No comprendo mejor que hace tres años lo que sucedió en el Hall. Una o dos veces he hablado de ello con Seeley. Él se decanta firmemente por su antigua teoría racional de que Hundreds, en efecto, fue derrotado por la historia, destruido por su propia incapacidad de adaptarse a un mundo que cambiaba rápidamente. En su opinión, los Ayres, incapaces de avanzar al compás de los tiempos, simplemente optaron por recluirse; optaron por el suicidio y la locura. Dice que es probable que en toda Inglaterra haya otras familias antiguas de hacendados que estén desapareciendo de un modo idéntico.
Su teoría es bastante convincente; y sin embargo a veces me perturba. Recuerdo al pobre y bonachón Gyp; recuerdo las misteriosas manchas negras en las paredes y el techo de la habitación de Roderick; vuelvo a ver las tres gotitas de sangre que una vez vi brotar en la blusa de seda de la señora Ayres. Y pienso en Caroline. Pienso en Caroline en los momentos anteriores a su muerte, atravesando el rellano iluminado por la luna. Pienso en ella exclamando: «¡Tú!».
Nunca he intentado recordar a Seeley su segunda y más extraña teoría: que a Hundreds lo consumió un germen oscuro, una voraz criatura de sombra, un «ocupante» incubado por el inconsciente intranquilo de alguien relacionado con la casa. Pero en mis visitas solitarias me he vuelto cada vez más vigilante. Alguna que otra vez intuiré una presencia o percibiré un movimiento con el rabillo del ojo y el corazón me dará un vuelco de miedo y expectación: me imaginaré que el secreto está por fin a punto de serme revelado; que veré lo que vio Caroline y lo reconoceré, como ella hizo.
Sin embargo, si Hundreds Hall está hechizado, su fantasma no se me aparece. En efecto, me doy la vuelta y me llevo una desilusión cuando comprendo que lo que estoy mirando es sólo un cristal de ventana rajado, y que en él la cara que mira distorsionada, perpleja y ansiosa, es la mía.
Gracias por el apoyo generoso de todos mis primeros lectores: Alison Oram, Sally O-J, Antony Topping, Hirani Himona, Jennifer Vaughan y Ceri Williams. Gracias a mi agente, Judith Murray, y a mis correctores del Reino Unido, Estados Unidos y Canadá: Lennie Goodings, Megan Lynch y Lara Hinchberger. Gracias a la plantilla de Greene & Heaton Ltd., Little, Brown, Riverhead y McClelland & Stewart, que leyeron y comentaron el manuscrito. Gracias a Hilda Walsh por su asesoramiento sobre músculos. Gracias especiales a Angela Hewins por sus pacientes respuestas a mis torpes dudas sobre la vida en Warwickshire. Gracias aún más especiales a Lucy Vaughan.
Parte de El ocupante fue escrita durante un mes inspirado en el refugio para escritoras de Hedgebrook, en Whidbey Island, y estoy enormemente agradecida al personal de Hedgebrook por facilitar esta estancia, y a las autoras que conocí durante ella.
Estoy asimismo en deuda con diversas obras no narrativas. Entre ellas figuran: Phantasms of the Living, de Edmund Gurney, Frederic W. H. Myers y Frank Podmore (Londres, 1886); The Night Side of Nature, de Catherine Crowe (Londres, 1848); Poltergeist over England de Harry Price (Londres, 1945); Haunted People, de Hereward Carrington y Nandon Fodor (Nueva York, 1951); On the Trail ofthe Poltergeist, de Nandon Fodor (Nueva York 1958); Can We Explain the Poltergeist?, de A. R. G. Owen (Nueva York, 1964); Diary of a Medical Nobody (Londres, 1982) y West Country Doctor (Londres, 1984), de Kenneth Lane; Will Pickles of Wensleydale, de John Pemberton (Londres, 1970); A Country Doctor, de Dawn Robertson (Kirkby Stephen, 1999); Country Doctor, de Geoffrey Barber (Ipswich, 1974); Warwickshire Country Houses, de Geoffrey Tyack (Chichester, 1994); The Dillen, de George Hewins, editado por Angela Hewins (Londres, 1981), y Mary, After the Queen, de Angela Hewins (Oxford, 1985).
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[1]Zona boscosa de Warwickshire, en el centro de Inglaterra, donde Shakespeare situó Como gustéis. ( N . del T.)
[2]Nombre local de Birmingham. ( N . del T.)
[3]En inglés «The one-and-nines», asientos que se pagaban a un chelín y nueve peniques en los cines. ( N . del T.)
[4]Ministerio creado por el gobierno británico ante la amenaza de la Segunda Guerra Mundial, para asegurar la cantidad necesaria de alimentos para la población. ( N . del T.)
[5]Por Ayers & Graces, marca de reproducciones de espejos antiguos bastante rococós. ( N . del T.)
[6]Funcionario que en el Reino Unido se ocupa de investigar las causas de las muertes violentas, repentinas o sospechosas. (N. del T.)