbra puesto —apostilló Rosa—, y debe de tener unas piernas horribles, porque sus tobillos abultan lo mismo que mis rodillas…

—No habléis así —intervine por fin—. No está tan mal.

—Bueno, pero lo del wonderbra me lo reconocerás, porque es que es escandaloso, vamos…

Asentí con la cabeza para demostrar que estaba de acuerdo en eso, y no mentí. Llevaba un rato intentando estudiarla con una objetividad que no acabé de ser capaz de reunir, por más que estuviera segura de que no hallaría una barricada más eficaz para protegerme pero, en cualquier caso, no me pareció que la pobre Adelaida reuniera méritos bastantes para justificar el adjetivo con el que su marido suavizaba sistemáticamente el sonido de su nombre. Aparte de que las tetas se le iban a salir por el escote en cuanto la dieran un codazo, cultivaba una imagen de sofisticación prefabricada que habría requerido un cuerpo mucho mejor que el suyo para no resultar hasta levemente bochornosa. Ni muy alta ni muy baja, delgada en general, pero con las piernas gordas y más tripa de la que había previsto quien diseñó el vestido que llevaba —demasiado elegante para la ocasión, pero elegantísimo de todos modos—, me dio la impresión de haberla conocido antes,

porque se parecía bastante a todos esos angelitos de Ferrándiz con los que hice el bachiller. Me atreví a suponer que había sido una niña de anuncio de Nestlé, una adolescente monísima, una universitaria muy mona, una madre joven bastante mona, y finalmente, una mujer de treinta y muchos que, en lugar de resignarse a que su belleza no hubiera querido crecer con ella, decidió afrontar todas las consecuencias de una transformación radical de Lolita en vampiresa. No le había sentado bien pero, a despecho de las prestaciones de su sujetador y tal vez a su pesar, seguía siendo una chica mona.

—Mira, pues no es mala idea… —Rosa, que había encontrado un buen filón para limarse los dientes, seguía a lo suyo—. Cuando se canse de sostener la copa, se la encaja en el escote y ya está.

—Sí… —Marisa le rió la ocurrencia—, es como un ca–aracol, pero con un mostra–ador a cuestas, ya te digo.

—En un momento dado, podemos ir a pedirla que nos ponga unos panchitos…

En ese punto no me quedó más remedio que sumarme a un coro de carcajadas tan ruidoso que jamás pensé que pudiera revelarle mi presencia, y nunca sabré si él acertó a distinguir mi risa de las demás o giró la cabeza por pura casualidad, pero se volvió como si estuviera seguro de ir a encontrarme, y me encontró enseguida. Entonces sonrió, sin dejar de mirarme.

—Como se atreva a acercarse —murmuré— le pienso decir que es un cabrón.

—Que no, Ana, joder… —Rosa me regañó igual que si fuera mi madre—. Acabarás metiendo la pata. ¿No ves cómo te mira? Está entregado, cono, no hay más que verle… Te lo digo yo. Anda, Marisa, vamonos.

—¿A–a–ahora? —los ojos de la interpelada manifestaban, más gráficamente aún que los tropiezos de aquella pregunta, que no podía concebirse nada más injusto que arrancarla del espectáculo justo cuando sonaban los clarines que por fin anunciaban el comienzo del primer acto.

—No, dentro de dos horas, ¿tú qué crees? Si no nos vamos, no se va a acercar en la vida. Además, igual ha venido Nacho y todo, y yo mientras tanto, aquí, perdiendo el tiempo… —entonces se volvió hacia mí, aunque sus manos insinuaban ya el ademán de empujar a Marisa hacia delante— . Otra cosa, Ana… Yo soy de Letras, pero ten en cuenta que seguro que es estadísticamente imposible que las dos tengamos la misma mala suerte.

Se alejó como si fuera cierto que tenía mucha prisa, pero no había llegado a dar ni media docena de pasos cuando regresó casi corriendo, con el aire de haber olvidado lo más importante.

—¡ Ah! Y que, bien mirado, tu idea no estaba mal… —me miró con unos ojos de conspiradora que encajaban sorprendentemente bien con su sonrisa de niña gamberra—. Cuando se acerque, si puedes quedarte a solas con él, llámale cabrón… A ver qué pasa.

Entonces, como si hubiera acertado a escuchar los susurros de Rosa, Javier se destacó del grupo en mi dirección para procurarme un instante de pánico auténtico con el que no contaba, pero ese sentimiento se disolvió enseguida en una alarma mucho más estridente cuando comprobé que la pobre Adelaida seguía a su marido y que, tras ellos, tan dispuesto como Marisa a no perderse nada, venía el autor de los gráficos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Atlas de geografía humana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Atlas de geografía humana»

Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x