Array Array - Atlas de geografía humana
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Atlas de geografía humana
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Me miró como si ya hubiera pasado lo peor, con una pacífica expresión de alivio capaz de invertir la dirección de su sonrisa, una invitación a entrar por fin en escena a la que no quise resistirme.
—Por ejemplo…
—Por ejemplo, que te gustaba mucho follar, pero sólo con hombres machistas.
—¡Eso no es verdad!
Aquel ataque, que cambió de golpe el eje de la conversación, convirtiendo al comprensivo juez que yo había encarnado hasta entonces en un acusado repentino e ignorante de su culpa, me despejó con la misma eficacia que una ducha de agua fría, pero en menos de un segundo, el mínimo plazo que invertí en reaccionar con toda la firmeza de la que era capaz, recuperé también el recuerdo de aquella larga cadena de fracasos, el sexo sano, igualitario y festivo que practiqué con aquel imbécil que se comportaba como si follar fuera una cosa sin importancia, un entretenimiento trivial para los
ratos muertos en los que no hay nada mejor que hacer, una tontería, y me recordé a mí misma, tan religiosa como Martín dice que soy, poniéndolo todo, lo que tenía y lo que sospechaba que algún día podría llegar a tener, en aquellas ceremonias vanas que se resolvían en el enésimo chiste que mi novio no era capaz de callarse, cuando se corría con un breve bufido que significaba que no, que otra vez más no había sucedido nada de lo que tenía que suceder, que no había visto la muerte, que no me había desprendido de mi cuerpo, que el cielo no se había abierto sobre mi cabeza ni se había desvelado para mí secreto alguno mientras mi cuerpo, eso sí, sudaba desaforadamente con aquel pedazo de gordo encima.
—¡Por el amor de Dios, Fran, estamos hablando de Teo! Cualquiera diría que no sabes cómo era… Si lo que buscabas eran sutilezas, no tendrías que haberte liado con él —se reía como si no se hubiera divertido tanto en muchos años, y seguramente era verdad, pero además tuve la impresión de que la risa le hacía mucho bien, después de pronunciar palabras más oscuras, y por eso me dejé arrastrar por él, y reímos juntos—. Le tenías hecho polvo, al pobre, completamente desorientado… No para de darme órdenes, me decía, y luego me suelta que a ella no le gusta tomar la iniciativa. ¡Joder! No me deja hablar, no me deja reírme, no me deja chuparla porque dice que la babeo, si le llega a gustar tomar la iniciativa, no sé qué…
En ese punto la risa le impidió seguir hablando, y aproveché su ruidoso silencio para intentar imponer mi versión.
—Es que me babeaba —Martín me miró como si estuviera a punto de decir algo pero volvió a echarse a reír—. Eso ya te lo he contado, y es verdad. Te lo juro. No sé por qué, pero me daba un beso en el cuello, por ejemplo, y me lo dejaba empapado. Debía ser por la barba, que se le quedaba la saliva dentro, a lo mejor… —yo misma tuve que imponerme a una breve carcajada para poder continuar—. Y no paraba de hablar, todo el rato, como una cotorra, hacía chistes, le ponía nombres a mis tetas y cosas así, yo no podía concentrarme y, claro, no me corría, y entonces él, en vez de dejarme en paz, se angustiaba mucho por eso y me decía, vamos a hablarlo, y entonces era cuando yo le daba órdenes, pero porque él me preguntaba, que conste… Yo intentaba que comprendiera cómo me gustaría que me tratase, pero tampoco me atrevía a decírselo muy claro, para no ofenderle…
—¡Oh! Pues él se ofendía, no creas… ¿Qué espera de mí?, me decía, ¿que la trate como un chulo repugnante, como los actores de las películas yanquis, como si no fuéramos compañeros? Y me confesó cosas incluso peores. Por ejemplo que cuando terminabais de follar le preguntabas si lo único que sabía hacer era metértela, y que sin embargo, nada más empezar, le exigías que te la metiera inmediatamente.
—Yo sólo buscaba un poco de emoción.
—Me lo imagino, pero lo que conseguías era volverle loco en sentido literal. Yo me ponía de su parte, ¿sabes?, fingía escandalizarme mucho, y le decía, ¡qué barbaridad!, ¿pero a qué aspira esa tía?, para poder tirarle de la lengua y enterarme de más detalles, pero él no podía dármelos porque no te comprendía, no tenía ni idea de lo que pretendías, sencillamente no daba para tanto, qué le vamos a hacer… Por eso logré que me aceptara como una especie de mezcla de consejero sentimental y asesor sexual al mismo tiempo, y me contaba vuestros polvos paso a paso, lo que hacías tú, lo que hacía él… Decía que te tirabas en la cama y te quedabas quieta, como si te hubieras muerto, y le mirabas a los ojos, y que entonces ya no sabía por dónde empezar. Si lo que todas las tías dicen es que ya no están dispuestas a seguir siendo pasivas, ésa era su letanía favorita, ¿te das cuenta?, me preguntaba, muy intelectual él, de repente, si de lo que se quejan es precisamente de eso… —en sus dientes brilló por un momento cierto deslumbrante destello de perversidad—. Te confesaré, ya que estoy por confesártelo todo, que yo le daba ideas. A lo mejor, lo que quiere es que la uses, le dije una vez, que seas tú el único que dé órdenes, que la trates como si fuera una cosa, como si te diera igual, o como si la despreciaras, a muchas tías les gusta eso…
—¿Y qué te dijo él? —pregunté sólo por escucharme, porque me imaginaba perfectamente lo que Teo le habría dicho.
—Casi me hostia, no te digo más… Yo la quiero, ¿comprendes?, me decía, la quiero, y yo traté de explicarle que eso no tenía nada que ver, que podía quererte más que a su madre y darte marcha en la cama al mismo tiempo, que era como jugar a policías y ladrones, que el que hace de malo no tiene por qué serlo de verdad, le puse un montón de ejemplos, pero a mí tampoco me entendió y no acabamos pegándonos de puto milagro… Compréndelo, Fran, eso le parecía asqueroso y contrarrevolucionario. Él presumía de ser capaz de llorar, como todos entonces, era el nuevo hombre, tierno, blando y antiautoritario.
—Pero tú no eras así, ni siquiera en aquella época.
—Yo era estalinista, te recuerdo, un vil instrumento del aparato. Eso decíais, ¿no?, y que habíamos pactado con la derecha burguesa, que habíamos vendido al pueblo, etcétera. Estaba más que justificada mi adicción a la autoridad, mi incondicional fe en la disciplina… Pero naturalmente eso no lo sabía nadie, quizás sólo Machús, Lucía no, de eso estoy seguro. Yo también presumía en voz alta de ser capaz de llorar. Y sin embargo, me gustaba mucho escuchar a Teo, me pasaba la vida pidiéndole detalles sobre ti, fantaseaba mucho contigo… Y no eran sólo fantasías sexuales, no creas, aunque a veces, cuando veía lloriquear al gordo encima de la barra, pensaba para mí que el día que te pillara, te iba a quitar las ganas de dar órdenes durante una buena temporada, de lo suavísima que–te ibas a quedar. Pero también me excitaban otras cosas, la descripción de tu casa por ejemplo, de tus padres. A mí me interesaba más él, porque le conocía de vista, de los congresos provinciales y cosas así, pero el pobre Teo hablaba muchísimo más de tu madre, que le tenía loco de admiración y yo creo que hasta un poco enamorado, fíjate. Luego, cuando te conocí, me di cuenta de que no había podido empezar con peor pie, pobre Teo…
—Pues ya sabes que a mamá no le gustaba nada —recordé por los dos—, fue lo primero que dijo cuando te vio, que menos mal que por fin me había echado un novio con buena pinta.
—Ya… Ya sé que no le gustaba, y no me extraña, la verdad… Sin embargo él la adoraba, se pasaba la vida preguntándose cómo era posible que te llevaras tan mal con ella, una mujer guapísima, me decía, pero imponente, en serio, vale cien veces más que su hija… Entonces hasta me empezaste a caer simpática, porque me pareció injustísimo que tu madre, que ya había vivido, le gustara más a tu propio novio que tú, que estabas empezando a vivir. Siempre me han impresionado mucho esa clase de cosas, y por eso tu madre me pareció una gilipollas desde el primer momento en que la vi, desde antes incluso de que descubriera que era exactamente eso lo que esperabas de mí. Pero antes descubrí otras cosas, porque Teo me lo contaba todo con pelos y señales, y un buen día me explicó la historia de tus padres, cómo se la había ligado él, cómo se había dejado ligar ella, cómo se habían hecho novios, ya sabes, la leyenda completa, después he vuelto a escucharla un montón de veces. A él se la había contado tu propio padre, naturalmente, un día que le invitaste a cenar y se liaron a tomar copas después del postre, y el pobre gordo, que al fin y al cabo era un romántico, estaba entusiasmado, le parecía una historia estupenda, la caída de tu madre le ponía cachondísimo, y a mí también me gustó, aunque me interesaba más el papel de tu padre, y se lo dije, y él me contestó, eres igual que Fran, ella también se pone siempre de su parte, a lo mejor todo lo que la pasa es que está enamorada de su padre, fíjate, y lo dijo así, como en broma, el muy imbécil, que no veía más allá de sus narices, pero yo lo vi claro en un momento, yo sólo necesitaba ese detalle para acabar de atar cabos, para poder estar seguro de qué clase de marcha te iba a ti, mi vida… —Martín sabía que esa frase me iba a sacar de quicio y la pronunció muy despacio, con el acento preciso para lograrlo, una voz honda, ligeramente ronca, que acarició mi piel por dentro, pero deshizo su propio hechizo un instante después, cambiando bruscamente de tono para advertirme que no estaba dispuesto a perder el control antes de tiempo—. También descubrí que tu padre me gustaba mucho para suegro.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Atlas de geografía humana»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.