Array Array - Los aires dificiles

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Los aires dificiles» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los aires dificiles: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los aires dificiles»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los aires dificiles — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los aires dificiles», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tendría que haberse marchado, pero se quedó, porque aquél era su carácter, su naturaleza. Cuando salió del baño, su hija le dijo que lo de antes era mentira, que sí le había gustado la casa de muñecas, que le había gustado mucho, y Juan Olmedo Sánchez se dijo que el mundo sería un lugar mucho mejor si su hermano Damián no viviera en él. ¿Y qué si la niña está desquiciada? ¿Tú sabes cómo estoy yo?

¿Te has parado alguna vez a preguntarte cómo estoy yo? Si cada vez que la veo, veo a la hija de puta de su madre, si no lo puedo remediar, no puedo. No es culpa mía, Juan, no es culpa mía. Yo no quería tener hijos. Lo sabes de sobra. Cuando a Charo se le puso en el coño quedarse embarazada, yo no quería tener hijos. Y eso es lo de menos. Lo peor de todo, lo peor que me ha pasado a mí en la vida, fue casarme con esa mujer, lo peor, lo peor, me cago en la hostia, lo peor de todo, joder… Nadie me va a pagar nunca bastante por eso, nadie, ¿me oyes?, nadie. Así que déjame en paz y no me toques más los cojones. Los enemigos del Canario decían que le gustaba que le pegaran, que lo iba buscando, y que por eso se

peleaba solamente con tipos peores que él, más fuertes, más peligrosos, más violentos. Era verdad que solía cobrar, que se llevaba unas palizas tremendas y después estaba un par de días fuera de la circulación para reaparecer con las cejas rotas y apestando a Betadine, pero a Juan le gustaba más la otra versión, la de los amigos, la de los leales, la de los cronistas del mito oficial del héroe de barrio que nunca abusaba de los débiles, que nunca había maltratado a nadie sobre quien llevara ventaja, que se limitaba a zanjar los insultos, los desafíos del incauto de turno, levantándole por las solapas y soltándole, a lo sumo, un par de bofetadas y la amenaza de siempre, no te cruces conmigo, chaval, procura no volver a cruzarte conmigo. Juan le admiraba mucho por eso, sentía una misteriosa debilidad por él, sólo por él, porque los demás, el Rubio, el Chino, el Choto, el Toledano, los jefes de las demás pandillas, le daban miedo, y se cambiaba de acera cuando los veía aparecer a lo lejos, excepto si el Canario estaba cerca. Él sabía, como cualquier otro niño de Millaverde Alto, que entonces nadie se atrevería a burlarse de él, a ponerle una mano encima. A Damián, en cambio, no le caía bien. Decía que era muy raro, muy atravesado, que tenía ojos de loco, como si siempre estuviera pensando en otra cosa. A Juan no le parecía raro, pero sí triste a veces, y de una tristeza rara, reconcentrada, melancólica, que sólo muchos años después llegaría a reconocer con exactitud en el campo semántico de un adjetivo, atormentado. Juan bebió demasiado.

Se dio cuenta de que estaba bebiendo demasiado y sin embargo siguió bebiendo, y comiendo con método entre copa y copa para controlar los efectos de lo que bebía. El alcohol le precipitó en un estado blanco y elástico, de una lucidez selectiva, parcial. La muchacha que trabajaba en casa de Damián le había despertado un par de semanas antes, un domingo, a las ocho y media de la mañana. El dueño de la casa había vuelto una hora antes y se había encontrado a Alfonso desvelado, masturbándose delante del televisor encendido, detenido en un programa de divulgación cultural de la UNED donde una profesora joven y guapa hablaba del uso correcto de la preposición «de». Se había puesto tan furioso que había ido a la cocina a por unas tijeras para amenazarle. Los gritos de Alfonso habían despertado a Tamara, que había visto a su padre con las tijeras en la mano y se había puesto a gritar más alto que su tío. La muchacha no sabía qué hacer. Cuando Juan llegó a la casa, sonriendo después del susto por aquella gramática perversión sexual de su hermano pequeño, Damián ya se había ido a dormir, Alfonso seguía llorando en el sofá, y su sobrina le consolaba como si fuera un muñeco monstruoso, desarticulado, gigantesco. Juan se los llevó a la calle y estuvo toda la mañana contándoles historias de Damián, de cuando todavía se llamaba Dami y era el más rápido, el más astuto, el más colega, un chollo de hermano. Volvieron a casa a la hora de comer y de mucho mejor humor. Cuando iban ya por el postre, Damián apareció en pijama, con una sonrisa de oreja a oreja y ganas de arreglarlo todo. Pero no pidió perdón. En eso se parecía a Charo, que tampoco pedía jamás perdón.

No me saques a relucir lo de Alfonso ahora, joder, no seas tramposo, que eso no tiene nada que ver.

No le iba a cortar la polla, ¿qué te has creído?, aunque, total, para lo que la usa… Quería darle un susto, solamente, un buen susto, si no aprende por las buenas, que aprenda por las malas, ¿no?, como los críos. Y si vive en mi casa, que respete mis reglas, es lógico, ¿no?, para eso le mantengo, para eso los mantengo a todos aquí, y no para que ande todo el puto día meneándosela, que me saca de quicio verle, con esa cara de imbécil, dale que te pego. Y no vuelvas a decirme que te lo llevas, porque no te lo vas a llevar, ni lo vas a meter en ninguna parte. Él va a seguir viviendo aquí y esto se va a arreglar, se va a arreglar sin más remedio, porque como no se arregle, lo opero y todos tan contentos, mira, un problema menos para él y otro para mí. He preguntado ya, no es nada difícil, ni peligroso, y no me des tu opinión porque no la necesito, algunos médicos son partidarios… ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? No vuelvas a mirarme así, ¿me oyes?, no vuelvas… ¿A que te meto, Juanito? ¿Qué te apuestas a que te meto una hostia? Lo único que Damián admiraba del Canario eran las tías que llevaba al lado. Juan también se había fijado en eso, era imposible no fijarse, tan imposible como no ver un Ferrari rojo, descapotable, brillante, parado en un semáforo después de haber recorrido la avenida de Andalucía a trescientos kilómetros por hora, el puto lujo, como decía Dami, eso mismo era, el puto lujo. A veces eran rubias, a veces eran morenas, hubo una pelirroja incluso, con muchos lunares claros y pequeñitos en el escote, que uno se mareaba sólo de mirarlos, sin imaginarse siquiera lo que había debajo. Eran imponentes, imponentes, unas chavalas de la hostia, pero ninguna le duraba mucho. Cuando te habías acostumbrado a verle con ésta, aparecía con aquélla, y el fin de semana siguiente ya había encontrado otra nueva, buenísima de la muerte, como todas las demás. Era como si, en lugar de agenda, tuviera un calendario de esos de tías buenas de los talleres de coches, pero de mujeres de verdad, para él solo, y arrancara una página cada dos o tres días, cuando le apetecía, cuando se aburría, cuando le daba la gana. Y el caso es que, luego, ellas a veces no eran para tanto. Juan se dio cuenta una tarde, mientras se cruzaba con la pelirroja por la calle.

Iba sola, volvía de hacer la compra con unos vaqueros y una camiseta azul marino, el pelo recogido, la cara sin pintar, una chica corriente, como tantas, con playeras blancas y una bolsa de plástico en cada mano, y sin embargo era ella, la misma que había hecho crujir las baldosas de la acera dos o tres semanas antes, en los días de su efímero reinado, mientras el Canario la llevaba por los hombros, bien sujeta, y se paraba a meterle mano a cada rato, porque eso le gustaba, sobar a sus novias, besarlas, estrujarles las tetas, darles palmadas en el culo, exhibirlas en público para que las viera todo el mundo. Y entonces sí, entonces ellas reflejaban la luz del héroe, que reverberaba a través de sus cuerpos, que las envolvía como un hechizo benigno e insoluble, entonces sí, y era imposible no verlas, no mirarlas, no desearlas, tan guapas, tan pintadas, con los tacones tan altos y esa ropa tan ceñida que se ponían para él, y esa sonrisa de zorra, de favorita, de puta satisfecha que les explotaba de puro gusto en el centro de la boca. Juan Olmedo sabía que su hermano no estaba hablando en serio. Creía saberlo,

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los aires dificiles»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los aires dificiles» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los aires dificiles»

Обсуждение, отзывы о книге «Los aires dificiles» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x