Jueves, 8 de abril
7:30. Simone ha llamado desde la oficina de París. Ha decidido con el Sr. Testino las fechas para las fotos de Río y las ha confirmado con el agente de Giselle, pero necesita hablar de la ropa contigo. Por favor, llámala.
011.33.1.55.91.30.65
8:15. Ha llamado el Sr. Tomlinson. Está en el móvil. Por favor, llámale.
nota: Andrea ha hablado con Bruce. Dice que al espejo grande de tu vestíbulo le falta una pieza decorativa de yeso en el ángulo superior izquierdo. Ha localizado un espejo idéntico en un anticuario de Burdeos. ¿Quieres que te lo pida?
8:30. Jonathan Colé ha llamado. Se va a Melbourne el sábado y le gustaría aclarar cuál es su cometido antes de marcharse. Por favor, llámale.
555.7700
Recordatorio: Llamar a Karl Lagerfeld sobre la fiesta de la Modelo del Año. Estará esta noche en su casa de Biarritz a partir de las 20:00-20:30, su hora local.
011.33.1.55.22.06.78: casa
011.33.1.55.22.58.29: estudio
011.33.1.55.22.92.69: chófer
011.33.1.55.66.76.33: número de su ayudante en París, por si no lo encuentras.
9:00. Natalie, de Glorious Foods, ha llamado para preguntar si prefieres el Vacherin relleno de praliné de bayas o de compota templada de ruibarbo. Por favor, llámala.
555.9887
9:00. Ingrid Sischy ha llamado para felicitarte por tu número de abril. Dice que la portada es «espectacular, como siempre», y quiere saber quién se encargó de la composición de las fotos de belleza. Por favor, llámala.
555.6246: despacho
555.8833: casa
nota: Miho Kosudo ha llamado para disculparse por no haber entregado el centro de flores a Damien Hirst. Asegura que estuvieron cuatro horas esperando fuera de su edificio, como no había portero tuvieron que irse. Probarán de nuevo mañana.
9:15. El Sr. Samuels ha llamado. No estará localizable hasta después del almuerzo, pero quiere recordarte la reunión de padres y profesores de esta noche en Horace Mann. Antes le gustaría comentar contigo el proyecto de historia de Caroline. Por favor, llámale después de las 14:00, pero antes de las 16:00.
555.5932
9:15. El Sr. Tomlinson ha vuelto a llamar. Ha pedido a Andrea que haga una reserva para cenar después de la reunión de padres y profesores. Por favor, llámale. Está en el móvil.
NOTA: Andrea ha hecho una reserva para ti y el Sr. Tomlinson a las 20:00 de esta noche en La Caravelle. Rita Jammet dice que está deseando volver a verte y encantada de que hayáis elegido su restaurante.
9:30. Donatella Versace ha llamado. Dice que todo está confirmado para tu visita. ¿Necesitarás a alguien más además de un chófer, un cocinero, un entrenador, un peluquero, un maquillador, un ayudante personal, tres sirvientas y un capitán de yate? De ser así, comunícaselo, por favor, antes de que parta hacia Milán. También facilitará móviles, pero no podrá reunirse contigo porque se estará preparando para los desfiles.
011.3901.55.27.55.61
9:45. Judith Masón ha llamado. Por favor, devuélvele la llamada.
555.6834
Arrugué la hoja y la arrojé a la papelera, donde inmediatamente se empapó del resto del tercer capuchino de la mañana de Miranda. Hasta el momento, un día relativamente normal por lo que al Boletín se refería. Me disponía a entrar en Hotmail para ver si alguien me había escrito cuando Miranda entró en la oficina. ¡Maldita Sophy! Había vuelto a olvidarse de avisar.
– Espero que el Boletín esté actualizado -dijo fríamente sin mirarnos ni indicar de ningún modo que era consciente de nuestra presencia.
– Lo está, Miranda -aseguré, tendiéndoselo para que no tuviera que alargar el brazo.
Tres palabras, me dije, confiando en que fuera un día de no más de setenta y cinco palabras por mi parte. Se quitó su cazadora de visón, tan suntuosa que tuve que frenarme para no hundir la cara en ella, y la arrojó sobre mi mesa. Mientras me dirigía al armario para colgar ese magnífico animal muerto frotándolo discretamente contra mi mejilla, noté algo frío y mojado: todavía había gotitas de aguanieve en el pelo. Qué apropiado.
Retiré la tapa del tibio capuchino y coloqué cuidadosamente en el plato el grasiento beicon, las salchichas y el brioche con queso. Entré de puntillas en el despacho y deposité la bandeja discretamente sobre una esquina del escritorio. Miranda estaba escribiendo una nota en su papel Dempsey and Carroll y habló tan bajito que casi no la oí.
– An-dre-aaa, necesito comentar contigo la fiesta de pedida. Coge una libreta.
Asentí con la cabeza al tiempo que me daba cuenta de que asentir no contaba como una palabra. La fiesta de pedida ya me estaba amargando la existencia y todavía faltaban unas semanas, pero, como Miranda iba a ausentarse durante dos semanas para asistir a los desfiles de Europa, su planificación había sido el tema principal de los últimos días. Regresé al despacho con una libreta y un bolígrafo, preparada para no comprender una sola palabra de lo que Miranda me dijera. Pensé en la posibilidad de sentarme, pues me resultaba mucho más cómodo tomar notas en esa posición, pero me contuve.
Miranda suspiró como si la tarea fuera tan agotadora que temiera no poder terminarla y tiró del pañuelo Hermés que había trenzado a modo de pulsera en torno a su muñeca.
– Localiza a Natalie, de Glorious Foods, y dile que prefiero la compota de ruibarbo. No dejes que te convenza de que tiene que hablar conmigo directamente, porque no es cierto. Habla con Miho y asegúrate de que han entendido mis órdenes en cuanto a las flores. Ponme a Roben Isabell al teléfono antes del almuerzo para hablar de los manteles, las tarjetas y las bandejas. Y con esa chica del Met para ver cuándo puedo ir a comprobar que todo se hará correctamente, y pídele que me envíe por fax la disposición de las mesas para que pueda planificar los asientos. Eso es todo por ahora.
Había dicho todo eso sin dejar de escribir ni un momento, y cuando terminó de hablar me pasó la nota para su envío. Acabé de hacer las anotaciones en mi libreta confiando haberlo entendido todo correctamente, lo cual, dados el acento y la rapidez con que hablaba Miranda, no siempre era fácil.
– Bien -murmuré aumentando a cuatro el Total de Palabras Dirigidas a Miranda, y me di la vuelta para marcharme.
Tal vez hoy no llegue a cincuenta, pensé. Noté que examinaba el tamaño de mi trasero y por un momento barajé la posibilidad de volverme y caminar de espaldas como haría un judío ortodoxo en el Muro de las Lamentaciones. En lugar de eso, traté de deslizarme hacia la seguridad de mi mesa mientras imaginaba a miles y miles de hasidim, vestidos de negro Prada, caminando hacia atrás alrededor de Miranda Priestly.
El feliz día que tanto esperaba, con el que soñaba, había llegado al fin. Miranda no solo se había ido de la oficina, sino también del país. Hacía menos de una hora que había saltado al asiento del Concorde para convertirme en la chica más feliz del planeta. Emily intentó convencerme de que Miranda era aún más exigente cuando se hallaba de viaje, pero no la creí. Estaba planeando cómo iba a pasar cada extático instante de las próximas dos semanas cuando recibí un mensaje electrónico de Alex.
Hola, nena, ¿cómo va todo? Espero que tengas un día, como mínimo, pasable. Seguro que estás feliz de que se haya ido. Disfrútalo. Solo quería saber si puedes llamarme hoy a eso de las tres y media. Tengo una hora libre antes de la clase de lectura y necesito hablar contigo. Nada importante, pero me gustaría charlar.
Te quiero, A.
Enseguida me inquieté y le pregunté si todo iba bien, pero Alex debió de cerrar su correo nada más enviarme el mensaje porque no recibí respuesta. Me dije que no debía olvidarme de llamarle a las tres y media en punto y saboreé la sensación de libertad que me producía saber que Ella no estaría ahí para impedírmelo. Con todo, escribí en una hoja con el membrete de Runway llamar a alex 15.30 hoy, y la pegué en el costado de mi pantalla. Me disponía a telefonear a una amiga del colegio que hacía una semana me había dejado un mensaje en el contestador de casa cuando sonó el teléfono.
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