El celebrante, un sueco que había emigrado al oeste desde Dakota, llevaba una túnica gris cargada de polvo, su rostro era indistinguible, como si lo sombreara una capucha, y más que recitar las conocidas pa____________________gubre. La novia llevaba un vestido sencillo de tela albatros de color azul claro, fino como el velo de una monja. Sloat era el padrino. En el gran momento, se le cayó el anillo. Tuvo que arrodillarse en la tenue luz para buscarlo palpando por donde había desaparecido rodando.ble caja de resonancia suavizaba hasta transformarlo en un salmo lúlabras las cantaba, en un murmullo armónico menor que esa agrada
– ¿Qué, cómo te va por ahí abajo? -preguntó Deuce al cabo de un momento.
– Más vale que no te acerques mucho -murmuró Sloat.
Acabada la ceremonia, mientras su esposa sacaba un cuenco de cristal rebosante de ponche de bodas y unas tazas, el predicador apa_reció con un acordeón y, como si no pudiera contenerse, les tocó un ruidoso vals campesino de Österbybruk, de donde procedían tanto él como su señora.
– ¿Qué tiene? -quiso saber Sloat por curiosidad.
– Alcohol casi puro -respondió el predicador con semblante se__gredientes escandinavos.rio- ¿Sesenta grados? Un poco de zumo de melocotón… ciertos in
– ¿Cuáles?
– Un afrodisíaco sueco.
– Como, por ejemplo…
– ¿Que cómo se llama? Ja, podría decírselo, pero en el dialecto de Jämtland suena casi igual que «la vagina de tu madre», de manera que, a no ser que se pronuncie con toda corrección, siempre se corre el ries_go de un malentendido con cualquier sueco que esté al alcance del oído. No pretendo más que evitarle problemas, se lo aseguro.
Era una novia virgen. En el momento de la rendición, sólo deseó convertirse en viento. Sentirse refinada hasta ser tan sólo un filo, un filo invisible de largura desconocida que penetrara en el reino del aire por siempre en movimiento sobre la tierra quebrada. Hija de la tor_menta.
Se despertaron en plena noche. Ella se removió acurrucada entre los brazos de él, sin sentir la necesidad de darse la vuelta para mirarse, comunicándose mediante su inesperadamente locuaz culo.
– Mierda. Nos hemos casado de verdad, ¿no?
– Están los casados -supuso ella- y los respetablemente casados. Ahora que hablamos del tema, dónde se ha metido esa cosa…, oh, aquí la tenemos…
– Mierda, Lake.
Una semana después de la noche de bodas, Deuce y Sloat pensa_ron darse una breve vuelta por la región.
– No te importa, ¿verdad que no, palomita?
– Qué…
– Vigila ese café -gruñó Sloat.
Antes de que ella se diera cuenta, habían salido por la puerta y cruzado el barranco, y no volvieron al anochecer ni durante toda la semana siguiente, y cuando aparecieron por fin fue entre una tormen_ta de roncas y agudas carcajadas que ella oyó a casi un kilómetro y que ni Deuce ni Sloat podían controlar. Entraron y se sentaron sin parar de reír, sus ojos, oscuros por la falta de sueño, la taladraron, sin apartarse un momento de ella. Lake sintió más asco que miedo.
Cuando se hubieron calmado lo bastante:
– ¿Habéis venido para quedaros? -acertó a preguntar-, ¿o sólo ha_béis vuelto para cambiaros los calcetines?
El comentario soltó de nuevo sus risas.
A partir de entonces, casi no pasaba día sin su correspondiente bronca posnupcial. Sloat se había instalado en casa, o eso parecía, y la cuestión de su interés por la novia acabó apareciendo inexorable_mente.
– Adelante, socio -ofreció Deuce una noche-. Es toda tuya. Me vendrá bien un descanso.
– Oh, vamos, Deuce, las sobras son sólo para los mandados, todo el mundo lo sabe, y yo no soy el mandado de nadie.
– ¿La estás rechazando, Sloat? Puede que no sea material de Market Street, pero échale una mirada, sigue teniendo un bonito envoltorio.
– Se pone a temblar cada vez que me acerco a menos de tres me_tros, ¿me tiene miedo?
– ¿Por qué no se lo preguntas a ella?
– ¿Me tiene miedo, señora? -Sí.
– Bueno, al menos es algo, supongo.
Lake no captó en ese momento que ésa era la noción que tenía Sloat del jugueteo amoroso. De hecho, cuando lo entendió, él hacía mucho que ya se había ido.
Pero hasta entonces, oh, ¿hasta qué punto podía llegar a ser una chica mala? Casi sin darse cuenta, se encontró desnuda y los tres acos_tados en la planta de arriba del Elk Hotel de Colorado Springs.
– No pasaba desde aquella china en Reno -decía Deuce-, ¿te acuer_das de ella?
– ¡Umm! ¡La del conejito torcido!
– Un poco de seriedad -dijo Lake.
– Lo juro, tenía una especie de cruz ahí, te lo enseñaremos.
La mantenían desnuda la mayor parte del tiempo. A veces le po__trás, a veces en el culo, de manera que se acostumbró rápidamente a probar sus propios fluidos mezclados con mierda.nían un par de trabas laterales de cuero para sujetarla a la cama, pero dándole el suficiente margen a la cadena para que pudiera moverse. No lo hacían para obligarla, ella siempre estaba dispuesta a complacerlos. Cuando Lake asumió que iban a usarla por partida doble, se descubrió buscándolo ella misma, por lo general una en la boca y la otra por de
– Supongo que esto me convierte en una chica muy mala -dijo en voz baja mirando a Deuce.
Sloat le agarró un mechón de pelo y la forzó a pegar la cara a la polla de su legítimo esposo.
– No es eso lo que te convierte en muy mala, puta glotona, lo que te convierte en un mal bicho es haberte casado con mi pequeño com_padre aquí presente.
– Pues se ha llevado dos por el precio de uno -se rió Deuce-, Ser una mierda de chica mala sale a cuenta.
Ella descubrió en sí misma inesperados talentos para el flirteo y la insinuación; tenía que andarse con cuidado para que nunca pareciera que exigía nada, pues esos dos podían fastidiar la fiesta más rápido que el sangrado mensual. Deuce y Sloat eran los chicos malos más suscep_tibles que había conocido jamás, cualquier cosa los sacaba de quicio. Los tranvías en la calle o que uno silbara la melodía equivocada. Sólo una vez había sido tan incauta como para sugerir: «Chicos, ¿por qué no me dejáis aparte por una vez y os lo montáis entre vosotros para variar?». La conmoción y la rabia se palparon durante días.
Sloat tenía debilidad por el color verde. Se presentaba a menudo con aquellos objetos peculiares, casi siempre robados de alguna parte, que quería que ella se pusiera, guantes, gorros de bebé, medias de ci_clista, sombreros recortados o planos, tanto daba, siempre que fueran en algún tono de verde.
– Deuce, tu socio está como una cabra.
– Ajá, nunca he soportado el verde, yo soy un hombre malva -dijo sacando un delantal de guinga manchado de grasa teñido más o me_nos de ese color-. ¿Te importa?
La llevaron a las Cuatro Esquinas y la colocaron de modo que una de sus rodillas quedaba en Utah, la otra en Colorado, un codo en Arizona y el otro en Nuevo México, con el punto de inserción justo encima de la mítica mirilla. Entonces la hicieron rotar en los cuatro sentidos. Sus pequeños rasgos apretados contra la tierra, la tierra rojo sangre.
Así que durante un tiempo aquél fue un hogar de tres miembros con una más que discutible intimidad. Los secuaces parecían poco dis____________________ro de que si se lavaba mucho las nía un terror supersticioso al agua; hasta el punto de que estaba segudo estaba despierto. Sloat no pensaba mucho en bañarse, de hecho teparada para permitir que ninguno de los dos se alejara cabalgando por la meseta más allá del alcance de un rifle. Deuce roncaba, incluso cuanpuestos a romper su sociedad en ese momento, y Lake no estaba premanos, tendría mala suerte. Lake lo engatusó sólo una vez para que lo hiciera, y esa noche, en la mesa, mien_tras cenaban, algo golpeó el tejado con un tremendo ruido, e hizo que la sopa de Sloat lo salpicara todo.
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