Rosa Regàs - Azul
Здесь есть возможность читать онлайн «Rosa Regàs - Azul» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Azul
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Azul: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Azul»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Azul es la relación de una intensa pasión amorosa entre una mujer, Andrea periodista, casada y con una complicada vida social y un muchacho más joven, Martín Ures, que llega del interior de la península para descubrir un variado mundo de gentes y trabajos y, sobre todo, esa capacidad alquímica del amor que lo convierte en algo tan mutable y tan definitivamente peligroso.
Azul — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Azul», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Largo de aquí! Déjame en paz. Y tú sigue, sigue dando vueltas -espetó a Tom que probablemente coincidiendo con esa explosión de ira había puesto el motor al ralentí-. Sigue. A toda velocidad.
– Es mejor que ahora vayamos despacio -dijo Tom levantando la voz por primera vez para hacerse oír sobre el rugido de las olas-. No tenemos más luces que éstas -señaló la de la cruceta y la de tope- y podríamos caer sobre ella sin verla.
– No la encontraremos, es imposible -dijo entonces Leonardus-, es imposible. -Y volvió a bajar la escalera gritando-: Esos cretinos de policías, con el pretexto los griegos de que estamos en aguas turcas y los turcos de que vamos a pasar a aguas griegas, ni se acercan.
Mientras, la radio lanzaba al aire arañazos y palabras sin sentido.
Le dolían los ojos, forzados durante horas por penetrar la oscuridad, salvar la distancia con el aliento contenido y descifrar sombras de reflejos para descubrir en ellos un cuerpo extraño. ¡Cuántas veces sin cesar de dar amplias vueltas, perdido incluso el sentido de la orientación, creyeron ver en la lejanía una mancha más oscura que las sombras cambiantes de una ola sobre otra! ¡Cuántas veces corrigieron el rumbo impelidos por una esperanza que se deshacía como las crestas en los senos de las olas dejándoles en el vacío!
El mar se había encrespado. El Albatros , reducida ahora la velocidad, cabeceaba impulsado por una corriente de fondo que se iba incrementando sin que se cubriera el cielo, como si un temporal lejano hubiera lanzado contra ellos los vientos y llevaran la delantera los que se desplazaban ocultos en el fondo del mar. La luna había llegado a su punto más alto. Debían de ser casi las cinco menos cuarto, tal vez las cinco, pero era de noche aún. Cesaron los ruidos de la radio y Leonardus volvió a cubierta, se sentó en el banco, hizo un gesto y llamó con voz queda que ella no podía oír: «Chiqui, ven, ven». Sin embargo se acercó y se sentó a su lado. Leonardus abrió los brazos y los cerró sobre ella envolviéndola en su inmenso cuerpo, apoyó la cabeza en sus cabellos y estalló en sollozos.
VIII
«My bounty is as boundless as the sea…»
Romeo and Juliet , William Shakespeare
Fue él quien la descubrió. Él, un experto en sorprender la mirada de sus ojos tras los cristales que tantas veces había buscado por el reflejo en ellos de la luz. Desde un punto lejano que daba aún más profundidad a la oscuridad opaca y espesa de esa noche dilatada en el temor y el desaliento, un brillo fugaz y doble lanzaba destellos vacilantes por el reflejo de aquella pálida luna que no había tenido fulgor más que para sí misma. No podía hablar ni gritar ni apenas moverse, no hizo más que levantar temblando el brazo en la dirección donde había visto las dos centellas y así lo mantuvo hasta que comprendió que los demás, siguiendo la dirección que les indicaba, lo habían visto también y el Albatros corregía el rumbo.
Tom saltó al camarote y volvió con una manta que dejó en el suelo.
Comenzaron a picar las olas contra el casco del barco y a llegar ráfagas de viento. Abocados a la borda seguían los cuatro los reflejos que ahora, aún con mar gruesa, se iban definiendo. Leonardus fue el primero en llamarla haciendo bocina con las manos, y recuperada la vitalidad bajó a la cabina y volvió con un megáfono: «¡Andrea! ¡Andrea!».
Tom redujo la velocidad todo lo que le permitía seguir gobernando el barco, hasta que las voces acabaron sobreponiéndose a la trepidación de la máquina. Cuando estuvieron cerca, desviando el rumbo casi una cuarta para que la corriente no les echara sobre ella, mantuvo el gas en su punto mínimo, pasó el timón a Leonardus, colgó la escalerilla de la borda, se quitó el jersey y los pantalones y se echó al agua.
Cuando Martín volvió a mirar al mar, Tom, con Andrea en la espalda, se agarraba con una mano a un cabo amarrado al chigre de escota del que tiraba Leonardus y con la otra mantenía asidas las dos manos de Andrea. Las olas ya muy altas les cubrían a veces y a Tom le costaba mantenerla sobre la espalda: ahogado por la presión de los brazos de ella a ambos lados de la cabeza, apenas lograba sacarla del agua para respirar. Dos veces soltó el cabo para intentar coger la escalerilla y las dos veces se le escapó. Y de nuevo alejado por la corriente y cegado por el agua volvía para agarrarlo. Finalmente logró asirse a la escalera, puso un pie en el primer peldaño y con mucha dificultad pudo izarse porque lo que llevaba no era más que un peso muerto de rostro cubierto de cabellos al que las gafas teñidas por la luz roja de la banda de babor convertían en una máscara trágica. Los embates del mar habían crecido y cuando Leonardus, que se había tumbado en cubierta boca abajo y se sostenía con los pies en el banco, alcanzó a agarrarla por debajo de los brazos, Tom subió otro peldaño y ella con él. Martín se tumbó a su lado y en un gesto inútil alargó las manos hacia ellos.
– ¡Quita!, déjame hacer -logró decir Leonardus casi sin voz por el esfuerzo-, ¡inmoviliza el timón!
Martín se apartó y con las dos manos asió la rueda del timón y sin saber qué hacer con ella la mantuvo firme mientras oía los golpes de la escalera y los embates del mar contra el casco.
Cuando la levantaron sobre la borda y la dejaron en cubierta tuvo la certeza de que había muerto. La piel transparente se le había pegado a los huesos y la palidez de la carne tenía la consistencia del cristal y el color del yeso. Arrastraba chorreando las horas de angustia y sufrimiento grabadas en el rostro y en la alteración de los rasgos de la cara el titánico esfuerzo por sobrevivir agarrado a ella, convertido en ella, deformándola, sin que fuera posible descubrir dónde empezaba su cuerpo y dónde las huellas de su agonía, como las ánforas llevan incorporadas las conchas, las piedras, endurecidas las algas, cristalizadas las medusas y amalgamado el color hasta alcanzar la pálida y deprimida tonalidad que precede al tránsito hacia el no ser.
Ésta es ella, pensó, ésta fue ella, y al comprobar que el mágico influjo que le unía a esa mujer vencida ahora por el tormento y la muerte volvía a manifestarse con la inexorable reiteración de las mareas y la incontinencia de los manantiales y se mantenía incólume salvando escollos, vilezas, fraudes y delitos, comprendió que por fuerza ése había de ser el epílogo de la trama de abyección y miseria que habían urdido entre los dos.
Tom la dejó en el suelo e inmediatamente la volvió de lado y con las dos manos le apretó el estómago hasta hacer salir agua a chorros por la boca, y casi al instante repitió la operación. Luego la cubrió con la manta que había dejado en cubierta, la arropó y le quitó las gafas con la suavidad con que se cierran los ojos de los muertos, pero la cinta elástica se había enredado en los cabellos y tuvo que cortarla con las tijeras que le tendía Chiqui, y aparecieron sus ojos abiertos, ojos vidriosos con la calidad viscosa del molusco, opacos como los de los peces antes de sucumbir al proceso de descomposición. Entonces la puso boca arriba, se arrodilló detrás de su cabeza y colocó una rodilla a cada lado de la cara, se inclinó, puso su boca contra la de ella y sistemáticamente impulsó aire en sus pulmones.
Los tres permanecían de pie esperando y cuando finalmente Tom, sofocado y congestionado, se apartó de ella, Andrea tenía los ojos cerrados y respiraba normalmente.
Martín, impulsado por un irresistible e inaplazable deseo de tocarla otra vez, dio un paso e inició un gesto, pero le disuadió la mirada de Leonardus.
La entraron en el camarote y la dejaron sobre la litera. Tom volvió a arroparla remetiendo la manta bajo su cuerpo y añadió aún sobre ella dos más y un saco de dormir.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Azul»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Azul» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Azul» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.