Susanna Tamaro - Escucha Mi Voz

Здесь есть возможность читать онлайн «Susanna Tamaro - Escucha Mi Voz» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Escucha Mi Voz: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Escucha Mi Voz»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Marta, la joven rebelde de Donde el corazón te lleve, regresa a la casa de Trieste donde creció junto a su abuela. Un día, desorientada y sola, sube al desván, donde encuentra las huellas de las dos personas más importantes de su vida: su padre y su madre. Entre baúles, cartas y cuadernos amarillentos recompone las piezas de un mosaico generacional y emprende un viaje hacia los orígenes de su fragilidad.
Durante su búsqueda, Marta rescatará la historia de sus seres queridos, pero también descubrirá las raíces más profundas de su inquietud. Conseguirá entonces reconciliarse con los secretos y los fantasmas que la acechan desde el pasado, y, por encima de todo, logrará encontrarse a sí misma, en un despertar a la esperanza.
Escucha mi voz retoma los personajes de Donde el corazón te lleve, la novela que ha entusiasmado a trece millones de lectores en todo el mundo. Susanna Tamaro encanta, conmueve y hace pensar gracias a una sensibilidad e intensidad expresiva que la hacen única. El regreso de Tamaro a la novela de largo aliento nos descubre la necesidad de encontrarle sentido a la vida como motor de nuestro futuro.

Escucha Mi Voz — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Escucha Mi Voz», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Bajé entonces al jardín seguida por Buck, pero no estabas entre las hortensias, ni en el leñero, ni tampoco en el fondo del garaje. No podías haber cogido el coche porque hacía tiempo que había hecho desaparecer las llaves, por lo tanto, si habías salido, lo habías hecho a pie, a pesar de que el abrigo estaba en su lugar, así como tu inseparable bolso.

Iba a ir a la policía para denunciar tu desaparición cuando sonó el teléfono: era el frutero, te había detenido mientras atravesabas un cruce, descalza y en combinación, y te había llevado a su tienda.

«Estamos en el túnel», repetías sin cesar. «¡Papá, mamá, estamos en el túnel, lo hemos logrado!»

Hacía algún tiempo que tu nueva obsesión eran los bombardeos, y los alemanes que llamaban a la puerta. Cuando me viste aparecer me recibiste con hostilidad, sin reconocerme. «¿Qué quiere de mí?» Sólo cuando me acerqué para decirte al oído que yo era la responsable de la defensa antiaérea, me diste la mano y me seguiste hasta la casa con la docilidad de una niña cansada.

A partir de esa mañana, lo alarmante fueron las huidas y los actos irreflexivos. Te lavabas las manos en los hornillos de la cocina; si querías comer mermelada, en lugar de abrir el frasco, lo rompías y te tragabas también los cristales como si nada. Si por seguridad te encerraba en una habitación, gritabas que había que correr al refugio porque la sirena había sonado ya; cuando Buck se asomaba a la puerta, quizá por su lejano parecido con un pastor alemán, gritabas: «¡viene la Gestapo!», y con el rostro surcado de lágrimas corrías a esconderte.

De persona hostil, me convertí en una extraña, nunca sabías quién era. En esos meses, para sobrevivir y hacerte sobrevivir, me transformé, como el genio de Aladino que tanto amabas, en una infinidad de personas diferentes.

El juego se terminó en una ventosa mañana de diciembre. Cuando regresaba de la compra, te encontré tumbada en el jardín, llevabas puesto el camisón, los pies desnudos sucios de tierra y Buck que gemía a tu lado. Perseguida por uno de tus fantasmas habías salido corriendo de casa y, probablemente al tropezar con una raíz, te golpeaste la cabeza contra un árbol. Estabas estirada con un brazo hacia delante como si estuvieras nadando en la hierba, y sonreías. Un reguero de sangre te surcaba la frente. Y, por fin, los ojos estaban quietos debajo de los párpados.

5

No falleciste esa mañana sino tres días más tarde, en la sala de un hospital.

El ángel de la muerte con su espada llameante descendió antes del amanecer, mientras yo, en casa, me agitaba inquieta en la cama. Buck debió sentirlo porque, por la mañana, no lo encontré esperándome como siempre en el jardín; desaparecía con frecuencia, y, por lo tanto, no me alarmé demasiado, pero por la tarde recibí una llamada de alguien que había visto mi número de teléfono en su chapa: un coche lo había atropellado no lejos del hospital. Quizá corrió hacia allí para despedirse o para aprovechar el viaje a la ultratumba. Ya se han llevado su cuerpo a la incineradora, me informaron.

A tu sepelio asistieron sólo cuatro o cinco personas: los vecinos y dos viejas amigas que todavía se mantenían en pie. El cura habló como lo hace el propietario de un concesionario de coches, las palabras habituales, vagamente aburridas, para realzar la buena calidad del producto.

Faltaban pocos días para el fin de año; a la salida del cementerio nos saludó una ráfaga de fuegos artificiales.

En el autobús un alegre grupo de jóvenes alborotaba, debían de haber bebido bastante ya, uno de ellos llevaba en la cabeza un gorro de Papá Noel, otro una careta de un muerto viviente.

De vuelta a casa no hice otra cosa que dormir. Dormí tres o cuatro días con un sueño pesado, carente de sueños. La casa estaba fría, las imprevistas ráfagas hacían batir las persianas con violencia, de vez en cuando el ruido seco y violento me despertaba con un sobresalto, como un disparo.

Cuando empecé a moverme de nuevo, la gran ausencia cotidiana no era la tuya sino la de Buck: seguía hablándole, lo buscaba, le guardaba las sobras; la tentación de ir a la perrera a escoger otro perro fue grande, pero después me vi atrapada por el número infinito de gestiones que conlleva el final de una vida.

No lograba sentir todavía dolor por tu ausencia. Las habitaciones estaban vacías, sumergidas en el silencio como un teatro al finalizar la función, ya no se oían pataleos, pasos, ni golpes de tos.

La parte de mí que hubiera tenido que sufrir el luto se había agotado antes de tiempo, quemada por la exasperación y por la violencia de tu rapidísimo deterioro; acogí tu desaparición con alivio: finalmente dejaste de sufrir.

Sólo el tiempo, un día, permitiría que resurgiera en mi memoria lo importante que fuiste para mí.

Una vez finalizados todos los trámites burocráticos, no sabía qué hacer, tu enfermedad había agotado todas mis energías, no lograba sentir dolor, sino sólo un gran desconcierto.

¿Quién eres?, me preguntaba, ¿qué harás de mayor?

No tenía la menor idea.

Durante todo el mes de enero, el viento del norte sopló con una extraordinaria intensidad, un par de veces llegó a nevar y los corzos llegaron hasta el jardín en busca de brotes.

Me quedaba acurrucada en el sillón delante de la chimenea con nuestros libros al lado (ahora cubiertos de polvo) y aún podía oír tu voz contándome el cuento de los tres cerditos. «Soplaré, soplaré y lo destruiré todo, rugía el lobo por debajo de las puertas.»

«Es imposible que entre aquí», decías después para tranquilizarme, «esta casa es sólida, de ladrillos, no se ha construido sobre la arena, sino sobre la dura roca del Carso».

Los cimientos y las raíces, añadías, se asemejan un poco, permiten mantenerse estable y no ceder a la violencia del viento. Para dar solidez a una casa se debe excavar y excavar, exactamente como lo hacen las raíces de los árboles, año tras año, en la oscuridad de la tierra. En cambio en América, añadías, ponen las casas encima del suelo como si fueran tiendas de campaña, por eso es suficiente el soplo de un lobo para desarraigar ciudades enteras.

Sola, en el silencio de la casa, ya no estaba tan segura de tus palabras, me daba la impresión de que el viento silbaba entre las jambas repitiendo se ha terminado, terminaaaadoooo, como me susurraba el tambor de la lavadora de niña: todo es inútil, todo será destruido.

En el corazón de la noche, la puerta de entrada gemía bajo las arremetidas del viento del norte, parecía que de verdad alguien daba patadas ahí fuera gritando: ¡Gestapo!

De día, en lugar de defenderme del viento, salía a afrontarlo, corría al encuentro de sus ráfagas como don Quijote con sus molinos de viento. Mátame, purifícame, ráptame, llévame lejos, lejos de aquí, arráncame de mi vida, repetía sin parar en mi corazón.

Dormía poco, comía aún menos, no veía a nadie, no tenía proyectos, me sentía como un boxeador solo en medio del ring. Durante años me había entrenado, había practicado el jab y el uppercut, saltado a la cuerda para prepararme para el encuentro final y de repente el adversario, sin ningún preaviso, había abandonado el combate. Yo seguía saltando, claro, pero el único enemigo que tenía ante mí era mi sombra.

Sin esos momentos de oposición, mi vida era como una bolsa vacía a merced del viento, no se movía por voluntad propia sino que seguía los caprichos de las ráfagas.

Jamás había pensado en mi futuro.

De niña había tenido algún sueño efímero: ser jefe de estación (con el disco indicador en la mano y la gorra roja) o capitán de una nave, acróbata en un circo o adiestradora de perros, pero eran sólo eso, sueños, sin ninguna relación práctica con la realidad; a partir de la adolescencia sólo tuve una meta: la de atacarte. Ahora que, con una estrategia genial, habías abandonado el campo, caminaba por la casa como el perro de Pavlov, tiraba de la cadena y mis dientes rechinaban, pero la tan esperada campanilla no sonaba nunca.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Escucha Mi Voz»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Escucha Mi Voz» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Susanna Tamaro - Respóndeme
Susanna Tamaro
Arnaldur Indriðason - La voz
Arnaldur Indriðason
Kahlil Gibran - La Voz Del Maestro
Kahlil Gibran
Nidia Cristina Tineo - Con esta voz
Nidia Cristina Tineo
Allegra June Miller - La Voz de Zoe
Allegra June Miller
Sofía Rodríguez Benítez - En voz alta y en silencio
Sofía Rodríguez Benítez
Ivonne Bordelois - A la escucha del cuerpo
Ivonne Bordelois
Peter Szendy - Bajo escucha
Peter Szendy
Отзывы о книге «Escucha Mi Voz»

Обсуждение, отзывы о книге «Escucha Mi Voz» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x