– Lo que podría llamarse la casa de un mago -dijo Bria, que se la había estado enseñando. Recién salida de una función matinal, con su vestido rojo con lentejuelas de lanzadora de cuchillos, podría haber pa__cho requiriera cada situación. Esbozaba sonrisas asimétricas hacia Dally, y ésta creía que significaban algo, pero no sabía el qué.sado por una monjita dispuesta a ciertas travesuras, tantas como de he
En general, sus recién conocidos hermanastros y hermanastras le parecieron una pandilla de niños bien educados y considerados, salvo cuando se ponían tan pesados que se hacía imposible convivir con ellos. Los mayores subían al escenario con sus padres, iban a la escuela, te__sarse la mañana del domingo agrediendo la alfombra con la cabeza de los demás como de sentarse pacíficamente, uno en el regazo del otro, leyendonían trabajos a tiempo parcial en el centro y eran tan capaces de pa Little Nemo en el Journal. Entre sus costumbres más desagra____________________brantes, tambores, cañones y cubos ilustrados, alegres escupideras de mayólica y botellas vacías de laxante Fletcher's Castoria.gre caos de muñecas y casas de muñecas, con juguetes rodantes y vidables se contaba el beber agua del hielo fundido del congelador. Los más pequeños, Dominic, Lucia y Concetta, el bebé, vivían en un ale
Dally no llevaba ni diez minutos en la casa cuando Nunzi y Cici la abordaron.
– ¿Quieres cambio para una moneda de veinticinco centavos? -dijo Cici.
– Claro.
– Dos de diez y una de cinco, ¿te parece?
Vio que Nunzi ponía los ojos en blanco, y cuando se miró la mano comprobó, como era de esperar, que Cici, el especialista en monedas de la familia, había cambiado las monedas de diez por piezas de tres centavos, reuniendo lo que ya era una pequeña fortuna.
– No está mal -dijo Dally-, pero échale un vistazo a la de veinti_cinco.
– Espera, ¿dónde está? Si acabo de…
– Je. je, je -se rió Dally, que hizo rodar la moneda de lado a lado so_bre sus dedos, le dio un par o tres de pases y finalmente la sacó de la nariz de Cici.
– Eh, ¿y qué te parece el Truco de la Soga India? -preguntó Nunzi, sacando del bolsillo un trozo de cuerda y unas tijeras gigantescas, mientras tarareaba, con Cici a coro, la conocida canción de La Forza del Destino; luego rizaron la cuerda de un modo enrevesado, la corta_ron en varios fragmentos, agitaron un trozo de seda por delante y la cuerda volvió a quedar en una sola pieza, intacta y como nueva.
– Punto para vosotros, muy bien -dijo Dally al reconocer ese tru__do uno subía por un trozo largo de cuerda erecta hasta desaparecer en el aire.co básico-, pero, esperad, creía que el Truco de la Soga India era cuan
– No -dijo Cici-, ése es el «Truco Indio de la Soga», éste es el de la Soga India; mira, compramos la cuerda en el Bowery, a un indio, así que es una soga india, ¿no lo entiendes?
– Ya lo ha entendido, cretino -replicó su hermano dándole una pal_mada en la cabeza.
Concetta se acercó a gatas, vio a Cici y levantó la mirada hacia él, con sus ojos inmensos y expectantes.
– ¡Ah, la peque Concertina! -exclamó Cici, recogiendo del sue_lo a su hermana y fingiendo que jugaba con ella como si fuera un acordeón, mientras cantaba una canción de su amplio repertorio de Luigi Denza, y el bebé chillaba a la par sin hacer muchos esfuerzos por escaparse.
Dally se había imaginado en el pasado que si reencontraba a Erlys algún día se olvidaría de respirar o algo por el estilo. Pero, tras ser aco_gida en el caos familiar sin formalidades ni aspavientos, o casi, como una amable desconocida, sólo buscaba oportunidades para observar a ambas -a Erlys cuando parecía que no miraba y luego a sí misma en uno de los espejos que se apoyaban o colgaban por todas partes en aquellas habitaciones-, buscando parecidos.
Incluso sin los zapatos de atrezo puestos, Erlys era más alta que Luca Zombini, y llevaba el pelo rubio recogido en un moño a lo Psi____________________llo puede proporcionar una clave de alguna otra faceta oculta o menos accesible, descubrió, para su alivio, que Erlys se pasaba días enteros de vigilia sin preocuparse por sus ondas descarriadas, aunque era famosa por apartarse soplando, siempre que lo necesitaba, los mechones más persistentes que se interponían en su línea de visión.tinuos desvelos por mantener la Pulcritud, trata la rebeldía de su cabeque, del cual se escapaban, en el transcurso del día, las trenzas menos dóciles. Dally, sabedora de que el modo en que una mujer, en sus con
Erlys estaba en todas partes a la vez, afanándose por las habitacio____________________tamento curiosamente ilimitado, el único público parecía ser la propia Dahlia. Algo se interponía entre ellas, como el azogue de un espejo. Si Dally hubiera querido lanzarse a aquellos brazos con sus mangas tan cuidadas, no se rición, la que se creerían hasta los públicos más escépticos. En este apardo también como Nueva York, y encontrado allí la verdadera desapacía mucho tiempo había sustituido a la Erlys real, quien en el pasado se habría introducido en el Gabinete de la Ilusión Definitiva, conocido, hablando poco, aunque los niños parecían conocer, y respetar, sus deseos más que los de su padre. Dahlia llegó a preguntarse si su omnipresencia no sería también uno más de sus «trucos», y si la persona a quien veía no sería una ayudante con un razonable parecido que hanes más remotas, ocupándose de las tareas casi invisiblemente, sonrienhabría visto rechazada, al menos de eso estaba conven__porta, no veía más que una ausencia de señales tan oscura como el terciopelo negro. ¿La tomaban por boba? ¿Esta gente era de verdad su familia, o se trataba más bien de una cida, pero aparte de eso, allá donde radicaba todo lo que de verdad im troupe de actores del Bowery que, entre una función y otra, fingían ser una familia? ¿A cuál de ellos po_día plantearle sus dudas?
Desde luego, no a Bria. Ni siquiera cuando empezó a trabajar como su maniquí en el número de lanzamiento de cuchillos, le había parecido a Dally digna de tanta confianza. Se fijó en su mirada de in_diferencia cuando su padre la llamaba su «bella», aunque eso no evita_ba que él reincidiera. A todas luces, estaba embelesado con cada uno de sus hijos, desde el más obvio futuro delincuente al santo más radiante.
– No me tomes por uno de esos enrolladores de espaguetis napo_litanos -le dijo Nunzi en una conseguida imitación de su padre-. Vengo del Friul, en el norte. Somos un pueblo alpino.
– Jodecabras -aclaró Cici-. Ahí arriba comen salami de burro, es como Austria, pero con más gesticulación.
A Luca Zombini le gustaba explicar su profesión, en diversos mo__sos por aprender e incluso, algún día, proseguir sus números.mentos, a aquellos de sus hijos que, así quería creerlo, estaban ansio
– Los que se burlan de nosotros, y de sí mismos por pagar para que les engañemos, lo que nunca ven es el anhelo. Si fuera religioso, sería un anhelo de Dios, y nadie osaría faltarle al respeto. Pero como se tra_ta tan sólo del anhelo del milagro, un anhelo tan sólo de contradecir al mundo dado, lo desprecian.
«Recordad que Dios no dijo "Ahora haré la luz", sino "Que se haga la luz". Su primer acto fue dejar que la luz entrara donde no ha_bía habido Nada. Como Dios, vosotros también tenéis que trabajar siempre con la luz, hacer que se comporte exactamente como queráis.
Desplegó un fragmento de negrura absolutamente fluida.
– Terciopelo de mago, de primera calidad, absorbente perfecto de la luz. Importado de Italia. Muy caro. Teñido, tundido y cepillado a mano muchas, muchísimas veces. Acabado con un método secreto para aplicar negro platino. Las inspecciones de control en la fábrica son rigurosas. Lo mismo que los espejos, sólo que al contrario. El es_pejo perfecto tiene que devolverlo todo, la misma cantidad de luz, los mismos colores, con precisión; sin embargo, el terciopelo perfecto no debe dejar escapar nada, debe retener hasta la última gota de luz que in_cida sobre él. Porque si la menor cantidad de luz que podáis imaginar saliera rebotada de un único hilo, el número entero… affondato, vero? Todo tiene que ver con la luz, y si dominas la luz, dominas el efecto, capisci?
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