María Dueñas - El tiempo entre costuras

Здесь есть возможность читать онлайн «María Dueñas - El tiempo entre costuras» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El tiempo entre costuras: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El tiempo entre costuras»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una novela de amor y espionaje en el exotismo colonial de África.
La joven modista Sira Quiroga abandona Madrid en los meses convulsos previos al alzamiento arrastrada por el amor desbocado hacia un hombre a quien apenas conoce.
Juntos se instalan en Tánger, una ciudad mundana, exótica y vibrante en la que todo lo impensable puede hacerse realidad. Incluso la traición y el abandono de la persona en quien ha depositado toda su confianza. El tiempo entre costuras es una aventura apasionante en la que los talleres de alta costura, el glamur de los grandes hoteles, las conspiraciones políticas y las oscuras misiones de los servicios secretos se funden con la lealtad hacia aquellos a quienes queremos y con el poder irrefrenable del amor.
Una novela femenina que tiene todos los ingredientes del género: el crecimiento personal de una mujer, una historia de amor que recuerda a Casablanca… Nos acerca a la época colonial española. Varios críticos literarios han destacado el hecho de que mientras en Francia o en Gran Bretaña existía una gran tradición de literatura colonial (Malraux, Foster, Kippling…), en España apenas se ha sacadoprove cho de la aventura africana. Un homenaje a los hombres y mujeres que vivieron allí. Además la autora nos aproxima a un personaje real desconocido para el gran público: Juan Luis Beigbeder, el primer ministro de Exteriores del gobierno de Franco.

El tiempo entre costuras — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El tiempo entre costuras», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Estás seguro, Félix? -murmuré.

– Que hasta los ochenta años viva mi madre sana como una pera si te miento. Nadie sabe desde cuándo están juntos, ella lleva poco más de un mes instalada en Tetuán: lo suficiente en cualquier caso para que todo el mundo sepa ya quién es y qué es lo que hay entre los dos. Él es alto comisario por nombramiento oficial de Burgos desde hace poco, aunque prácticamente desde el principio de la guerra asumió el mando en funciones. Cuentan que tiene a Franco la mar de contento porque no para de reclutarle moritos peleones para mandarlos al frente.

Ni en la más rocambolesca de mis fantasías habría podido imaginar a Rosalinda Fox enamorada de un teniente coronel del bando nacional.

– ¿Cómo es él?

El tono intrigado de mi pregunta le hizo reír de nuevo con ganas.

– ¿Beigbeder? ¿No le conoces? La verdad es que ahora se deja ver menos, debe de pasar la mayor parte del tiempo encerrado en la Alta Comisaría, pero antes, cuando era subdelegado de Asuntos Indígenas, podías encontrártelo por la calle en cualquier momento. Entonces, claro, pasaba desapercibido: no era más que un oficial serio y anónimo que apenas hacía vida social. Andaba casi siempre solo y no solía asistir a los saraos de la Hípica, el hotel Nacional o el Salón Marfil, ni se pasaba la vida jugando a las cartas como hacía, por ejemplo, el tranquilón del coronel Sáenz de Buruaga, que el día del alzamiento hasta dictó las primeras órdenes desde la terraza del casino. Un tipo discreto y un tanto solitario Beigbeder, vaya.

– ¿Atractivo?

– A mí, desde luego, no me seduce en absoluto, pero igual para vosotras tiene su encanto, que las mujeres sois muy raritas.

– Descríbemelo.

– Alto, delgado, adusto. Moreno, repeinado. Con gafas redondas, bigote y pinta de intelectual. A pesar de su cargo y de los tiempos que corren, suele ir vestido de paisano, con unos trajes oscuros aburridísimos.

– ¿Casado?

– Probablemente, aunque al parecer aquí siempre ha vivido solo. Pero no es infrecuente entre los militares que no lleven a las familias a todos sus destinos.

– ¿Edad?

– La suficiente para ser su padre.

– No me lo puedo creer.

Rió una vez más.

– Allá tú. Si trabajaras menos y salieras más, seguro que en algún momento te cruzarías con él y podrías comprobar lo que te digo con tus propios ojos. Callejea aún a veces, aunque ahora va siempre con un par de escoltas a su lado. Cuentan que es un señor cultísimo, que habla varios idiomas y ha vivido muchos años fuera de España; nada que ver en principio con los salvapatrias a los que por estas tierras estamos acostumbrados, aunque, obviamente, su actual puesto indica que está del lado de ellos. Tal vez tu clienta y él se conocieran en el extranjero; a ver si te lo explica ella algún día y me lo cuentas luego tú a mí, ya sabes que me fascinan estos flirts tan románticos. Bueno, te dejo, nena; me llevo a la bruja al cine. Programa doble: La hermana sor Sulpicio y Don Quintín el amargao , menuda tarde de glamour me espera. Con este tormento de la guerra, no se recibe ni una película decente desde hace casi un año. Con las ganas que yo tengo de un buen musical americano. ¿Te acuerdas de Fred Astaire y Ginger Rogers en Sombrero de copa ? «I just got and invitation through the mail / your presence is requested this evening / it's formal: top hat, white tie and tails…»

Salió canturreando y cerré tras él. Esta vez no fue su madre la que quedó indiscreta tras la mirilla, sino yo misma. Le observé mientras, con aquella cancioncilla aún en la boca, sacaba con un tintineo el llavero del bolsillo, localizaba el llavín de su puerta y lo introducía en la cerradura. Cuando desapareció, me adentré de nuevo en el taller y retomé mi labor, esforzándome aún por dar crédito a lo que acababa de oír. Intenté seguir trabajando un rato más, pero noté que me faltaban las ganas. O las fuerzas. O las dos cosas. Recordé entonces la turbulenta actividad del día anterior y decidí darme el resto de la tarde libre. Pensé en imitar a Félix y su madre e ir al cine, me merecía un poco de distracción. Con aquel propósito en mente salí de casa pero mis pasos, de manera inexplicable, se dirigieron en un sentido distinto al debido y me llevaron hasta la plaza de España.

Me recibieron los macizos de flores y las palmeras, el suelo de guijarros de colores y los edificios blancos de alrededor. Los bancos de piedra estaban, como tantas otras tardes, llenos de parejas de novios y grupos de amigas. De los cafetines cercanos salía un agradable olor a pinchitos. Atravesé la plaza y avancé hacia la Alta Comisaría que tantas veces había visto desde mi llegada y tan escasa curiosidad había despertado en mí hasta entonces. Muy cerca del palacio del jalifa, una gran edificación blanca de estilo colonial rodeada de jardines frondosos albergaba la principal dependencia de la administración española. Entre la vegetación se distinguían sus dos plantas principales y una tercera retranqueada, las torretas en las esquinas, las contraventanas verdes y los remates de ladrillo anaranjado. Soldados árabes, imponentes, estoicos bajo turbantes y largas capas, hacían guardia ante la gran verja de hierro. Mandos impecables del ejército español en África con uniforme color garbanzo entraban y salían por una pequeña puerta lateral, imperiosos en sus breeches y botas altas abrillantadas. Pululaban también, moviéndose de un lado a otro, algunos soldados indígenas, con guerreras a la europea, pantalones anchos y una especie de vendas pardas en las pantorrillas. La bandera nacional bicolor ondeaba contra un cielo azul que ya parecía querer anunciar el principio del verano. Me mantuve observando aquel movimiento incesante de hombres uniformados hasta que fui consciente de las múltiples miradas que mi inmovilidad estaba recibiendo. Azorada e incómoda, me giré y retorné a la plaza. ¿Qué buscaba frente a la Alta Comisaría, qué pretendía encontrar en ella, para qué había ido hasta allí? Para nada, probablemente; al menos, para nada en concreto más allá de observar de cerca el hábitat en el que se movía el inesperado amante de mi última clienta.

20

La primavera fue transformándose en suave verano de noches luminosas y yo seguí compartiendo con Candelaria las ganancias del taller. El fajo de libras esterlinas del fondo del cajón aumentó hasta casi alcanzar el volumen necesario para el pago pendiente; faltaba ya poco para que se cumpliera el plazo de la deuda con el Continental y me reconfortaba saber que iba a ser capaz de conseguirlo, que por fin iba a poder pagar mi libertad. Por la radio y la prensa, como siempre, seguía las noticias de la guerra. Murió el general Mola, comenzó la batalla de Brunete. Félix mantenía sus incursiones nocturnas y Jamila continuaba a mi lado, progresando en su español dulce y raro, empezando a ayudarme en algunas pequeñas tareas, un hilván flojo, un botón, una presilla. Apenas nada interrumpía la monotonía de los días en el taller, tan sólo los ruidos de los quehaceres domésticos y los retazos de conversaciones ajenas en las viviendas vecinas que se adentraban por las ventanas abiertas del patio de luces. Eso, y el trote constante de los niños de los pisos superiores ya con vacaciones en el colegio, saliendo a jugar a la calle, a veces en tropel, a veces de uno en uno. Ninguno de aquellos sonidos me molestaba, todo lo contrario: me hacían compañía, conseguían que me sintiera menos sola.

Una tarde de mediados de julio, sin embargo, los ruidos y las voces fueron más altos, las carreras más precipitadas.

– ¡Ya han llegado, ya han llegado! -Después vinieron más voces, gritos y portazos, nombres repetidos entre sollozos sonoros-: ¡Concha, Concha! ¡Carmela, mi hermana! ¡Por fin, Esperanza, por fin!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El tiempo entre costuras»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El tiempo entre costuras» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El tiempo entre costuras»

Обсуждение, отзывы о книге «El tiempo entre costuras» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x