Rafael Ferlosio - El Jarama

Здесь есть возможность читать онлайн «Rafael Ferlosio - El Jarama» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Jarama: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Jarama»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Rafael Sánchez Ferlosio es un escritor español, novelista, ensayista, gramático y lingüista, perteneciente a la denominada generación de los años 50, galardonado, entre muchos otros, con los premios Cervantes en 2004 y Nacional de las Letras Españolas en 2009.
“El Jarama”, publicado en 1955, por el que recibió el prestigioso Premio Nadal, inagura una nueva época de la narrativa española de posguerra, incorporando a una historia de apariencia realista una técnica absolutamente realista. Once amigos madrileños deciden pasar un caluroso domingo de agosto a orillas del Jarama. A partir de ahí la acción se desarrolla simultáneamente en la taberna de Mauricio, un lugar donde los habituales parroquianos beben, discuten y juegan a las cartas, y en una arboleda a orillas del río en la que se instalan los excursionistas. Durante dieciséis horas se suceden los baños, los escozores provocados por el sol, las paellas, los primeros escarceos eróticos y el resquemor ante el tiempo que huye haciendo inminente la amenaza del lunes. Al acabar el día, un acontecimiento inesperado colma la jornada de honda poesía y dota a la novela de una extraña grandeza…

El Jarama — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Jarama», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Ah, pues ahí yo no veo que nadie haga el ridículo por quedarse sentado en una silla – le contestaba Carmen -. A eso no le encuentro yo ningún motivo de vergüenza, por donde quiera que se mire.

– Hija, en un hombre – dijo Paulina -, tendrás que reconocer que es un plan un poquito desairado. Comprenderás que vaya un papel, que mientras todos se divierten, tú te tengas que estar sentadito en una triste silla. Dirán que la novia, que es que será tonta, o algo por el estilo.

– Pues mira, sobre eso, ya ves, somos distintos pareceres. El que tenga una novia formal, pues que se sujete a hacer lo mismo que la ha exigido a ella. Y ya no es por ellos ni por nada; es porque creo que hay derecho de establecerlo de esa forma. Eso que vayan a tener más libertades que nosotras es una cosa que tampoco no le veo la explicación.

– Mira ellas, cómo hacen y deshacen – dijo Sebas -. Vamonos, Santos, que aquí estamos de más. Vamos a darnos un garbeo, mientras tanto, a ver si hay suerte y nos sale algún apaño por ahí.

Se reía. Santos puso una voz relajada:

– Mira, por no moverme yo ahora, según estoy, ni aunque pasara Marilyn Monroe; como lo oyes.

Se volcaba de espaldas y estiraba ambos brazos contra el cielo.

– Bueno. Eso quisiera verlo yo. Como pasara esa rubiala, ya me lo ibas a decir, si pasara de veras por aquí delante. Te espabilabas relámpago; ¡el bote que pegabas!

– Vaya, muy bien, está eso muy bonito – dijo Paulina -; hacernos aquí de menos a las demás.

– Eh, bueno, eso sí; mejorando lo presente, chatina – se reía Sebastián -, mejorando lo presente. Ya se sabe. Le hacía una carantoña y ella se retiraba.

– ¡Quita, antipático! Con la boca chica.

– Ah, oye, y por cierto – dijo Sebas -; una cosa divertida. A propósito ahora de la Marilyn Monroe. ¿A que no sabéis lo que ha dicho en los periódicos?

– No. A ver. ¿El qué?

– Pues salta ella en una de esas intervius que le hacen a los artistas, se pone: «Me gustaría ser rubia por todas partes.» No está mal, ¿eh?

– Yo no le veo la chispa, la verdad – dijo Paulina.

– Que no, hombre – protestaba Santos-; eso no lo ha dicho, no me fastidies.

– En América, bobo. Que sí. ¿Entonces es que yo me lo he inventado?

– No sé, no sé; puede ser que lo haya dicho…

– Gracia no tiene mucha, desde luego – insistía Paulina.

Levantaron los ojos. Venía muy bajo un avión. Pasaba justamente por encima y parecía que iba a podar con sus alas las puntas de los árboles. El ruido había cubierto el murmullo de toda la arboleda.

– ¡Qué cerca pasan! – dijo Mely.

– Es un cuatrimotor.

– Es que ahora aterriza asimismo, según viene – explicaba Fernando-. Cogen ahí en seguida la pista de Barajas, nada más que pasar la carretera.

– ¡Quién fuera en él!

– En éste no, mujer; en uno que despegue.

– ¿Te gustaría ir a Río de Janeiro?

– Creo que arman unos Carnavales…

– Los Carnavales de Río.

Las Fallas valencianas, como encender una cerilla.

– Allí no queman nada.

– Bueno, pero hay follón.

– ¿Y aquí por qué no te dejarán ponerte una careta?

– Pues por la cosa de los carteristas, hombre. ¿No comprendes que es darles la gran oportunidad?

– ¿Y en Río no los hay?

– ¡Allí hay mucho dinero! Figúrate, Brasil, con el café que vende a todas las naciones.

– Ya ves, y un vicio.

– Cuba con el tabaco. Pues igual. Los vicios dan dinero siempre.

– En cambio produces trigo, y lo de aquí.

– Pues vamos a sembrar café nosotros y a ver si de aquí a un par de años nos dejan ya que saquemos las caretas.

– ¡Las carotas!

– Ésas ya las sacamos a diario por la calle – dijo Sebastián.

– Luego dicen de Río. ¿Más carnaval?

– Perpetuo. Ya lo sabes, Mely, Río de Janeiro, nada.

– ¿Nada, verdad? Ya guardarías hasta cola para ir.

– ¿Yo? Sí; la curiosidad…

– Pues todo. Ver Río de Janeiro y ver los Carnavales de Río de Janeiro.

– Hombre, yo creo que con alguna cosita más ya escaparíamos. No iba a ser sola y exclusivamente a base de ración de visita.

– Sí, algún pito de madera que nos tocase en una tómbola.

– ¡Qué menos!, ¿verdad?

– ¿Ya Bahía?

– También… También a Bahía… Tampoco debe ser manco Bahía.

– Lo mejor, Astorga.

– ¡Me troncho de risa, hermano!

– Pues no era un chiste.

– ¿No?

– No.

– ¿Qué era?

– El billete más largo que yo puedo sacar.

Ah, bueno. Y en tercera.

– Eso es. Así que chiste, es Río de Janeiro. Y Bahía otro chiste. Y… ¿Cuál vais a sacar ahora?

– Despacio, Santos; yo tengo un décimo en casa. A lo mejor no es tan chiste para mí.

– Para el que más.

– ¿Por qué?

– ¡A ver! Más fantasía, pues más chiste. Yo Astorga, Astorga; me dé un billete para Astorga, ¿cuánto vale? Tanto. Pues ahí va. Ése es el sitio más bonito para mí. Más allá de Astorga, yo todavía no tengo nada. Ahí ya empieza el chiste. El billetito mío, en Astorga venció.

– La fantasía no paga billete.

– Sí, eso es lo que tiene – dijo Santos -. No paga. Es un momio, una cosa estupenda – hizo una pausa -. Como el hambre. Que te sale de balde también.

No andaba casi nadie bajo el sol, por fuera de los árboles. Al ras del agua bailaba, menudo y transparente, el tiritar de la evaporación. Mely miraba en torno. Otra vez planeaban los abejarucos por cima de la arboleda. Se oían sus chillidos.

– ¿Qué hacemos? Alicia dijo:

– ¿A qué hora se quedó con Samuel y Zacarías y los otros?

– En que irían a dar casi seguro al merendero sobre las siete o siete y media.

– ¿Y si nos vamos a bailar a Torrejón? – proponía Fernando.

Sebastián asintió:

– ¡Sí, señor; una idea genial, una idea monstruo!

– Ah, ¿todavía más pedales? Para pedales está una.

– No es nada; si está ahí.

– Quita, ¡qué Torrejón ni qué ocho cuartos! Que se te quite esa idea de la cabeza. Sebas cantaba:

– «¡Tiene treinta años – se llama Adelaida -, cuando va bailando – levanta las faldas – levanta las faldas – levanta las faldas…!»

– ¡Anda éste, ahora!

– Al que le da le dio.

Sebastián se había levantado y bailaba haciendo grotescos, con las manos hacia arriba.

– «Tiene treinta años – se llama Adelaida…!»

– El chaparrón seguro.

– ¡Levantas polvo, calamidad!

Sebas volvió a tumbarse de golpe y se reía a carcajadas.

– ¡Como una chota, estoy! ¡Es verdad!

– Pues menos mal que lo reconoces.

– ¡Nada, a bailar a Torrejón! El que se venga que levante el dedo.

– ¡Echarlo al agua a ése! ¡Qué cargante se pone!

– ¡Callarse! ¿Nos ponemos de acuerdo, sí o no?

– No hay nada que ponerse de acuerdo. Si a Torrejón no vamos a ir nadie. Os disparáis aquí por las buenas, y no hay de qué.

– «¡Tiene treinta años – se llama Adelaida…!»

– ¡ Fuera! Ya vale, hombre, Sebastián, por favor…

– Nos íbamos a Torrejón y armábamos el cisco padre. Con lo bien que podíamos…

– La que se marcha soy yo, como sigáis en ese plan. Te lo digo.

– No te incomodes, Mely; no le hagas caso a ese tío perturbado.

– Si es que es verdad, hombre… Le dan venadas.

– ¿No te das cuenta que aburres a la gente? – le reñía Paulina a Sebastián -. ¿No lo ves? ¿O te gusta dar la lata?

– Esto está muerto. Hay que animarlo de alguna manera.

– Sí, pero no de ésa. Aburrirnos a todas es lo que vas a conseguir.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Jarama»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Jarama» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Jarama»

Обсуждение, отзывы о книге «El Jarama» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x