Paullina Simons - Tatiana y Alexander

Здесь есть возможность читать онлайн «Paullina Simons - Tatiana y Alexander» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tatiana y Alexander: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tatiana y Alexander»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tatiana, embarazada y viuda a sus dieciocho años, huye de un Leningrado en ruinas para empezar una nueva vida en Estados Unidos. Pero los fantasmas del pasado no descansan: todavía cree que Alexander, su marido y comandante del Ejército Rojo, está vivo. Entre tanto, en la Unión Soviética Alexander se salva en el último momento de una ejecución.
Tatiana viajará hasta Europa como enfermera de la Cruz Roja y se enfrentará al horror de la guerra para encontrar al hombre de su vida… Dolor y esperanza, amistad y traición se mezclan en esta conmovedora novela protagonizada por dos personajes entrañables y llenos de coraje, capaces de desafiar por amor al destino más cruel.

Tatiana y Alexander — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tatiana y Alexander», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– En la vida, en mí… Confiar en que estoy haciendo lo que debo…

«No quiero olvidarme de él», quiso decir.

– Por supuesto que estás haciendo lo que debes, cariño -la tranquilizó Isabella-. Sigues adelante, como todas las mujeres que se quedan viudas. Sigues adelante y tienes fe en ti misma.

– ¿Y si él no ha muerto? -susurró Tatiana-. Para tener fe, necesito alguna prueba.

– Pero cariño, si tuvieras una prueba ya no estaríamos hablando de fe, ¿no es así? -repuso Isabella.

Tatiana no dijo nada.

Tienes que hacer de tripas corazón y seguir adelante, como siempre has hecho -insistió Isabella.

– Como sabe, señora Isabella, soy experta en hacer de tripas corazón -observó Tatiana-. Pero cada vez me resulta más difícil. Odio cada día que empieza, porque es un día que me aleja más de él.

– Cuando más se necesita la fe es cuando estás rodeada de oscuridad. -Isabella la miró pensativamente-. Se te veía muy triste al llegar a Nueva York, cariño. ¿No estás mejor ahora?

– Sí -aceptó Tatiana.

Exteriormente, estaba bien. Pero dentro de ella estaba la maldita medalla de Alexander, y estaba el maldito Orbeli.

– ¿Te sentirías mejor si tuvieras alguna prueba que no fuera el certificado de defunción?

Tatiana no contestó. ¿Qué podía decir?

– Es mejor que haya muerto, cariño, porque habrá dejado de sufrir. Piensa que ahora es tu ángel guardián y te protege.

– Por favor, no me diga eso. Si creo que ha muerto, me costará aún más seguir viviendo, sabiendo que una bala podría llevarme junto a él -dijo Tatiana.

– No puedes dejar huérfano a tu hijo.

– ¿Por qué no? Él lo dejó huérfano.

– Si te resulta más fácil, sigue creyendo que vive.

– Pero si vive, ¿cómo puedo seguir adelante con mi vida?

El gemido que emitió Tatiana expresaba una aflicción tan profunda, que Isabella palideció y apartó unos pasos la silla en la que estaba sentada.

– ¿Cómo puedo ayudarte? -preguntó en un susurro.

– No puede -contestó Tatiana, poniéndose de pie. Recogió el bolso y llamó a Anthony-. Tiene que ser un consuelo ver las cosas tan claras… Pero es normal, usted sigue con Travis, y no le es difícil tener fe porque tiene a su lado una prueba viviente.

– Tú también tienes una prueba viviente -dijo Isabella, señalando al niño, que acababa de entrar en el salón y se lanzaba en brazos de su madre.

– Mamá, quero helado para cenar…

– Claro, cariño -dijo Tatiana.

Y Anthony tuvo helado para cenar.

– Mamá, ¿por qué Timothy tiene un papá y Ricky también y Sean también?

– ¿Por qué me preguntas eso, mi amor?

Estaban pasando junto al Battery Park, camino del colegio, Tatiana había apuntado a Anthony en el grupo de párvulos dos semanas antes; pensaba que su hijo pasaba demasiado tiempo con adultos, sobre todo con Isabella, y quería que conociese a otros niños de su edad. No le gustaba que frunciera el ceño como una persona mayor. El niño hablaba demasiado bien y era demasiado reflexivo y serio para tener sólo dos años y medio. Por eso pensó que le iría bien ir al colegio y tratar a otros niños.

Y ahora Anthony le venía con aquella pregunta:

– ¿Por qué yo no tengo un papá?

– Sí lo tienes, mi amor, sólo que no está aquí. Tampoco están los papás de Mickey, de Bobby y de Phil, ya sabes que los cuidan sus mamás. Tú tienes mucha suerte, porque te cuidan Vikki e Isabella además de tu mamá…

– ¿Cuándo volverá papá, mami? El papá de Ricky ya ha vuelto y ahora lo acompaña al colegio por las mañanas.

La mirada de Tatiana se perdió en la lejanía.

– Ricky ha pedido a Santa Claus que vuelva su papá. Yo también puedo pedírselo…

– Ya veremos -susurró Tatiana.

– La guerra se acabó. ¿Por qué no vuelve? -insistió Anthony.

En la puerta del colegio, el niño no quiso que su madre le diera un beso ni que lo acompañara al interior. Cuadró los hombros, frunció el ceño y entró solo en la guardería, cargado con la bolsa de la merienda.

Las cuatro etapas del duelo. La primera era el impacto. Después venía la negación. La negación había durado hasta esa misma mañana. Y ahora había empezado la fase siguiente: el enojo. ¿Cuándo llega la aceptación?

Pero lo que Tatiana quería no era aceptación, sino alivio. ¿Cuándo llegaría el alivio?

Estaba muy enojada con él. Alexander sabía perfectamente que ella no tenía ningún interés en seguir viviendo sin él. ¿Acaso pensaba que en el Estados Unidos de la posguerra, con sus electrodomésticos, sus radios y su promesa de televisión, viviría mejor que en el Gulag?

Un momento… ¿Que hay de Anthony? Anthony no es un espectro sino un niño real, que habría nacido en cualquier caso. ¿Qué habría sido de él?

Tatiana contempló las aguas del puerto. «Podría zambullirme y nadar como si fuera el último pez del océano. ¿Cuánto tardaría en llegar a las frías aguas del invierno? Nadaría cada vez más lentamente, hasta encontrarme con él al otro lado de la vida, tendiéndome la mano y diciéndome "¿Por qué has tardado tanto en aparecer, Tatia? Llevo tanto tiempo esperándote…".»

Tatiana se apartó de la barandilla del transbordador. «No. Él me mira, mueve la cabeza y dice: "Anthony es un niño perfecto, Tania. Qué suerte tienes de tenerlo contigo. Yo también quisiera abrazarlo. En eso pienso allá donde estoy: en cuánto desearía abrazar a mi hijo".»

Tatiana volvió a encerrarse en sí misma, entró en la habitación privada donde seguía siendo Tatiana Metanova, cerró la puerta y se sentó en el suelo con la mochila negra. En aquel lugar no había Anthonys ni Isabellas ni Vikkis ni Edwards ni Jebs; sólo estaban Tania y Shura en el Kama, compitiendo por atrapar una perca con las manos. Siempre gana Alexander, que nada a la velocidad del rayo y es capaz de ver hasta muy lejos dentro del agua.

Sólo están Shura y Tania. Ella le está enseñando a preparar tortitas pero él, incapaz de apartar la mirada de sus ojos, se olvida de la sartén. «¿Cuántas veces voy a tener que explicártelo, Shura?», pregunta Tatiana. «Según mis cálculos, ésta es la tercera vez -murmura el-. No puedo evitarlo, estás tan bonita cuando cocinas…» «Shura…» Es demasiado tarde. Apartan la sartén del fuego.

Tatiana cierra de golpe la puerta de la maldita habitación. La detesta. Ojalá la hubiera quemado en Estocolmo. Todo lo demás ardió en la pira… ¿por qué no quemó eso también?

Anthony necesitaba a su madre. Anthony no podía ser un niño huérfano, ni en Estados Unidos ni en la Unión Soviética. No podía perder a su madre también. Un niño tan dulce, con sus manitas regordetas, su boca manchada de chocolate y su pelo negro. Tatiana se estremecía cuando acariciaba el pelo negro de su hijo.

– Déjame lavarte el pelo, Shura -dice, sentándose en el suelo y mirando hacia el claro.

– Está limpio, Tania. Me lo he lavado esta mañana.

– Anda, déjame. Te lo lavaré en el río.

– Bueno. Sólo si me dejas lavarte…

– Te dejo hacer lo que quieras, pero ven conmigo.

Se estremecía cada vez que miraba a su hijo.

Aquella noche, Tatiana no se puso el abrigo ni el sombrero para salir a la escalera de incendios. Se sentó en silencio y dejó que la fría brisa marina invadiera sus pulmones. Olía tan bien… En todo el planeta sólo había una ciudad más hermosa que Nueva York.

Nueva York, que palpitaba eternamente, como si fuera el corazón del mundo. Ya no había apagones nocturnos y los edificios resplandecían como perpetuos fuegos de artificio. No había ni una sola calle que no estuviera abarrotada de transeúntes, ninguna donde no saliera una nube de vapor por algún hueco de alcantarilla, ninguna donde no hubiera operarios encaramados a los postes para instalar nuevas líneas de teléfono o electricidad o a una grúa para desmontar el tren elevado… Ninguna sin el rumor constante de las obras, que comenzaba todos los días a las siete de la mañana, junto con el bullicio de sirenas, bocinas y motores, coches, autobuses y taxis amarillos. Las tiendas estaban repletas de productos; las cafeterías, de pastelitos; los restaurantes, de beicon; los comercios, de libros, discos y cámaras Polaroid; la música salía toda la noche de bares y locales; ¡ah!, y siempre había parejas bajo los árboles o en los bancos públicos, con uniforme, con traje y corbata, con bata de médico o de enfermera… Y en Central Park, adonde iban todos los fines de semana, no había ni un metro de césped sin una familia merendando. Y centenares de botes paseaban por el lago mientras hubiera luz.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tatiana y Alexander»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tatiana y Alexander» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Paullina Simons - Inexpressible Island
Paullina Simons
Paullina Simons - The Tiger Catcher
Paullina Simons
Paullina Simons - Tully
Paullina Simons
Paullina Simons - Red Leaves
Paullina Simons
Paullina Simons - Eleven Hours
Paullina Simons
Paullina Simons - A Song in the Daylight
Paullina Simons
Paullina Simons - Bellagrand
Paullina Simons
Paullina Simons - Lone Star
Paullina Simons
Paullina Simons - The Summer Garden
Paullina Simons
Paullina Simons - Tatiana and Alexander
Paullina Simons
Paullina Simons - Road to Paradise
Paullina Simons
Paullina Simons - The Girl in Times Square
Paullina Simons
Отзывы о книге «Tatiana y Alexander»

Обсуждение, отзывы о книге «Tatiana y Alexander» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x