Array Array - Atlas de geografía humana

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

quería, y lloraba, y se desesperaba, yo me decía a mí mismo que ella no podía comprender, no podía darse cuenta de que yo tenía cosas mucho más importantes que hacer. Y al día siguiente, por la mañana, en cualquier asamblea, hablaba de la explotación de las clases oprimidas, de la plusvalía y los derechos humanos, de la amnistía y de la reconciliación nacional, a cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades, ya sabes, y tú me aplaudías, por ejemplo… Al final, la pobre ya no se atrevía a decir nada, hacía todo lo que yo quería, jamás protestaba si estábamos un par de semanas sin vernos, se agarraba a lo que podía, estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de seguir teniendo una esperanza, aunque fuera muy débil, de que su historia conmigo iba a acabar bien, pero un buen día me di cuenta de que ya ni siquiera me compensaba seguir follando con ella. Y la dejé tirada. Y no me quedó más remedio que convertirme en un líder auténtico, como tú dices, el padre Ercilla corregido y aumentado. ¿Qué te parece?

Le miré en silencio, celebrando íntimamente cada uno de sus delitos, cada uno de sus pecados, siguiendo el rastro de aquella remota crueldad nacida del vértigo de la edad y del deseo, las huellas de la culpa que le había dejado llegar hasta mí una vez, hacía ya tantos años, y me lo devolvía de nuevo, después de tantos años, más impuro quizás, pero por eso más limpio y más entero, más misteriosamente digno de amor, y no encontré una buena manera de decirle que jamás le habría perdonado que se casara con aquella mujer que no se lo merecía tanto como me lo había merecido yo, que jamás le habría perdonado que me hubiera descartado antes de conocerme siquiera, que eso era lo único que jamás habría podido perdonarle y que todo lo demás me daba igual, porque lo único que me importaba era tenerle cerca, estar cerca de él, y yo también estaba dispuesta a pagar cualquier precio por ciertos privilegios.

—Nunca te había contado esto porque, si empezaba, iba a tener que contarte un montón de cosas más, y cuando me enrollé contigo en Italia, tenía sólo veinticinco años y todavía me sentía culpable… No estaba muy seguro de que te gustara escuchar esta historia porque, por muchas vueltas que quiera darle, la verdad es que me porté con Lucía como un cabrón, y eso no tiene arreglo. Además, yo la dejé definitivamente muy poco antes de tropezarme contigo en aquella reunión donde te dedicaste a ponernos a parir, y pensé que, total, como ya no ibas a poder enterarte por otro lado… Luego supongo que me dio pereza. Suena un poco patético lo de ponerse a confesar historias antiguas y terribles que se han ido quedando en nada con el paso del tiempo, ¿no?, eso creo yo por lo menos, por eso me jodió tanto enterarme de que te estabas psicoanalizando. Pero precisamente por eso, cuando me enteré, me dije que a lo mejor te venía bien enterarte de ciertas cosas. Y no es que esté satisfecho de mí mismo, que conste no se trata de que lo haya superado todo, cuando pienso en Lucía todavía me siento como un miserable, eso es cierto, y sin embargo ahora sé que portarme bien con ella habría sido lo mismo que destrozarme la vida… Así que, ya ves, yo también tengo secretos terribles que guardar —sonrió—, pero no lo parecen tanto cuando se cuentan en voz alta…

Mientras le escuchaba, recuperé una remotísima sensación de seguridad, la confortable certeza de estar a salvo, esa especie de agradable insensibilidad que se extendía por todo mi cuerpo cuando, de pequeña, la tata me curaba una rodilla herida con un río de mercromina y un vendaje mucho más aparatoso de lo imprescindible. Todavía no había empezado a sacar conclusiones, no pensaba, no deducía, no relacionaba los datos entre sí, pero me gustaba escucharle, siempre me había gustado, sobre todo en el tono preciso que empleó aquella noche, una voz misteriosamente pura que nacía de la pacífica coexistencia de emociones contrarias, una voz serena que llegaba hasta el mismo límite de la agitación, una voz irónica y sincera, clara y enturbiada por cierta mínima dosis de indispensable oscuridad, brutal y sutil al mismo tiempo, palabras como dedos perfumados y frescos, como manos suaves y expertas, implacables en la desagradable misión de curar heridas dolorosas, que no eran capaces aún de deshacer mi propia confusión, pero me hacían tanto bien que casi habría querido aplazar para otro día ese misterioso montón de cosas a las que llevaban ineludiblemente éstas que acababa de conocer.

Pero aquella noche Martín tenía ganas de hablar, y no pidió mi opinión antes de seguir.

—Yo también me fijé en ti antes de conocerte. Eso tampoco lo sabes pero de entrada no tiene por qué significar nada, era inevitable, en aquella época todos los rojos de la Complutense nos conocíamos, aunque fuera de vista, ¿no? —asentí brevemente y él siguió hablando—. Ya sabes que era muy amigo de tu novio, Teo…

—No me lo recuerdes, por favor —rogué, tapándome la cara con las manos para fingir un cómico acceso de desesperación.

—¿Por qué? —él se rió—. Si de él sí que hemos hablado un montón de veces…

Teófilo Parera, estudiante de Derecho, compañero de curso de Martín, mi primer novio, era una especie de versión izquierdista del ogro de los cuentos infantiles. Alto y robusto, bastante gordo, llevaba el pelo muy largo, una melena crespa, castaña y perpetuamente sucia, cuyos mechones delanteros se enredaban a ambos lados de la cara, en las faldas de una barba tan abundante y descuidada como una zarza en invierno, que trepaba hacia arriba para fundirse con un bigote igual de espeso, y se expandía hacia abajo, salvando el breve desierto de la garganta, para sembrar de pelo el resto de su cuerpo. Siempre iba vestido igual, con unos vaqueros más que usados, una camisa gorda, de lana, estampada con cuadros escoceses, y unas botas de montañero tan aparatosas que daban miedo. Su manera de entender la vida no desentonaba con el monótono rigor de aquel vestuario. Todavía no sé muy bien por qué me enrollé con él, supongo que porque él quería enrollarse conmigo, y porque era el jefe de mi grupo y allí nadie parecía atreverse a discutir sus menores deseos.

—¡Qué bruto era! ¿Te acuerdas? —Martín paladeaba con placer la memoria de mis errores—. No he vuelto a conocer a nadie como él. ¡Qué animal! El caso es que a mí me caía bien, ya lo sabes, me hacía mucha gracia, hablábamos mucho, yo intentaba convencerle de que la lucha armada era un error estratégico y él me decía que yo era un maricón, y no había forma de sacarle de ahí… No te pegaba nada.

—¡Claro que me pegaba! —protesté, sonriendo—. Yo también defendía el horizonte de la lucha armada.

—No… Tú eras una señorita. Igual que yo. Por eso me fijé en ti.

—¿Cuándo?

—Cuando me enteré de que eras la novia de Teo.

—Imposible… —murmuré—. Yo me enrollé con Teo en primero.

—Sí —asintió tranquilamente.

—Y lo dejé cuando estaba en segundo…

—Antes de Navidad —precisó.

—Sí… —asentí yo esta vez—. Pero la primera vez que yo te vi a ti en mi vida fue aquel mismo curso, después de Semana Santa…

—Bueno —sonrió—. Pero yo te había visto a ti antes. Bastantes veces. Que tú no te fijaras en mí no quiere decir que yo no me fijara en ti. Ya sabes que frecuentábamos los mismos bares.

—No me lo creo…

—Pero es verdad. Yo sí te conocía. Y enseguida me enteré de quién eras, claro.

—Una joven heredera insatisfecha —le recordé, resignada a aceptar una versión inédita de mi propia historia.

—Pues sí. ¿Te parece poco? Era una combinación irresistible, demasiado para el pobre Teo, desde luego, ésa es la primera cosa que no entiendes… Cuando le dejaste se quedó jodido, no creas, aunque disimulara. Me lo encontré una mañana en el bar y me lo dijo, ya sabía yo que con esa tía no iba a ninguna parte, y yo le di la razón, es una pija, Teo, eso le dije, por mucho rollo que se tire no es más que una niña bien que juega a dar disgustos en su casa, no te conviene, hazme caso.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Atlas de geografía humana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Atlas de geografía humana»

Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x