En la cubeta de agua, el roedor blanco tiembla. Se encoge de miedo. Una sola gota de orina amarilla traza un reguero desde el animal al agujero de desagüe. La oreja del roedor está pegada al dorso de su cabeza. Se está encogiendo hasta hacerse todo lo pequeño que puede.
El instructor deja colgando la mano propia dentro de la cubeta, de manera que los dedos acarician el pellejo blanco de la espalda del roedor. Y acariciando el pellejo, dice:
– El pequeño animal meramente tiene deseo de sobrevivir. -Dice-: Lo que pasa es que el animal es portador de enfermedad. -Dice, acariciando el pellejo-: El pequeño animal es sucio y además alberga plan instintivo de reproducción…
El estimado instructor dispone su boca para desplegar una mueca de disgusto. Ejecuta rotación de cara a un lado y al otro y repite el movimiento hasta formar gesto de cabeza que significa «no».
El aclamado instructor dice: todos los días el humano tiene que seguir el ejemplo suministrado por la deidad. La acción compasiva, explica el instructor, es un insulto a los ojos de la deidad. Explica a continuación que la deidad no muestra esa compasión. Explica que el agente que actúa compasivamente se coloca a sí mismo en lo alto y se posiciona por encima de la cabeza de la deidad. Se imagina que posee más sabiduría que la deidad.
El estimado instructor dice que la deidad superior ordena que todas las criaturas vivas sufran -consumidas por enfermedad o gritando con cobertura corporal de sangre-, y que luego llega un día en que todas tienen que morir. Solo es tragedia si el sufrimiento y la muerte se producen en condiciones de inocencia. Si no hay pecado ni crimen, entonces la extinción no es merecida. Esa pérdida es una afrenta a la deidad.
– Debido a que todos sufren y mueren -dice el instructor, acariciando el pellejo blanco del roedor-, entonces los agentes tienen que ganarse esa extinción propia que les llegará algún día.
Justificar futuros actos de crueldad de la deidad. Hacer que la deidad no sea sádica, solamente un juez enormemente sabio.
La deidad superior solo es modelo de conducta correcta. Dice el instructor de la gran sabiduría:
– Todos debemos hacer a los congéneres propios lo que la deidad hace a todos.
Si un agente da patadas frecuentes a perro… si golpea con bofetones de mano a la compañera reproductiva… si ese agente asesina con puñal a un compañero, eso imita la lección correcta de la deidad. Cuando le llegue el instante futuro de la extinción -sería posible que el corazón estallara o que se consumieran alimentos tóxicos-, entonces esa extinción no será ninguna tragedia, no será una pérdida grande que ofenda a la deidad. En realidad, la extinción de un pecador le reporta un placer enorme a la deidad. Cuantos más pecados y más crímenes, dice el instructor, más disfrutará la deidad de la extinción del agente.
La mano del instructor retuerce el interruptor del agua, forzando el chorro del grifo hasta el interior de la cubeta. Primero, agua helada. Luego el chorro empieza a emitir humo, el agua se va calentando, el calor elevado hace que el suelo de acero de la cubeta se oscurezca por la temperatura. El roedor patalea para escapar de la temperatura del agua y del suelo recalentado. La mano sigue retorciendo el interruptor del agua hasta que un chorro mayor inunda una parte más grande del suelo. El roedor araña con las zarpas para trepar por las paredes pulidas de la cubeta, pero resbala para caer de nuevo y escaldarse. El roedor trepa y se resbala. Se resbala y chilla.
La mano del reverenciado líder se balancea hasta un interruptor eléctrico que hay montado debajo de la superficie de trabajo. El dedo activa el interruptor eléctrico y un estruendo emerge del agujero de desagüe. Del agujero salen un barullo de cosas que se agitan y unos dientes metálicos que se abren y se cierran. Agujero oscuro y hambriento.
El roedor blanco se cae por las paredes de acero, se resbala y se escapa de las dentelladas del desagüe, con sus pezuñas de roedor abrasadas y correteando demasiado deprisa para permitir que el ojo lo presencie.
El glorioso instructor levanta la mano propia, con la palma abierta en dirección a todos los agentes. Una mano de promesa o juramento. El celebrado instructor dice:
– Voten. -Dice-: En este momento, con las manos, voten: ¿debemos extinguir al parásito contaminado?
Las manos de los agentes Ling y Chernok se elevan para decir que sí. Las manos de Tibor y Mang.
La mano del agente-yo permanece baja. El aliento atrapado en los pulmones. El músculo cardíaco le corretea como un roedor, forcejea en el interior de la caja torácica. Sorbimiento de nariz y fuerte ronquido para que este agente no derrame agua ocular. Dentro de la cabeza, dice: «Permitir supervivencia de roedor». Dice: «Por favor».
La mano de la agente Magda se eleva para decir que sí. Todos los agentes se quedan mirando al agente-yo.
El reverenciado instructor cita al totalmente vil tirano y brutal rey Adolf Hitler y dice:
– «No veo por qué el hombre no debería ser igual de cruel que la naturaleza».
La mano de este agente se eleva. Un «sí» totalmente en unísono. Componiendo una única voz.
Hoy el talentoso instructor dice: este crimen es lo que Occidente denominaría un «bautismo». El crimen de hoy convierte a los agentes aquí presentes en un placer para la deidad. En sucios pecadores. La propia extinción cruel y gloriosa entre gritos queda merecida. Cuando llegue la jornada al azar designada para vuestra tortuosa extinción -por caída de aeronave o veneno nuclear-, entonces el recuerdo de tantos crímenes personales reconfortará y calmará a los operativos cuando accedan a la eternidad. Importante, dice el reverenciado instructor:
– Después de esto, deseadle a la deidad superior un enorme placer en asesinaros.
Desde el día presente, merecemos morir.
Al momento siguiente, el roedor blanco se resbala, se desliza y cae por el agujero del desagüe. Alimentando las dentelladas de metal. Desaparece.
Cita: «No veo por qué el hombre no debería ser igual de cruel que la naturaleza».
Al momento siguiente, el chillido del roedor también desaparece. Ya solo se oye el tableteo del chorro de agua hirviente sobre la cubeta de metal. El instructor de gloriosa sabiduría se inclina hasta estacionar las manos bajo el chorro, donde ambas forcejean entre sí y forcejean con la pastilla de jabón hasta lavarse.
Del agujero negro del desagüe emerge una voluta de vapor blanco. Ni chillido ni olor animal. El roedor blanco ha sido borrado.
Empieza aquí el sexto informe del agente-yo, número 67, que asiste hoy a sesión inicial de educación estructurada obligatoria. Institución de educación pública XXXXX. Nivel medio XXXXX. Aula XXXXX. Fecha es el momento actual. Para que conste en acta, las instalaciones de educación americana están destinadas a humillar a los jóvenes nativos y destruir todo el respeto que puedan tenerse a sí mismos. Conspiran para degradar toda su dignidad. Las tareas se asignan calibradas para destruir toda su autoestima.
Para que conste como ejemplo, en la clase dirigida que lleva por título «Coro juvenil de swing» muchos jóvenes potencialmente brillantes son obligados a cantar canción que describe una precipitación atmosférica que no para de aporrear la cabeza del agente-yo. Que se queja de que ambos pies son demasiado grandes para el colchón de dormir. Canción llena de idioteces sin sentido. A continuación hay que cantar cómo en el pasado se ha visitado un paisaje árido a bordo de un equino sin denominación propia. Todos los estudiantes están obligados, sin alternativa.
No hay bebés animales para experimentar. No hay acceso a la nitroglicerina. Este agente posee demasiado respeto para preguntarle al maestro: ¿por qué engordar y atiborrar la cabeza con tanto arte y música inservibles? ¡No beneficia en nada al Estado!
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