25 de enero. No nos hacemos más fuertes con el paso de los años. La acumulación de penas y sufrimientos va mermando nuestra capacidad de soportar el dolor, y como el padecimiento y la tristeza son inevitables, incluso un pequeño revés en la edad tardía puede repercutir con la misma fuerza que una gran tragedia cuando éramos jóvenes. La gota que hace rebosar el vaso. Meter tu pene de tarado en la vagina de otra mujer, por ejemplo. Willa ya estaba al borde del colapso nervioso antes de que ocurriera esa ignominiosa aventura. Ha pasado mucho en la vida, ha soportado más penas de las que le correspondían, y por muy fuerte que haya tenido que ser, no es ni la mitad de dura de lo que ella cree. Un marido muerto, un hijo muerto, un hijastro desaparecido y un segundo marido infiel; un segundo marido casi muerto. ¿Y si hubieras tomado la iniciativa años antes, la primera vez que la viste en aquel seminario de la facultad de Filosofía de Columbia, la inteligente chica de Barnard a quien permitieron asistir al curso de estudiantes de doctorado, aquella de facciones bonitas y delicadas y manos esbeltas? Hubo una fuerte atracción entonces, hace tanto tiempo, mucho antes de Karl y Mary-Lee, y por jóvenes que fuerais los dos por entonces, veintidós o veintitrés años, ¿qué habría pasado si hubieras insistido un poco más con ella, si tu pequeño coqueteo hubiera conducido al matrimonio? Resultado: ni marido muerto, ni hijo muerto ni hijastro. Otras penas y sufrimientos, desde luego, pero no ésos. Ahora te ha resucitado de entre los muertos, evitando el eclipse definitivo de toda esperanza, y tu cuerpo que aún respira debe considerarse su mayor triunfo. La esperanza perdura, pues, pero no la certidumbre. Ha habido una tregua, la declaración de un deseo de paz, pero no está claro si ha sido fruto de un verdadero consenso. El muchacho sigue siendo un obstáculo. Ella no puede olvidar y perdonar. Ni siquiera después de que su madre y él llamaran desde Nueva York para saber cómo estabas, ni siquiera después de que el chico siguiera llamando todos los días durante dos semanas para enterarse de las últimas noticias sobre tu estado. Ella se quedará en Inglaterra durante las vacaciones de Pascua y tú no volverás más. Ya has perdido demasiado tiempo y haces falta en la oficina, el capitán de un barco a punto de hundirse no debe abandonar a su tripulación. Quizá cambie de opinión a medida que pasen los meses. Puede que acabe cediendo. Pero no puedes renunciar al muchacho por ella. Ni renunciar a ella por el chico. Los quieres a los dos, has de tenerlos a los dos, de una forma u otra, los tendrás, aunque ellos no se tengan el uno al otro.
26 de enero. Ahora que el chico y tú habéis pasado una velada juntos, te sientes curiosamente decepcionado. Tantos años esperando, demasiados, quizás, imaginando cómo se desarrollaría el encuentro, y de pronto una sensación de anticlímax cuando finalmente se produce, porque la fantasía es un arma poderosa y las imaginadas reuniones que se celebraron tantas veces en tu cabeza a lo largo de los años eran necesariamente más ricas, más plenas y satisfactorias desde el punto de vista emocional que la que tuvo lugar en la realidad. También te sienta mal el hecho de estar irremediablemente molesto con él. Si hay que salvar alguna esperanza de futuro, entonces debes aprender a perdonar y olvidar. Pero el chico ya está interponiéndose entre tu mujer y tú, y a menos que ella manifieste un cambio de actitud y lo admita de nuevo en su mundo, el chico seguirá representando la brecha que se ha abierto entre ella y tú. Con todo, fue un acontecimiento milagroso, y el muchacho está tan seriamente arrepentido que habría que ser de piedra para no querer pasar página y seguir con otra cosa. Pero transcurrirá algún tiempo antes de que volváis a encontraros cómodos en mutua compañía, antes de que podáis confiar de nuevo el uno en el otro. Físicamente, tiene buen aspecto. Fuerte y en forma, con un brillo alentador en los ojos. Los ojos de Mary-Lee, la impronta indeleble de su madre. Dice que ha asistido a dos funciones de D í as felices y le parece que hace una Winnie espléndida, y cuando sugieres que vayáis a verla los dos juntos -si puede soportar la obra por tercera vez-, acepta de buena gana. Habló en detalle de la joven de la que se ha enamorado, Pilar, Pilar Hernandez, Sanchez, Gomez, el apellido se le escapa ahora, y está deseoso de presentártela cuando vuelva a Nueva York en abril. No tiene planes concretos para el futuro. De momento trabaja en la tienda de Bing Nathan, pero si puede reunir el dinero suficiente, está dando vueltas a la idea de volver a la universidad el curso que viene y sacarse el título.
Tal vez, puede ser, todo depende. No tuviste valor para plantearle preguntas difíciles sobre el pasado. Por qué se escapó, por ejemplo, o por qué se ha mantenido oculto durante tanto tiempo. Sin mencionar por qué ha dejado sola a su novia en Florida para venirse a Nueva York. Ya habrá tiempo más adelante para las preguntas. Anoche fue simplemente el primer asalto, dos boxeadores que se tantean antes de lanzarse a fondo. Lo quieres, desde luego, lo quieres con todo tu corazón, pero ya no sabes qué pensar de él. Que demuestre que es un hijo digno de tal nombre.
27 de enero. Si la empresa se hunde, escribirás un libro titulado Cuarenta a ñ os en el desierto: publicar literatura en un pa í s donde la gente odia los libros. La cifra de ventas navideñas ha sido aún peor de lo que temías, los peores resultados de la historia. En la oficina, todos tienen cara de preocupación: los veteranos, los jóvenes, todo el mundo, desde editores hasta becarios de rostro infantil. Y la visión de tu cuerpo debilitado y demacrado tampoco inspira mucha confianza en el futuro. Sin embargo, te alegras de estar de vuelta, contento de encontrarte en el lugar que te corresponde, y aunque el alemán y el israelí han rechazado tu oferta, te sientes menos desesperado por la situación que antes de caer enfermo. Nada como una breve charla con la Muerte para poner las cosas en perspectiva, y supones que si lograste evitar un mutis prematuro en aquel hospital británico, encontrarás el medio de pilotar la empresa hasta sacarla de este desagradable tifón. Ninguna tormenta dura para siempre, y ahora que estás de nuevo al timón, comprendes lo mucho que disfrutas con tu posición de jefe, cuánto apoyo te ha dado esta pequeña empresa a lo largo de todos estos años. Y debes de ser un buen jefe, o al menos un jefe apreciado, porque cuando ayer volviste al trabajo, Jill Hertzberg te echó los brazos al cuello y dijo: Por Dios santo, Morris, no vuelvas a hacer eso, por favor, te lo ruego; y entonces, uno por uno, todos los miembros de la plantilla, los nueve, mujeres y hombres por igual, fueron entrando en tu despacho para abrazarte y darte la bienvenida después de tu prolongada y tumultuosa ausencia. Tu propia familia podrá estar desmoronándose, pero ésta también es tu familia y tienes el deber de protegerlos y hacerles entender que a pesar de la necia cultura que los rodea, los libros siguen contando y el trabajo que realizan es importante, esencial. Sin duda eres un viejo sentimental, un hombre que no va al compás de los tiempos, pero te gusta nadar contra corriente, ése fue el principio fundador de la empresa hace treinta y cinco años, y ahora no tienes intención de cambiar de costumbres. Todos están preocupados por si pierden el puesto de trabajo. Eso es lo que hay en su rostro cuando los ves hablar entre ellos, y por eso convocaste una reunión general esta tarde para decirles que se olvidasen de 2008, porque ese año ya era historia, y aunque 2009 no resultara mejor, en Heller Books no habría despidos. Pensad en la liga de softball de los editores, dijiste. Toda reducción de plantilla hará imposible que pueda formarse equipo para la primavera y entonces se acabará el récord que con tanto orgullo ostenta Heller Books de estar veintisiete temporadas consecutivas sin ganar. ¿Que no hay equipo de softball esta temporada? Impensable.
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