Frank llegó al almacén a media mañana y encontró un interior ilu__tado de un gris verdoso claro. La oficina de Ellmore era una especie de voladizo que se alzaba sobre la planta principal, desde donde llegaban los ecos de la tienda, que desprendía olores de tierra de batán, de grasa para armas y de la ciudadanía local, que estaba por todas partes.minado por la luz del sol, rodeado de un entresuelo, con el herraje pin
– El jefe está hasta la coronilla de texanos por esta mañana -le in__trada a la cantina de al lado, si empieza a aburrirse.formaron-. ¿Ve los Suministros Equinos de ahí?, encontrará una en
Frank se fijó en que el empleado, de modales bastante amables, estaba empaquetando uno de los modelos de tamaño gigantesco de Colt.
– Gracias, pero me parece que me quedaré aquí sentado, respiraré y dejaré que la altitud me ponga a tono sin tener que pagar.
La oficina, cuando finalmente le indicaron que pasara con un ges_to de la cabeza, estaba recargada con mobiliario de salón del estilo Grandes Rápidos, comprado a precio de desahucio en Cortez des____________________dio que, se decía, era de la señora Disco, dirigía una sonrisa chillona a los visitantes.teado por los Chicos de las Cuatro Esquinas. Una fotografía de estupués de la tristemente famosa noche en que el viejo Palacio fue tiro
Frank miraba por la ventana hacia la ajetreada vía pública princi_pal cuando Ellmore entró a toda prisa.
– Me ha pillado admirando su vista.
– Tiene suerte de verla mientras dura la bonanza, porque cuando estas vetas se acaben no quedará nada que vender salvo el escenario, lo que significa manadas de visitantes procedentes de lugares donde no hay nada que admirar, de texanos, por ejemplo. Ese lado de la calle que está mirando es lo que llamamos el Lado Soleado. ¿Ve esas peque____________________titud. Pero déle tiempo. Recuerde que se habrá enterado aquí.dos se ríen, una más de las gracias de Telluride, dicen, será por la aldie de pie, a no ser que esté malnutrido, menos aún para que se dé la vuelta, pues bien, dentro de…, bueno, algún día, cada una costará un millón de dólares americanos, tal vez dos, y más. Ríase si quiere, toñas cabañas mineras de allí? Demasiado estrechas para que quepa na
– Un hombre con visión de futuro.
– Mierda, los anarquistas no son los únicos con ideas sobre el fu_turo.
Ellmore Disco no parecía ser de ascendencia finlandesa ni mexi____________________tava enraban a bolsas protectoras, dejando al observador con una ruinosa occana, al menos no cuando sonreía, como en ese momento; tenía algo de chino de music hall, tal vez, por el modo en que sus ojos se reti do mayor («o, como dicen en esta ciudad, "la minero"») sobre un piano vertical abandonado, interrumpido por un par de caninos de oro a juego que centelleaban y parecían más largos y más afilados de lo necesario, incluso para comer en los restaurantes de carne de las ciudades mineras.
Hizo un gesto con una taza de café que parecía una compañía cons__to, anunció:tante y, con tanta rapidez que podría haberlo dicho con un único alien
– En cuanto a una entrevista con el Capitán Wells, tiene toda mi comprensión, señor, aunque disto mucho de ser la secretaria particu____________________no del Sheriff Cal Rutan con un incidente como ése engo, claro, nos vienen con esa wakizashi que todos llevan encima para hacerse el hara-kiri, puede imaginarse qué bien se lo pasaría el buetantes, por la fama que ha adquirido Bulkley Wells en todo el mundo, o casi. Esta semana, sin ir más lejos, una delegación ha venido desde Tokio, Japón, cumpliendo órdenes del Emperador en persona: «Si no veis al Capitán, chavales, casi que no os molestéis en volver»; y luelar del Capitán; bien sé que es un deseo muy frecuente entre los visi su condado. Pero así de desesperados se ponen algunos, y no siempre se trata de extranjeros, así que ahora tiene que decirme cuán desdichado va a sentirse, señor, si, el cielo no lo quiera, no llega a ver al Capitán en este viaje.
Después de asegurarse de que Ellmore había acabado, Frank dijo:
– Un caballero muy ocupado, supongo.
– Señor, necesitará los buenos oficios del hermano Meldrum, por no hablar de una variada gama de sus otros socios para pasar… Men_cionó el trabajo en la mina, ¿a qué tipo de trabajo se dedica usted? ¿Algo que ver con explosiones, por ejemplo?
– Una parte, tal vez.
Intercambiaron una mirada fría y pétrea. Ellmore asintió, como si acabara de ocurrírsele algo.
– Aunque nada en la superficie.
– Es la primera vez que me toman por un dinamitero.
– ¿Qué me ha parecido oír en su tono, indignación?
– No especialmente. Más bien me parece halagador, hasta cierto punto.
– Un ingeniero no puede alegar que no sabe diferenciar una pun_ta de un cartucho de dinamita de otra, como entenderá.
– Los perros se pondrían a ladrar, claro. Debería de haber respon_dido tan solo «chef de repostería» o algo así.
Ellmore separó las manos en una especie de gesto de inocencia.
Frank espantó una mosca imaginaria.
– Para serle sincero, el oro no está entre mis intereses, soy más bien un hombre del zinc, pero…
– Zinc; en ese caso, no se lo tome a mal, pero ¿por qué no está en Lake County?
– Gracias por el consejo, Leadville es una parada habitual en mis paseos, pero esta semana, bueno, lo que tengo entre manos es un nue_vo método para concentrar el metal de oro…
– Sólo hablo por Tomboy y Smuggler, claro, aunque allí se dan por satisfechos con lo que tienen. Lo aplastan hasta dejarlo hecho una pulpa y lo pasan por un poco de mercurio en una bandeja, y dicen que funciona.
– Proceso de amalgamación. Tradicional, da bastante buen rendi_miento. Claro. Pero este método mío…
– Supongo que el Capitán Wells preguntará cuánto cuesta, y lue____________________taba un 44.pendiente que había recibido a Frank hacía poco, mientras empaquegeremos a mi chico, Loomis, de camino. -Loomis resultó ser el denes plateados incrustados con lapislázuli y jaspe, por su aspecto una pieza artesanal de los zuñis-. O, al menos, uno de sus secretos. Recoros en todas las puntas y escogió uno gris con una cinta de medalloble, empapa las tripas en tequila por la noche, ése es su secreto. -Se detuvo ante un gigantesco perchero de cuernos de alce con sombrefícil de encontrar, aunque acercarse a él puede resultar muy peligroso y, lamento decirlo, ninguna hora del día es peor que otra… Oh, fíjese, es hora de comer. Venga al local de Lupita, el menudo es insuperago dirá no en cualquier caso. Pero hable con Bob, que no es tan di
Salieron por detrás, a Pacific Street, y se abrieron paso entre yun____________________dado de elogiar su elección de sombrero.more saludaba, apuntando cómicamente con el dedo como si fuera una pistola, y de vez en cuando se paraba brevemente a hacer negocios con alguien. Parecía que todos lo conocían. La mayoría tenía el cuivos que el álcali de las tierras bajas había vuelto rígidos y espectrales, chinos empujando carretillas cargadas hasta los topes de colada… Elllles, carros y grandes carretas de transporte que llevaban mercancías entre la estación de tren y las minas y tiendas, jinetes con guardapoltas de bueyes y tiros de muías, calesas pequeñas y faetones de tres mue
El local de Lupita se encontraba en un tramo de suelo endureci____________________lómetro a la redonda. Había chicharrones gigantescos apilados como pellejos en una factoría comercial.do por postes de álamo. Los aromas de la cocina se olían a casi un kigos pintados de un azul celeste que no se veía en ningún otro sitio de la ciudad, dispuestos bajo el techo oxidado de un cobertizo sostenido, encajado entre Pacific y el río San Miguel, que ahí era más bien un arroyo; consistía en una serie de mesas de tablones y bancos lar 'Ristras' de chiles de un púrpura pe____________________cos que trabajaban en la cocina y les llenara la fiambrera o una bolsa de papel con tortas de pollo, tamales de venado, los famosos tacos de sesos de Lupita, botellas de cerveza casera, cuñas de manecían de pie, esperando sitio o a que apareciera uno de los chijores sombreros, todos se mezclaban ocupando los bancos, comiendo con las manos y pringándose como mineros en una cantina, o pertados junto a repartidores de periódicos negros, y esposas con sus meturnas recién levantadas, ganaderos del valle, trabajadores mexicanos manchados de polvo de ladrillo, desolladores que esperaban el tren senligrosamente oscuro colgaban por todas partes. Se decía que por la noche resplandecían en la oscuridad. Dependientes y cajeros, aves nocsesenta grados de pastel de melocotón, etcétera, para llevárselo.
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