Tampoco he inventado el texto del cómic sobre los planes navideños: se publicó en el número de diciembre de 2003 de la revista Marie Claire. Es de Jordi Labanda.
Pero sí me he inventado la existencia de la Enciclopedia Médica y Psicológica de la Familia. Quede claro, empero, que los datos científicos en ella recogidos son reales y están contrastados.
Hablando de médicos, me gustaría agradecer al doctor Miruán Yordi, de la clínica Belén de Madrid, que me ayudara a ser madre (pues si yo no hubiera sido madre no habría podido escribir este libro) asistiéndome en un parto natural sin cesárea ni episiotomía.
Y hablando de partos, la modelo de la imagen de portada es mi hija, en foto tomada a las escasas cinco horas de vida por mi amigo Jaime Losa Romay.
El artículo «Alicante en el cambio del siglo XIX al XX», escrito por Alicia Mira Abad y Mónica Moreno Seco y publicado en la Revista de Historia Contemporánea Hispania Nova, me ayudó a situar en su contexto la historia de don Trino Lloret.
El Mercado de la Carne (The Meatpacking District) es un barrio de Nueva York que se llama así porque antaño estaban allí los mataderos de la ciudad, sustituidos en la actualidad por muchísimos clubes, entre ellos el Nell's y el Blue Note.
Y, por último, el bar La Ventura se halla en calle Olmo, 16, en el madrileño barrio de Lavapiés. Valentín asegura que invitará a un chupito a cualquiera que se presente allí con un ejemplar de este libro abierto por la página en que hace referencia a su local.
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[1] Para entonces el grupo había empezado a atacar algo fácilmente reconocible, Take Five, la emoción musical había alcanzado su cúlmen y casi ninguno de los allí presentes hablaba ya, todos con la mirada fija en el escenario y llevando el compás con la cabeza como si de un ejército de metrónomos se tratase. Yo sonreía de placer y buscaba con la mirada a Sonia a fin de atestiguarle con los ojos la gratitud debida por haberme llevado a un sitio que me gustaba tanto. Sin embargo, con lo que tropezó mi mirada de repente no fue con Sonia sino con… Él. Joshua Redman en persona. Aunque un examen más exhaustivo me hizo darme cuenta de que no se trataba exactamente de Joshua Redman. Era otro músico muy parecido a él y tan famoso o más que el propio Joshua [1] . Me quedé tan sorprendida y absorta en su persona que no pude apartar la vista y en seguida cayó en la cuenta de que estaba siendo observado por la boquiabierta rubia de la mesa de al lado, a la cual correspondió con una sonrisa profunda, casi fluorescente de puro blanca y cálida como el aplauso de una multitud, consiguiendo que la sangre feliz enrojeciera a la rubia -a mí- inmediatamente, hasta la coronilla. Lo primero que me llamó la atención fue el color de sus ojos, tan parecidos a los de la Nancy de mi infancia y a los de las lentillas que se ponen las starlettes : ojos de azul juguete. Y lo segundo que pensé fue que si alguna vez planeaba tener hijos, quisiera que fueran de un hombre tan guapo como aquél. Convencida de que si las cartas habían dispuesto un hombre para mí con un océano que nos separaba, había de ser ése y ningún otro, apuré la copa que tenía delante de un solo trago decidida a dar el primer paso. En ese momento el grupo había empezado con So what? esto me pareció una señal divina. Me dije, voy a hablar con él, si me hace caso es él, y si no… Y si no, So what?
Piensen un momento: mulato, muy guapo, ojos azules, músico, famosísimo. ¿Lo tienen? Ese mismo. Por motivos obvios su nombre no va a figurar en esta edición impresa, aunque sí figura en la copia privada para Amanda.
[2]Al que a partir de ahora llamaremos, para abreviar, FMN, y espero que entiendan ustedes por qué no figura su auténtico nombre.