Array Array - Los aires dificiles
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Los aires dificiles» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Los aires dificiles
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Los aires dificiles: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los aires dificiles»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Los aires dificiles — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los aires dificiles», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Yo soy la policía, señora –dijo él, mientras alargaba la mano para recoger su
chubasquero.
—Aquí no. –Nicanor Martos sonrió mientras apretaba los dientes, pero ella no se
detuvo a identificar el origen de su sonrisa–. En este pueblo no. En esta casa no.
¿Qué se apuesta usted a que no?
Los niños querían aprovechar la mañana para ir al Rastro, pero Juan anunció en el desayuno, con el acento de las decisiones indiscutibles, que saldrían enseguida, para comer por el camino y llegar a casa a media tarde. Ellos no se atrevieron a protestar. La noche anterior se habían acostado muy tarde, y eran más de las once cuando Maribel se acercó a su habitación para despertarlos. Juan aprovechó su ausencia para llamar a Sara y preguntarle, antes incluso de interesarse por Alfonso, si había recibido alguna visita inesperada. Sí, había respondido ella. Nicanor, dijo él entonces. Sí, volvió a escuchar al otro lado de la línea. Durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada. Pero ya se ha marchado, añadió Sara entonces, con un deliberado acento de complicidad que él no acertó a percibir, y no creo que vuelva, ¿sabes?
Cuando se reunió con los demás en la cafetería del hotel, Maribel fue la única que se dio cuenta de que le pasaba algo. No es nada, respondió él, e intentó sonreír, es que tengo resaca, anoche me pasé mucho… Era verdad que la noche anterior había bebido mucho, porque al acercarse a su mesa para estar un rato con ellos, Trini se había sentado a su lado, y sin dejar de mirar a Maribel con el rabillo del ojo, le había comentado que le extrañaba mucho la ausencia de Nicanor. Al final no ha venido, le dijo, y fíjate que tenía mucho interés en verte. Cuando le llamé para invitarle, me preguntó si ibas a venir tú, y después volvimos a hablar un par de veces, le comenté que Alfonso había cogido la gripe, que parecía que os ibais a quedar allí, y luego me llamó para lo del regalo y ya le conté que sí, que al final sí veníais, pero sólo la niña y tú, bueno, y unos amigos vuestros, porque él seguía pachucho y se iba a quedar en casa de una vecina. ¡Ah!, pues no faltaré, me dijo, pero ya ves, no ha venido…
Entonces, Juan empezó a beber, a empalmar una copa con otra, comiendo con método en los intervalos para controlar los efectos de lo que bebía, pero nadie contó los vasos que iba vaciando porque estaban en una boda, y en las bodas siempre se bebe mucho, y Maribel, que era la gran sensación de la noche, el punto donde confluían todas las miradas, y la que peor lo estaba pasando hasta que el comentario de Trini la relegó al segundo lugar de esa lista, había
empezado a beber antes que él. No me dejes sola, por favor, no me dejes sola, había murmurado cuando entraron juntos en el salón donde iba a celebrarse la ceremonia. Él la había cogido de la mano y no la había soltado hasta que se sentaron juntos a cenar. Me está mirando todo el mundo, dijo entonces en voz muy baja, como si hablara para sí misma, mientras desenvolvía la servilleta y se la colocaba con cuidado sobre las rodillas. Claro que te miran, le respondió él, eres muy guapa, y esta noche estás muy guapa además, y no te conocen, es la primera vez que te ven. A mí me parece natural que te miren tanto… Pero ella ni siquiera sonrió, estaba tan nerviosa, tan aterrada que no le agradeció el piropo. A él, en cambio, le divertía la situación, y el pánico de Maribel, sus vanos esfuerzos por no destacar, por no llamar la atención, por esconderse detrás de los niños cuando alguien se acercaba.
Juan Olmedo sabía que su amante se equivocaba al atribuir el mismo origen a todas las miradas. Aquella noche, con la ropa de Sara y su propio cuerpo, Maribel era algo digno de verse, y eso también le gustaba.
Más tarde, él mismo provocaría el incremento del número, la insistencia y la densidad de las miradas ajenas, pero entonces ya había empezado a beber mucho y no quería estar solo, no quería pensar, no todavía, no delante de sus hermanas, de sus cuñados, de sus conocidos de toda la vida. Tenía miedo y no quería tener miedo, y sabía que estaba a salvo, que tenía que seguir estando a salvo, que había habido un accidente, dos autopsias, un retrasado mental, ninguna novedad, ninguna sorpresa, sólo un nuevo susurro, una nueva amenaza, pero tenía miedo, y no quería tenerlo, y no quería estar solo, no quería pensar. Cuando se abalanzó sobre ella, cuando empezó a besarla, y a abrazarla, y a acariciarla por encima de la ropa al lado de la barra, contra una columna, en la zona del restaurante acondicionada como pista de baile, Maribel se asustó durante un instante, pero después, por fin, logró serenarse. Los dos habían bebido mucho y ella había empezado a beber antes que él, pero aquel arrebato disolvió sus miedos, sus nervios, como si el deseo de Juan la devolviera a un lugar donde se sentía segura, a una casa cerrada y a salvo de todas las miradas, a una cápsula de paredes transparentes donde los dos estuvieran solos aunque el mundo entero los rodeara. Entonces lo arrastró hasta la pista y empezaron a bailar. Nunca habían bailado antes, pero los dos habían bebido mucho, y sus pies se entendieron bien, sus cuerpos se acoplaron sin dar oportunidades a la confusión, y siguieron bailando, y bebiendo, y bailando, y bebiendo, hasta que se acabó la música y se encontraron a Tamara dormida en una silla. Al llegar al hotel, Juan se comportó como si no hubiera bailado ni bebido bastante, y al despertarse la abrazó sin palabras, pero con los ojos serios, tristes, como si ahora fuera él quien la pidiera que no le dejara solo.
Durante el viaje apenas habló, aunque se esforzó por acompañar con monosílabos, con sonrisas o con gestos de aprobación, los comentarios de los niños, que charlaban sin parar, muy excitados por lo que habían vivido en los tres últimos días. Cuando pararon a comer, Maribel dejó que se adelantaran y se quedó mirándole sin decir nada. Él contestó a aquella mirada con una sonrisa y
un comentario tontísimo sobre lo bien que se viajaba desde que todo el camino
era autovía.
Ella le dio la razón pero siguió mirándole, tratándole como si pudiera reconocer su
inquietud aunque ignorara completamente sus razones, y él ya no intentó
tranquilizarla.
A medida que los kilómetros se sucedían, y la luz abandonaba el cielo sucio de
una tarde de diciembre, Juan Olmedo sentía cada vez más frío, un soplo
congelado en la garganta, una presión de hielo quebrándole las sienes. Había
tenido más miedo otras veces, pero entonces siempre había sabido más que
ahora, y había dependido sólo de sí mismo, de sus conocimientos, de su astucia,
de su capacidad para demostrar que seguía siendo el mejor, y el más inteligente
de los tres.
Aquella tarde, en cambio, estaba solo, desarmado, aislado de lo que pudiera estar
sucediendo a su alrededor. Las dudas le deshacían por dentro, colonizaban hasta
el último rincón de su cabeza, devoraban su ánimo, desordenaban su memoria, y
le inspiraban más miedo que el propio miedo.
Llegaron a la urbanización a las seis de la tarde. Ya era de noche, pero al abrir las
puertas les sorprendió el abrazo de la temperatura, un soplo cálido, seco, la
promesa imposible de la primavera en el umbral del invierno.
El levante había entrado por fin desde el Estrecho, para barrer la humedad, para
templar el frío, para limpiar el aire como si quisiera darles la bienvenida,
demostrar que se alegraba de volver a verlos por allí. Todos correspondieron en
voz alta a su saludo excepto Juan, que sacó las maletas del coche sin decir una
palabra, y lo cerró a distancia con la mano extendida, separada del cuerpo, el
ademán de un pistolero que sabe que le queda solamente una bala y procura
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Los aires dificiles»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los aires dificiles» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Los aires dificiles» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.