– Bueno, echaré un vistazo al asunto cuando llegue allí, no te quepa duda. Ya puestos, podrías reservarme el compartimento siete. Nunca viene mal que te consideren un íntimo del bueno de Baz, ¿no?
– No seré yo quien lo niegue, ¿verdad que no?
– Tal vez tenga que pasar un tiempo en Constantinopla -dijo con calma-, por aquellos viejos avales de los ferrocarriles otomanos otra vez. Son como espectros, nunca desaparecen del todo. Aunque el nue____________________pañarme.verse por el laberinto de los Jóvenes Turcos. Pero la cosa tiene que hacerse en persona. Supongo que no podrás librar unos días y acomvo régimen los hace constar como gastos presupuestarios a tanto por kilómetro, quedan todavía cifras bonitas por cobrar, si uno sabe mo
– El nuevo espectáculo no empezará a ensayarse hasta dentro de un tiempo -dijo ella-. Déjame comprobar si puedo.
Tras una breve llamada telefónica, Lew le dio la autorización.
– Dicen que cuanto puedas averiguar allí tendrá «un valor inesti_mable».
– ¿Eso dicen? ¿Nada de «Buena suerte, Dally, claro que pagaremos por días», o algo por el estilo?
– No, pero voy a decirte algo personal…
– Veamos, Detective Basnight.
– Guárdate las espaldas. Por favor. He oído cosas de ese Crouch_mas. Nadie se fía de él.
– Hay quienes dirían que él es un viejecito amable y yo una pica_ra mercenaria.
– Oh, mierda, ahora estás coqueteando.
Para asegurarse de que él lo pensaba, ella le tocó suavemente la manga.
– Tendré cuidado, Lew, no te preocupes.
Últimamente él había empezado a preguntarse si no sería Dally la encarnación de La Estrella. Un anuncio de la liberación definitiva de sus obligaciones, si es que todavía existía alguna, con el CRETINO. ¿Sería la luz de su inocencia -aunque fuera una inocencia pícara- suficiente para mostrarle concluyentemente que los «Arcanos Mayo__rable?res» que había perseguido durante tanto tiempo no tenían por qué haber sido necesariamente criminales ni culpables de nada? ¿Y que el CRETINO los había juzgado así por un error profundo e irrepa
Se dijo que era su deber acompañarla a Charing Cross. Los an_denes olían a vapor y humo de carbón sulfúrico. La locomotora se estremecía, muscular, de un azul prusiano bajo las farolas eléctricas. Uno o dos sonrientes admiradores le pidieron que les firmara en un puño de la camisa.
– No te olvides de traerme algunas Delicias Turcas.
– Las únicas que me sea posible disfrutar, porque la buena de D.R. no se va de vacaciones sino a trabajar. -Cuando él le pasó la maleta, ella se inclinó y le besó la mejilla-. Bueno. -Se retocó el sombrero y se dio la vuelta para subir los peldaños de hierro-. Allá voy, Constantinopla.
La idea que se le había ocurrido a Clive Crouchmas de vender a Dally a un harén no estaba mal, pero para algunos la venganza no es tan dulce como el beneficio, y no tardó en ocurrírsele que ella le sería más productiva como medio para sobornar a alguien útil. Además, los puri____________________tánea que le llevó a creer que el único medio de sacar algún provecho sería venderla en un mercado de trata de blancas en algún otro sitio, con la intermediación de elementos dispersos de la Vieja Turquía y sus colaboradores Habsburgos; finalmente, ese otro sitio resultó ser Hungría.lantado, y los beneficios eran magros. Ante la perspectiva de volver a Inglaterra con las manos más o menos vacías, Clive, responsabilizando a Dally de todos los contratiempos, tuvo un ataque de locura momenbul estaban empeñados en eliminar todos los vestigios del sultanato, y de hecho Clive se vio obligado a soportar un trato poco respetuoso en las oficinas de la Agencia de Deuda Otomana en Cagaloglu, donde él había organizado algunas de sus, imaginaba, más bizantinas intrigas. Peor aún, otros -alemanes, lo cual no sorprendía a nadie- se le habían adetanos ahora en el poder en lo que algunos empezaban a llamar Estam
De algún modo, dado que su descripción de Dally incluía su fa_moso pelo rojo -un rasgo muy asociado a las compañeras de viaje de Basil Zaharov-, sus potenciales secuestradores Imi y Ernó habían teni____________________brero Trilby negro característico de Centroeuropa, al compartimento de Dally, de que iban a secuestrar a unase, a hurtadillas como piratas de opereta, ambos con el peculiar somdo la impresión, al subir al Orient Express en Szeged y encaminar chica Zaharov, por la que el magnate internacional de las armas pagaría una generosa suma como rescate.
Mientras tanto, Kit Traverse estaba sentado en un tren de coches cama que circulaba en la otra dirección, hacia París, y que, según el horario previsto, debía de estar entrando en Buda-Pest en ese momento aproximadamente, de no ser por un leve retraso debido a mis_teriosas actividades revolucionarias en la línea, de modo que tanto su tren como el de Dally llegaron a la vez a Szeged. Kit se asomó por la ventanilla y vio al otro lado de las vías, en el tren de enfrente, a una atractiva pelirroja que parecía tener algún problema. Todavía faltarían unos cinco o diez minutos para la partida, así que podía pasarse por allí y ver qué pasaba.
– ¡Chica Zaharov!
– No… ¿quién, yo?
– ¡Chica Zaharov! ¡Pelo rojo! ¡Mira!
– Os agradecería que quitarais vuestros ganchos de carnicero de mi pelo -dijo Dally.
Los dos se miraron como si tuvieran que replantearse alguna re_mota posibilidad de error. Siguió un largo proceso de reflexión.
– ¡Chica Zaharov! -empezaron a gritar ambos otra vez.
– Chicos -dijo un risueño Kit Traverse desde la puerta-, ¿no creéis que os habéis equivocado de compartimento?
– No puedes ser tú -dijo Dally.
Kit distinguió a una joven en un elegante conjunto de viaje, mien__paldas, encendiendo su cabello descubierto. El enfocó la mirada hasta asegurarse de que veía a quien estaba viendo.tras la luz del sol entraba a raudales por la ventanilla del tren, a sus es
– Vaya.
El Nagant de 7,62 mm que llevaba metido en el cinturón no es_capó a la atención ni de Imi ni de Ernó, que rápidamente reajustaron su conducta para dar a entender solvencia mental.
– Este es el compartimento número siete, ¿no?
– Hasta ahí todo bien.
– Siempre está reservado para la Zaharov úr y sus apreciadas y en_cantadoras chicas Zaharov. ¿Viene de Viena?
– No -dijo Dally.
– Las chicas Zaharov siempre suben en Viena.
– Bueno, pues ya veis…
– Imi, Crouchmas úr dijo «chica Zaharov», ¿no?
– Eso dijo.
– Usted -Imi se volvió hacia Kit- ¿es el señor Zaharov? Crouch_mas úr nos dijo que estaba en otro sitio.
– ¿Os ha enviado Clive Crouchmas? Qué sapo miserable -afirmó Dally.
– Vamos a ver, Fonók -dijo Erno con voz confidencial, fingiendo dirigirse a Kit en un aparte-, pongamos que quisiéramos comprar un submarino…
Y al instante Imi tenía una pequeña FN Browning en la mano.
– Bocsánat.
– Para empezar, yo no soy Basil Zaharov, el famoso mercader de la muerte, y ella no es una chica Zaharov, sino, mi esposa Euphorbia, y, sí, tenemos la intención de pasar nuestra luna de miel en Cons_tantinopla, el Ministerio de la Guerra británico fue tan amable de conseguirnos este acomodo, que está libre esta semana debido a que el señor Z., como ya habéis comentado, se encuentra en otro lugar…
El chef de brigade asomó la cabeza en ese momento, y las armas se desvanecieron de golpe.
– ¿Madame…, messieurs? Saldremos dentro de poco. -Los saludó permitiéndose una mirada inquisitiva y fija dirigida a todos.
– Caballeros, discúlpenme un momento, por favor -dijo Dally em_pujándolos como a gallinas al pasillo.
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